El bar-rrio Asgane

Hablaba el otro día con un (creo que ya) amigo que investiga y escribe sobre el patrimonio del lugar donde últimamente paso la mitad de mis días. Le decía que, aunque me gustan y me enseñan sus textos sobre el patrimonio histórico o natural, los que más disfruto son los que hablan del patrimonio humano. 

Elegí estudiar Historia y por un tiempo ejercí como guía de turismo, así que todo el mundo da por hecho que controlo muchísimo sobre arte, arquitectura y patrimonio en general. Y lo cierto es que no, que esos temas me producen cierta desgana. De hecho, debo confesar que en alguna ocasión en que me contactaron grupos interesados en realizar una visita centrada exclusivamente en arte o en arquitectura, las rechacé. A veces confesando la verdad o, si me daba mucha vergüenza, alegando que tenía esa fecha ocupada.

He tardado tiempo en entender esta aparente incongruencia y que se debe más a la (i)lógica de los planes de estudio y de cómo alguien o algunos han decidio agrupar los saberes humanos, que a una extravagancia mía.

El caso es que mi discurso en aquellas visitas siempre giraba entorno a las personas, que es lo que realmente creo me apasiona. Las que han pasado a la historia y las anónimas. Las que han hecho cosas grandiosas y las capaces de las mayores atrocidades. Creo que cualquiera de las vidas que ha pasado por este planeta es apasionante. Sólo hay que saber contarla bien.

Sin embargo, son tantas las vidas que no se han contado, que son millones las historias asombrosas que se han perdido para siempre. Los libros están plagados de reyes, guerreros, artistas, escritores, filósofos, deportistas, científicos, estadistas… Pero no aparecen los labradores, panaderos, canteros, albañiles, carpinteros, sastres… De las mujeres, ya ni hablemos.

Y entonces me acordé de una pequeña joya que existe gracias al empeño de José Manuel Valdés, el hijo de Mila y Pepe “El asturiano”, los del “Bar Asgane”. Hace unos años editó un libro precioso que lleva el nombre del bar de su familia. Él mismo se encargó de documentarlo y de recopilar todo el material gráfico que lo acompaña. 

Es la historia del barrio donde pasé mi infancia y mi adolescencia. La historia desde su nacimiento, como uno de esos barrios que se construyeron de forma apresurada en los sesenta para acoger a toda la mano de obra que debía alimentar los planes de “desarrollo” del franquismo. Un modelo que consistía en desarraigar a gentes pobres del rural y trasvasarlas a lugares inhóspitos y sin servicios que se masificaban de un día para otro en las afueras de ciertas ciudades. Aunque debo decir que, visto lo visto después, mi barrio resultaba de los más acogedores entre los que brotaron en esa época.

Evidentemente, cuando era niña los padres y madres de mi barrio me parecían todos mayorcísimos. Pero ahora hago cálculos y me estremece pensar que en realidad eran chicos y chicas muy jóvenes construyendo sus proyectos de vida a cientos de kilómetros de sus familias y de sus orígenes. Así que, aquello que yo veía como natural —puertas abiertas en la escalera, vecinas intercambiándose cazuelas, críos correteando entre casas— entiendo ahora que era en realidad extraordinario. La solidaridad entre personas que se necesitaban y que habían cambiado los lazos de sangre por los de vecinanza.

Jose los ha recogido a todos ellos entre las páginas de este libro. Ha recogido a todas esas personas que pulularon entorno al bar de sus padres. En un momento y un lugar donde los bares tenían una función social difícil de calcular. Como él mismo dice en el prólogo del libro: “se ejercen funciones de aula de cultura, planificación de eventos, organización vecinal, competiciones, terapia grupal, toma de decisiones, intercambio de ayudas técnicas y profesionales, tertulias gratificantes, consuelo, ayuda financiera, etc.”

Lo que supone un bar en este país nuestro sólo lo entendemos quienes hemos mamado esta cultura. Soy una gran entusiasta de este modelo social que tanto me cuesta hacer entender cuando estoy en otro país. Y no, el nuestro no tiene nada que ver con el de esos otros lugares. Que el libro de Jose se articule entorno a este espacio para explicar la historia del barrio, lo dice todo.

Lo hojeo de tanto en tanto. Porque me produce una nostalgia de las que duele y no siempre tengo el ánimo para hacer frente a una embestida emocional tan brutal.

Lo tengo ahora entre las manos. Busco en el índice a mi padre. Está en la página 403, justo después de mi tío y precediendo a mi tía. Manolo ya no está, a Crucita y al Moure tenemos la suerte de seguir disfrutándolos. Ahí quedarán los tres para siempre.

Y pienso, una vez más, que todo esto que escribo por aquí debería tomar forma de papel, que es donde de verdad perduran las historias. Algún día será. Para que nuestras vidas, que no son las de reyes ni estadistas, ni científicos ni filósofos, también permanezcan.

Lengua materna

Ayer fue el día de la lengua materna.

Y yo me paré a pensar si podría llamar “materna” a mi lengua, porque no es la lengua de mi madre. Ni siquiera la de mi padre. Ni la de mis abuelos o bisabuelos o tatarabuelos, ni la de ninguno de mis antepasados desde que el mundo es mundo. O desde que el latín se transformó en gallego. Desde la época en que era el idioma de la música. Para que os hagáis una idea, el equivalente a lo que hoy sería el inglés. Porque era la lengua en que se componía la lírica medieval en casi todos los reinos peninsulares, incluido el de Castilla.

¿Qué pasó para que esa misma lengua acabara asociándose a gente pobre, analfabeta y embrutecida en la siguiente etapa histórica? Un momento que fue de oro para una lengua y de oscuridad para otra. “El Siglo de Oro” vs “Os Séculos Escuros”. Un tiempo donde las obras de Góngora, Quevedo o Lope se poblaron de personajes gallegos que representaban los arquetipos más negativos de la sociedad y el refranero popular estaba repleto de (des)consideraciones hacia los gallegos y hacia lo gallego:

“Antes moro que gallego” (o su otra versión: “Antes puto que gallego”)

“A castellano tenedor, gallego pedidor”

“No fíes en perro que cojea ni en amor de gallega”

“Los gallegos vinieron al mundo para el descanso de los animales”

Pues pasó que cambió el idioma de quienes tenían el poder. Así de simple. Y ocurrió que se instaló algo que se llama “autoodio”,  que es la forma más efectiva de acabar con una cultura: convencer a sus depositarios de que es peor, que es menos, que es malo, que es inútil… 

Una lengua no debería valorarse en función de eso que llamamos “utilidad” y que, en realidad, quiere decir “productividad”. ¿Qué más útil que comunicarte con tu familia, con tus vecinos, con quienes pueblan toda tu vida? ¿No es esa la razón de ser del lenguaje hablado?

Mi lengua materna no es la de mi madre, porque ella nunca me hablaba en su idioma. ¿Cómo vas a transmitir a tus hijos una lengua responsable de que de niña te pusieran de rodillas sobre piedras en la escuela? Castigando como rebeldía lo que era desconocimiento de una lengua, que no podías saber porque a tu alrededor sólo esa maestra la hablaba. Una lengua que hacía que cuando visitabas a tu familia de la ciudad tu prima se avergonzara de ti y se negara a llevarte de paseo. Que también era la lengua de todas las chicas que, como tú, servían en aquella ciudad a más de mil kilómetros de tu casa. Las que no sólo erais menos, sino que seguramente no erais nada.

Y muchos de los depositarios de esa lengua se lo acabaron creyendo. Acabaron creyendo que eran menos, que eran peor, que no eran nada. El poder del autoodio.

Exactamente igual que ocurre con las personas nombradas por la discapacidad: también les convencemos de que son menos, de que son peor, de que no son nada.

Todas las opresiones se acaban pareciendo. Porque, en realidad, la opresión es siempre la misma.

Desde el nacimiento de mi hija y durante sus primeros años de vida, hice el esfuerzo de hablarle gallego. Y digo esfuerzo, porque hablar en un idioma que no es el tuyo en el entorno laboral o con gente más o menos extraña, es complejo; pero utilizar en tu intimidad familiar una lengua que no es la tuya, en la que no piensas, es un esfuerzo bestial. Lo hice porque entendía que la lengua que estaba en peligro, de las dos que se hablaban en nuestro entorno, no era precisamente la mía. Y porque sentía que podía ayudar a recuperar lo que hubiera sido el curso natural de la historia lingüística de mi familia. Mi hija es ahora gallegohablante. Como su abuela. Y como todas las madres que nos han precedido en la familia.

