Cuestionar lo incuestionado

Fue hace cuarenta años y yo tenía quince. La última victoria del Atleti. El último paseo de la gabarra por la ría hasta el de ayer. Mi primera juerga y mi primera resaca. El momento que conocimos a la sección masculina de lo que acabaría siendo nuestra cuadrilla. Una de nuestras amigas conocía a uno de los chicos del grupo que también gritaba “¡Aupa Atleti!” junto a nosotras delante del ayuntamiento de Bilbao. Acabamos compartiendo kalimotxo y mistela. Y hasta hoy también vida. Aunque hemos crecido, nos hemos multiplicado y además esparcido por el estado y por el mundo, la kedada anual es sagrada y nos volvemos anguilas en su mar de los Sargazos.
 
Me pasaron muchas cosas ese año, o más bien ese curso. Y la fiesta del Atleti quizás fue la celebración de esa nueva persona en la que yo me estaba conviertiendo.
 
Alguien muy religiosa y con una profunda fe tras muchos años de colegio de monjas, abrazó ese año el ateísmo. Porque después de escuchar al profesor de Lengua era imposible para mí utilizar la lógica y la razón y seguir siendo creyente al mismo tiempo.
 
Alguien a quien en su casa se le decía constantemente que no se metiera en política y a quien convencieron de que era la actividad más maligna y peligrosa del universo, se convirtió (por obra y gracia de su profesor de Historia) en activista de eso que ahora se llama «memoria histórica», pero que entonces era casi «memoria presente», porque hablaba de las vidas de mis padres y de mis abuelos. Y en miembro activo de Gesto por la paz, en un momento en que casi daba más vergüenza que miedo sujetar una pancarta después de cada asesinato junto a cuatro colgados más. El miedo, en todo caso, era por si me pillaban allí mis padres o se enteraban gracias a algún vecino delator que pudiera verme.
 
Alguien que asumía que por el hecho de ser chica debía realizar ciertas labores en casa de las que estaba exento su hermano, se convirtió en feminista después de escuchar a la profesora de Literatura, a la de Euskera, a la de Griego y a casi todas las que me daban clase aquel curso.
 
Se podría decir que ese 2º de BUP me adoctrinaron en mi instituto. Y bendito adoctrinamiento. Porque exactamente veinte años después, me sirvió para cuestionar los prejuicios sociales y culturales que me habían llevado a considerar la etiqueta con la que nació mi hijo pequeño como una absoluta desgracia y una tragedia que venía a destruir nuestras vidas.
 
Podría decirse que una vez que empiezas a cuestionar algo aprendido, y en mi caso fueron varios algos (religión, ideología y machismo), ya no paras de hacerlo con cada nueva situación de injusticia irracional —que conlleva casi siempre una opresión— que se presenta en tu vida.
 
A partir de aquel curso, dejé de ir a misa y me negué a hacer la Confirmación.
 
Conseguí que mi hermano pasara la aspiradora y, con el tiempo, mi padre acabó haciendo la cena muchas noches, cosiéndose los botones, planchando los pantalones y hasta limpiando los cristales. Un día que mi madre tendía la ropa en el balcón, escuché desde mi habitación como una vecina le reprochaba desde su ventana que pusiera a mi padre a limpiar los cristales el fin de semana después de pasarse toda la semana en la obra. Mi madre le contestó que también ella se pasaba la semana limpiado casas de 7 a 7 y con tiempo sólo para un bocadillo. Habían pasado ya cuatro o cinco años desde el inicio de mis protestas intrafamiliares casi diarias, pero ese día me di cuenta de la importancia de disentir y cuestionar no sólo para una, sino también para quienes quiere.
 
Y han sido el ateísmo, el feminismo y la política los que me han enseñado a cuestionar y no aceptar la opresión sobre mi hijo y a dar la brasa cada día y en cada espacio, hasta conseguir que alguien decida por sí mismo algún día que debe limpiar los cristales.
 
Qué pena que hayan desaparecido de las escuelas mis profesores de Lengua, Historia, Euskera, Literatura y Griego. Desde aquí les doy las gracias, porque gracias a Lucinio, Escudero, Miren, Begoña o Herminia la vida de mi hijo no será esa a la que le habían condenado al nacer.

2023 caracteres para recordar 2023

El protagonista de este año ha sido el documental. Con una gira que nos ha llevado de bolos por Sada, Taboada, Escairón, Melide, Vigo, Santiago, Coruña, Ourense, Málaga, Córdoba, Alcalá de Henares, Mahón…

A principios de febrero Antón nos mandó un wasap desde el bus explicando lo infeliz que era en sus nuevos estudios y comunicándonos su decisión de abandonarlos. 

Abril nos dio un poco de luz con Chus. Con ella compartimos un café con vistas al Atlántico donde surgió un proyecto precioso que ha ido gestándose desde entonces y va tomando cuerpo. Acabamos el mes cruzando ese mismo océano y aterrizando en Chicago para vivir una de las experiencias más extraordinarias de nuestras vidas.

Intenté quedar con Sue varias veces y en mayo, por fin, lo conseguimos. Volví de Ferrol con el corazón calentito y varias puertas con el cartel de “salida mínimamente decente para Antón”. Ese mismo mes, tuve una conversación con Selma donde me planteó una opción de vida para Antón que en octubre se convirtió en realidad. No me va a llegar la vida para agradecérselo, porque parece que, al fin, está en el lugar que realmente le merece.

En junio pasé cinco días horribles por culpa de un sms que me informaba de que tenía que realizar “un estudio complementario” debido al resultado de una mamografía. Fueron los días más largos del año.

En agosto disfruté como cada verano de mi familia entre poteos, churrascadas y verbeneos.

En septiembre hicimos etapa y media del Camino de Santiago con Dabiz y su troupe y pudimos vivir con ellos la entrada triunfal en el Obradoiro. Me atrevería a afirmar que la más triunfal de la de los 445.827 peregrinos que este año han completado el Camino.

He bajado dos veces a Madrid y bailado cuatro con los Gin Toni’s. Me han estafado tres operadoras telefónicas y el coche me ha dejado tirada dos veces. He dado cinco charlas y asistido a cuatro jornadas. He leído veintitantos libros y celebrado treinta y seis años de vida con mi crush.

Este año he pasado más días en Taboada que en Sada. Y ni tan mal.

2023 caracteres para recordar 2023.

 

Feel the moment its a present Carmen

Celebrando la vida (19 años) por Antón Fontao

Un día como hoy, hace 19 años, yo nací en el Hospital Materno de Coruña. Mis padres en ese momento no sabían lo que les iba a suponer: un cambio de mirada; y es que una cosa llamada capacitismo estuvo, está (y espero que deje de estarlo en un futuro) a la orden del día. Pero para eso existe esta gran lucha que estamos haciendo una cantidad importante de personas. Aunque, bueno, me gustaría destacar unos cuantos puntos a lo largo de estos 19 años. Empecemos por cuando nací.

A los pocos días de llegar al mundo, una médica (llamarla así deja mucho que desear) le dijo a mi madre que no iba a poder hablar, ni caminar… incluso hasta que me iba a morir. No cabe duda que se equivocó de una forma descomunal. De hecho, cuando íbamos al Materno la veíamos por los pasillos, y si yo le tengo asco, imaginaros mi madre que tuvo que oír todas esas cosas que le dijo sobre mí.

