CRÓNICA DE PARAGUAY (por Antón Fontao)

PARAGUAY DÍA 1

Hoy comienza un viaje increíble y único, que yo es cómo lo viví, y espero que así os lleguen todas las vivencias que transcurrieron durante estos siete días, bueno, nueve si contamos el viaje tanto de ida como de vuelta, que los voy a contar también. No prometo que vaya a publicar diariamente, y es que para ser sincero no me fío de mí mismo para hacerlo. Ni siquiera os voy a poner expectativas, porque suelen decepcionar.

¡Vamos, que esto empieza!

El pasado miércoles 3 de julio bastante temprano por la tarde, mi madre y yo estábamos entrando por la puerta del aeropuerto de Coruña. Yo estaba bastante (por no decir muy) nervioso por tener que viajar solo hasta Madrid, que ya sé que era una chorrada y que tengo más experiencias que Julio Iglesias y todos los de la farándula juntos.

Al entrar al aeropuerto se me vino a la cabeza la última vez que entré allí, que fue para ir a Nueva York. A continuación, fuimos a facturar mi maleta, y nos atendió una chica muy simpática y agradable que me hacía cierta gracia porque tenía un habla bruto y no pegaba con su cara ni con su uniforme. Después me tocó despedirme de mi madre, y fue muy bonito porque, obviamente, nos abrazamos, pero hubo quién lo pasó bastante peor: alguna gente que se separaba abrazándose y llorando al mismo tiempo.

Luego llegó el control de seguridad, donde me suelo poner nervioso, y la verdad es que un poco lo estaba, a pesar de que el control en el aeropuerto de Coruña es tranquilo. Estaba esperando para embarcar, y la mujer que iba a pedir la documentación para entrar en el avión me tenía un cierto parecido físicamente a una ex profesora mía, que es mejor ni hablar de ella. Me senté en el avión, y me tocó la ventanilla.

A las 6 y media, aproximadamente, llegamos al aeropuerto de Barajas. Allí me esperaba esperar cuatro horas y pico a por el otro avión que nos llevaría hasta Asunción. Pedí la asistencia para el aeropuerto de Madrid, y aunque tuviera mucho tiempo para llegar hasta la otra terminal, ¿quién sabría si me hubiese llegado el tiempo o no? Bueno, que mejor no arriesgar y pedir la asistencia y además más cómodo.

Una cosa que no me termina de gustar del todo es que todas las personas que pedimos asistencia, nos quedamos de últimos para salir del avión, que con lo largo que es algún día no verán a algunos y se los olvidarán. De hecho yo llegué a imaginarme que no me verían y fuera de vuelta otra vez para Coruña. Bueno, tiempo tenía para volver e ir otra vez a Barajas.

Una señora amable me vino a buscar al avión para pasar el finger y a partir de ahí empezaba un tramo en el “trenecito”, como lo llamaban los de la asistencia. Paramos en un lugar de ese aeropuerto kilométrico donde estuvimos un rato esperando a otro asistente que nos iba a llevar a la otra terminal. Mientras tanto, uno de los dos señores que vinieron conmigo en el mismo avión de Coruña, fue al baño, y la mujer le contó a la asistente que él tenía cáncer de pulmón y que habían ido a ir a ver a su hijo, y ya regresaban a Montevideo. Una historia que, cómo no, me dio pena. Yo al escuchar aquella dramática historia entendí que viajaron para que se despidieran padre e hijo. Ya que estábamos allí esperando, yo también aproveché para ir al baño.

Cuando ya vino el asistente que nos iba a llevar en furgoneta, salimos, y nos dejó en otra zona que también estaba poco transitada. Allí estuvimos esperando otro rato, y entre tanto un chico, también asistente, amable nos pidió nuestras respectivas tarjetas de embarque. Más tarde vinieron a por la pareja uruguaya, unos minutos más tarde llegó una mujer argentina que volvía a Buenos Aires. Y después ya vinieron a por mí.