No lo hice igual con mi hijo. Porque cuando nació me convencieron de que si era difícil que pudiera llegar a hablar (y ni siquiera entender) una lengua, dos era algo completamente impensable. Casi casi casi me convierto en brazo armado del sistema capacitista para inocularle la cuota de autoodio que le correspondía en base a su funcionalidad. Sólo espero haber rectificado a tiempo.

 

Documental: Educación inclusiva. Quererla es crearla

El próximo viernes, 21 de octubre tendrá lugar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) el estreno del documental “Educación inclusiva. Quererla es crearla”.
 
Si estás por Madrid y quieres acompañarnos ese día, las entradas estarán disponibles (de forma gratuita y hasta completar aforo) en la web del museo a partir del miércoles, 19 de octubre, en el siguiente enlace: Ser parte de todo.
 
Tras la proyección del documental, tendrá lugar un debate en el que participarán familias, pedagogos e integrantes del área de educación del museo. Entre otros, el menda de la foto.
 
 
 
Asi se le presenta así en la web del Reina Sofía:
«Anton Fontao, activista y miembro del colectivo Estudiantes por la inclusión (EXI). Ha participado en la elaboración de la guía “Cómo hacer inclusiva tu escuela” para el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF, 2021) y en el congreso “Inclusión y Buenas Prácticas en la Educación 2022”.»
 
Aquí un trocito de un proyecto al que muchas personas hemos dedicado nuestra alma durante más de un año.
 

PInchando en la imagen podrás acceder al tráiler del documental

 
 
 
A partir de su estreno, podrán desarrollarse pases de la película dentro y fuera de España de forma gratuita. Aquel que quiera programar una proyección en su localidad, entidad, escuela, facultad, ayuntamiento, etc. sólo tiene que escribir un correo a info@creemoseducacioninclusiva.com detallando la siguiente información:
 
  • Entidad organizadora
  • Nombre y apellidos de la persona responsable, indicando la posición que ocupa en la entidad.
  • Fecha propuesta para el pase.
  • Lugar (país, localidad, institución).
  • Sala en la que se proyectará, indicando el aforo de la misma.
  • Posible audiencia (número de personas previstas, miembros o no de una institución o entidad, público en general, etc.).
  • Un contacto (correo electrónico o teléfono) que se pueda hacer público, para anunciarlo en nuestra página web.
  • Una dirección web o perfil de redes sociales en la que se publicará la convocatoria (una vez sea aprobada la propuesta de proyección, la entidad organizadora deberá publicarla en internet, a través de una website y/o de redes sociales).
 
Quererla es Crearla
❤️💛💜 💚
 

 

 

Antón, ni más ni menos que Antón (por A. Fontao)

El pasado 11 de diciembre elDiario.es publicó en su sección “En primera persona” un artículo de Antón que hoy traslado a Cappaces. Para tenerlo guardado y a mano entre toda la maraña de información que a veces se me esconde en la red.

El título con que apareció ese escrito era: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: «Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto»Sin embargo, en este post aparece con el título original, el que había elegido su autor y que imagino que los editores entendieron como poco periodístico. Lo he recuperado porque me parece maravilloso y porque no se puede decir tanto sin necesitar siquiera de un verbo.

Quiero agradecer a Lucía M. Quiroga su sensibilidad y su interés por la historia de vida de Antón, así como su empeño en que fuera escuchado por mucha más gente. Grazas, Lucía ❤️ 

ANTÓN, NI MÁS NI MENOS QUE ANTÓN

Me llamo Antón, tengo 17 años y vivo en Sada (A Coruña). Entre las cosas que más disfruto está pasar tiempo con mi familia, escuchar música, jugar a juegos de mesa, ver series y pelis y muchas otras cosas. Soy un chaval con síndrome de Joubert y, se quiera o no, nacer con cualquier tipo de discapacidad te marca. Más o menos, pero lo hace. Te impide muchas cosas, pero no por la discapacidad, sino por la sociedad. No entiendo que por tener discapacidad te traten o te hablen diferente, solo por tener un historial médico o cierto diagnóstico. Según la sociedad en la que vivimos, si «te faltan capacidades» eres menos y hay que tratarte diferente. Pues no. El valor de las personas no depende de las capacidades que tengan.

Yo no lo tuve, ni lo tengo, ni lo tendré fácil. Sí, tengo un entorno en el que me encanta vivir. Disfruto de mi vida, mi familia, mis amigos y la gente que he ido encontrando últimamente en mi camino. En ese sentido no puedo ser más afortunado, pero también en mi vida hubo muchos altibajos, aunque para mí pesa más todo lo bueno. Pero, por desgracia o por fortuna, al igual que no me olvido de lo bueno, tampoco de lo malo. Esos malos momentos, a pesar de que es difícil de creer, de una manera u otra me ayudaron a ser una persona más fuerte.

Mi paso por el sistema educativo ha sido muy complicado. Algunos profesores han sido muy buenos, pero otros me han tratado mal. Siempre me he sentido solo, especialmente en mi última etapa del instituto. Así que este año he dejado las clases presenciales porque sobre todo el último curso para mí fue un infierno. No solo por algunos profesores, sino también por mis compañeros y por cómo pasaba el recreo: completamente solo. Ahora estoy estudiando en casa y voy a Santiago solo a hacer los exámenes. La diferencia es buena en comparación con las clases presenciales porque ya no sufro las cosas que sufría antes. Tampoco es que me entusiasme lo de este año, pero si tengo que elegir me quedo claramente con estudiar en casa.

No me acuerdo del día exacto en que supe que tenía una discapacidad, aunque en realidad desde pequeño, en cierto modo, ya me di cuenta por las miraditas. Y es que hay dos cosas que no llevo nada bien, que son las miradas y, ahora, los tratos infantilizadores. Las miradas son algo que tuve que sufrir desde bien pequeño. Las típicas escenas en las que niños me señalaban sin ningún tipo de pudor y después decían, aunque yo les oyera, que tenía un párpado caído o que veían algo raro en mí. Para mí no era, ni es, nada agradable, pero entiendo que son niños pequeños y aún no saben las «normas» de la sociedad en la que vivimos y todavía les queda mucho por aprender.

Pero ahora a las miradas se le suman también los tratos infantilizadores, y esto no lo hacen los niños, sino los adultos. Me tratan como a un niño pequeño. Eso me molesta mucho y es inadmisible, pero es que yo soy muy tímido y eso puede que influya en este trato porque con determinada gente casi ni me atrevo a hablar, y también estoy seguro de que no lo hacen con maldad. No saben cómo hacer para tratar o acercarse a una persona con discapacidad. No saben, por decirlo de algún modo, los pasos que hay que dar o el comportamiento que hay que tener. A mí me gustaría poder ayudar a cambiar esto y conseguir que las personas con discapacidad reciban el mismo trato que el resto, tirando los prejuicios al fondo del mar.

A veces por la discapacidad la gente acude a ayudarte con buena intención pero sin que tú se lo pidas. Una de las situaciones más humillantes que viví fue un día en Ikea. Nunca me había pasado tal cosa, pero esta vez sí. Yo estaba esperando a mi madre cerca ya de la salida, porque estaba cansado de andar de aquí para allá, cuando se me acercó una empleada que, aunque era muy maja, a mí en ese momento no me gustó nada que viniera. Bueno, ni en ese momento ni nunca. El caso es que como me vio solo, se acercó y me preguntó por cómo iba vestida mi madre y entonces, por el walkie talkie, empezó a avisar a sus compañeros y vino más gente. Me dijeron que avisara a mi madre con el móvil y me hicieron quedarme esperando con las chicas de un sitio de información. Lo pasé fatal. Quizás yo también tuve culpa por no decir que no pasaba nada y que me podía quedar yo solo, pero no me esperaba todo esto y no supe reaccionar. Al final apareció mi madre y nos fuimos. Yo me sentí muy humillado como persona de 16 años que tenía. No creo que a mi hermana cuando tenía 16 años o a otro chico de esa edad le hubiera pasado eso.