A ver, yo tengo un habla distinta al de la mayoría de las personas, pero con que me preguntes las veces que sean necesarias qué dije, ya está.

Unos años más tarde llegó Infantil, y fueron, gracias a mi profesora Daniela, unos años increíbles.

Al llegar a primaria hubo algunos profesores que mejor sería si no los hubiese tenido, pero mayormente tengo un buen recuerdo de Mondego; después llegó la ESO y fue horrible… pero bueno, esa historia ya la conocéis.

Pero volviendo a cuando estaba en primaria, aquellos años en los que todos los viernes eran apodados como “ir a tomar los vinitos”, donde los padres tomaban algo en el bar y los niños íbamos a jugar al parque. Siendo sincero, yo siempre fui más de ir a tomar un zumo Pago (lo que tomaba en aquel entonces) y los famosos cacahuetes. Me solía sentar en las piernas de Tere, una buenísima amiga. También no podía faltar, como no, ir a la tienda de chuches, la cual llevaba Puri, una señora de la que desgraciadamente sólo me acuerdo que se escondía detrás del mostrador al verme para hacerme la broma, y conmigo era muy amable.

Algunos ya se fueron, mis padres con otros simplemente dejaron de tener contacto sin ningún por qué, y con Carlos tenemos la suerte de seguir quedando.

Pero la vida, yo pienso, que es eso, dejar de verte con algunos por nada en concreto, y gente nueva increíble que entra en tu vida llenándola de alegría.

Esto es ley de vida, igual que lo es que los padres dejen volar a sus hijos.

Hablando de dejar volar a los hijos, yo este año estoy viviendo fuera de casa. Lo mismo que hicieron mi hermana y mi padre cuando tenían mi edad, que según mi punto de vista, yo creo que es necesario para crecer como persona y para empezar a independizarse de una vez por todas. En mi caso, y seguro el de todos los de mi generación, estaba queriendo irme hace tiempo de casa, porque los padres son padres al fin y al cabo.

En cuanto a mi familia, es maravillosa y no la cambiaría por nada.

Mi hermana Amara me vio siempre como a uno más que formaba parte de la humanidad, cuando todo el mundo en ese momento me veía diferente. Tenemos nuestras broncas algunas veces, y seguramente como todos los hermanos, pero nos llevamos muy bien. Yo la quiero un montón.

Mi padre Segundo, que lleva toda su vida llegando después del primero, es alguien muy tierno y cariñoso, y es que las apariencias muchas veces engañan. A veces es demasiado gruñón, pero se le quiere igual.

Con mi madre Carmen me quedan unos cuantos años aún para devolverle todo lo que ella hizo por mí, estando a mi lado tanto en los estudios como luchando para que yo me sintiera bien en la escuela. Tanto fue su afán, que me lo contagió. ¡Cuánto la quiero!

Y por el resto de mi familia, soy muy afortunado.

Esos veranos en Taboada, bañándonos en la piscina, “poteando” (como se dice en el País Vasco) en el bar de la piscina, y haciendo miles de planes más juntos.

Luego llega Navidad, que Nochebuena la pasamos mis padres, mi hermana y yo en casa de mi abuela; me gusta mucho estar en ese ambiente tan íntimo los cinco juntos. Esa noche ver “Telepasión” (lo sé, os parecerá un rollo, pero es muy bonito ver esas coreografías, y es muy gracioso ver cómo cantan los que no se dedican a eso) antes de cenar y el Especial de la 1 que haya después.

El día de Navidad y los días siguientes también los pasamos con mi abuela.

Unos días antes de Nochevieja nos vamos a Bilbao, donde nos reunimos otra vez con mucha parte de la familia. También, da tiempo para quedar con los amigos que tenemos allí.

Al llegar el último día del año, por la tarde-noche empieza nuestro ritual: empezamos tomando algo en un bar, luego vamos a una tienda de chuches y después vamos a la casa de mis tíos a cenar. Parte de lo bonito es el poco espacio que hay en el salón para todas las personas que estamos allí. Pelearnos por decidir en dónde ver las Campanadas (muchos están muy interesados en ver el vestido de la Pedroche, y es que a mí la verdad, ya me aburre), esa emoción pura que me recorre todo el cuerpo con el corazón a mil por hora, al acabar de tomar las uvas (que yo siempre empiezo antes, porque en serio lo digo, uno se puede atragantar perfectamente, y vaya forma de acabar el año sería), nos abrazamos todos entre todos acompañado de mucha alegría y un “feliz año”, asomarnos a una ventana a ver los fuegos artificiales, y por último bajar a la plaza a tirarlos (que yo siempre tomo una distancia prudente sabiendo cómo tira los fuegos artificiales mi tío Alberto).

Luego llega cuando muchos se van por ahí de fiesta u otros simplemente van a dormir; yo me quedo en el sofá de la casa donde duermo viendo el Especial “¡Feliz (el año en el que entramos)!” en la 1, que siempre suele estar bastante chulo.

Al día siguiente mola bajar a la calle y verla desierta de gente y con todo el suelo lleno de confeti y de cosas esas, aún con la resaca emocional (otros muchos que aún no se han despertado y cuando lo hacen tienen resaca, en el sentido literal de la palabra).

En resumen, este soy yo: una persona que a veces sólo está hasta las tantas de la mañana si hay música o charloteo tomando algo si es con mis seres queridos, porque la verdad no es mi ambiente donde suele salir la gente de mi edad y las situaciones en que hay un uso excesivo de alcohol (no me siento a gusto), al que le dan miedo hasta estos mosquitos que son medianamente grandes pegados a la pared (y no os digo ya con las avispas y las abejas), cuando estoy en un entorno de confianza, entonces ahí soy realmente yo; también me encanta estar con mi familia y amigos, y me encanta viajar.

Y es que a pesar de los golpes que me han dado en mi vida, ahora me siento muy afortunado y muy contento por la vida que tengo.

 

Imagen del rostro de Antón con fondo negro

Autor de la imagen: Jose Luis Aguirre

 

Nuestras otras celebraciones:

Celebrando la vida (8 años)

Celebrando la vida (11 años)

Grazas á túa vida

Celebrando la vida (15 años)

Celebrando la vida (17 años)

 

Felicidades mividiña 💙

Un día, debías tener cuatro o cinco años, me miraste muy seria y me dijiste: “Non te preocupes, mamá. Non vou traballar nin irme nunca de casa. Vou ser sempre filla”.

Se veía tan lejano ese momento, que provocó las risas de todos los presentes sin que tú pudieras entender la gracia del asunto. Pero el tiempo voló de una forma que no me explico y aquí estamos. Tú en el proceso de romper tus promesas y yo en el de no verle ni pizca de gracia a ese recuerdo.

Ojalá sí cumplas la última parte de aquella promesa 😊 

Felicidades, mividiña 💙

8 del 8

Foto en blanco y negro de una niña de unos tres años sentada en un columpio. Lleva un pantalón negro, un chaqueta clara y aparece abrigada con gorro y bufanda.