Me llevaron hasta un mostrador de asistencia donde los propios asistentes estaban descansando, y no quiero ser malpensado pero algunos descansaron y luego cuando ya terminaron el turno se “piraron”. Que cada lector/a saque sus propias conclusiones, pero, ¿quizá acabaron de trabajar antes de la hora y se fueron cuando les tocaba salir para no levantar sospechas? No sé… Uy, esta ya es una pregunta de esas que hacen los periodistas a los que les encanta el morbo.

Pues allí me tocaba esperar durante las próximas horas, entre tanto asistente, que unos iban a buscar a personas que precisaban de su ayuda, y otros solamente se limitaban a descansar y darle al palique.

Tengo que decir que hice el bobo absurdamente, y es que yo al principio estaba rígido, y la verdad que ni que me fueran a decir algo por moverme. No sé, ni yo mismo lo entiendo. En todo el tiempo que estuve allí comí cosas que llevaba en la mochila, anduve, miré el móvil y fui al baño y a comprar dos botellas de Aquarius de limón para el vuelo.

La mayoría de los que trabajan en asistencia son latinoamericanos o marroquíes, y con el tiempo que estuve allí me dio para pensar que muchos de los que trabajan cuidando a gente (en aeropuertos, en casas…) son de esas zonas. Los que se desviven trabajando más horas que yo qué sé, con lo poco que les pagan, unos euros se los tienen que gastar en fisios por los problemas físicos que acumulan por tener que trasladar personas. Esa gente que viene a cuidar por una indecente vida y un indecente trato, a esa gente hay personas que no quieren que vengan porque dicen que roban y les llaman “inmigrantes ilegales”. Pues entonces no sé qué éramos los españoles cuando escapábamos de la guerra y la miseria que se estaba viviendo aquí… ¡Hipócritas!

Como ya se estaba acercando la hora del vuelo, con dos señoras más fui otra vez en el “trenecito”, hasta que el chico que era muy majo nos dejó en la puerta de embarque, y otro hombre de la asistencia se fue soltando un notición: el vuelo se había retrasado dos horas. Pero a mí más que que el vuelo se demorara más de la hora prevista, lo que no me gustó mucho era que no nos dieran ninguna explicación. Aprovecho para contar una cosa que nos pasó a mi madre y a mí cuando íbamos a pillar un vuelo hacia Chicago: volábamos con Iberia, nada más sentarnos en el avión nos avisaron de que el propio avión tenía una rueda averiada y el vuelo se iba a retrasar. Pues resultó que a la hora y pico ya estábamos en otro avión. “Spoileo” un poco para decir que esta vez al final no fueron dos horas, fueron 4.

Acto seguido, les mandé un whatsapp a mi familia y a otro a Malena y a Nacho para contarles la noticia. Los Calderón aún seguían en la cola para el control de pasaportes.

Un rato después, los malagueños llegaron, me dio una tremenda alegría verles y les di un gigante abrazo. Como había tiempo hasta embarcar y teníamos que preparar lo que íbamos a decir el primer día en el congreso IÓN, nos sentamos a cenar en un sitio. Yo me comí un croissant de jamón y queso. Era tan poco que también saqué de la mochila el trozo que me quedaba del bocadillo de tortilla con tomate.

Fue un placer charlar sobre lo que íbamos a hablar nosotros mismos al llegar a Asunción, y el primer charloteo que tendría con Malena y con Nacho.

Al cabo de dos horas volvimos otra vez a la puerta de embarque, y una señora que estaba allí que anteriormente nos había preguntado si le podíamos llevar una CocaCola, se la dimos. Nacho, Malena y yo nos sentamos en el suelo a esperar el rato que faltaba para embarcar. No me convencía sentarme en algo duro, pero “ajo y agua”, porque no había asientos libres.

Por fin ya estaban los de la asistencia llamando a quiénes la habíamos solicitado, y con la suerte que tuve de que me llamaran uno de los primeros para poner rumbo al avión en una furgoneta. Podía venir un acompañante, así que vino Malena, y Nacho se quedó en la puerta esperando con los demás pasajeros a que fuera un bus para llevarles al avión.

El trayecto no fue ni de cinco minutos, y una vez allí había un avión, pero no había nadie más. Los de la asistencia hasta pensaron que se habían equivocado de avión, pero no, resultó que la tripulación todavía no había llegado. Aparte de ser una falta de respeto tenernos esperando, que algunos pasajeros llegasen antes que los de la tripulación da mala imagen.