También me molesta cuando voy solo por la calle y me encuentro a algunos conocidos por el camino que me preguntan que cómo es que ando solo. Y con esto digo que solo porque se vea una discapacidad en una persona no significa que siempre necesite ayuda o no pueda ir sola por el mundo. Lo mejor sería esperar a que yo pida ayuda o preguntar primero si la necesito, no darlo por hecho. Al hacer eso no se piensa en que para la otra persona puede ser una humillación o una falta de respeto. Las personas que utilizan silla de ruedas están hartas de que les empujen la silla sin ni siquiera preguntar. O personas ciegas que les cogen del brazo desconocidos para cruzar la calle y hasta les pegan sustos haciendo esto. De verdad que está bien ayudar, pero primero hay que asegurarse de que esa ayuda hace falta porque si no quizás estemos haciéndole sentir mal a esa persona. Tampoco se puede pensar que porque una persona tenga una discapacidad no pueda hacer nada ni pueda andar sola por el mundo.

Mi futuro lo imagino quizás mejor de lo que realmente me vaya a pasar. Pero ojalá se cumplan todas las cosas que deseo. De mayor me gustaría ser actor. Soy un amante del teatro, el cine y las series y me gustaría trabajar en ese mundillo. Voy a clase de teatro desde que tengo cuatro años y, aunque soy muy tímido, cuando estoy en un escenario me crezco más. Si no consigo ser actor me gustaría ser guionista o director, porque también me gusta mucho escribir. En mi imaginación mi futuro lo pinto como yo quiero que sea, y es que creo y siento que la vida me debe una. También me gustaría ser columnista.

Y, sí o sí, voy a ser activista a favor de los derechos de las personas con discapacidad y contra todo tipo de injusticias. Me gustaría que la sociedad tratara a las personas con discapacidad de igual forma que a las personas sin discapacidad. Y es que esto no lo tendría que estar pidiendo. ¿Por qué según cómo has nacido se te trata de una manera u otra? Esto no tendría que pasar. Sé que la sociedad no lo hace por maldad, pero habría que solucionar la ignorancia que hay respecto a este tema.

Adolescente con una camisa negra con letras rojas que imita la clásica de "Los Ramones" pero que lo cambia por "Raciones". Al fondo se ve una isla con un castillo y un cielo rojo sobre el mar que anuncia la puesta del sol.

Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2021 en elDiario.es: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: “Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto”

Furia

Mi naturaleza adictiva me lleva a ser una consumidora compulsiva. Mi adicciones actuales son: las series, los libros y los podcasts.

Además, soy tan compulsiva (o tan adicta) que no los intercalo: me gusta una serie, me la zampo en un fin de semana; que me atrapa un libro, no duermo hasta acabarlo. En cuanto a los podcasts, si descubro un programa, consumo del tirón todas las temporadas que tiene hasta ese momento. Caminando, en el coche, cocinando, limpiando, en  el súper… Menos en la ducha, en absolutamente todos los sitios y situaciones que mantengan mis manos ocupadas y/o mis piernas en acción.

Y todo esto rollo, ¿para qué? Pues para hablar de Isa Calderón y Lucía Lijtmaer y su “Deforme Semanal Ideal Total”. En realidad lo descubrí hace ya un tiempo, gracias a “Cosas que (me) pasan”, que es quien me ha descubierto algunos de los podcasts que más enganchada me tienen.

Devoré a Isa y Lucía en unas pocas semanas y ahora me devora a mí la impaciencia, porque tengo que esperar quince eternos días por cada nuevo episodio. 

Deforme Semanal Ideal Total

Pues bien, su último podcast lleva por título “Furia” y ¡Oh, diosa! (que diría mi amiga Marta), ¡Qué iluminación! Me he pegado un porrazo mayor que aquel del caballo.

Os pongo en situación: las circunstancias derivadas de la diversidad funcional de Antón (insisto: no su discapacidad, sino el (mal)trato que recibe por parte del mundo), me han convertido en una persona que se enfada muy a menudo. De hecho, ha habido personas que han cuestionado y atacado públicamente mis escritos (en el blog, en Facebook, en Twitter) y que han hecho alusión a ese enfado mío. Y con ello también me han desarmado y, lo que es peor, callado. 

Así que, cada cierto tiempo, me propongo a mí misma cambiar. Para intentar suavizar mi discurso y expresar las cosas de otra manera. Para abrazar a esas circunstancias y personas que dañan a mi hijo, en lugar de enfadarme con ellas.

Y, hete aquí, que vienen esta semana Isa y Lucía (perdón por la confianza) y dedican su programa a la “Furia”. O, más concretamente, al modo en que la cultura mediática tiende a condenarla cuando procede de mujeres y se utiliza para desacreditarlas. Como a partir de la segunda mitad del siglo XX, se instauraron una serie de mitos en la prensa y en la cultura audiovisual como reacción contra la liberación de las mujeres. Y como esos mitos no sólo no son ciertos, sino que son evidencia de una reacción violenta en la sociedad contra las mujeres y lo que han logrado en los últimos años. Así, “esa reacción construye una cultura que admira al hombre joven iracundo, porque es percibido como heroico y sexy. Mientras que la joven mujer iracunda es despreciada y ridiculizada porque es leída como castradora y amargada”.

Y, hete aquí, que también ha sido justo hoy cuando Marta (otra vez Marta, que me educa cada día), me ha mandado un enlace sobre un libro que lleva por título “La dictadura del coaching. Manifiesto por una educación del Yo al Nosotros”, de Vanessa Pérez Gordillo.

Y así, todo va encajando y entiendo cómo está todo relacionado. La cultura mediática nos enseña a mirar mal a las mujeres que se enfadan y a desacreditar su discurso, y luego viene el coaching, el mindfulness y todas esas mierdas varias (escribí de ello aquí hace un tiempo) y nos dicen que nuestros problemas no vienen de fuera, sino que están en nuestro interior y los causamos nosotros y en nuestra mano está que desaparezcan (a 80€ la sesión o 400 pavos la entrada para escuchar al gurú de turno que llena auditorios).

¡Pues no! Desde ahora reivindico y defiendo mi legítimo derecho a enfadarme. Porque es ese enfado, esa ira, esa furia, las que me llevan a hacer todo lo posible por cambiar las cosas que están mal, que hacen daño y que generan injusticias. Y todo eso no está dentro de mí, sino que está fuera. Y cuando no es posible cambiar el mundo, al menos puedo mandarlo a la mierda.

Tampoco voy a ir al otro extremo y hacer apología del enfado. Lo que intento expresar es que sí, que a veces es inevitable e incluso necesario. Además, creo que soy muchas más cosas que mi enfado. También tengo sentido del humor y sé reírme de mí misma. Reivindico el enfado no como lo que soy, sino como parte de mí y de lo que me impulsa a la acción. Así que voy a permitir que el enfado asome las veces que haga falta enseñarlo.

Me llamo Carmen y soy adicta a las series, a los libros, a los podcasts y a la cerveza 😜  

Eres lo mejor que me ha dado la vida

Estos días lo veo tristón. Aunque quizás la que anda tristona soy yo y se lo he contagiado. Quizás tampoco son días, sino semanas. Tal vez meses. 

Llevamos meses tristones. La vida nos ha dado un palo muy grande.

El otro día iba decaído y silencioso camino del instituto, cuando sonó en la radio la canción con la que Pau Donés se despidió. Menos mal que la vida no le ha quitado la música. La que le ayuda a remontar decepciones y tristezas, frustraciones y pérdidas. Y ese día en el coche, la canción de Pau transformó su ánimo con tan solo dos acordes.

Hablamos además sobre qué manera tan increíble de despedirse de la vida. Dándole las gracias por lo vivido, lo aprendido, lo amado… Y que ojalá aprendiéramos a valorar y abrazar todo lo que dejan quienes se van, en lugar de ser sólo capaces de llorar su pérdida, su ausencia, su vacío…

Hoy estaba tristón. Aunque quizás soy yo la que ando tristona y le contagio. Como no creo que la suerte vuelva a acompañarnos y suene de nuevo esa canción en el coche, ojalá el verso de su estribillo consiga animarle de la misma forma cuando le asalte al comenzar la clase de Lengua.