Me gustaría contarle tantas cosas a la niña de la foto. Le diría que (aunque a estas alturas seguro que ya lo sospecha) el destino le ha hecho caer en la mejor familia que se pueda tener. En brazos de un padre y una madre que te querrán y cuidarán por encima de todo lo imaginable. Por encima de ellos mismos.

Que en un par de años tu familia volverá a hacer las maletas y acabarás en un lugar donde serás muy feliz. Llorarás tanto tanto cuando tengas que irte veinte años después… Pero nuevamente el azar te va a regalar una vida y una gente que te harán igual de feliz.

Que vas a conocer a un chico que te gustará por chulo (desgraciadamente, te van a flipar los chulos) pero vas a tener la gran suerte de que sólo lo es en apariencia. Increíblemente, será un hombre como llegado de otro planeta, alguien a quien la cultura patriarcal en la que se ha criado ni le ha rozado. Bueno de corazón y de acción.

El nuevo siglo (y milenio) te va a regalar una hija que será uno de los seres más luminosos del planeta Tierra. Te va a fascinar tanto esa niña y vas aprender tanto con ella, que no podrás creer tu suerte por poder ser su madre.

Cuatro años después pensarás que la vida te ha castigado por tanta fortuna con el nacimiento de tu hijo. Pero es mentira. Es un espejismo. Tardarás un tiempo, pero acabarás dándote cuenta de que ese niño es una de las personas más grandiosas que vas a conocer en tu vida. Quien más te va a enseñar con diferencia y lo afortunada que serás por poder acompañarle en su trayectoria vital, que será tan rica y os llevará a sitios y gentes tan increíbles que, nuevamente, no podrás creer tu suerte.

Tu marido, tu hija y tu hijo formarán parte del grupo de las mejores personas que conozcas en tu vida. Otras tres serán el hermano que te llegará en unos meses, la compañera de vida que escogerá y la maravillosa descendiente que creará esa suma de bondades. 

Cuando tengas nueve años empezarás en un colegio nuevo y el primer día de clase P. se acercará a tu mesa para pedirte una hoja porque se le ha olvidado la libreta. Desde entonces caminaréis juntas, no importa las tempestades emocionales que atraveseis durante la adolescencia, ni los cientos de kilómetros que os acabarán separando de adultas.

Bastantes años después vivirás otro de esos primeros días. Esta vez en un nuevo trabajo. M. no se acercará a pedirte ninguna hoja, pero también te cogerá de la mano desde ese día y completará la lista de personas buenas que formen parte de tu vida.

Vas a quedarte muy pronto sin la luz y el ancla de tu padre y te romperá el corazón y el alma en tantos pedazos que te parecerá imposible superar ese dolor. Pero lo harás. Nunca dejará de doler, ni un sólo día, pero será un dolor cada vez más tolerable. Te preparará además para el horrible final que la vida ha dispuesto para tu madre. Aprenderás así la tremenda chorrada que es eso del karma. No existe. Es una tremenda putada, pero el destino, el azar, o lo que sea, a veces le da vidas de mierda y muertes todavía peores a personas que no han hecho otra cosa que preocuparse por los demás y, en cambio, concede vidas regaladas y muertes dulces a auténticos hijosdemierda. Así que, toca madera, para ti y sobre todo para los tuyos, y apura cada día porque no se sabe lo que pueda estar esperando a la vuelta de la esquina.

📸 Esta es de las pocas fotos que tienes de tus primeros años y la única donde no apareces llorando. Debes tener trazas de ADN sioux y por eso huyes y te escondes cada vez que ves una cámara. Con el tiempo aprenderás a ponerte detrás y ser tú quien capture el alma de los demás.

Feliz ocho del ocho 🎂 y Feliz vida ❤️

El bar-rrio Asgane

Hablaba el otro día con un (creo que ya) amigo que investiga y escribe sobre el patrimonio del lugar donde últimamente paso la mitad de mis días. Le decía que, aunque me gustan y me enseñan sus textos sobre el patrimonio histórico o natural, los que más disfruto son los que hablan del patrimonio humano. 

Elegí estudiar Historia y por un tiempo ejercí como guía de turismo, así que todo el mundo da por hecho que controlo muchísimo sobre arte, arquitectura y patrimonio en general. Y lo cierto es que no, que esos temas me producen cierta desgana. De hecho, debo confesar que en alguna ocasión en que me contactaron grupos interesados en realizar una visita centrada exclusivamente en arte o en arquitectura, las rechacé. A veces confesando la verdad o, si me daba mucha vergüenza, alegando que tenía esa fecha ocupada.

He tardado tiempo en entender esta aparente incongruencia y que se debe más a la (i)lógica de los planes de estudio y de cómo alguien o algunos han decidio agrupar los saberes humanos, que a una extravagancia mía.

El caso es que mi discurso en aquellas visitas siempre giraba entorno a las personas, que es lo que realmente creo me apasiona. Las que han pasado a la historia y las anónimas. Las que han hecho cosas grandiosas y las capaces de las mayores atrocidades. Creo que cualquiera de las vidas que ha pasado por este planeta es apasionante. Sólo hay que saber contarla bien.

Sin embargo, son tantas las vidas que no se han contado, que son millones las historias asombrosas que se han perdido para siempre. Los libros están plagados de reyes, guerreros, artistas, escritores, filósofos, deportistas, científicos, estadistas… Pero no aparecen los labradores, panaderos, canteros, albañiles, carpinteros, sastres… De las mujeres, ya ni hablemos.

Y entonces me acordé de una pequeña joya que existe gracias al empeño de José Manuel Valdés, el hijo de Mila y Pepe “El asturiano”, los del “Bar Asgane”. Hace unos años editó un libro precioso que lleva el nombre del bar de su familia. Él mismo se encargó de documentarlo y de recopilar todo el material gráfico que lo acompaña. 

Es la historia del barrio donde pasé mi infancia y mi adolescencia. La historia desde su nacimiento, como uno de esos barrios que se construyeron de forma apresurada en los sesenta para acoger a toda la mano de obra que debía alimentar los planes de “desarrollo” del franquismo. Un modelo que consistía en desarraigar a gentes pobres del rural y trasvasarlas a lugares inhóspitos y sin servicios que se masificaban de un día para otro en las afueras de ciertas ciudades. Aunque debo decir que, visto lo visto después, mi barrio resultaba de los más acogedores entre los que brotaron en esa época.

Evidentemente, cuando era niña los padres y madres de mi barrio me parecían todos mayorcísimos. Pero ahora hago cálculos y me estremece pensar que en realidad eran chicos y chicas muy jóvenes construyendo sus proyectos de vida a cientos de kilómetros de sus familias y de sus orígenes. Así que, aquello que yo veía como natural —puertas abiertas en la escalera, vecinas intercambiándose cazuelas, críos correteando entre casas— entiendo ahora que era en realidad extraordinario. La solidaridad entre personas que se necesitaban y que habían cambiado los lazos de sangre por los de vecinanza.

Jose los ha recogido a todos ellos entre las páginas de este libro. Ha recogido a todas esas personas que pulularon entorno al bar de sus padres. En un momento y un lugar donde los bares tenían una función social difícil de calcular. Como él mismo dice en el prólogo del libro: “se ejercen funciones de aula de cultura, planificación de eventos, organización vecinal, competiciones, terapia grupal, toma de decisiones, intercambio de ayudas técnicas y profesionales, tertulias gratificantes, consuelo, ayuda financiera, etc.”