Allí estuvimos como hora y media (sin exagerar) sentados en esa furgoneta: algunas personas durmiendo, algunas hablando, otras riéndose por no llorar… Una mujer quería airearse y estirar las piernas pero el asistente no le dejó, porque según él si algún pasajero andaba por pista se les caía el pelo. En resumen, que estuvimos bastante aburridos.

Por fortuna la tripulación llegó, y tras ella vinieron un par de buses que traían a los pasajeros y otra furgoneta con el resto de personas que habían pedido la asistencia. Fue bastante gracioso porque cuando nos dijeron que ya podíamos bajarnos, fuimos todos al avión deprisa.

Una vez en el avión, sólo quedaba pedir que nos pusieran a Malena, Nacho y a mí juntos; y es que ellos dos lo tenían juntos, pero yo estaba separado.

Ya estaba. Esperamos a que la gente se sentara, y lentamente el avión empezó a circular por la pista hasta despegar.

Cuando ya pasaron unas horas desde que despegamos y parecía no llegar nunca la comida, saqué unas galletitas que tenía en la mochila y las comí. Después vi la mitad de la película de “Un amor” de Isabel Coixet, que desde hace mucho tiempo la quería ver. La peli me gustó, aunque me pareció muy inquietante y hubo cosas en la trama que me parecieron un poco incoherentes.

Después pausé la película porque por fin vino la comida, y eso que aún tardaron en servirnos porque primero se la dieron a los más pequeños. Había para elegir entre pasta o pollo y, como siempre, yo elegí pasta. La pasta eran unos raviolis que más o menos estaban ricos, y un bizcocho de postre que también lo estaba. Y de beber, un vaso de zumo de piña y manzana.

Tras habernos recogido las bandejas quise dormir, y como hacerlo en el avión me cuesta lo suyo, tenía varias descargas de ASMR, y parecía que no pero al final me fui quedando dormido. No sé si dormí mucho o poco, pero el caso es que lo hice. Luego decidí ver el resto de la peli de “Un amor” que me faltaba. También escuché música.

Faltaban dos horas y pico cuando pasaron otra vez para ofrecernos café o té, y yo elegí café, ya que íbamos a llegar a Asunción temprano por la mañana, y ese día era cuando empezaba el congreso. El café venía sólo y junto a él un sobre con la leche en polvo y otro con el azúcar. Me confundió un poco que al echar la leche en polvo el café siguió siendo negro, pero lo curioso es que sabía decentemente bien.

Al llegar, como siempre, primero pasamos el control de pasaportes para entrar al país, y después fuimos a recoger las maletas, que la mía se demoró en pasar por la cinta, pero cuando al fin llegó salimos enseguida del aeropuerto. Fuera nos estaba esperando Sonia, una mujer que me pareció muy maja. Pensando que en la calle haría frío, nos pusimos las chaquetas, y las tuvimos que quitar porque hacía calor. Más que calor, bochorno. Sonia nos llevó al hotel, y por suerte Malena y yo teníamos más tiempo para relajarnos que Nacho, porque a él le venían a recoger antes para ir al congreso.

En ese tiempo saqué alguna prenda de la maleta, por ejemplo, lo que me iba a poner ese día, y después me di una ducha que me sentó muy bien y me relajó, pero eso sí, tuve cuidado y me agarré a una barra que había para no matarme.

Ya se estaba acercando la hora en que nos vendrían a recoger, así que Malena y yo, ni que nos pusiéramos de acuerdo, salimos a la vez de nuestras habitaciones, y los dos bajamos al hall. La que nos vino a buscar era Lauri, una chica que me pareció muy maja, simpática y muy cercana. Después pasamos por otro hotel a buscar también a Zachary y a Leda, dos personas que trabajaban en la universidad de Londres. Con hablar no demasiado con ella que tenía un español muy bueno, y sólo decirle “hola” con la mano a él, me parecieron ambos majos.