Gracias, Pau, por prestarme tus palabras ❤️ 

Campanilla y las piedras

Voy a veces con Campanilla a buscar piedras. A ella y a su primo les encanta pintarlas. La playa no es accesible (como tantos entornos, y no sólo los físicos), así que bajo a cogerlas por él.

En cinco minutos lleno mi bolsa. Ella necesita quince para acabar con sólo tres piedras. Las localiza a lo lejos, se acerca a ellas y les habla. Esa conversación decide cuáles se quedan y cuáles se van con ella. Antes de llegar de vuelta a casa, ya tienen un nombre y una historia.

El otro día me dijo que hablar con las piedras ayuda a solucionar problemas y que le gustaría ser “terapeuta de piedras”. Yo le comenté que entonces podría ser psicóloga.

– Pero no quiero estudiar psicología -me dijo- porque entonces me van a dar otros métodos y yo quiero los míos.

Este ser maravilloso que es capaz de intuir que desde lo académico se distorsiona el instinto y destruye la vocación, completa hoy once vueltas alrededor del sol.

Felicidades, Campanilla preciosa, gracias por todo lo que nos das y enseñas cada día  ❤️ 

 

 

Celebrando la vida (15 años)

Hoy cumple 15 años uno de los dos seres más luminosos de este planeta. Al menos de mi planeta.

A principios de este curso tuvo que redactar una autobiografía como ejercicio para clase. Y yo no pude llorar más después de leerla. Me gustaría regalárosla (con su permiso) a todas las personas que sé que le queréis aún en la distancia.

Gracias por acompañarnos en este viaje que a veces duele tanto pero que, casi siempre, es asombroso y lleno de luz.

Gracias por enseñarme tanto cada día, Antón ❤️💚💛💜 

AUTOBIOGRAFÍA

Hola, me llamo Antón, tengo 14, casi 15 años, cumplo el 17 de noviembre, soy de Sada y mis padres se llaman Carmen y Segundo y mi hermana Amara.

Ya lo sé. Segundo es un nombre muy raro, cuando mi padre aún estaba en la barriga de mi abuela le iban a llamar Bienvenido Antonio, que es mucho más raro, es que como mi bisabuelo se llamaba Bienvenido.

Mi madre nació en Barcelona y al poco de nacer mi tío se fueron al País Vasco, pero en realidad son del País Vaco, porque en Barcelona casi no estuvieron, eso sí tengo primos, Pau, Alexa, Nora e Ivet.

Mi hermana está todo el rato con el móvil, para comer, para pasear, para ver pelis, etc, discutimos y después nos queremos, supongo, como todos los hermanos.

Y por último yo. Cuando nací la neuróloga le dijo a mi madre que no iba a comer, ni andar, ni vestirme, ni andar, incluso que me iba a morir. Los niños, antes y ahora, me miraban y me miran, me señalan, dicen que que raro soy, gritan al verme, etc. Este verano fui a EE.UU a una conferencia de mi discapacidad, Síndrome de Joubert. En cuanto coles, fui a Mondego, donde conocí a Carlota y a Erika, mis mejores amigas. Luego vine al C.P.I Cruz do Sar, donde me hice amigo del que dice el conserje, mi secretario.

Mi problema es que soy muy tímido, y a la hora de hacer amigos…, pero cuando tengo confianza, uah, no hay quien me pare. No sé, pero en este cole me cuesta hacer amigos, la clase de este año me gusta mucho. Hay una palabra que no me gusta nada que la digan, la palabra “subnormal”.

Que digan lo que digan, miren lo que miren, yo me alegro de ser la persona que soy hoy en día.

 

 

Enlaces relacionados:

Celebrando la vida

Celebrando la vida (11 años)

Grazas á túa vida

Un nuevo 15-M

Durante mi adolescencia y primera adultez, Isabel Allende se convirtió en una de mis escritoras favoritas. No sé si el paso del tiempo hizo que mis gustos evolucionaran o que lo que hacía especiales a aquellos primeros libros de esta autora no tuviera continuidad, porque llega un momento en que la creatividad se agota y porque imagino que las fuentes vitales que la generan cambian cuando uno se convierte en un escritor de éxito. O ambas cosas a la vez: yo cambié y su obra también. El caso es que llegó un momento, un libro, en que dejé de salir disparada a la librería el mismo día en que lanzaba un nuevo título.

Cuento esto porque me he acordado de que Isabel Allende tenía una fecha talismán en la que empezaba a escribir cada uno de sus libros: el 8 de enero. Esa era la fecha en que había redactado las primeras frases de “La casa de los espíritus” y estaba convencida de que le traía suerte. Todos sus libros posteriores los inició ese mismo día.

Y yo, sin ser consciente de ello hasta ahora, también he adoptado un día fetiche: el 15 de mayo.

El 15-M se ha convertido en nuestro país en un día casi que histórico. Porque hace cinco años, esa fecha dio lugar al despertar de muchas voces dormidas. Pero yo tengo mi 15-M particular que nada tiene que ver con el de 2011 y que se remonta a mucho más atrás. Mi 15-M es el de 1942, la fecha en que nació el ser más auténtico, digno y honesto que he conocido en mi vida: mi padre. Un ser humano extraordinario al que quise (y sigo queriendo aunque yo no pueda tocarlo) con toda mi alma.

Y por eso he elegido esta fecha como mi día-talismán.

El 15 de mayo de 2012 parí Cappaces. Llevaba ya varios meses publicando en el blog pero decidí esperar hasta ese día para sacarlo a la luz entre amigos y conocidos.  A partir de entonces trabajé en su visibilización y comenzó a recibir visitas de personas que leían los pensamientos y las reflexiones, las experiencias y los sueños sobre los que he escrito durante estos cuatro años (y que seguiré escribiendo hasta que ya no haga falta hacerlo).

Hoy lanzó un nuevo proyecto. En realidad es seminuevo, porque lo inicié hace ya tres años pero por problemas burocráticos (la santa burocracia de este país que tantas iniciativas castra) tuve que interrumpirlo y ha estado paralizado hasta ahora. Y ese proyecto era el de realizar visitas guiadas por la que es mi ciudad desde hace dos décadas: A Coruña.

Como no disponía de título oficial de Guía Turístico busqué mil vericuetos para bordear esa legislación tan restrictiva en este campo. Sin embargo, esos vericuetos que sirven a muchos para no tributar en nuestro país (incluidos ministros y presidentes varios), no me sirvieron a mí para poder ganarme la vida. Ante las amenazas de denuncias, tuve que desistir y abandonar el proyecto.

Visitas guiadas por A Coruña

Hace unos meses realicé el dichoso examen de habilitación de guía turístico que llevaba siete años sin convocarse (sí, otro ejemplo más de las facilidades que da la administración para fomentar el emprendimiento y el autoempleo). Este examen, en teoría, garantiza que como guía turístico realices de forma profesional una visita guiada pero, en la práctica, sólo demuestra que te has tragado un montón de datos para vomitarlos después en un examen. Bien, pues yo he tragado y vomitado con éxito y ahora… ¡ya soy legal!

Y aunque ese papel no garantiza nada, yo os aseguro que voy a poner en esta nueva faceta de mi vida la misma pasión, entrega y rigurosidad que he puesto en todo lo que he hecho hasta ahora. Así que, si algún día os acercáis hasta A Coruña (o conocéis a quien vaya a hacerlo) estaré encantada de descubriros la Historia pero también el Alma de esta ciudad.

¡No vemos pronto!

 

PUERTA 4042: Visitas Guiadas por A Coruña

Reservas:

Teléfono: 661 23 74 63

Correo-e: visitasguiadascoruna@gmail.com

 

Más información en: 

Web: Visitas Guiadas Coruña

Facebook: Visitas Guiadas Coruña

Instagram: @visitasguiadascoruna

 

Visitas guiadas por A Coruña

 

P.D.: Aunque ya no lea a Isabel Allende, sigo deseando haber sido yo quien escribiera La casa de los espíritus 😊

 

Grazas á túa vida

Este es, sin duda, el regalo más bonito que ha recibido Antón por su cumpleaños: la carta de su maravillosa y especial hermana.