Lo que supone un bar en este país nuestro sólo lo entendemos quienes hemos mamado esta cultura. Soy una gran entusiasta de este modelo social que tanto me cuesta hacer entender cuando estoy en otro país. Y no, el nuestro no tiene nada que ver con el de esos otros lugares. Que el libro de Jose se articule entorno a este espacio para explicar la historia del barrio, lo dice todo.

Lo hojeo de tanto en tanto. Porque me produce una nostalgia de las que duele y no siempre tengo el ánimo para hacer frente a una embestida emocional tan brutal.

Lo tengo ahora entre las manos. Busco en el índice a mi padre. Está en la página 403, justo después de mi tío y precediendo a mi tía. Manolo ya no está, a Crucita y al Moure tenemos la suerte de seguir disfrutándolos. Ahí quedarán los tres para siempre.

Y pienso, una vez más, que todo esto que escribo por aquí debería tomar forma de papel, que es donde de verdad perduran las historias. Algún día será. Para que nuestras vidas, que no son las de reyes ni estadistas, ni científicos ni filósofos, también permanezcan.

Lengua materna

Ayer fue el día de la lengua materna.

Y yo me paré a pensar si podría llamar “materna” a mi lengua, porque no es la lengua de mi madre. Ni siquiera la de mi padre. Ni la de mis abuelos o bisabuelos o tatarabuelos, ni la de ninguno de mis antepasados desde que el mundo es mundo. O desde que el latín se transformó en gallego. Desde la época en que era el idioma de la música. Para que os hagáis una idea, el equivalente a lo que hoy sería el inglés. Porque era la lengua en que se componía la lírica medieval en casi todos los reinos peninsulares, incluido el de Castilla.

¿Qué pasó para que esa misma lengua acabara asociándose a gente pobre, analfabeta y embrutecida en la siguiente etapa histórica? Un momento que fue de oro para una lengua y de oscuridad para otra. “El Siglo de Oro” vs “Os Séculos Escuros”. Un tiempo donde las obras de Góngora, Quevedo o Lope se poblaron de personajes gallegos que representaban los arquetipos más negativos de la sociedad y el refranero popular estaba repleto de (des)consideraciones hacia los gallegos y hacia lo gallego:

“Antes moro que gallego” (o su otra versión: “Antes puto que gallego”)

“A castellano tenedor, gallego pedidor”

“No fíes en perro que cojea ni en amor de gallega”

“Los gallegos vinieron al mundo para el descanso de los animales”

Pues pasó que cambió el idioma de quienes tenían el poder. Así de simple. Y ocurrió que se instaló algo que se llama “autoodio”,  que es la forma más efectiva de acabar con una cultura: convencer a sus depositarios de que es peor, que es menos, que es malo, que es inútil… 

Una lengua no debería valorarse en función de eso que llamamos “utilidad” y que, en realidad, quiere decir “productividad”. ¿Qué más útil que comunicarte con tu familia, con tus vecinos, con quienes pueblan toda tu vida? ¿No es esa la razón de ser del lenguaje hablado?

Mi lengua materna no es la de mi madre, porque ella nunca me hablaba en su idioma. ¿Cómo vas a transmitir a tus hijos una lengua responsable de que de niña te pusieran de rodillas sobre piedras en la escuela? Castigando como rebeldía lo que era desconocimiento de una lengua, que no podías saber porque a tu alrededor sólo esa maestra la hablaba. Una lengua que hacía que cuando visitabas a tu familia de la ciudad tu prima se avergonzara de ti y se negara a llevarte de paseo. Que también era la lengua de todas las chicas que, como tú, servían en aquella ciudad a más de mil kilómetros de tu casa. Las que no sólo erais menos, sino que seguramente no erais nada.

Y muchos de los depositarios de esa lengua se lo acabaron creyendo. Acabaron creyendo que eran menos, que eran peor, que no eran nada. El poder del autoodio.

Exactamente igual que ocurre con las personas nombradas por la discapacidad: también les convencemos de que son menos, de que son peor, de que no son nada.

Todas las opresiones se acaban pareciendo. Porque, en realidad, la opresión es siempre la misma.

Desde el nacimiento de mi hija y durante sus primeros años de vida, hice el esfuerzo de hablarle gallego. Y digo esfuerzo, porque hablar en un idioma que no es el tuyo en el entorno laboral o con gente más o menos extraña, es complejo; pero utilizar en tu intimidad familiar una lengua que no es la tuya, en la que no piensas, es un esfuerzo bestial. Lo hice porque entendía que la lengua que estaba en peligro, de las dos que se hablaban en nuestro entorno, no era precisamente la mía. Y porque sentía que podía ayudar a recuperar lo que hubiera sido el curso natural de la historia lingüística de mi familia. Mi hija es ahora gallegohablante. Como su abuela. Y como todas las madres que nos han precedido en la familia.

No lo hice igual con mi hijo. Porque cuando nació me convencieron de que si era difícil que pudiera llegar a hablar (y ni siquiera entender) una lengua, dos era algo completamente impensable. Casi casi casi me convierto en brazo armado del sistema capacitista para inocularle la cuota de autoodio que le correspondía en base a su funcionalidad. Sólo espero haber rectificado a tiempo.

 

Documental: Educación inclusiva. Quererla es crearla

El próximo viernes, 21 de octubre tendrá lugar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) el estreno del documental “Educación inclusiva. Quererla es crearla”.
 
Si estás por Madrid y quieres acompañarnos ese día, las entradas estarán disponibles (de forma gratuita y hasta completar aforo) en la web del museo a partir del miércoles, 19 de octubre, en el siguiente enlace: Ser parte de todo.
 
Tras la proyección del documental, tendrá lugar un debate en el que participarán familias, pedagogos e integrantes del área de educación del museo. Entre otros, el menda de la foto.
 
 
 
Asi se le presenta así en la web del Reina Sofía:
«Anton Fontao, activista y miembro del colectivo Estudiantes por la inclusión (EXI). Ha participado en la elaboración de la guía “Cómo hacer inclusiva tu escuela” para el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF, 2021) y en el congreso “Inclusión y Buenas Prácticas en la Educación 2022”.»
 
Aquí un trocito de un proyecto al que muchas personas hemos dedicado nuestra alma durante más de un año.
 

PInchando en la imagen podrás acceder al tráiler del documental

 
 
 
A partir de su estreno, podrán desarrollarse pases de la película dentro y fuera de España de forma gratuita. Aquel que quiera programar una proyección en su localidad, entidad, escuela, facultad, ayuntamiento, etc. sólo tiene que escribir un correo a info@creemoseducacioninclusiva.com detallando la siguiente información:
 
  • Entidad organizadora
  • Nombre y apellidos de la persona responsable, indicando la posición que ocupa en la entidad.
  • Fecha propuesta para el pase.
  • Lugar (país, localidad, institución).
  • Sala en la que se proyectará, indicando el aforo de la misma.
  • Posible audiencia (número de personas previstas, miembros o no de una institución o entidad, público en general, etc.).
  • Un contacto (correo electrónico o teléfono) que se pueda hacer público, para anunciarlo en nuestra página web.
  • Una dirección web o perfil de redes sociales en la que se publicará la convocatoria (una vez sea aprobada la propuesta de proyección, la entidad organizadora deberá publicarla en internet, a través de una website y/o de redes sociales).
 