Ahora sí, íbamos al lugar donde era el congreso, y al llegar me acojonaron bastante unos hombres que había a cada lado de las distintas puertas con uniforme de militar y con una metralleta que tenían en las manos. Toda esa seguridad era porque iba a la inauguración del congreso IÓN la primera dama de Paraguay (que es la mujer del presidente, y aquí en España la propia mujer del presidente no tiene ningún cargo).

Al entrar, el sitio era precioso y el auditorio era muy grande. Como fuera hacía un poco de bochorno, en el propio auditorio tenían el aire acondicionado tan alto, que hasta hacía frío.

Antes que nada pusieron el himno IÓN, el cual se nos iba a pegar a fuego durante los siguientes días. Nos acomodamos en las butacas a escuchar a Gaby, Nacho y a varias personas más. Luego salimos Malena y yo a dar nuestra primera charla, que iba de quiénes éramos los “Estudiantes por la inclusión” y de todo lo que habíamos hecho hasta estar allí en ese mismo momento. 

A pesar de no haber dormido mucho, nos salió muy bien. Eso sí, en esa ponencia si no llega a ser por Nacho no hubiéramos sabido por dónde empezar, y es que estábamos poco espabilados como para ponernos a pensar. Ahora sé por qué nos llevó Nacho a Malena y a mí a Paraguay, porque los dos somos mayores de edad, y entonces explotarnos no se ve tan mal. (esto último es broma)

Al terminar había un descanso de unos minutos, y como no era normal el hambre que teníamos Malena y yo, nos dieron un tupper de arroz con carne, que allí la propia carne se come mucho con diferentes guarniciones. Al hambre que teníamos hay que añadirle lo bueno que estaba. Al mismo tiempo que estábamos nosotros dos comiendo como si lleváramos tres semanas sin comer, conocimos a Jazmín, una chica que me pareció muy maja y entrañable. Después fue cuando conocimos a Moisés, que también me pareció muy majo, y junto a Jazmín nos llevaron a conocer más el sitio, que me dejó fascinado.

Al final del pequeño tour que nos dieron, nos sentamos en otro sitio muy bonito en donde había colchonetas y un letrero que ponía “ZONA CHILL”. Allí estuvimos un buen rato hablando y conociéndonos un poco mejor. Hasta que anocheció muy temprano, nos movimos a unas sillas que había donde encontramos a Iván, un chico que me pareció muy majo y cercano. Sentados en unas sillas estuvimos Malena, Moisés, Iván y yo charlando. Mientras Nacho estaba en otra ponencia. Cuando volvió ya fue la hora de marcharse (¡Por fin! Malena y yo estábamos reventados) y nos fuimos de ese bonito lugar. Nos volvió a llevar Lauri a nosotros tres al hotel, aunque fuimos a un restaurante a cenar. Yo, para qué mentir, tenía más ganas de dormir que de otra cosa. Pedí una milanesa con puré de patatas. Malena al acabar sus tacos se quedó frita en la mesa. ¡Qué facilidad para quedarse dormida en todos lados!

Ahora sí, llegamos al hotel, entré en mi habitación, me puse el pijama, me metí en la cama, me puse un podcast de “Acontece que no es poco” con Nieves Concostrina y en unos minutos me quedé dormido.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 2

Aquella mañana me desperté sintiendo que aún no me había recuperado del todo del jet lag. Esa sensación la tuve un poco todos los días, y es que para ser sincero fue el viaje donde más me costó adaptarme al cambio horario. También es necesario decir que entre que nos levantábamos pronto y nos acostábamos demasiado tarde, no dormíamos demasiado. 

Enseguida me fui a duchar y me vestí. Nacho ya había ido hasta el sitio del congreso, y Malena y yo íbamos más tarde. Yo fui al restaurante del hotel a desayunar, y en el bufé libre, que es una de las cosas que más me gusta cuando voy a los hoteles, cogí dos croissants bastante pequeños y una tostada junto a la mantequilla y mermelada. Y de beber, un café y un vaso con batido de fresa. Cuando ya estaba sentado desayunando, llegó Malena y ella también se puso a desayunar conmigo. Después subimos a lavarnos los dientes, y mientras esperábamos a que nos vinieran a buscar, Malena y yo nos pusimos a ver un poco los vídeos de una clase de interpretación de OT 2020 con Iván Labanda y a comentarla.