 

Grazas á túa vida, e á miña que me das.

Moitas veces intetei traducir a palabras ese cálido sentimento que teño cara ti. Sempre fracasei, e esto é só outro mero intento condenado ao fracaso. Porque sempre haberá algo máis que esquezo, que son segredos ou sinxelamente que é imposible de describir. De todos xeitos, preciso decirche todo esto, que fun vendo, aprendendo, sentindo e vivindo contigo. Espero, irmanciño, que me perdoes que non sexa tan bo como mereces. Non só me refiro a esta carta, senón a todo o que fixen, ou deixe de facer, nestes once marabillosos anos.

Fai case tres meses que non te abrazo, pero a miña pel mantén intacto o recordo de terte rodeado cos meus brazos, e creeme cando che digo que os meus ollos empáñanse cando ven a min esa sensación. Supoño que todas as relacións entre persoas son únicas e moi especiais, pero Antón, a nosa é incrível, nin sequera é preciso a presenza física para manter todo o que nos une.

Non son só esos agarimos, paseos, cancións, comidas, tardes de peli, natureza compartida, parvadas, domingos de tostadas e cola-caos, discusións, noites de “Amara duermes hoy en mi habitación?” ou pertencer á mesma familia. E algo que vai moito máis alá e que abarca todo o anterior; compartimos unha vida de once anos en común. O que fun, son e serei é en parte grazas a ti, e todo o que representas.

Grazas, moitas grazas por ensinarme e impregnarme, sen sequera sabelo con todo o que gardas no teu adentro. Porque ti es como o bolso de Mary Poppins, tan pequeniño e tan cheo de máxia ao mesmo tempo.

Amor incondicional, do máis puro e indomable que xamais vin, ese que é tan salvaxe que ás veces ata doe. Perdón, que non precisa de ser pedido porque ningún odio habita en ti. E ese gran camiño que todos chaman alternativo, porque poucos teñen a túa valentía para collelo.

Grazas por aparecer once anos atrás, e facernos aparecer de súpito no teu camiño. Grazas por levarnos de paseo, axudarnos a subir as costas e ensinarnos as vistas nas cimas, que non precisan de ser moi altas para ser bonitas. E máis, moitas veces estamos ao nivel do mar, pero as nubes aparecen arredor nosa, creando a máis surrealística névoa de boas e malas emocións. Ese xeito co que mezclas calqueira sensación, sen importar a cor que teñan. Así é como creaches ese arco da vella, o último obxecto debuxado no noso imperfecto e desexado retrato. Sen ningún tipo de marco, porque nada alleo ten que adornarnos.

Espero que esta felicitación que lle soplo ao vento nun susurro cree unha boa ola, que cruce o océano, aproveitando as tormentas do camiño para facerse máis forte. Unha amiga gaivota recollerao e deixarao nun ralliño do sol que sairá a mañá do teu onceavo cumpleanos, e que formará parte do amencer que tomas con galletas e cola-cao todas as mañás. Espero que esta mensaxe, este ralliño de Sol, despois da súa longa viaxe, che quente o día do teu cumpleanos, así como o resto da túa vida. Porque ese é o meu propósito como irmá maior. Quérote, Antón.

Amara

grazas a tua vida 1

 

Siento que mi traducción al castellano no esté a la altura de la magia del escrito original:

Gracias a tu vida, y la que me das a mí.

Muchas veces he intentado traducir a palabras ese cálido sentimiento que tengo hacia ti. Siempre he fracasado y esto es sólo un nuevo intento condenado al fracaso. Porque siempre habrá algo más que se me olvida, que es secreto o que, sencillamente, es imposible de describir. De todos modos, necesito decirte todo esto, lo que ha ido viendo, aprendiendo, sintiendo y viviendo contigo. Espero, hermanito, que me perdones que no sea tan bueno como mereces. No me refiero sólo a esta carta, sino a todo lo que he hecho o he dejado de hacer en estos once maravillosos años.

Hace casi tres meses que no te abrazo, pero mi piel mantiene intacto el recuerdo de tenerte rodeado con mis brazos, y créeme cuando te digo que mis ojos se empañan cuando viene a mí esa sensación. Supongo que todas las relaciones entre personas son únicas y muy especiales, pero Antón, la nuestra es increíble, ni siquiera es necesaria la presencia física para mantener todo lo que nos une.

No son sólo esos mimos, paseos, canciones, comidas, tardes de peli, naturaleza compartida, tonterías, domingos de tostadas y colacaos, discusiones, noches de “¿Amara duermes hoy en mi habitación?” o pertenecer a la misma familia. Es algo que va mucho más allá y que abarca todo lo anterior; hemos compartido una vida de once años en común. Lo que he sido, soy y seré es en parte gracias a ti, y todo lo que representas.

Gracias, muchas gracias por enseñarme e impregnarme, sin siquiera saberlo, con todo lo que guardas dentro de ti. Porque tú eres como el bolso de Mary Poppins, tan pequeñito y tan lleno de magia al mismo tiempo.

Amor incondicional, del más puro e indomable que jamás he visto, ese que es tan salvaje que a veces hasta duele. Perdón, que no necesita ser pedido porque ningún odio habita en ti. Y ese gran camino que todos llaman alternativo, porque pocos tienen tu valentía para cogerlo.

Gracias por aparecer once años atrás, y hacernos aparecer de repente en tu camino. Gracias por llevarnos de paseo, ayudarnos a subir cuestas y enseñarnos las vistas en las cimas, que no necesitan ser muy altas para ser bonitas. Es más, muchas veces estamos al nivel del mar, pero las nubes aparecen a nuestro alrededor, creando la más surrealista niebla de buenas y malas emociones. Esa forma con la que mezclas cualquier sensación, sin importar el color que tengan. Así es como has creado ese arco iris, el último objeto dibujado de nuestro imperfecto y deseado retrato. Sin ningún tipo de marco, porque nada ajeno tiene que adornarnos.

Espero que esta felicitación que le soplo al viento en un susurro, cree una buena ola que cruce el océano, aprovechando las tormentas del camino para hacerse más fuerte. Una amiga gaviota lo recogerá y lo dejará en un rayito de sol que saldrá la mañana de tu once cumpleaños, y que formará parte del amanecer que tomas con galletas y colacao todas las mañanas. Espero que este mensaje, este rayito de sol, después de su largo viaje, caliente el día de tu cumpleaños, así como el resto de tu vida. Porque ese es mi propósito como hermana mayor. Te quiero, Antón.

Amara

grazas a túa vida 2

Este fue su homenaje el pasado cumpleaños: Parabéns, meu rei 

Celebrando la vida (11 años)

Cuando mi hijo tenía apenas cinco meses, una neuróloga vaticinó que jamás andaría ni hablaría, que acabaría alimentándose por medio de una sonda y que padecería un sinfín de patologías relacionadas con el raro síndrome que le acababan de diagnosticar. Lo peor de su pronóstico-profecía fue, sin embargo, cuando aseguró que sería difícil que llegara al año de vida y que, en ningún caso, cumpliría los cinco.

Antón cumple hoy 11 maravillosos años, rebasando así con creces la esperanza de vida que la bruja blanca negra le auguró. Anda, con su peculiar estilo C-3PO. Habla, con un dominio del lenguaje y un ingenio superior al de la mayoría de personas que conozco, a pesar de que dispone de muchos menos fonemas de los que necesitamos el resto de los mortales. Devora gominolas, sin ayuda de ninguna sonda nasogástrica. Lee y escribe, suma y resta, aunque se escaquea de los deberes siempre que puede.

Arrasa jugando al parchís y se está iniciando en el ajedrez, aunque en los últimos tiempos organiza verdaderas timbas de Virus y de “las familias”. Se ha pasado más de media vida enganchado a los cuentos de Os Bolechas y acaba de descubrir a Katie Kazoo  y Junie B. Jones. No perdona un viernes sin tragarse la gala entera de Tu cara me suena (que ha desbancando por primera vez en años a Luar y su admirado Gayoso) y es un as buscando en youtube capítulos de La que se avecina. La música es su pasión y tiene la suerte de no saber de prejuicios, lo que le permite disfrutar a partes iguales de Joselito y de Queen. Su comida favorita: el pescado con puré de patatas y de postre un buen coulant en su heladería preferida. Le vuelve loco conducir el tractor del abuelo, le fascina ver cómo maniobra el camión de la basura y en las verbenas siempre lo verás pegado al palco de la orquesta. Sin embargo, su espectáculo favorito con diferencia, es ver cómo va asomando el sol por el horizonte mientras desayuna.