Quererla es Crearla
❤️💛💜 💚
 

 

 

Antón, ni más ni menos que Antón (por A. Fontao)

El pasado 11 de diciembre elDiario.es publicó en su sección “En primera persona” un artículo de Antón que hoy traslado a Cappaces. Para tenerlo guardado y a mano entre toda la maraña de información que a veces se me esconde en la red.

El título con que apareció ese escrito era: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: «Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto»Sin embargo, en este post aparece con el título original, el que había elegido su autor y que imagino que los editores entendieron como poco periodístico. Lo he recuperado porque me parece maravilloso y porque no se puede decir tanto sin necesitar siquiera de un verbo.

Quiero agradecer a Lucía M. Quiroga su sensibilidad y su interés por la historia de vida de Antón, así como su empeño en que fuera escuchado por mucha más gente. Grazas, Lucía ❤️ 

ANTÓN, NI MÁS NI MENOS QUE ANTÓN

Me llamo Antón, tengo 17 años y vivo en Sada (A Coruña). Entre las cosas que más disfruto está pasar tiempo con mi familia, escuchar música, jugar a juegos de mesa, ver series y pelis y muchas otras cosas. Soy un chaval con síndrome de Joubert y, se quiera o no, nacer con cualquier tipo de discapacidad te marca. Más o menos, pero lo hace. Te impide muchas cosas, pero no por la discapacidad, sino por la sociedad. No entiendo que por tener discapacidad te traten o te hablen diferente, solo por tener un historial médico o cierto diagnóstico. Según la sociedad en la que vivimos, si «te faltan capacidades» eres menos y hay que tratarte diferente. Pues no. El valor de las personas no depende de las capacidades que tengan.

Yo no lo tuve, ni lo tengo, ni lo tendré fácil. Sí, tengo un entorno en el que me encanta vivir. Disfruto de mi vida, mi familia, mis amigos y la gente que he ido encontrando últimamente en mi camino. En ese sentido no puedo ser más afortunado, pero también en mi vida hubo muchos altibajos, aunque para mí pesa más todo lo bueno. Pero, por desgracia o por fortuna, al igual que no me olvido de lo bueno, tampoco de lo malo. Esos malos momentos, a pesar de que es difícil de creer, de una manera u otra me ayudaron a ser una persona más fuerte.

Mi paso por el sistema educativo ha sido muy complicado. Algunos profesores han sido muy buenos, pero otros me han tratado mal. Siempre me he sentido solo, especialmente en mi última etapa del instituto. Así que este año he dejado las clases presenciales porque sobre todo el último curso para mí fue un infierno. No solo por algunos profesores, sino también por mis compañeros y por cómo pasaba el recreo: completamente solo. Ahora estoy estudiando en casa y voy a Santiago solo a hacer los exámenes. La diferencia es buena en comparación con las clases presenciales porque ya no sufro las cosas que sufría antes. Tampoco es que me entusiasme lo de este año, pero si tengo que elegir me quedo claramente con estudiar en casa.

No me acuerdo del día exacto en que supe que tenía una discapacidad, aunque en realidad desde pequeño, en cierto modo, ya me di cuenta por las miraditas. Y es que hay dos cosas que no llevo nada bien, que son las miradas y, ahora, los tratos infantilizadores. Las miradas son algo que tuve que sufrir desde bien pequeño. Las típicas escenas en las que niños me señalaban sin ningún tipo de pudor y después decían, aunque yo les oyera, que tenía un párpado caído o que veían algo raro en mí. Para mí no era, ni es, nada agradable, pero entiendo que son niños pequeños y aún no saben las «normas» de la sociedad en la que vivimos y todavía les queda mucho por aprender.

Pero ahora a las miradas se le suman también los tratos infantilizadores, y esto no lo hacen los niños, sino los adultos. Me tratan como a un niño pequeño. Eso me molesta mucho y es inadmisible, pero es que yo soy muy tímido y eso puede que influya en este trato porque con determinada gente casi ni me atrevo a hablar, y también estoy seguro de que no lo hacen con maldad. No saben cómo hacer para tratar o acercarse a una persona con discapacidad. No saben, por decirlo de algún modo, los pasos que hay que dar o el comportamiento que hay que tener. A mí me gustaría poder ayudar a cambiar esto y conseguir que las personas con discapacidad reciban el mismo trato que el resto, tirando los prejuicios al fondo del mar.

A veces por la discapacidad la gente acude a ayudarte con buena intención pero sin que tú se lo pidas. Una de las situaciones más humillantes que viví fue un día en Ikea. Nunca me había pasado tal cosa, pero esta vez sí. Yo estaba esperando a mi madre cerca ya de la salida, porque estaba cansado de andar de aquí para allá, cuando se me acercó una empleada que, aunque era muy maja, a mí en ese momento no me gustó nada que viniera. Bueno, ni en ese momento ni nunca. El caso es que como me vio solo, se acercó y me preguntó por cómo iba vestida mi madre y entonces, por el walkie talkie, empezó a avisar a sus compañeros y vino más gente. Me dijeron que avisara a mi madre con el móvil y me hicieron quedarme esperando con las chicas de un sitio de información. Lo pasé fatal. Quizás yo también tuve culpa por no decir que no pasaba nada y que me podía quedar yo solo, pero no me esperaba todo esto y no supe reaccionar. Al final apareció mi madre y nos fuimos. Yo me sentí muy humillado como persona de 16 años que tenía. No creo que a mi hermana cuando tenía 16 años o a otro chico de esa edad le hubiera pasado eso.

También me molesta cuando voy solo por la calle y me encuentro a algunos conocidos por el camino que me preguntan que cómo es que ando solo. Y con esto digo que solo porque se vea una discapacidad en una persona no significa que siempre necesite ayuda o no pueda ir sola por el mundo. Lo mejor sería esperar a que yo pida ayuda o preguntar primero si la necesito, no darlo por hecho. Al hacer eso no se piensa en que para la otra persona puede ser una humillación o una falta de respeto. Las personas que utilizan silla de ruedas están hartas de que les empujen la silla sin ni siquiera preguntar. O personas ciegas que les cogen del brazo desconocidos para cruzar la calle y hasta les pegan sustos haciendo esto. De verdad que está bien ayudar, pero primero hay que asegurarse de que esa ayuda hace falta porque si no quizás estemos haciéndole sentir mal a esa persona. Tampoco se puede pensar que porque una persona tenga una discapacidad no pueda hacer nada ni pueda andar sola por el mundo.

Mi futuro lo imagino quizás mejor de lo que realmente me vaya a pasar. Pero ojalá se cumplan todas las cosas que deseo. De mayor me gustaría ser actor. Soy un amante del teatro, el cine y las series y me gustaría trabajar en ese mundillo. Voy a clase de teatro desde que tengo cuatro años y, aunque soy muy tímido, cuando estoy en un escenario me crezco más. Si no consigo ser actor me gustaría ser guionista o director, porque también me gusta mucho escribir. En mi imaginación mi futuro lo pinto como yo quiero que sea, y es que creo y siento que la vida me debe una. También me gustaría ser columnista.