Luego ya era la hora y bajamos. Un hombre dijo que nos venía a recoger, por lo que de camino a su coche Malena se asustó por si aquella persona con cara de bonachón nos iría a hacer algo (para una vez que yo no me asusto…). Por el camino, además de decirnos que era el marido de Sonia (entonces Malena se quedó más tranquila), la que nos vino a recoger el día anterior al aeropuerto, hablamos algo más.

Al llegar, el resto, entre ellos Nacho, estaban terminando la última ponencia de la mañana. Mientras tanto vimos a Moisés y fuimos con él un rato a la sala donde los voluntarios dejaban las cosas y la verdad es que ese pequeño rincón era cuco. Había unas cuantas colchonetas y nos sentamos en ellas, hablamos un rato, hasta que ya terminó la ponencia y fuimos al lugar donde era la comida. A las doce de la mañana, me pareció muy temprano para comer, aunque a los dos congresos Joubert que fui a Estados Unidos también comían y cenaban a horas que para los que íbamos de España eran muy extrañas. Allí estuvimos hablando de todo un poco, con distintas personas y todas ellas súper amables.

Después fuimos Malena, Nacho y yo a una sala a preparar la presentación que íbamos a tener a las 4 menos cuarto. Iba sobre la guía que hicimos, así que con ella en la mano empezamos a decir sobre lo que se iba a hablar en cada paso. La presentación de dicha guía nos salió bien, aunque yo no salí demasiado contento porque me trabé bastante. Además, me puse a levantar la pierna como nunca por lo nervioso que estaba, algo que hasta ese momento no había hecho. Fue por lo que más tarde Nacho y Malena se rieron de eso. Nada más acabar, la gente nos pidió tantas fotos a Malena y a mí que alucinábamos, y por último nos quedamos hablando junto a Nacho con dos personas más que eran muy majas. Una de ellas nos dio unos turrones típicos de allí, y yo comí uno y estaba bueno.

Al salir de esa sala fuimos a otra donde había comida y estaban varias personas. Allí estuvimos durante mucho rato, hablando con Jazmín, Max, Sofía, Leda y más gente. Además de darle al palique, también bailamos. Al acabar el congreso por ese día, volvieron Nacho y algunas personas más, y algunos decidimos ir a cenar. Fuimos a un italiano. Al principio éramos Fabio, Malena, Nacho y yo y no teníamos problemas para sentarnos, pero cada vez venía más gente y el camarero nos puso cierta mala cara al preguntarle si podíamos juntar las mesas, aunque resultó que al final dio su brazo a torcer y nos hizo caso. Primero pedimos las bebidas, a mí me trajeron una limonada que estaba muy amarga; de comer pedí unos raviolis rellenos de calabaza con una salsa de espinacas y champiñones que juro, estaban de muerte a pesar de todo lo que había comido esa tarde. La verdad es que fue una cena de lo más agradable, sentándonos Malena y yo cerca de Ariel y Max para hablar. Al levantarnos y antes de irnos, nos sacamos unas fotos con el paisaje tan bonito que había.

Al llegar al hotel y entrar en la habitación, me duché y caí rendido en la cama.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 3

Esa mañana nos despertamos temprano para desayunar, y es que a las 8 venía Fabio a por nosotros tres. Yo volví a coger en aquel bufé dos croissants y una tostada para comérmela con mantequilla y mermelada, y de beber un café y un vaso con batido de fresa. En la mesa de al lado, había dos españoles.

Al dar las 8 en punto, como dije, Fabio vino a recogernos porque a las 8 y media teníamos otra presentación. Dicha presentación parecía ser otra vez en la sala donde habíamos estado hablando el día anterior, pero al final resultó ser en otra. En la presentación pusimos la misma página digital que utilizamos en el congreso de Chicago, cuando pasaban por nuestra sala personas a interesarse por saber y escuchar sobre nuestro proyecto. Pero esta vez, al ser un sitio más pequeño, pude ver las caras que tenían de estar atentos e interesados por lo que les estábamos contando.