Proyecto Clics: Desde mi ventana

Le encanta que le hagan cosquillas y odia cepillarse los dientes. Trata de colarse en nuestra cama siempre que puede y comer chuches a escondidas. Es el primer voluntario para ayudar a preparar bizcochos o arreglar cuanto cachivache se estropea. Sueña con ser actor, cocinero y profesor de infantil. Le emociona ir al cole, a clase de teatro, al taller de cocina, al súper, a la biblioteca, al cine, a los títeres, de vinitos… Disfruta de la vida y nos hace enormemente felices a todos los que tenemos la inmensa suerte de estar a su lado.

En nuestro cuento no se ha cumplido la profecía de la bruja malvada y es por eso que, en un día tan importante para nuestra familia, no sólo queramos celebrar haber llegado hasta aquí, sino también transmitir esperanza a todas aquellas familias que puedan estar pasando ahora mismo por ese trance tan demoledor como es el diagnóstico. Ignorad los malos augurios y centraos en querer y disfrutar de esa criatura tan mágica, especial y única que es vuestro hijo.

El aterrizaje en Holanda es realmente duro. Pero, una vez aclimatados al entorno y costumbres del lugar, es posible disfrutar de momentos extraordinarios e inolvidables.

mis tesoros

Actualización 17/11/2015: Hace 11 años, por este día, llegó a mi vida su segunda alegría. Lo hizo envuelto en un dolor que otros se empeñaron en construir y del que yo me impregné sin ni siquiera pensarlo. Y cada año, por esta fecha, me fustigo y me hago mil reproches por la forma en que te recibí. Por haber llorado de dolor y de pena, en vez de hacerlo de alegría y felicidad.

Ojalá pudiera aplicarse a la vida el mismo proceso al que podemos recurrir con el PC cuando se obstina en fallarnos y tuviéramos la opción de “reiniciar el sistema”. Yo elegiría sin pensarlo este punto de restauración: 13:30 horas del 17 de noviembre de 2004. Para volver a vivir tu primer año con la felicidad y la alegría con que merecías haber sido recibido, y no con la desolación y el sufrimiento que tejieron a tu alrededor y que consiguieron contagiarnos. Menos mal que tú te empeñaste en destruirlo desde el primer día.

 Te quiero, Antón.

Gracias por todo lo que nos has enseñado en estos 11 años.

Gracias por ese amor incondicional e inmenso que nos regalas cada día.

Gracias por ser nuestro ejemplo de fuerza, valentía y resistencia en el mundo tan hostil que te ha tocado en suerte, por esa lotería que es la combinación genética.

Gracias por haber llegado a nuestras vidas.

 

Celebrando la vida

Mi segunda vida

En mi vida ha habido muchos turning-points (que dicen los angloparlantes): muchos de esos puntos de inflexión que nos van transformando y que, aunque mantengamos la misma esencia, nos van convirtiendo en personas diferentes con el paso del tiempo.

Hace once años, por este día, faltaban apenas 24 horas para que empezara mi segunda vida sin yo siquiera saberlo. Estaba convencida de que ningún cambio en mi vida podría ser tan inmenso y tan transformador como el de mi primera maternidad. El nacimiento de Antón sería algo parecido, aunque de mucha menor intensidad. Pero no, su llegada transformó mucho en mí y en mi vida. Hasta tal punto, que la convirtió en otra completamente distinta: el fin de una Carmen y el nacimiento de otra nueva.

Distintas percepciones de la vida, un camino distinto, diversidad de miradas, un nuevo activismo y hasta diferentes relaciones sociales: aparecen nuevas personas y otras (muchas) desaparecen, en un proceso de selección natural en el que, al igual que ocurre en la naturaleza, sólo sobreviven los mejores.

Esta mi segunda vida ha sido más complicada e infinitamente más dolorosa que la primera. Sin embargo, no cambiaría nada, absolutamente nada, de lo que es y de cómo es mi hijo, ni de todo lo que me ha enseñado. Mi valiente y maravilloso niño.

mi segunda vida

Cuánto duele todavía

cuanto te echo de menos papá

Quiero recordar esta fecha porque es el día en que el mundo tuvo la suerte de contar con uno de los seres más grandes que jamás han existido, aunque su presencia haya pasado desapercibida en todas esas páginas, placas y lugares donde se inmortalizan grandes nombres. Sin embargo, cuánta gente inmortal y anónima ha existido y existirá.

Quiero recordar el día en que llegaste al mundo y lucho por olvidar la fecha en que te fuiste de él, hace ya casi ocho años. Ocho años echándote de menos todos y cada uno de los días que he vivido desde entonces.

Siento no haber podido disfrutar de ti en todo este tiempo pero, sobre todo, sufro por esos tres niños que no han tenido a su abuelo y por lo mucho que tú has perdido no estando a su lado: ver a Antón andar, hablar, reír como tú, enfadarse como tú; a Sirena que ya nunca más pudo volver a disputarte el mando de la tele; y a Campanilla a la que ni siquiera pudiste conocer. Le pusieron tu nombre y te juro, papá, que es clavadita a ti. Tiene toda tu mala leche y también tu corazón, ese que camuflabas bajo la apariencia de tío duro. Cuánto tiempo tardé en entender que en realidad eras un blandengue…

No puedo dejar de sufrir por esos niños que no han podido disfrutarte. Tantas cosas que te quedaron por hacer con ellos. No terminaste de enseñar a Amara a pescar. Te confieso que no habría tenido paciencia para aficionarse pero Antón sí, papá, lo que hubiera disfrutado el enano pescando contigo. Esa afición no puede encajar mejor con su forma de ser y con el tipo de cosas que le gustan, pero ahora no tiene a nadie que pueda enseñarle. Y si vieras lo bien que canta Amara, ¿quién podría haberlo imaginado, verdad?, con los maullidos que le salían de pequeña.

cuanto te echo de menos papá

Sigo enroscándome el dedo en los rizos. No he podido quitarme esa manía aunque ahora paro antes. En cuanto me acuerdo de lo mucho que te fastidiaba y los “¡para-quieta!” que me lanzabas, lo retiro corriendo. Ojalá pudieras seguir riñéndome, papi (qué rabia te daba también que te llamara “papi”) o por traquetear con las piernas debajo de la mesa (manía que me acompaña desde esa infancia de pésima comedora y aquellas horas eternas sentada a la mesa). Sirena y Campanilla comen igual de mal que yo, pero Antón no, el enano ha salido a ti, papá, y a veces os imagino mano a mano sentados a la mesa, atacando plato tras plato. Si es que hasta le gustan las mismas cosas que a ti, sobre todo lo que se coma con cuchara y, como tú, también aborrece la comida rápida o la moderna (qué rabia te daba la nueva cocina y su racanería con las raciones…).

Ya no puedo darte besos en la calva. Esa calva llena de cicatrices que atraía todos los golpes en la obra año tras año, como si tuviera un imán. Qué poco te gustaba que te acariciara la calva. O cualquier otra parte. Siempre la pose de duro puesta. Yo sé que en el fondo te derretías pero que tu vida tan dura, que te había curtido en tantas cosas, no te había preparado para aquello. Que no sabías qué decir ni qué cara poner, así que de vez en cuando soltabas ese: “¿qué quieres ahora?” que de adolescente me ponía loca de enfado. Sólo así conseguías parar los mimos de esa hija empalagosa que te tocó. Pero sólo hasta que te descubrí, cuando aprendí que era una pose. Desde entonces ya no te sirvió y no pudiste volver a librarte de tanto empalague que traigo incorporado de fábrica.

Te juro que te echo tanto de menos papá que a veces hasta duele.

Los primeros años no podía ni mirar tus fotos.

¿Quizás si creyera en la otra vida encontraría consuelo? No, porque yo no quiero disfrutarte en otra vida. Yo te quería en esta, que era perfecta hasta que tú te fuiste. Nunca nada va a ser lo mismo porque, pase lo que pase y por muy bueno que sea lo que quede por venir, tú ya no estarás aquí.