Y, sí o sí, voy a ser activista a favor de los derechos de las personas con discapacidad y contra todo tipo de injusticias. Me gustaría que la sociedad tratara a las personas con discapacidad de igual forma que a las personas sin discapacidad. Y es que esto no lo tendría que estar pidiendo. ¿Por qué según cómo has nacido se te trata de una manera u otra? Esto no tendría que pasar. Sé que la sociedad no lo hace por maldad, pero habría que solucionar la ignorancia que hay respecto a este tema.

Adolescente con una camisa negra con letras rojas que imita la clásica de "Los Ramones" pero que lo cambia por "Raciones". Al fondo se ve una isla con un castillo y un cielo rojo sobre el mar que anuncia la puesta del sol.

Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2021 en elDiario.es: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: “Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto”

Furia

Mi naturaleza adictiva me lleva a ser una consumidora compulsiva. Mi adicciones actuales son: las series, los libros y los podcasts.

Además, soy tan compulsiva (o tan adicta) que no los intercalo: me gusta una serie, me la zampo en un fin de semana; que me atrapa un libro, no duermo hasta acabarlo. En cuanto a los podcasts, si descubro un programa, consumo del tirón todas las temporadas que tiene hasta ese momento. Caminando, en el coche, cocinando, limpiando, en  el súper… Menos en la ducha, en absolutamente todos los sitios y situaciones que mantengan mis manos ocupadas y/o mis piernas en acción.

Y todo esto rollo, ¿para qué? Pues para hablar de Isa Calderón y Lucía Lijtmaer y su “Deforme Semanal Ideal Total”. En realidad lo descubrí hace ya un tiempo, gracias a “Cosas que (me) pasan”, que es quien me ha descubierto algunos de los podcasts que más enganchada me tienen.

Devoré a Isa y Lucía en unas pocas semanas y ahora me devora a mí la impaciencia, porque tengo que esperar quince eternos días por cada nuevo episodio. 

Deforme Semanal Ideal Total

Pues bien, su último podcast lleva por título “Furia” y ¡Oh, diosa! (que diría mi amiga Marta), ¡Qué iluminación! Me he pegado un porrazo mayor que aquel del caballo.

Os pongo en situación: las circunstancias derivadas de la diversidad funcional de Antón (insisto: no su discapacidad, sino el (mal)trato que recibe por parte del mundo), me han convertido en una persona que se enfada muy a menudo. De hecho, ha habido personas que han cuestionado y atacado públicamente mis escritos (en el blog, en Facebook, en Twitter) y que han hecho alusión a ese enfado mío. Y con ello también me han desarmado y, lo que es peor, callado. 

Así que, cada cierto tiempo, me propongo a mí misma cambiar. Para intentar suavizar mi discurso y expresar las cosas de otra manera. Para abrazar a esas circunstancias y personas que dañan a mi hijo, en lugar de enfadarme con ellas.

Y, hete aquí, que vienen esta semana Isa y Lucía (perdón por la confianza) y dedican su programa a la “Furia”. O, más concretamente, al modo en que la cultura mediática tiende a condenarla cuando procede de mujeres y se utiliza para desacreditarlas. Como a partir de la segunda mitad del siglo XX, se instauraron una serie de mitos en la prensa y en la cultura audiovisual como reacción contra la liberación de las mujeres. Y como esos mitos no sólo no son ciertos, sino que son evidencia de una reacción violenta en la sociedad contra las mujeres y lo que han logrado en los últimos años. Así, “esa reacción construye una cultura que admira al hombre joven iracundo, porque es percibido como heroico y sexy. Mientras que la joven mujer iracunda es despreciada y ridiculizada porque es leída como castradora y amargada”.

Y, hete aquí, que también ha sido justo hoy cuando Marta (otra vez Marta, que me educa cada día), me ha mandado un enlace sobre un libro que lleva por título “La dictadura del coaching. Manifiesto por una educación del Yo al Nosotros”, de Vanessa Pérez Gordillo.

Y así, todo va encajando y entiendo cómo está todo relacionado. La cultura mediática nos enseña a mirar mal a las mujeres que se enfadan y a desacreditar su discurso, y luego viene el coaching, el mindfulness y todas esas mierdas varias (escribí de ello aquí hace un tiempo) y nos dicen que nuestros problemas no vienen de fuera, sino que están en nuestro interior y los causamos nosotros y en nuestra mano está que desaparezcan (a 80€ la sesión o 400 pavos la entrada para escuchar al gurú de turno que llena auditorios).

¡Pues no! Desde ahora reivindico y defiendo mi legítimo derecho a enfadarme. Porque es ese enfado, esa ira, esa furia, las que me llevan a hacer todo lo posible por cambiar las cosas que están mal, que hacen daño y que generan injusticias. Y todo eso no está dentro de mí, sino que está fuera. Y cuando no es posible cambiar el mundo, al menos puedo mandarlo a la mierda.

Tampoco voy a ir al otro extremo y hacer apología del enfado. Lo que intento expresar es que sí, que a veces es inevitable e incluso necesario. Además, creo que soy muchas más cosas que mi enfado. También tengo sentido del humor y sé reírme de mí misma. Reivindico el enfado no como lo que soy, sino como parte de mí y de lo que me impulsa a la acción. Así que voy a permitir que el enfado asome las veces que haga falta enseñarlo.

Me llamo Carmen y soy adicta a las series, a los libros, a los podcasts y a la cerveza 😜  

Eres lo mejor que me ha dado la vida

Estos días lo veo tristón. Aunque quizás la que anda tristona soy yo y se lo he contagiado. Quizás tampoco son días, sino semanas. Tal vez meses. 

Llevamos meses tristones. La vida nos ha dado un palo muy grande.

El otro día iba decaído y silencioso camino del instituto, cuando sonó en la radio la canción con la que Pau Donés se despidió. Menos mal que la vida no le ha quitado la música. La que le ayuda a remontar decepciones y tristezas, frustraciones y pérdidas. Y ese día en el coche, la canción de Pau transformó su ánimo con tan solo dos acordes.

Hablamos además sobre qué manera tan increíble de despedirse de la vida. Dándole las gracias por lo vivido, lo aprendido, lo amado… Y que ojalá aprendiéramos a valorar y abrazar todo lo que dejan quienes se van, en lugar de ser sólo capaces de llorar su pérdida, su ausencia, su vacío…

Hoy estaba tristón. Aunque quizás soy yo la que ando tristona y le contagio. Como no creo que la suerte vuelva a acompañarnos y suene de nuevo esa canción en el coche, ojalá el verso de su estribillo consiga animarle de la misma forma cuando le asalte al comenzar la clase de Lengua.

Gracias, Pau, por prestarme tus palabras ❤️ 

Campanilla y las piedras

Voy a veces con Campanilla a buscar piedras. A ella y a su primo les encanta pintarlas. La playa no es accesible (como tantos entornos, y no sólo los físicos), así que bajo a cogerlas por él.