Una vez que acabamos nos hicimos una foto con esa gente tan maja, y a Malena y a mí no pararon de pedirnos fotos. No quiero parecer un creído, pero es que ¡nosotros dos éramos la sensación! Me quedé, primero muy contento por cómo nos salió (yo sentí que fue la vez que mejor me salió de esos tres días de congreso), y segundo muy agradecido y feliz por todo ese público tan agradable y acogedor.

Bastante tiempo más tarde fue cuando algunos decidieron ir a hacer una excursión por Asunción, así que allí que nos marchamos unos cuantos. Las personas que salimos fuimos Dorys, René, Ale, Moisés, Iván, Malena y yo. Antes de nada nos fuimos a comer, porque teníamos mucha hambre. De comer pedimos una sopa paraguaya (comida típica del país), milanesa con puré de patata, lasaña de carne, patatas fritas con mostaza y bacon por encima. Todos esos platos, claro, para compartir entre todos.

Después Ale se fue a hacer la maleta y a descansar (porque al día siguiente veréis qué viaje tan chulo emprenderíamos…) y nosotros nos fuimos, primero a ver el Panteón de los Héroes, una basílica con tumbas en donde estaban muchos de los muertos que murieron en no sé qué batalla. Me parece completamente absurdo luchar por “tu patria” o por algo por el estilo, y es que al fin y al cabo no dejan de arrabatarse vidas y que además se mueren niños y niñas también inocentes y que apenas tuvieron tiempo para vivir esta vida.

Por contar algo simpático, aunque un poco indignante, había unos soldados en la entrada y otros dentro, que los de dentro aún estaban medio normales, pero los de fuera estaban rígidos como si les hubieran metido un palo por el culo, y estos veían que a algunos les costaba subir a Gaby con la silla de ruedas por la escalera, y no se les ocurrió ni venir a echar una mano; aunque después al bajar algunos sí que vinieron a ayudar.

Luego fuimos a una cafetería y algunos pidieron un croissant y un café con leche, otros en cambio como no teníamos hambre pedimos un refresco. Estábamos sentados en la terraza y las vistas eran muy bonitas. Teníamos un edificio enfrente que por lo visto era la casa donde vivía el presidente (como aquí es la Moncloa), y justo nos pilló el cambio de soldados y montaron un espectáculo de esos militares y lo estuvimos viendo con bastante atención. Después dimos un paseo (que por cierto, de todos los sitios en los que he estado las aceras eran las peores en cuanto a accesibilidad, y es que estaban todas las baldosas o rotas o levantadas; de hecho yo me tropecé con la suerte de que no me caí) hasta entrar en un teatro bastante famoso que hay en Asunción, y la verdad es que era muy bonito. Estaba una banda ensayando en el escenario.

Como anochecía tan temprano y al día siguiente había que madrugar mucho, nos llevaron a Malena y a mí para el hotel, aunque de camino paramos en un lugar donde nos hicimos unas fotos más, había como un recipiente de agua y encima unas barras de metal, por lo que aquello era como un piano.

Al montarnos en el coche, como de la nada apareció un niño que debería tener entre siete u ocho años con el aspecto y la ropa descuidada que con voz muy baja nos preguntó si le dábamos dinero. En ese momento se me partió el corazón y me cagué en todo.

Al llegar al hotel, primero fui a la habitación de Malena y Nacho, y este ya había llegado y estaba acostado en la cama. Fui a su habitación porque él nos tenía que decir que a las 5 de la mañana nos venían a recoger y también que Sofía iba a traernos unas maletas pequeñas para meter en ellas la ropa justa y necesaria. Después de eso me fui a mi habitación, me duché y entonces sí me llegó mi maleta. Tocaba dormir porque al día siguiente había que madrugar tanto para irnos ni más ni menos que a las Cataratas de Iguazú.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 4

Esa mañana, o mejor dicho, esa madrugada, me desperté a las 4:20. Me vestí, terminé de meter en la mochila y en el bolsito pequeño algunas cosas y me puse a chatear con mi madre que cuando supo que venían a recogernos a las 5 de la mañana flipó igual que lo hice yo cuando me avisó Nacho.