Si vieras todo lo que ha luchado Antón, papá, todo lo que ha alcanzado gracias a ese tesón y cabezonería que ha heredado de ti. Con todo lo que tú sufriste por él durante aquellos primeros y pocos años en que no lo soltabas de tus brazos. Estoy segura de que fueron esos brazos fuertes los que le dieron el valor y la energía que ha necesitado para luchar todos y cada uno de los días que vinieron después.

Alberto nos regala cada Navidad un calendario con fotos tuyas. Está colgado de la pared de la habitación de Antón y todos los últimos días de mes seguimos el mismo ritual: lo coge y le da un beso a tu foto antes de cambiar la hoja para recibir al mes siguiente. Te tiene allí junto a él, papá. Y yo cierro la puerta de su habitación cada noche sabiendo que le cuidas.

Se nos están acabando las fotos, papá. Y los niños no han podido crecer en ellas. Campanilla ni siquiera tiene ninguna donde la sostengas y la aprietes en tus brazos (qué bruto eras…). Así que debería alegrarme de que al menos Amara y Antón sí las tengan, pero no me llega con eso, papá. Quería más. Quiero más. Quiero fotos donde soples con Antón sus 10 velas, donde camines del brazo de Amara sujetando un bastón…. Cuánto duele todavía, papá. Te echaré de menos hasta el último día de mi vida.

 

cuanto te echo de menos papá

Ese día

Hoy es 6 de mayo de 2015. Hoy se cumplen 10 años de “ese” día.

En realidad hubo muchos de “esos” días durante los cinco meses anteriores pero ese, el 6 de mayo, fue el que con el tiempo sigo recordando con más fuerza. Y con más dolor.

diagnostico de nuestro hijo

Antón nació perfecto, sano y cumpliendo todos los requisitos del Test de Apgar. Fue así durante 24 horas. Antón fue un bebé corriente y moliente por un día. En la revisión que se le hizo en planta al día siguiente, al pediatra no le gustó aquella respiración tan rápida y errática que tenía e ingresó en Neonatología. Durante 17 días, 17 interminables días.

Yo fui dada de alta y mi bebé tuvo que quedarse allí. No quiero ni acordarme de lo que aquello supuso para mí, para nosotros, para toda la familia. Teníamos, además, muy limitado el tiempo de visita. Algo que a día de hoy no puedo por menos que ver completamente inhumano y espero de verdad que haya cambiado.

Le hicieron mil pruebas y le vieron mil especialistas, y siempre con la misma conclusión: no apreciaban nada raro en él, nada que comprometiera su salud, pero no lograban entender la causa de aquella hiperpnea. Nos fuimos a casa con él, con esa incógnita y con una cita con el neumólogo para unos días más tarde. Y esa cita fue el primero de “esos” días.

Para no extenderme ni aburrir, el neumólogo “decidió” (hoy lo veo más como una decisión intuitiva que como un diagnóstico con rigor científico, pero es también largo de explicar) que mi hijo tenía una Enfermedad Pulmonar Intersticial (EPI) que, resumiendo, significaba que los pulmones de Antón no funcionaban correctamente y que requeriría de un transplante en el futuro, con la dificultad de encontrar un donante compatible a esas edades y el escaso porcentaje de éxito de este tipo de trasplantes. Volvimos a casa con una máquina de oxígeno, un pulsioxímetro y el corazón destrozado.

No puedo explicar aquí lo que significa que, cuando tu hijo aún no ha cumplido el mes de vida, te digan que no va a estar contigo durante mucho tiempo. Es un dolor que va más allá de lo imaginable.

Apenas recuerdo nada de aquellos meses por increíble que parezca. No sé que hice con mi vida, no recuerdo qué fue de mi hija mayor o quién la atendió en aquel tiempo, ni cómo pude yo cuidar de Antón. Sólo recuerdo horas y horas infinitas mirando fijamente la pantalla del maldito pulsioxímetro, mirando a mi hijo y llorando. Llorando, llorando, llorando. También recuerdo las veces que sentí el impulso de ahogarle con una almohada para ahorrarle todo el sufrimiento que le esperaba. O de cogerlo en brazos y arrojarme con él por la ventana. Fueron unos meses horribles.

Y luego, en cada revisión con el pediatra de nuestro centro de salud, tenía que sufrir que Jesús (ahora es Jesús, nuestro Jesús, pero en aquellos días era “Bermúdez”) me dijera que notaba ciertas cosas que no le encajaban y que debería verle un neurólogo. Y yo salía de allí enfadada (como si mi hijo no tuviera suficiente) y lo comentaba con el neumólogo que me decía que Antón no tenía en absoluto ningún problema de tipo neurológico, y que entraba dentro de lo normal que, un niño con problemas respiratorios, tuviera retraso en su desarrollo psicomotor debido a la falta de estímulos (os recuerdo que se pasaba el día enchufado a una máquina de oxígeno).

En la revisión de los 5 meses, Jesús me lo volvió a decir y yo volví a salir más cabreada que nunca. Pero decidí acudir por mi cuenta a la consulta de un neuropediatra para darle con el diagnóstico en los morros.

Y tuvimos la suerte de caer en la consulta del Dr. Jesús Eirís (nuestro otro Jesús). A día de hoy, estoy convencida de que si no hubiésemos dado con él, Antón seguiría sin diagnóstico o maldiagnosticado. Porque resulta que a sus pulmones no les ocurría nada, sino a su cerebro, donde faltaba una pieza que impedía mandar la orden correcta a los pulmones para respirar con normalidad. Esa era una de las características del Síndrome de Joubert, que es el diagnóstico con el que salimos bajo el brazo. O más bien el diagnóstico que sospechaba el Dr. Eirís porque, para saberlo seguro, era necesario hacerle una resonancia magnética y comprobar así si el cerebelo de Antón tenía o no vermis.

informe diagnostico calido

Y fue esto lo que nos llevó a la “especialista” de nuestro hospital de referencia. Fue el día 6 de mayo de 2005. El Dr. Eirís no había querido decirme en qué consistía el Síndrome de Joubert hasta haber confirmado el diagnóstico. Le transmití entonces mi miedo de que mi curiosidad me llevara a internet y fue sólo entonces cuando me dijo que el rango de afectación era muy amplio: desde pacientes sin apenas secuelas hasta otros con la funcionalidad tremendamente comprometida, pasando por niños con rasgos del espectro autista. Me hizo prometer que no miraría nada en internet y yo lo cumplí. Pero hete aquí que esta señora decidió, antes siquiera de hacer la resonancia que confirmara el diagnóstico, ser mi propio Google. En esa consulta me dijo que mi hijo no andaría, ni hablaría y que tendría que acabar alimentándose mediante una sonda nasogástrica.

Quiero ahora que os pongáis en mi piel: si te dicen que tu hijo de 23 días se va a morir y meses después cambia el diagnóstico y el nuevo pronóstico dice que no andará ni hablará, ¿crees que te va a importar? Lo único que yo quería es que Antón siguiera en mi vida, así que recibí el diagnóstico del Joubert como un regalo, como una bendición. Y eso debió ser algo que aquella señora no lograba entender. Seguramente no le encajaran ni mi actitud, ni mi expresión, ni mi reacción ante sus palabras (o más bien sentencia). Pero si se hubiera molestado en conocer nuestra historia de los últimos cinco meses (ya no digo mis sentimientos ni mis lágrimas), no le habría resultado tan difícil de comprender.

El caso es que seguramente estaba acostumbrada a recibir otro tipo de reacciones en las familias tras sus anuncios y debió decidir que yo no me estaba tomando aquello como debería hacerlo. Quizás hasta pensó que no era sano para mí… manda narices. Aunque ya digo que todo esto no son más que suposiciones mías porque llevo todos estos años tratando de entender su conducta y sus palabras de aquel día: justo cuando yo estaba sola con Antón, mientras le practicaban un electroencefalograma, insistió en saber si yo había entendido bien sus palabras. Le dije que sí pero, al verla mirándome tan seria, le pregunté entonces lo único que en ese momento me preocupaba: si el Joubert iba a afectar a sus expectativas de vida. Y me contestó que sí de manera contundente. Y entonces me hundí: no sólo mi hijo iba a tener una discapacidad muy grave, sino que además iba a “seguir muriéndose”, después de todas las esperanzas que yo me había creado durante aquellos días. Me desvanecí. Ella salió y le dijo a mi marido (que esperaba fuera porque dos padres parecen “molestar” demasiado en las pruebas): “Entre, que su mujer está algo compungida”. Compungida, esa fue la palabra que empleó según me contó él después. No se me olvidará en la vida. Y juró que estoy contando las cosas como fueron. No necesito exagerar nada porque la realidad fue mucho peor que nada que se pueda imaginar.