En cinco minutos lleno mi bolsa. Ella necesita quince para acabar con sólo tres piedras. Las localiza a lo lejos, se acerca a ellas y les habla. Esa conversación decide cuáles se quedan y cuáles se van con ella. Antes de llegar de vuelta a casa, ya tienen un nombre y una historia.

El otro día me dijo que hablar con las piedras ayuda a solucionar problemas y que le gustaría ser “terapeuta de piedras”. Yo le comenté que entonces podría ser psicóloga.

– Pero no quiero estudiar psicología -me dijo- porque entonces me van a dar otros métodos y yo quiero los míos.

Este ser maravilloso que es capaz de intuir que desde lo académico se distorsiona el instinto y destruye la vocación, completa hoy once vueltas alrededor del sol.

Felicidades, Campanilla preciosa, gracias por todo lo que nos das y enseñas cada día  ❤️ 

 

 

Celebrando la vida (15 años)

Hoy cumple 15 años uno de los dos seres más luminosos de este planeta. Al menos de mi planeta.

A principios de este curso tuvo que redactar una autobiografía como ejercicio para clase. Y yo no pude llorar más después de leerla. Me gustaría regalárosla (con su permiso) a todas las personas que sé que le queréis aún en la distancia.

Gracias por acompañarnos en este viaje que a veces duele tanto pero que, casi siempre, es asombroso y lleno de luz.

Gracias por enseñarme tanto cada día, Antón ❤️💚💛💜 

AUTOBIOGRAFÍA

Hola, me llamo Antón, tengo 14, casi 15 años, cumplo el 17 de noviembre, soy de Sada y mis padres se llaman Carmen y Segundo y mi hermana Amara.

Ya lo sé. Segundo es un nombre muy raro, cuando mi padre aún estaba en la barriga de mi abuela le iban a llamar Bienvenido Antonio, que es mucho más raro, es que como mi bisabuelo se llamaba Bienvenido.

Mi madre nació en Barcelona y al poco de nacer mi tío se fueron al País Vasco, pero en realidad son del País Vaco, porque en Barcelona casi no estuvieron, eso sí tengo primos, Pau, Alexa, Nora e Ivet.

Mi hermana está todo el rato con el móvil, para comer, para pasear, para ver pelis, etc, discutimos y después nos queremos, supongo, como todos los hermanos.

Y por último yo. Cuando nací la neuróloga le dijo a mi madre que no iba a comer, ni andar, ni vestirme, ni andar, incluso que me iba a morir. Los niños, antes y ahora, me miraban y me miran, me señalan, dicen que que raro soy, gritan al verme, etc. Este verano fui a EE.UU a una conferencia de mi discapacidad, Síndrome de Joubert. En cuanto coles, fui a Mondego, donde conocí a Carlota y a Erika, mis mejores amigas. Luego vine al C.P.I Cruz do Sar, donde me hice amigo del que dice el conserje, mi secretario.

Mi problema es que soy muy tímido, y a la hora de hacer amigos…, pero cuando tengo confianza, uah, no hay quien me pare. No sé, pero en este cole me cuesta hacer amigos, la clase de este año me gusta mucho. Hay una palabra que no me gusta nada que la digan, la palabra “subnormal”.

Que digan lo que digan, miren lo que miren, yo me alegro de ser la persona que soy hoy en día.

 

 

Enlaces relacionados:

Celebrando la vida

Celebrando la vida (11 años)

Grazas á túa vida

Un nuevo 15-M

Durante mi adolescencia y primera adultez, Isabel Allende se convirtió en una de mis escritoras favoritas. No sé si el paso del tiempo hizo que mis gustos evolucionaran o que lo que hacía especiales a aquellos primeros libros de esta autora no tuviera continuidad, porque llega un momento en que la creatividad se agota y porque imagino que las fuentes vitales que la generan cambian cuando uno se convierte en un escritor de éxito. O ambas cosas a la vez: yo cambié y su obra también. El caso es que llegó un momento, un libro, en que dejé de salir disparada a la librería el mismo día en que lanzaba un nuevo título.

Cuento esto porque me he acordado de que Isabel Allende tenía una fecha talismán en la que empezaba a escribir cada uno de sus libros: el 8 de enero. Esa era la fecha en que había redactado las primeras frases de “La casa de los espíritus” y estaba convencida de que le traía suerte. Todos sus libros posteriores los inició ese mismo día.

Y yo, sin ser consciente de ello hasta ahora, también he adoptado un día fetiche: el 15 de mayo.

El 15-M se ha convertido en nuestro país en un día casi que histórico. Porque hace cinco años, esa fecha dio lugar al despertar de muchas voces dormidas. Pero yo tengo mi 15-M particular que nada tiene que ver con el de 2011 y que se remonta a mucho más atrás. Mi 15-M es el de 1942, la fecha en que nació el ser más auténtico, digno y honesto que he conocido en mi vida: mi padre. Un ser humano extraordinario al que quise (y sigo queriendo aunque yo no pueda tocarlo) con toda mi alma.

Y por eso he elegido esta fecha como mi día-talismán.

El 15 de mayo de 2012 parí Cappaces. Llevaba ya varios meses publicando en el blog pero decidí esperar hasta ese día para sacarlo a la luz entre amigos y conocidos.  A partir de entonces trabajé en su visibilización y comenzó a recibir visitas de personas que leían los pensamientos y las reflexiones, las experiencias y los sueños sobre los que he escrito durante estos cuatro años (y que seguiré escribiendo hasta que ya no haga falta hacerlo).

Hoy lanzó un nuevo proyecto. En realidad es seminuevo, porque lo inicié hace ya tres años pero por problemas burocráticos (la santa burocracia de este país que tantas iniciativas castra) tuve que interrumpirlo y ha estado paralizado hasta ahora. Y ese proyecto era el de realizar visitas guiadas por la que es mi ciudad desde hace dos décadas: A Coruña.

Como no disponía de título oficial de Guía Turístico busqué mil vericuetos para bordear esa legislación tan restrictiva en este campo. Sin embargo, esos vericuetos que sirven a muchos para no tributar en nuestro país (incluidos ministros y presidentes varios), no me sirvieron a mí para poder ganarme la vida. Ante las amenazas de denuncias, tuve que desistir y abandonar el proyecto.

Visitas guiadas por A Coruña

Hace unos meses realicé el dichoso examen de habilitación de guía turístico que llevaba siete años sin convocarse (sí, otro ejemplo más de las facilidades que da la administración para fomentar el emprendimiento y el autoempleo). Este examen, en teoría, garantiza que como guía turístico realices de forma profesional una visita guiada pero, en la práctica, sólo demuestra que te has tragado un montón de datos para vomitarlos después en un examen. Bien, pues yo he tragado y vomitado con éxito y ahora… ¡ya soy legal!

Y aunque ese papel no garantiza nada, yo os aseguro que voy a poner en esta nueva faceta de mi vida la misma pasión, entrega y rigurosidad que he puesto en todo lo que he hecho hasta ahora. Así que, si algún día os acercáis hasta A Coruña (o conocéis a quien vaya a hacerlo) estaré encantada de descubriros la Historia pero también el Alma de esta ciudad.

¡No vemos pronto!

 

PUERTA 4042: Visitas Guiadas por A Coruña

Reservas:

Teléfono: 661 23 74 63

Correo-e: visitasguiadascoruna@gmail.com

 

Más información en: 

Web: Visitas Guiadas Coruña

Facebook: Visitas Guiadas Coruña

Instagram: @visitasguiadascoruna

 

Visitas guiadas por A Coruña

 

P.D.: Aunque ya no lea a Isabel Allende, sigo deseando haber sido yo quien escribiera La casa de los espíritus 😊

 

Grazas á túa vida

Este es, sin duda, el regalo más bonito que ha recibido Antón por su cumpleaños: la carta de su maravillosa y especial hermana.

 

Grazas á túa vida, e á miña que me das.

Moitas veces intetei traducir a palabras ese cálido sentimento que teño cara ti. Sempre fracasei, e esto é só outro mero intento condenado ao fracaso. Porque sempre haberá algo máis que esquezo, que son segredos ou sinxelamente que é imposible de describir. De todos xeitos, preciso decirche todo esto, que fun vendo, aprendendo, sentindo e vivindo contigo. Espero, irmanciño, que me perdoes que non sexa tan bo como mereces. Non só me refiro a esta carta, senón a todo o que fixen, ou deixe de facer, nestes once marabillosos anos.

Fai case tres meses que non te abrazo, pero a miña pel mantén intacto o recordo de terte rodeado cos meus brazos, e creeme cando che digo que os meus ollos empáñanse cando ven a min esa sensación. Supoño que todas as relacións entre persoas son únicas e moi especiais, pero Antón, a nosa é incrível, nin sequera é preciso a presenza física para manter todo o que nos une.

Non son só esos agarimos, paseos, cancións, comidas, tardes de peli, natureza compartida, parvadas, domingos de tostadas e cola-caos, discusións, noites de “Amara duermes hoy en mi habitación?” ou pertencer á mesma familia. E algo que vai moito máis alá e que abarca todo o anterior; compartimos unha vida de once anos en común. O que fun, son e serei é en parte grazas a ti, e todo o que representas.

Grazas, moitas grazas por ensinarme e impregnarme, sen sequera sabelo con todo o que gardas no teu adentro. Porque ti es como o bolso de Mary Poppins, tan pequeniño e tan cheo de máxia ao mesmo tempo.

Amor incondicional, do máis puro e indomable que xamais vin, ese que é tan salvaxe que ás veces ata doe. Perdón, que non precisa de ser pedido porque ningún odio habita en ti. E ese gran camiño que todos chaman alternativo, porque poucos teñen a túa valentía para collelo.

Grazas por aparecer once anos atrás, e facernos aparecer de súpito no teu camiño. Grazas por levarnos de paseo, axudarnos a subir as costas e ensinarnos as vistas nas cimas, que non precisan de ser moi altas para ser bonitas. E máis, moitas veces estamos ao nivel do mar, pero as nubes aparecen arredor nosa, creando a máis surrealística névoa de boas e malas emocións. Ese xeito co que mezclas calqueira sensación, sen importar a cor que teñan. Así é como creaches ese arco da vella, o último obxecto debuxado no noso imperfecto e desexado retrato. Sen ningún tipo de marco, porque nada alleo ten que adornarnos.

Espero que esta felicitación que lle soplo ao vento nun susurro cree unha boa ola, que cruce o océano, aproveitando as tormentas do camiño para facerse máis forte. Unha amiga gaivota recollerao e deixarao nun ralliño do sol que sairá a mañá do teu onceavo cumpleanos, e que formará parte do amencer que tomas con galletas e cola-cao todas as mañás. Espero que esta mensaxe, este ralliño de Sol, despois da súa longa viaxe, che quente o día do teu cumpleanos, así como o resto da túa vida. Porque ese é o meu propósito como irmá maior. Quérote, Antón.

Amara

grazas a tua vida 1

 

Siento que mi traducción al castellano no esté a la altura de la magia del escrito original:

Gracias a tu vida, y la que me das a mí.

Muchas veces he intentado traducir a palabras ese cálido sentimiento que tengo hacia ti. Siempre he fracasado y esto es sólo un nuevo intento condenado al fracaso. Porque siempre habrá algo más que se me olvida, que es secreto o que, sencillamente, es imposible de describir. De todos modos, necesito decirte todo esto, lo que ha ido viendo, aprendiendo, sintiendo y viviendo contigo. Espero, hermanito, que me perdones que no sea tan bueno como mereces. No me refiero sólo a esta carta, sino a todo lo que he hecho o he dejado de hacer en estos once maravillosos años.

Hace casi tres meses que no te abrazo, pero mi piel mantiene intacto el recuerdo de tenerte rodeado con mis brazos, y créeme cuando te digo que mis ojos se empañan cuando viene a mí esa sensación. Supongo que todas las relaciones entre personas son únicas y muy especiales, pero Antón, la nuestra es increíble, ni siquiera es necesaria la presencia física para mantener todo lo que nos une.

No son sólo esos mimos, paseos, canciones, comidas, tardes de peli, naturaleza compartida, tonterías, domingos de tostadas y colacaos, discusiones, noches de “¿Amara duermes hoy en mi habitación?” o pertenecer a la misma familia. Es algo que va mucho más allá y que abarca todo lo anterior; hemos compartido una vida de once años en común. Lo que he sido, soy y seré es en parte gracias a ti, y todo lo que representas.

Gracias, muchas gracias por enseñarme e impregnarme, sin siquiera saberlo, con todo lo que guardas dentro de ti. Porque tú eres como el bolso de Mary Poppins, tan pequeñito y tan lleno de magia al mismo tiempo.

Amor incondicional, del más puro e indomable que jamás he visto, ese que es tan salvaje que a veces hasta duele. Perdón, que no necesita ser pedido porque ningún odio habita en ti. Y ese gran camino que todos llaman alternativo, porque pocos tienen tu valentía para cogerlo.

Gracias por aparecer once años atrás, y hacernos aparecer de repente en tu camino. Gracias por llevarnos de paseo, ayudarnos a subir cuestas y enseñarnos las vistas en las cimas, que no necesitan ser muy altas para ser bonitas. Es más, muchas veces estamos al nivel del mar, pero las nubes aparecen a nuestro alrededor, creando la más surrealista niebla de buenas y malas emociones. Esa forma con la que mezclas cualquier sensación, sin importar el color que tengan. Así es como has creado ese arco iris, el último objeto dibujado de nuestro imperfecto y deseado retrato. Sin ningún tipo de marco, porque nada ajeno tiene que adornarnos.

Espero que esta felicitación que le soplo al viento en un susurro, cree una buena ola que cruce el océano, aprovechando las tormentas del camino para hacerse más fuerte. Una amiga gaviota lo recogerá y lo dejará en un rayito de sol que saldrá la mañana de tu once cumpleaños, y que formará parte del amanecer que tomas con galletas y colacao todas las mañanas. Espero que este mensaje, este rayito de sol, después de su largo viaje, caliente el día de tu cumpleaños, así como el resto de tu vida. Porque ese es mi propósito como hermana mayor. Te quiero, Antón.

Amara

grazas a túa vida 2

Este fue su homenaje el pasado cumpleaños: Parabéns, meu rei