Tuve que esperar un momento en la habitación de Malena y Nacho, hasta que bajamos y ya estaban allí. Pero antes de ponernos en marcha, paramos a tomarnos un café de la máquina del otro hotel. Yo le quería dar al botón de “café con leche”, pero como ya no debería quedar le di al “café suizo” que creía que iba a saber bien. Tuve un amigo que tenía unos tíos en Suiza y cada vez que iba siempre me traía chocolates suizos y estaban muy ricos, y la verdad que el café suizo estaba bastante bueno. Mientras tomábamos el café y había otros que aún estaban en la máquina, estuvimos hablando un rato Nacho, Ale, la madre de Ale y yo de que el propio Ale estaba acabando la carrera y cómo le estaba yendo.

Un rato más tarde pusimos rumbo a nuestro próximo destino, y fue gracioso porque como había un escalón bastante alto para subirse a la furgoneta, a mí me costó y entre una persona desde delante y otra desde atrás conseguí meterme.

Durante el primer cuarto de hora, aproximadamente, fuimos hablando. Luego, como no habíamos comido nada para desayunar, yo tenía hambre, saqué unas galletitas de la mochila y también las ofrecí. Después prácticamente todos se durmieron, así que yo me puse a escuchar música, y bastante más tarde como muchos ya se habían despertado conectamos un móvil al bluetooth de la furgo y pusimos música. 

Y así transcurrieron las horas hasta llegar, donde primero estuvimos un buen rato en el que iba a ser nuestro hotel durante la estancia allí, para ir al baño más hacer el check-in. Mientras, algunos nos sentamos en unos sofás que había porque estábamos cansados, y yo estuve actualizando mis redes y publiqué un post con las fotos de los tres anteriores días en el congreso IÓN agradeciendo lo que nos pasó.

Cuando ya habían terminado de hacer el check-in, un mini autobús nos estaba esperando para ir a las Cataratas de Iguazú. Una vez allí dentro, algunos jóvenes nos sentamos detrás del todo, nos motivamos tanto que pusimos música y lo dimos todo. Un gran momento donde yo disfruté mucho (aunque en general lo hice durante todo el resto del día) fue cuando sonó MI CANCIÓN: “COLOR ESPERANZA”. Es una canción muy conocida, sobre todo allí porque Diego Torres, el cantante, es argentino.

Llegamos y fuimos a un restaurante donde había un bufé libre que a mí me encanta. Toda la comida que tenía muy buena pinta, pero me comí una lasaña y unas patatas asadas con carne. Las patatas asadas me recordaban a las que hacía mi abuela.

Enseguida comimos porque había que ir rápido a las Cataratas, entonces nos pusimos unos chubasqueros de plástico que nos dieron por la lluvia tan abundante que estaba cayendo. Una vez estábamos listos empezamos a andar hasta las Cataratas de Iguazú, donde muchos sacamos el luchador que llevamos dentro y es que protestamos porque ese camino no era accesible, había escaleras.

Cuando llegamos aquello me pareció un paraíso, unas vistas espectaculares y dignas de admirar. A pesar de lo que diluviaba era increíble ver aquello, ver el agua caer y con qué fuerza y abundancia lo hacía. Me quedé unos momentos contemplando esas vistas tan alucinantes. Y entonces llegó un momento en el que también disfruté mucho, y es que ya en los plenos pies de las Cataratas empezamos a motivarnos y a gritar un montón. Pero antes yo no me atrevía a ir hasta allí porque me costaba respirar y Nacho me arrastró hasta allí, y la táctica estaba en ir de lado, así que me puse a caminar de esta forma, que no sé qué parecía. Se puede decir que si no fuera por el “pringao” (es por Nacho, que muchas veces me llama así y ya es hora de devolvérselo) no hubiera vivido ese momento de motivación total, pero no lo puedo decir muy alto porque enseguida se lo cree (es broma).

Después, si algunos ya estábamos cansados, lo estábamos aún más, y en el bus que nos llevaba al mini autobús íbamos agotados, Malena hasta se durmió. Pero no sé por qué cuando nos juntamos otra vez con los demás recuperamos las fuerzas para estar como en el viaje de ida. También fuimos detrás del todo en el bus los mismos, y es que a mí siempre me hizo ilusión ser de esas personas que van detrás del todo en el autobús cuando vas de excursión que van dándolo todo, y por fin lo hice.

Al llegar al hotel cada uno fuimos a nuestras respectivas habitaciones, a mí me tocaba con Moisés y después de ver la que nos tocaba me fui a duchar. La propia ducha me sentó muy bien, y es que después del chaparrón que nos cayó ese rato con el agua caliente recorriendo sobre mi cuerpo fue ideal. En un momento no sé qué parecía cuando se me resbaló el jabón y estuve un rato intentando pillarlo por toda la ducha, hasta que me rendí. Total, ya me lo había puesto.

Después se duchó Moisés y cuando salió estuvimos un rato hablando sobre qué tiempo hace en España (yo le dije que en Galicia, en el norte en general, es donde hace más frío), cuánto se tarda en ir de dónde vivía yo hasta donde vivía Malena en coche (yo le dije que se tarda un montón, todo el mundo va en avión) y otras tantas curiosidades que tenía sobre España. Y yo también le pregunté a él cosas sobre Paraguay.

Después descubrimos que había una cena en el hotel, la cual me venía muy bien porque tenía hambre, pero antes Malena y yo nos fuimos un momento con René, Eli y Moisés a comprar “unas medias para René”. Yo algo de malentendidos de palabras sospechaba que había y como hacía tanto frío pues pensé que era para eso, pero cuando cada uno íbamos en busca de “medias”, Malena y yo no pensamos que “medias” allí le llaman a los calcetines; así que nos reímos.

Hasta que volvimos al hotel, y a pesar de que algunos aún no estaban porque estaban reunidos, los que fuimos llegando nos pusimos a cenar. Hasta que ya estábamos todos cenando, y la verdad que fue una velada bastante agradable.

Por último volvimos a las habitaciones; Malena, Ale y Moisés se pusieron a ver una peli. Hablé un rato con ellos, pero a la película no llegué porque juro que estaba muerto, y ya era bastante tarde.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica. Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

(Continuará… que todavía faltan tres días)

Antón y parte de las personas que le acompañaron en esta aventura aparecen abrazándose

 

RELACIONADO:

Artículo de Malena en La Nación de Paraguay:

«Empezó como un viaje de trabajo, acabó en uno de aventura» 

 

Artículo de Antón en La Nación de Paraguay:

«Espero que este sea el primero de más encuentros» 

 

Comments

  1. Mónica Alejandra Fontao Leiva dice:

    Hola Antón! Que lindo todo lo que contas! Me encanta leerte!
    Nosotros estuvimos también en Cataratas esos días! Los chicos estaban en vacaciones de invierno y no las conocían. Una pena que lloviera tanto! No se pudieron apreciar bien, pero son maravillosas!

    Ojalá que se pueda organizar un congreso en Argentina, así podrías venir a conocerla! De todas formas les reiteramos la invitación a Los Fontao Saavedra❤️‍🔥de venir hasta el “fin del mundo”.
    Y por último quiero felicitarte por tu cruzada! Junto a otras personas más van haciendo camino para que todos oigan y se cambie la educación y la vida !

    Y también el viajar solo es una nueva experiencia! Bravo!!!

    Te mando un abrazo! Cariños para vos y la familia!💗💗💗

  2. Lara Paula Naya Couto dice:

    Antón, te leo por partes por las noches. No dejes de escribir!!

  3. Paula Verde Francisco dice:

    Gracias por dejaros formar parte de ese viaje. Cuando supe que ibas con Nacho y Malena pensé… que experiencia de vida lleva Antón este año me produce una enorme envidia sana, pero tengo que dar gracias a la vida y a la madre que tienes la oportunidad de compartir viaje contigo a NY.

    Eres un escritor extraordinario, pero eso lo llevas en el ADN, estoy segura que el tiempo y la vida te dará la oportunidad de traducir todo esto a la gran pantalla.

    Un abrazo enorme eres una persona excepcional.

Replica a Carmen Saavedra Cancelar la respuesta