Por suerte, también se encontraba dentro de aquella consulta la neurofisióloga que estaba practicando el electro. Fueron ella y su enfermera quienes me atendieron tras aquella bomba. Y aquí y ahora (aunque ni siquiera sé si lo leerá), quiero darle las gracias por abrazarme y consolarme, por intentar amortiguar las palabras de su compañera y transmitirme que, a veces, las cosas en medicina no se desarrollaban tal y como los médicos imaginan. Gracias, infinitas gracias. Por ser mi salvavidas “ese” día y por seguir abrazándome, a mí y a Antón, cada vez que nos hemos encontrado por los pasillos del hospital en todos los años que han seguido. Gracias por interesarte por mi niño (al que llamas “mi Antón”), por alegrarte de sus progresos y celebrarlos, por raptarle y llevarlo a tu consulta para regalarle chuches. Gracias infinitas, Catia.

Gracias por todas esas cosas que tu colega nunca se molestó en hacer ni decir. Porque a ella también nos la hemos cruzado desde entonces por los pasillos: sólo miradas furtivas, ni una palabra, ni una disculpa, ni una muestra de cuánto-me-alegra-haberme-equivocado. Nada.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Después de aquel 6 de mayo, vino una semana de pesadilla. Vinieron varios más de “esos” días. El lunes, al hacerle el ingreso, la enfermera que me había atendido en mi compungimiento, me cogió de la mano y me aseguró que la doctora iba a suavizar sus palabras del viernes anterior. Pero no lo hizo, sino que se atrevió a afinar sus predicciones y poner fecha a sus vaticinios: sería muy difícil que Antón llegara al año de vida y de ninguna manera superaría nunca los cinco. Aún no sé de dónde saqué las fuerzas para volver a mi casa (mi marido se quedó con Antón) ni cómo lo hice. Cogí el teléfono y les pedí a mis padres, que vivían a 600 kilómetros, que por favor vinieran, que les necesitaba porque no tenía fuerzas para cuidar de mi niño. Me metí en la cama y no recuerdo nada de los días siguientes. Tan sólo el viernes, cuando le daban el alta a mi hijo, conseguí salir de allí esperando que, esta vez sí, me transmitieran un mensaje más positivo. Pero tampoco fue así.

Volví a hundirme y a esconderme en mi cama, hasta que un día decidí salir de allí para volver a la consulta del Dr. Eirís. Recuerdo que, por el camino, mi marido me decía que no me hiciera ilusiones, que no iba a escuchar nada nuevo. Pero no fue así, aquel 24 de mayo lo marqué en verde en mi calendario porque se abrió una puerta a la esperanza. Eirís no desautorizó ni desacreditó a su colega pero me habló de lo que él conocía del Síndrome de Joubert, que en nada se parecía a lo que a mí me había transmitido ella. Hizo además algo que no olvidaré jamás: me habló de una de sus pacientes, una niña con Síndrome de Joubert que andaba, hablaba y hasta escribía y… ¡estaba viva! Tenía 10 años, así que había doblado las expectativas de vida que a mí me daban para Antón.

Y, respecto al miedo que me habían transmitido sobre las patologías renales, me confirmó que sí, que la amenaza de la nefronoptisis estaba allí pero que, por suerte, en el momento y en el lugar del mundo donde vivíamos, teníamos a nuestro alcance el tratamiento que era un trasplante de riñón y que aunque ojalá no llegáramos a eso, era un escenario muy distinto al de la muerte.

No dejamos de ir inmediatamente a la consulta de la agorera. Seguimos visitándola porque el sistema funciona así y no nos quedó más remedio, pero su actitud tampoco cambió en aquellas revisiones. Recuerdo salir de allí con la sensación de que lo único que le interesaba de mi hijo era comprobar si se cumplían sus predicciones e incluso subestimaba o restaba importancia a cada logro o avance que yo le describía o le mostraba.

No recuerdo muchos más detalles de aquellas consultas pero sí recuerdo, como si fuera hoy, la última. Gracias a ese maravilloso mundo que es internet, descubrí la existencia de la Joubert Syndrome Foundation (ya he hablado de ella en este post). Me hice socia y me empapé de información, datos y emociones en el foro de Yahoo Groups donde se reunían familias de todo el mundo. Me remitieron un dossier con información rigurosa y actualizada sobre el Síndrome de Joubert, del que nos aconsejaban hacer copias y entregar a todos los médicos y terapeutas de nuestros hijos. Así lo hice: se lo entregué al neumólogo y al médico rehabilitador sin problema, el Dr. Eirís incluso me lo agradeció (cuando estoy segura de que aquella información no le iba a aportar absolutamente nada) y entonces llegó el turno de ella. Se negó a aceptar aquella carpeta y me dijo: “Ya sé todo lo que tengo que saber sobre el Síndrome de Joubert”.

Pero no lo sabía todo. En realidad, no tenía ni puñetera idea.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Por suerte, la inmensa mayoría (sino la totalidad) de estas que yo llamo “profecías”, no se han cumplido. Pero eso es algo que por aquel entonces nosotros no podíamos saber, así que su impacto es nuestras vidas fue tremendo. Y aquí me gustaría aprovechar para gritar que nunca, jamás, tengáis en cuenta el futuro que os puedan describir para vuestros hijos, porque eso es algo que ningún médico ni especialista puede saber de ninguna manera. Eso no es medicina, ni siquiera ciencia, pertenece a otra categoría y recibe múltiples nombres: cartomancia, astrología, clarividencia… Un médico puede realizar un diagnóstico pero nunca dictaminar lo que va a ser la vida de vuestro hijo ni cómo se va a desarrollar.

Una de las cosas que más desearía en este mundo, es poder retroceder en el tiempo hasta ese mes de mayo de 2005, pero sabiendo todo lo que ahora sé y sintiendo todo lo que ahora siento. Y no me refiero tan sólo a que esos pronósticos y expectativas sobre la funcionalidad de mi hijo, sobre su salud o sobre sus expectativas de vida, no se hayan cumplido. Me refiero a saber y sentir que la discapacidad no es una tragedia ni una condena, sino una forma diferente de ser y estar, que en el mundo debería haber cabida para todos y que nadie, absolutamente nadie, puede establecer cuál será el techo de nuestros niños.

Si supiera entonces todo lo que sé ahora, nadie podría haberme robado el derecho a disfrutar de mi bebé. Porque a mi Antón bebé no lo disfruté, sólo lo lloré.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Parabéns, meu rei

¡Felicidades, mi rey! 🎁🎂

No puedo creerme que este niño tan pequeñito de la foto fueras tú hace sólo 8 años, y que ahora ya tengas 10… Sé que suelo decirte que eres un pesado y un plasta, pero la verdad es que eres la persona más fuerte y luchadora que jamás he conocido. Nadie podría creer todo lo que has pasado en tan pocos años, y lo que te queda por pasar todavía, y yo voy a estar a tu lado siempre que lo necesites 😘😘

¡Te quiero hasta la Luna y vuelta!🌙➰

(Amara Fontão)

 

Parabéns, meu rei

 

Parabéns, meu rei! 🎁🎂

Non me podo crer que este neno tan pequeniño da foto foras ti hai só 8 anos, e que agora xa teñas dez… Sei que acostumo a dicirche que es un pesado e un plasta, pero a vedade é que es a persoa máis forte e loitadora que xamais coñecín. Ninguén podería crer todo o que pasaches en tan poucos anos, e aínda che queda moito máis por pasar, e eu vou estar ao teu carón sempre que o precises.😘😘

Quérote ata a Lúa e volta!🌙➰

(Amara Fontão)

A %d blogueros les gusta esto: