¿Dificultades de aprendizaje o de enseñanza?

Estoy buscando un material que necesito para un proyecto, así que llevo horas buceando entre vídeos de la infancia de Antón. No debería detenerme tanto en la mayoría de los que me salen al paso y centrarme en buscar lo que realmente necesito. Pero no puedo evitarlo. Porque que me están llevando a un tiempo que me provoca sentimientos que se mueven entre la nostalgia y el dolor, pero también entre la ilusión y la esperanza.

La nostalgia de un niño que ya no existe.

El dolor por aquellos profesionales de la escuela que no creyeron en él.

La ilusión y la esperanza de saber que sí, que cualquier niño o niña puede aprender. Que las dificultades no están en quien aprende, sino en quien enseña.

Comparto este vídeo, no con la intención de transmitir la idea de que ciertos niños y niñas nombrados por la discapacidad pueden aprender si las familias se vuelcan en ello, porque eso no es justo. Nosotras deberíamos ser sólo madres. Nada más y nada menos. Son quienes ejercen el papel de maestros y maestras los que tienen el deber y la obligación de enseñar a nuestros hijos e hijas. Que pueden. Vaya si pueden.

Que en las facultades de Ciencias de la Educación apenas se dé cabida a la diversidad y que cuando se hace sea a través de asignaturas que llevan por nombre “Dificultades de aprendizaje y trastornos del desarrollo”, ya es toda una declaración de principios y de intenciones.

Las dificultades no son de aprendizaje (todo ser humano es capaz de aprender), sino de enseñanza. Formar a los futuros docentes poniendo el foco y la responsabilidad del fracaso en el niño o niña es una aberración y el origen del sufrimiento de miles de familias en la escuela.

En mi familia damos gracias a la vida por esas maestras que se han cruzado en el camino de Antón y que han disentido de esta idea y resistido la presión del paradigma oficial. No sé si el resto son conscientes del daño que nos han hecho y la infelicidad que nos han provocado. Seguramente se viva más tranquilo cargando la responsabilidad de esos fracasos en Antón y en una familia que “no acepta la realidad de su hijo”.

📸 Descripción del vídeo: Un Antón de siete años juega con su prima, que aún no había cumplido los tres. Pertenecen a un tiempo en que Antón ya tenía controlada la lectoescritura en mayúsculas, pero todavía tenía dificultades con las minúsculas. El juego consiste en colocar unas tarjetas con nombres de disfraces en un mural donde aparecen fotografías de personas disfrazadas: romanxs, egipcixs, bomberxs, cocinerxs, piratxs, vampirxs…

Va también dedicado a todos esos docentes convencidos de que el juego no puede ser un vehículo de aprendizaje, a los de la-letra-con-sangre-entra. De esos también nos han tocado unos cuantos.

PREMIO CORAZÓN INCLUSIVO 2023

La semana pasada Antón recibió el premio “Corazón Inclusivo” 2023.

Una de las profesoras del IES Alonso de Avellaneda le hace entrega a Antón del premio

Para agradecerlo, escribió este discurso que hoy comparto con su permiso:

«Muchas gracias por el premio, y muchas gracias a Dabiz Riaño por querer que me dieran este premio. Creedme cuando os digo que es un auténtico honor recibir este premio a la inclusión, y además en un lugar tan bonito y que me gusta tantísimo como es Madrid.

Este premio se lo dedico a todas y a cada una de las personas que forman parte de dos grupos que son maravillosos: al de “Quererla es crearla” y otro grupo que me enorgullece pertenecer aún más si cabe que es el de los EXI (Estudiantes por la inclusión), que es un verdadero lujo teneros en mi vida y ser una aportación más a esta lucha.

Como no, también, a Nacho y a Luz. A Nacho por su labor imparable y sobre todo por querer darnos voz al alumnado. Sin ti no existirían los EXI. En cada reunión sacaste de nosotros algo que no era nada fácil porque eran anécdotas muy delicadas, y tú conseguiste que lo sacásemos todo. Además eres un buen tío y alguien muy “güasón”.

A Luz porque ella podría haber pasado de todo este tema cuando se lo presentaron, y en cambio no lo hizo. No sólo eso, también quiso saber más del tema y ahora es una de las integrantes de “Quererla es crearla”. Yo soy súper tímido (aunque cada vez menos) pero con ella me abrí muy rápido, cosa que antes me resultaba imposible. Será porque ella transmite seguridad y confianza. Además también es una tía muy simpática, graciosa y con una sensibilidad enorme.

Respecto al documental, espero que os haya gustado y también espero que este audiovisual sirva para que cada vez más gente se dé cuenta del calvario que tienen que pasar las familias, el profesorado que quiere hacer las cosas como se tienen que hacer, pero sobre todo para saber cómo lo tenemos que pasar nosotros, los que lo sufrimos en primera persona: el alumnado. Que lo que hemos tenido que pasar nosotros no se puede arreglar, porque no se puede volver al pasado, pero el futuro alumnado que va a estar allí no tenga que pasar por lo mismo que pasamos nosotros.

En este documental habéis visto la historia de Rubén, un chico al que lo expulsaron de la escuela. Imaginaros que viene un nuevo profesor que te maltrata y humilla delante de todos tus compañeros, y de pronto en vez de ser a ese profesor a quién lo echen, es a Rubén. Como dice Alejandro en este documental, “el mundo al revés”. Bueno, fueron al juzgado de Castillla y León, al Supremo, incluso a Estrasburgo, hasta que fueron a la ONU y les dieron la razón y ese comité sentenció que España había violado el derecho de las personas con discapacidad (en este caso de Rubén) a una educación.

Yo formo parte de un grupo llamado “EXI” (Estudiantes por la inclusión) en el que todos los integrantes tenemos nuestras malas experiencias en la escuela. Empezamos teniendo reuniones telemáticamente (porque cada uno somos de distintas partes de España), hasta que acabamos teniendo una reunión en el ministerio de educación con la ministra, como visteis, hasta estrenando también en Madrid este documental. Lo que hacemos desde los EXI y al mismo tiempo en “Quererla es crearla” es luchar por una inclusión real en las escuelas.

Yo ya lo dije en varias ocasiones, que sin el Joubert, todo esto que estoy viviendo y a toda esta gente tan maravillosa, esto no sería posible.

Yo sí creo que vaya a ver una inclusión real en las escuelas, porque sin duda, como dice nuestro lema, ¡¡¡QUERERLA ES CREARLA!!!»

Antón con el premio en la mano acompañado de Dabiz Riaño, promotor de la iniciativa

Gracias a Dabiz Riaño por la iniciativa y a todo el profesorado y el alumnado del IES Alonso de Avellaneda de Alcalá de Henares.

Con cuanta esperanza volvimos a casa sabiendo que hay futuros profesionales de la rama de lo social con sensibilidad y conscientes del derecho a una vida digna de las personas nombradas por la discapacidad. 

Antón con el premio en la mano que es una escultura de barro del artista Aitor Ruiz de Egino

 

Antón leyendo el discurso de agradecimiento

 

Students for Inclusion – AERA 2023

El grupo de Estudiantes por la Inclusión (EXI) acaba de participar en el congreso de investigación educativa más importante del mundo, tras haber obtenido el Premio «Youth Teams in Education Research” (YTER), otorgado por la American Educational Research Association (AERA). Este año, el congreso se ha celebrado en Chicago.

Cinco adolescentes posan delante del photocall del Congreso AERA 2023

El trabajo premiado es una Investigación Acción Participativa Juvenil que ha desarrollado este grupo durante los dos últimos años. Entre las tareas que han llevado a cabo destacan la publicación de la Guía «Cómo hacer inclusiva tu escuela”, una gran labor de divulgación en prensa, radio y televisión, el desarrollo de formaciones para docentes, participación en congresos, manifestaciones, protagonizar un documental, incidencia política, etc.

Es difícil explicar lo que hemos sentido durante este encuentro en Chicago. Este vídeo muestra sólo una parte de esas vivencias y emociones. Ojalá sirva también para contagiar a cualquiera que no debemos que conformarnos con lo que hay. Y para seguir adelante en la conquista de las escuelas como sitios de esperanza.

 

 

Convertir en carcelario lo que debería ser educativo

Hace unos días me contaba una amiga que su hijo está desesperado por dejar la escuela, cansado y dañado porque esa institución ni le entiende, ni le respeta y le hace sentir un fracasado.

Desesperado por encajar siquiera académicamente, un día le preguntó a su compañero de pupitre cómo hacía para saber tanto y sacar todo dieces. El compañero le respondió que en realidad no sabía tanto, que lo aprendía para el examen pero que después se le olvidaba.

—Lo que yo quiero es estudiar cosas que me interesen y que permanezcan — le dijo el niño a su madre.

Que “permanezcan”.

¿Cómo puede ser que un chico de 12 años resuma con tal claridad el sentido que debería tener el sistema educativo y que los adultos responsables de ello sean tan incapaces de verlo ni entenderlo?

Señal que advierte a los conductores de la presencia de un colegio donde se ha tachado la palabra COLEGIO y se ha escrito encima CÁRCEL

📸 La foto se la he robado a Nacho Calderón. La sacó en una calle de su barrio, pero seguramente refleja el sentir que hay en la mayoría de esas instituciones que llamamos escuelas y que hasta en lo físico reproducen la arquitectura de una cárcel.

¿Y tú, en qué escalón de la ignorancia estás?

Cada vez que nos encontramos con ciertas situaciones de falta de respeto hacia nuestros hijos e hijas y a sus derechos, lo situamos en relación a la mirada capacitista. 

A la ignorancia respecto a esta realidad, precisamente por la falta de convivencia.

Entonces intentamos ser tolerantes y recordar todos los “escalones de la ignorancia” que nosotras mismas hemos ido subiendo desde que nuestros hijos e hijas forman parte de nuestras familias.

Cada vez que compartimos alguna situación, normalmente en relación a personal de la escuela, siempre asoma esta pregunta:

— ¿En qué escalón de la ignorancia está?

Y a partir de ahí, empezamos a elaborar posibles soluciones. Porque si esa persona está en el 2, resulta imposible plantearle estrategias que requieran haber llegado al 8.

Y ahí estamos muchas familias: casi llegando a lo alto de la escalera, mientras el resto del mundo ni siquiera ha empezado a subirla.

Foto donde se ve a tres mujeres y un adolescente, de espaldas todas ellas, ascendiendo por unas escaleras.

 

📸 Autora de la fotaza y 💡 de la Teoría del escalón de la ignorancia: la maravillosa Paula Verde Francisco (Mi mirada te hace grande)

El bar-rrio Asgane

Hablaba el otro día con un (creo que ya) amigo que investiga y escribe sobre el patrimonio del lugar donde últimamente paso la mitad de mis días. Le decía que, aunque me gustan y me enseñan sus textos sobre el patrimonio histórico o natural, los que más disfruto son los que hablan del patrimonio humano. 

Elegí estudiar Historia y por un tiempo ejercí como guía de turismo, así que todo el mundo da por hecho que controlo muchísimo sobre arte, arquitectura y patrimonio en general. Y lo cierto es que no, que esos temas me producen cierta desgana. De hecho, debo confesar que en alguna ocasión en que me contactaron grupos interesados en realizar una visita centrada exclusivamente en arte o en arquitectura, las rechacé. A veces confesando la verdad o, si me daba mucha vergüenza, alegando que tenía esa fecha ocupada.

He tardado tiempo en entender esta aparente incongruencia y que se debe más a la (i)lógica de los planes de estudio y de cómo alguien o algunos han decidio agrupar los saberes humanos, que a una extravagancia mía.

El caso es que mi discurso en aquellas visitas siempre giraba entorno a las personas, que es lo que realmente creo me apasiona. Las que han pasado a la historia y las anónimas. Las que han hecho cosas grandiosas y las capaces de las mayores atrocidades. Creo que cualquiera de las vidas que ha pasado por este planeta es apasionante. Sólo hay que saber contarla bien.

Sin embargo, son tantas las vidas que no se han contado, que son millones las historias asombrosas que se han perdido para siempre. Los libros están plagados de reyes, guerreros, artistas, escritores, filósofos, deportistas, científicos, estadistas… Pero no aparecen los labradores, panaderos, canteros, albañiles, carpinteros, sastres… De las mujeres, ya ni hablemos.

Y entonces me acordé de una pequeña joya que existe gracias al empeño de José Manuel Valdés, el hijo de Mila y Pepe “El asturiano”, los del “Bar Asgane”. Hace unos años editó un libro precioso que lleva el nombre del bar de su familia. Él mismo se encargó de documentarlo y de recopilar todo el material gráfico que lo acompaña. 

Es la historia del barrio donde pasé mi infancia y mi adolescencia. La historia desde su nacimiento, como uno de esos barrios que se construyeron de forma apresurada en los sesenta para acoger a toda la mano de obra que debía alimentar los planes de “desarrollo” del franquismo. Un modelo que consistía en desarraigar a gentes pobres del rural y trasvasarlas a lugares inhóspitos y sin servicios que se masificaban de un día para otro en las afueras de ciertas ciudades. Aunque debo decir que, visto lo visto después, mi barrio resultaba de los más acogedores entre los que brotaron en esa época.

Evidentemente, cuando era niña los padres y madres de mi barrio me parecían todos mayorcísimos. Pero ahora hago cálculos y me estremece pensar que en realidad eran chicos y chicas muy jóvenes construyendo sus proyectos de vida a cientos de kilómetros de sus familias y de sus orígenes. Así que, aquello que yo veía como natural —puertas abiertas en la escalera, vecinas intercambiándose cazuelas, críos correteando entre casas— entiendo ahora que era en realidad extraordinario. La solidaridad entre personas que se necesitaban y que habían cambiado los lazos de sangre por los de vecinanza.

Jose los ha recogido a todos ellos entre las páginas de este libro. Ha recogido a todas esas personas que pulularon entorno al bar de sus padres. En un momento y un lugar donde los bares tenían una función social difícil de calcular. Como él mismo dice en el prólogo del libro: “se ejercen funciones de aula de cultura, planificación de eventos, organización vecinal, competiciones, terapia grupal, toma de decisiones, intercambio de ayudas técnicas y profesionales, tertulias gratificantes, consuelo, ayuda financiera, etc.”

Lo que supone un bar en este país nuestro sólo lo entendemos quienes hemos mamado esta cultura. Soy una gran entusiasta de este modelo social que tanto me cuesta hacer entender cuando estoy en otro país. Y no, el nuestro no tiene nada que ver con el de esos otros lugares. Que el libro de Jose se articule entorno a este espacio para explicar la historia del barrio, lo dice todo.

Lo hojeo de tanto en tanto. Porque me produce una nostalgia de las que duele y no siempre tengo el ánimo para hacer frente a una embestida emocional tan brutal.

Lo tengo ahora entre las manos. Busco en el índice a mi padre. Está en la página 403, justo después de mi tío y precediendo a mi tía. Manolo ya no está, a Crucita y al Moure tenemos la suerte de seguir disfrutándolos. Ahí quedarán los tres para siempre.

Y pienso, una vez más, que todo esto que escribo por aquí debería tomar forma de papel, que es donde de verdad perduran las historias. Algún día será. Para que nuestras vidas, que no son las de reyes ni estadistas, ni científicos ni filósofos, también permanezcan.

JUDY HEUMANN

El pasado 5 de marzo estaba en una habitación de hotel posponiendo la fastidiosa tarea de recoger el equipaje para el viaje de vuelta. Por alguna misteriosa razón, lo que traes en una maleta nunca cabe holgadamente cuando vuelves a meterlo. Esta vez creo que se debía a todas las toneladas de cariño y energía que nos llevábamos de vuelta a casa después de los maravillosos días en Córdoba y Málaga, donde Antón y yo fuimos invitados al pase del documental “Educación inclusiva. Quererla es crearla”.

El caso es que procastiné un rato por las redes para aplazar la tarea. Y entonces me asaltó la terrible noticia de la muerte de Judy Heumann. Me parecía imposible, porque seguía su trabajo y la veía imparable en los últimos tiempos. Me parecía imposible, porque las personas como Judy las percibimos como inmortales.

Conocí a Judy gracias a esa maravilla de documental que es “Crip Camp”. 

Esta película es muy especial para mí por muchas razones. Por la propia fuerza de los protagonistas de la película, que iniciarían el Movimiento de Vida Independiente en Estados Unidos allá por los años 70. Y, especialmente, porque su estreno en esa plataforma tan popular nos pilló encerrados en casa hace tres años y la vimos como se veía antiguamente la tele: todos a la vez. Con lo que eso implica, porque en los días siguientes organizamos varios encuentros online para debatir sobre el documental. Esas reuniones fueron el germen de lo que hoy se ha convertido en Quererla es crearla. Así que podemos decir que Judy fue un poco la musa de QEC.

La noticia del fallecimiento de Judy no es que pasara sin pena ni gloria en la prensa española (e incluso en la estadounidense), es que ni siquiera pasó. Si no les importó su vida, ¿cómo les iba a importar su muerte?

Esa noche pensé en cuánto me gustaría creer en la otra vida…

Para imaginar el recibimiento que le habría organizado Ed Roberts a Judy.

Para sonreír pensando en lo que estos dos volverían a liar con su reencuentro. 

Seguiré imaginando futuros Eds y Judys. Y sonriendo con el recuerdo de todo lo que estos dos humanos nos han dejado.

Así de maravillosa brillaba Judy Heumann en la alfombra roja de los Oscars cuando “Crip Camp” fue nominada a mejor largometraje documental hace dos años.

No pudo ser y aquella historia que nos impactó a tantos no consiguió el Oscar. Se lo llevó un puto pulpo.

Si importa más el ciclo vital de un pulpo que la revolución que iniciaron un grupo de adolescentes con discapacidad durante un campamento de verano, no es de extrañar que hoy NINGÚN medio haga referencia a la muerte de Judy. NADIE. Ni siquiera esos escasos políticos con discapacidad que han conseguido llegar al poder. NADA.

Quizás seamos pocos los que hoy celebramos su vida, pero tenemos la justicia, la razón y el corazón de nuestro lado.

Gracias infinitas, querida Judy ❤️

Siempre se ha hecho así

«Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.

En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía porqué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería.

Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé que general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca.»

(“El libro de los abrazos”, Eduardo Galeano)

 

Lengua materna

Ayer fue el día de la lengua materna.

Y yo me paré a pensar si podría llamar “materna” a mi lengua, porque no es la lengua de mi madre. Ni siquiera la de mi padre. Ni la de mis abuelos o bisabuelos o tatarabuelos, ni la de ninguno de mis antepasados desde que el mundo es mundo. O desde que el latín se transformó en gallego. Desde la época en que era el idioma de la música. Para que os hagáis una idea, el equivalente a lo que hoy sería el inglés. Porque era la lengua en que se componía la lírica medieval en casi todos los reinos peninsulares, incluido el de Castilla.

¿Qué pasó para que esa misma lengua acabara asociándose a gente pobre, analfabeta y embrutecida en la siguiente etapa histórica? Un momento que fue de oro para una lengua y de oscuridad para otra. “El Siglo de Oro” vs “Os Séculos Escuros”. Un tiempo donde las obras de Góngora, Quevedo o Lope se poblaron de personajes gallegos que representaban los arquetipos más negativos de la sociedad y el refranero popular estaba repleto de (des)consideraciones hacia los gallegos y hacia lo gallego:

“Antes moro que gallego” (o su otra versión: “Antes puto que gallego”)

“A castellano tenedor, gallego pedidor”

“No fíes en perro que cojea ni en amor de gallega”

“Los gallegos vinieron al mundo para el descanso de los animales”

Pues pasó que cambió el idioma de quienes tenían el poder. Así de simple. Y ocurrió que se instaló algo que se llama “autoodio”,  que es la forma más efectiva de acabar con una cultura: convencer a sus depositarios de que es peor, que es menos, que es malo, que es inútil… 

Una lengua no debería valorarse en función de eso que llamamos “utilidad” y que, en realidad, quiere decir “productividad”. ¿Qué más útil que comunicarte con tu familia, con tus vecinos, con quienes pueblan toda tu vida? ¿No es esa la razón de ser del lenguaje hablado?

Mi lengua materna no es la de mi madre, porque ella nunca me hablaba en su idioma. ¿Cómo vas a transmitir a tus hijos una lengua responsable de que de niña te pusieran de rodillas sobre piedras en la escuela? Castigando como rebeldía lo que era desconocimiento de una lengua, que no podías saber porque a tu alrededor sólo esa maestra la hablaba. Una lengua que hacía que cuando visitabas a tu familia de la ciudad tu prima se avergonzara de ti y se negara a llevarte de paseo. Que también era la lengua de todas las chicas que, como tú, servían en aquella ciudad a más de mil kilómetros de tu casa. Las que no sólo erais menos, sino que seguramente no erais nada.

Y muchos de los depositarios de esa lengua se lo acabaron creyendo. Acabaron creyendo que eran menos, que eran peor, que no eran nada. El poder del autoodio.

Exactamente igual que ocurre con las personas nombradas por la discapacidad: también les convencemos de que son menos, de que son peor, de que no son nada.

Todas las opresiones se acaban pareciendo. Porque, en realidad, la opresión es siempre la misma.

Desde el nacimiento de mi hija y durante sus primeros años de vida, hice el esfuerzo de hablarle gallego. Y digo esfuerzo, porque hablar en un idioma que no es el tuyo en el entorno laboral o con gente más o menos extraña, es complejo; pero utilizar en tu intimidad familiar una lengua que no es la tuya, en la que no piensas, es un esfuerzo bestial. Lo hice porque entendía que la lengua que estaba en peligro, de las dos que se hablaban en nuestro entorno, no era precisamente la mía. Y porque sentía que podía ayudar a recuperar lo que hubiera sido el curso natural de la historia lingüística de mi familia. Mi hija es ahora gallegohablante. Como su abuela. Y como todas las madres que nos han precedido en la familia.

No lo hice igual con mi hijo. Porque cuando nació me convencieron de que si era difícil que pudiera llegar a hablar (y ni siquiera entender) una lengua, dos era algo completamente impensable. Casi casi casi me convierto en brazo armado del sistema capacitista para inocularle la cuota de autoodio que le correspondía en base a su funcionalidad. Sólo espero haber rectificado a tiempo.

 

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre: EUGENESIA

Hace unas semanas poníamos el grito en el cielo ante el anuncio del vicepresidente de Castilla y León de un protocolo antiaborto en esa comunidad que obligaría a los sanitarios a ofrecer a las mujeres que quisieran abortar escuchar el latido del feto y una ecografía en 4D.

Unas semanas antes, a algunas se nos había encogido el corazón (y el estómago) ante esta noticia:

Imagen de una noticia con el siguiente titular: "Reino Unido confirma la legalidad de abortar fetos con Síndrome de Down hasta el momento del parto"

En Reino Unido es posible abortar hasta la semana 24 de embarazo. Sin embargo, si el feto tiene Síndrome de Down está permitido abortar hasta el momento mismo del parto. Sí, has leído bien, hasta unas horas —o minutos— antes de su nacimiento.

Heidi Crowter (una mujer inglesa que tiene las características de quienes pueden ser exterminados) presentó un recurso para que se modificara este punto de la legislación sobre el aborto. Tanto el Tribunal Supremo como la Corte de Apelaciones han denegado su petición. La resolución de esta última se conoció hace un par de meses. Y, como digo, aunque muchas fueron las voces que se levantaron contra el retroceso en los derechos de las mujeres castellanoleonesas, ninguna lamentó el atentado contra los derechos de las personas británicas con Síndrome de Down. Concretamente el derecho a la vida.

Imagen de Heidi Crowter junto a un cuadro de texto con sus declaraciones: "Me hace sentir como que no debería estar aquí. Que debería haberme extinguido. Sé que no es verdad, pero es como me hace sentir."

Me apena y produce mucha vergüenza no haber encontrado esa noticia recogida en ningún medio teóricamente progresista. ¿Quizás por que se entienda que impedir que las personas nombradas por la discapacidad nazcan es progreso?

No es progreso, es NAZISMO.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

La resolución judicial de Reino Unido demuestra, una vez más, como no todas las vidas tienen el mismo valor. Algunas, por no tener, no tienen ni el derecho a nacer. 

Esto es EUGENESIA.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

Una compañera de trinchera que vive en Gran Bretaña escribió esto aquellos días en respuesta a la incredulidad de otra madre convencida de que la noticia era falsa:

«No sólo es cierto, es que además lo han ampliado a personas con labio leporino y club foot. Hasta el parto. Hablé con una madre, con varias, sobre el acoso que sufren durante el embarazo para abortar aún cuando especifican claramente que quieren seguir. Esta mamá en concreto me contó que sufre de PTSD, stress postraumático, por la constante presion que recibió durante todo el embarazo para abortar a su hija porque tenia Síndrome de Down, aún habiendo dicho por activa y por pasiva que no iban a interrumpir el embarazo. Llegó al punto que hasta estando ya de parto en el hospital, constantemente le recordaban que aunque estuviese ya de parto, hasta que la niña no empezase a bajar por el canal tenía todavía tiempo de abortar. En el Reino Unido, muchos sanitarios abiertamente dicen que tienes un deber moral y ético de no traer al mundo a un niño con discapacidad y si lo haces, pues parece ser que eres una persona amoral básicamente que carga al sistema y a los demás con gastos inecesarios.»

En España no es necesario tomar esta medida. Por la sencilla razón de que en nuestro país casi ningún feto con síndrome de Down consigue llegar tan lejos como el día del parto. Normalmente dejan de ser y de existir en cuanto llega el resultado de la amniocentesis. Y la presión sobre las pocas madres que no se plantean la opción del aborto es tan bestial, que pocas son capaces de resistirla.

Las que aún así lo consiguen, tienen que leer después mensajes como este cuando comparten en redes sociales la feliz noticia del nacimiento de su hija: 

«Y no pudiste evitarlo??? Yo creo que era lo mejor 😳😳 eso en parte es egoísmo pero en fin. Bienvenida al mundo con la cara de fastidio y pesar y esperar que se adelante para que por fin sea feliz. Si decides tener otro asegúrate que no nazca así, de lo contrario mejor evítalo.»

Captura de pantalla del comentario en Instagram: "Y no pudiste evitarlo??? Yo creo que era lo mejor 😳😳 eso en parte es egoísmo pero en fin. Bienvenida al mundo con la cara de fastidio y pesar y esperar que se adelante para que por fin sea feliz. Si decides tener otro asegúrate que no nazca así, de lo contrario mejor evítalo."

Las demás madres nos libramos de esa presión porque por ahora no es posible detectar ciertas condiciones genéticas en las pruebas prenatales. Pero más pronto que tarde también será posible. 

Desde que nació mi hijo he cedido material genético (suyo y de nuestra familia) para cualquier investigación sobre su síndrome que me lo pidiera. Pero hace ya algún tiempo que empecé a ser consciente de que las investigaciones sobre genética pueden acabar utilizándose en el futuro para exterminar a seres humanos con las características de mi hijo. Así que, en los últimos años he acabado diciendo NO. Y me preocupa la inconsciencia con nos prestamos a algo sobre lo que nunca nos ofrecen ni información ni garantías. Ahora digo: Ya está bien de investigar “las causas”. Dediquemos esos recursos a hacer sitio en el mundo a todas las personas. A mejorar vidas y entornos.

Han logrado convencernos de que debemos deshacernos de los seres humanos no productivos (a ojos del sistema) en el momento mismo en el que nacen. Porque mi hijo era exactamente el mismo con 24 horas que con menos 24.

Lo que está detrás de este tipo de legislación y de estas acciones, es un sistema capitalista bestial y atroz que acabará consiguiendo que no nazca ninguna persona que no sirva a sus intereses. Esto que está ocurriendo en Gran Bretaña es el triunfo del thatcherismo. Ni la propia Margaret hubiese soñado un final mejor.

Durante el pasado Mundial de fútbol nos cansamos de leer y escuchar condenas a la violación de derechos humanos en Qatar. Sin embargo, esta barbaridad que está ocurriendo en la democrática y ejemplar Europa ha pasado completamente de puntillas. Porque nos han acabado convenciendo de que a ciertos niños y niñas hay que recibirlos como una tragedia. Así que mejor ya ni recibirlos. Y, no contentos, lo vendemos como un avance en derechos.

Es curioso, porque cuando vivía en Inglaterra (allá a principios de los 90), me contaron que en la sanidad pública ya no se informaba del sexo del bebé porque en ciertas comunidades se utilizaba para abortar a las niñas. Para practicar feminicidios prenatales. Ahora, ese mismo país ha legalizado la posibilidad de exterminar a ciertos seres humanos hasta el momento mismo en que empiecen a bajar por el canal de parto.

Es tan atroz. Y yo no soy capaz de expresar el dolor que me produce el silencio de todas las personas y organizaciones que siempre están allí donde se vulneren los derechos humanos.

Cuando la sordera, la diabetes, los genes asociados al cáncer, al Alzheimer, al alcoholismo, a la ludopatía (añadid cualquier circunstancia que se os ocurra) sean detectados en las pruebas prenatales, ¿tampoco vamos a dejar nacer a esas personas?

Escribía otra compañera: «Es el fracaso de nuestro modelo social, capaz de invertir millones y aunarse para defender el derecho a matar, e incapaz de cooperar para ofrecer contextos en los que todos tengamos cabida. No sé qué tiene de «progre» esta regresión a la época cavernícola y animal, en la que la manada destruye todo elemento «incómodo» o que se aleja de su modelo estandarizado de “ser”

ESTO NO ES PROGRESISTA.

ESTO ES NAZISMO.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

«Un día alguien moverá esa línea un poco más adelante o un poco más hacia atrás y muchos caeremos por ella.» 

(Ana Robles, mamá de Luna)

 

 

#AktionT4Prenatal

Nosotras también existimos. Nosotras también follamos

“Nosotras también existimos, nosotras también follamos.”

Telmo Irureta recibió ayer el Goya a mejor actor revelación y fue así de contundente en su discurso de agradecimiento.

A mi lado, un chico de dieciocho años que también sueña con ser actor, no paraba de repetir: “Tengo ganas de llorar”.

Y yo no puedo siquiera imaginar la emoción que se debe sentir al ver a una persona que comparte tu misma opresión llegar a un lugar con el que tú también sueñas, en unos espacios donde nunca hay cuerpos, ni voces, ni rostros como los de Telmo y Antón.

“Brindemos hoy por un cine más inclusivo y con cuerpos de todo tipo.”

Al primer sitio que me llevaron ayer las palabras de Telmo fue a Antonio Centeno y a su “Yes, we fuck!”. El derecho a la sexualidad de las personas nombradas por la discapacidad (convertido en tabú), el debate alrededor de la asistencia sexual, de los cuerpos no normativos… Todo está en el proyecto de Centeno. 

***Actualización de estado: Hoy es el momento de celebrar a Telmo. Llevo todo el día eliminando mensajes horribles y bloqueando a capacinazis disfrazadas de feministas. Y así seguiré hasta el infinito y más allá. Estoy leyendo cosas tan horribles que dan ganas de llorar. Ya os vale. ¡Ya vale!

Roberts & Meredith

En el segundo capítulo del libro “No Pity”, Joseph Sapiro comienza hablando de la coincidencia de que en el otoño de 1962 iniciaran sus estudios universitarios James Meredith (en la Universidad Missisipi) y Ed Roberts (en la de Berkley). El primero lo hacía escoltado por la policía. El segundo después de una larga lucha contra un sistema que entendía que sufragar estudios universitarios a un alumno como él, suponía malgastar recursos públicos.

La llegada de Meredith marcaba el inicio del acceso a estudios superiores por parte de la población negra dentro de las reivindicaciones del movimiento por los derechos civiles. La de Roberts, el nacimiento del Movimiento de Vida Independiente, del que fue principal impulsor y máximo representante.

Seis décadas después, ninguna sociedad ha conseguido erradicar el racismo ni el capacitismo. Creo, sin embargo, que la diferencia entre ambas luchas por los derechos civiles, es que la primera está perfectamente identificada y nadie cuestiona que atenta contra los derechos humanos. Cierto que sociedad está llena de elementos racistas, pero ya no es una actitud socialmente aceptable. Al menos por la mayoría y en la teoría. 

Sin embargo, el capacitismo es algo que ni siquiera se contempla como una conducta a erradicar. Ni se identifica ni se reconoce. El texto predictivo sigue ignorando este término y el procesador de textos lo marca en rojo por desconocido. Lo mismo que la sociedad. ¿Cómo combatir aquello que por no tener, no tiene ni nombre?

Imagino que aquel curso del 62, tanto James como Ed imaginarían una universidad repleta de estudiantes como ellos en sus proyecciones a sesenta años. Sin embargo, un colectivo continúa infrarrepresentado en esos espacios y el otro nunca alcanza a llegar.

REFERENTES

El martes tuve una mañana de mierda.

7:45 — No arranca el coche. Genial. Justo hoy que Antón tiene una consulta médica que llevamos meses esperando para que le citen y años para conseguir que le remitan a ese especialista. Tranquila, seguro que es la batería. Porque se lo presté la semana pasada a una persona (y no miro a naaaadie) y se dejó las luces encendidas toda la mañana. “Es que las del mío se apagan solas”. Va a ser la batería, ya verás que sí. Pienso un rato a ver qué alma caritativa puede venir con unas pinzas hasta aquí y a estas horas a rescatarme. Le llamo, responde a la caridad de su alma, enchufa las pinzas y el coche por fin se enciende. Pues sí, era la batería. Menos mal, porque con veinte años a cuestas empiezo a prepararme para su muerte inminente. Pero que no sea justo un día como hoy, por favor.

8:15 — Entro donde siempre a tomarme el mismo café doble (muy caliente y corto de café) y los dos minicroasanes. Y, como siempre, enciendo el iPad para procrastinar un rato entre periódicos y redes sociales mientras desayuno. No se enciende. Sale el dibujito del cable en una esquina que me advierte que está sin batería. Imposible. Ha estado toda la noche cargando y estaba al 100% esta mañana. Intento todas las combinaciones de botones que se me ocurren para ver si consigo resucitarlo y, por fin, aparece la manzanita. Bien, se está reiniciando. Cuando al fin revive, me advierte que la batería se está agotando y veo que indica 1%. ¿Cómo que uno por ciento? ¡Si estaba al cien hace nada! Vuelve a morir. Esta vez definitivamente. Vale, ya sé que no debería ser un drama que no me funcione el iPad, pero es que resulta que en realidad me hace la función de portátil y tengo ahí dentro textos y un par de proyectos de los que, como buena cretina analógica que soy, no tengo copia en la nube ni en ningún otro sitio. Lerda, lerda y más que lerda. Tranquila. Respira. Ya verás que, de alguna forma, consigues rescatarlos y sino, ¿qué pasa? Nada, sólo unas cuantas horas de trabajo a la mierda. Bastantes horas. En realidad, una tonelada de horas. Por idiota.

12:00 — Después de una mañana muy poco productiva, salgo para pasar a recoger a Antón. Increíblemente no voy con el tiempo justo como siempre, porque tenemos la nevera pelada y me voy a acercar antes por el súper. Además, tengo que llevar a la criatura a comer algo antes de la cita (que no nos la han podido poner a una hora más extraña), si no quiero que se coma al médico/a.

12:30 — Aparcamiento del súper con la compra en el maletero. No arranca el coche. Tranquila. No puede ser que justo muera hoy y justo en este momento. Vuelve el alma caritativa a rescatarme con las pinzas. Arranca. Pero así no puedo ir a ningún sitio, porque a la tercera fijo que será en medio de la rotonda del Puente Pasaje o en algún otro sitio igual de caótico. Y si eso pasa, ya no será culpa de la batería sino de mi lerdez. Además, en el fondo ya te estás temiendo que no, que no va a ser la batería.

13:00 — Paso por el taller. Están a tope y tengo que llorarles mi desesperación para que lo dejen todo y resuciten mi coche. Abren el capó y les escucho cruzar palabras que en mi cabeza suenan a marciano. Concluyo que uno de ellos cree que es la batería y el otro algo más serio. Porque “alternador” suena más grave que “batería”. Chafullan un rato entre las entrañas de mi moribundo coche (la RAE diría que es “chafallan” pero en mi casa usamos esta variante y con el respeto que me merecen esos señores por otras cuestiones, pues ni caso). Concluyen que tiene razón el de la batería. ¡Bien! La cambian. Casi 100 euros la broma de las luces. Salgo pitando. Todavía me da tiempo a alimentar al bicho.

[*Nota aparte* Sinceramente, a pesar del tiempo y esfuerzo que nos ha costado llegar a esa especialidad, no doy un duro por que se tomen en serio el caso de Antón. Si fuera su hermana, sí. Si fuera ella o cualquier otro niño no nombrado por la discapacidad, hubiera sido un problema considerado lo suficientemente serio y desde una edad muy temprana, como para haber hecho lo posible por corregirlo o, en todo caso, haber echado un vistazo a su evolución cada cierto tiempo. Hace algunos años, durante una revisión en otro especialista, entró un colega a hacerle una consulta sobre un posible tratamiento para una niña. Le preguntó si era “neurológica” y cuando el otro contestó que sí, le indicó que entonces no merecía la pena. Siempre me quedará la duda de si no merecía la pena por el bienestar de la niña o por el gasto de recursos en alguien que, igualmente, nunca sería “normal”. También me acordaré siempre de lo que me impactó saber que, entre ellos, se referían a los niños como mi hijo como “neurológicos”.]

15:00 – 15:30 — Deambulamos por los pasillos de un hospital que es el único de nuestro sistema sanitario público al que nunca hemos venido y por tanto, no conocemos. Preguntamos a dónde debemos ir en dos momentos distintos a personas a quienes les pagan por informar, pero que nos contestan con desgana e indicaciones imprecisas. Así que, acabamos en dos salas de espera distintas y las dos igualmente erróneas. Conseguimos que, por fin, alguien nos conduzca a la tercera y esta vez sí es la acertada. Temo que nos hayan estado llamando mientras vagábamos por los pasillos y esperábamos donde no era y que nos reciban con la escopeta del enfado cargada. Algunas personas, en ciertos sitios, tratan así a absolutos desconocidos. Es algo que nunca entrará en mi cabeza.

15:30 – 16:00 — Pero no. Ni siquiera menciona el rato que ha debido estar pitando nuestro número en la pantalla. Nos hace muchas preguntas. Pregunta por el grado de discapacidad y nos aclara que es por una cuestión burocrática para un posible tratamiento. Me pasma que me haga esa aclaración y más todavía que cuando pregunta si es una valoración permanente y le respondo que no (y que, a pesar de ser una condición genética que le va a acompañar toda la vida, la administración obliga a Antón a pasar por la humillación de la revisión cada cuatro años), haga un comentario al respecto que podría perfectamente haber salido de mi boca o de la de cualquiera de las familias en nuestra situación. Mira y remira a Antón. Revisa su historial. Más preguntas. Propone diversas alternativas y le consulta a Antón si sería capaz de probar una de ellas. Se lo prueba y Antón le dice que sí, que quiere intentarlo. 

Y entonces, cuando está cubriendo los formularios, le doy nombre a las señales que mi cerebro había estado captando pero había apartado, también inconscientemente, como improbables. Entonces me doy cuenta de que es “una de los nuestros”. O más bien debería decir “una de los suyos”. Alguien nombrada igual que mi hijo. Alguien que, casi con total seguridad, ha sufrido parte de la misma opresión y que, aún así, ha conseguido llegar al otro lado de la mesa de esa consulta. Me sube una emoción tan grande que me dan ganas de llorar.

Hace unos días compartía unas palabras de Antón donde él expresaba, sin decirlo, la necesidad de referentes que tienen las personas de su colectivo. La urgencia de encontrar a personas nombradas por la discapacidad en el audiovisual, pero también en la docencia, en hostelería, en la administración, barriendo las calles, en las consultas médicas… La urgencia de existir en vez de subsistir. La necesidad de estar. Porque si no estás, no existes.

Me hablaba a mí, mamá.

Esa frase de Antón al salir de la consulta, entre desconcertado (por lo excepcional) y emocionado, lo resume todo.

Foto de una amanecer sobre el mar. Se aprecia asomando el sol entre la bruma baja, la parte superior del cielo es de un azul intenso

p.d. La foto no tiene nada que ver pero es bonita. Como el final de mi día 😊

CREAMOS

En un artículo anterior hablaba del origen y desarrollo del movimiento Quererla es crearla. En este post me gustaría mostrar cómo ese dolor y esas necesidades individuales, que nacen de la exclusión y el maltrato en la escuela, hemos logrado convertirlas en construcciones colectivas.

La web de Quererla es crearla cuenta con los siguientes apartados: Queremos, Sabemos, Defendemos y Creamos. Este último contiene los proyectos que se han ido elaborando desde el colectivo. Por suerte, son muchas las acciones, intervenciones y publicaciones que se han podido desarrollar, así que, para no hacer pesado este post, voy a detenerme sólo en algunas de ellas. Igualmente, os invito a que echéis un vistazo a ese apartado para conocer el resto de proyectos (aquí el enlace).

 

CAMPAÑA “QUERERLA ES CREARLA” 

El nombre del colectivo surgió de la primera campaña que se hizo y que fue el lanzamiento de un vídeo. Necesitábamos un título que fuese a la vez también un lema. Después de darle mil vueltas, llegamos a “Quererla es crearla”. La intención de ese vídeo era exponer la necesidad de transformar la escuela, equiparándolo a otras luchas, transformaciones y cambios que hemos vivido como humanidad. Otras discriminaciones que, en su tiempo, también estaban completamente naturalizadas. Queríamos hacer ver la urgencia de crear la escuela que queremos y que hoy por hoy no existe. Porque no podemos seguir llamando inclusiva a una escuela que no atiende a todo el alumnado por igual y que excluye constantemente. Así, la campaña se elaboró alrededor de esa idea: la educación inclusiva no existe y, si la queremos, tenemos que crearla. Quererla es crearla.

Querer crear una escuela que acoja a todos los niños y niñas, chicos y chicas, independientemente de sus características y de sus circunstancias. 

Nace de una necesidad que plasmó muy bien nuestra compañera Mari Luz en esta frase: “Si separas en la escuela, separas para la vida entera”.

Y esto es algo que no sólo sirve para el alumnado nombrado por la discapacidad. Porque esa escuela también maltrata y expulsa a la infancia migrante, racializada, gitana, homosexual, transgénero… y con cualquier otra circunstancia que te aparte de esa teórica normatividad que, en realidad, no existe. La “norma” y la “normalidad” son una invención. Un molde ficticio en el que luchamos por entrar, pero en el que no todo el mundo consigue fingir que encaja. Y es entonces cuando la escuela te ignora, te maltrata o te expulsa.

El vídeo de esa primera campaña relacionaba la necesidad de la transformación de la escuela con otros cambios históricos: los protagonizados por el movimiento obrero, la lucha de las sufragistas, el movimiento por los derechos civiles de las personas afrodescendientes o contra la discriminación del colectivo LGTBIQ+.

GUÍA “CÓMO HACER INCLUSIVA TU ESCUELA”

Por su parte, de las conversaciones que mantuvo regularmente el grupo de Estudiantes por la Inclusión, nació la guía “Cómo hacer inclusiva tu escuela”.

Estos chicos y chicas analizaron aquello que les producía sufrimiento en la escuela y pensaron de qué forma podría cambiarse. Un sufrimiento provocado por distintas razones, porque uno de los orgullos más grandes que sentimos, es el haber sido capaces de conformar un grupo muy heterogéneo que va más allá de la discapacidad. De hecho, es algo que el grupo de adultos sentimos como pendiente y es el conseguir que se sumen otros colectivos, al margen de la discapacidad, que necesitan de esa transformación de la escuela. Algo que, como digo, sí han conseguido los EXI.

La guía está elaborada por estudiantes, junto a un grupo de investigadores de la Universidad de Málaga que les han acompañado en este proceso, y está dirigida a otros estudiantes, para ayudarles a conseguir que sus escuelas respondan a la diversidad del alumnado. Es un texto muy práctico, con intención de guiar a cualquier estudiante que quiera hacer su escuela más amable. O para otros miembros de la comunidad escolar que quieran ayudar al alumnado a desarrollar su propia voz para la transformación de sus escuelas. 

Ha sido publicada por el  INTEF (Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado), organismo dependiente del Ministerio de Educación y podéis descargarla en el siguiente enlace: “Cómo hacer inclusiva tu escuela”

 

CAMPAÑA “¿QUÉ HACEMOS ANTE LA SOLEDAD DEL ALUMNADO?”

Desde Quererla es crearla también quisimos visibilizar una dolorosa realidad: la soledad que vive una parte del alumnado en la escuela. Para ello se realizó un vídeo, en colaboración con el artista Leo Osa —que, además, también forma parte de los EXI—, que pretendía promover la reflexión y la acción colectiva para hacer las escuelas más habitables para todo el alumnado.

Esa soledad no se limita únicamente a los patios. Tampoco se restringe a quienes tienen una movilidad reducida. Así, el vídeo es un punto de partida para una reflexión profunda: hay estudiantes que, a lo largo de la jornada lectiva, se relacionan casi exclusivamente con el profesorado, alejados de su grupo de referencia, incluso compartiendo espacio.

La campaña quería impulsar una reflexión en los centros educativos sobre las prácticas que se podrían llevar a cabo para crear espacios de convivencia en los que todas las niñas y niños, chicas y chicos puedan formar parte de un todo. El trabajo de cada comunidad para evitar ese dolor podría ser, además, un punto de inicio de procesos inclusivos que puedan extenderse a otros temas de la escuela.

Se pretendía crear propuestas para la reflexión y el debate, que propiciaran la transformación de las escuelas en espacios democráticos y realmente inclusivos, donde las necesidades de todo el alumnado sean tenidas en cuenta y abordadas desde el respeto a los derechos humanos.

 

DOCUMENTAL “EDUCACIÓN INCLUSIVA. QUERERLA ES CREARLA”

También nació la idea de recoger todos esos procesos que estábamos viviendo a través de un documental que dirigió la cineasta chilena Cecilia Barriga.

El punto de partida del documental fue el caso de la Familia Calleja-Loma, cuyo hijo Rubén fue expulsado de la escuela con 10 años y que, además, fueron sometidos a un proceso de acoso y maltrato atroz por parte de la administración. 

Los Calleja-Loma batallaron en los tribunales durante diez años hasta conseguir la primera sentencia de la ONU que condena a España por no respetar el derecho a la Educación Inclusiva. Este derecho está recogido en la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) y obliga a España a cumplirlo. Nuestro Estado firmó y se adscribió a dicho tratado en 2008 y se comprometió, por tanto, a llevar a la práctica lo que en él se recoge. Es más, esta convención tiene un rango legal que lo sitúa al mismo nivel que la propia Constitución española. Así, no respetar el derecho a la Educación Inclusiva es anticonstitucional y, por tanto, un delito.

Partiendo del caso concreto de Rubén Calleja, el documental recoge también diversos encuentros de miembros del colectivo Quererla es Crearla y de situaciones de la vida diaria de algunas de sus familias.

“Educación inclusiva. Quererla es crearla” se estrenó el pasado 21 de octubre en el Museo Reina Sofía de Madrid. A la proyección asistió la Ministra de Educación, Pilar Alegría, que no sólo permaneció durante toda la proyección, sino que también participó en el diálogo que tuvo lugar al acabar. Muchas de las familias que han sido maltratadas por la escuela, incluida la de Rubén, tuvieron ocasión de exponer lo vivido a la ministra. Y la ministra dejó durante un momento el uniforme de política para ponerse el de mujer, el de ser humano, y escuchar. No soy tan ilusa como para pensar que a partir de ahí se pondrán en práctica soluciones para que otras familias dejen de sufrir dentro del sistema educativo. La transformación de la escuela necesita de algo que va mucho más allá de un ministerio y hasta de todo un gobierno. Necesita de una transformación social y en eso estamos: en Crearla porque la Queremos.

El documental está ahora a disposición de cualquier colectivo que quiera organizar una proyección y que pretenda, además, aprovechar ese encuentro colectivo para debatir sobre la escuela que queremos crear.

Puedes solicitarlo en el siguiente formulario: Organiza tu proyección

 

WORKSHOP CREARLA: Construyendo colectivamente para impulsar la escuela inclusiva.

El estreno del documental fue el inicio de un encuentro que nos reunió en Madrid durante ese fin de semana de octubre a muchas personas llegadas de distintos puntos del territorio español y que incluyó también un workshop y una concentración.

El WorkshopCrearla fue un encuentro entre familias, estudiantes, docentes e investigadores, en el que compartimos un diagnóstico de la realidad escolar en relación a la inclusión. Venía a ser una continuación del workshop que se había celebrado en Málaga cuatro años antes. El objetivo de este encuentro era generar un diálogo igualitario en el que construir líneas estratégicas para seguir trabajando de forma participativa, organizada y sistemática durante el siguiente año. No fue un congreso ni un curso al uso, sino un encuentro en el que cada participante se comprometía con la transformación del sistema educativo.

 

CONCENTRACIÓN EN CALLAO

Y ese encuentro tan extraordinario que se produjo en Madrid en octubre de 2022, tuvo su colofón en una concentración en la Plaza de Callao que reunió a muchas personas llegadas desde todos los puntos del Estado. Personas que pensamos que es posible crear una escuela que sepa acoger a todas las personas. Una escuela donde todos los niños y las niñas puedan educarse, convivir y crecer juntos. Porque sólo desde ahí se podrá construir una sociedad inclusiva.

LA TRIBU: del dolor individual a la construcción colectiva

LA TRIBU

La escolarización de Antón fue un camino lleno de dolor —porque golpea a lo que más queremos en la vida— donde nos fuimos encontrando muchas familias. Y nos encontramos gracias a ese espacio tan denostado que son las redes sociales. Para nosotros han ido mucho más allá de compartir fotos de comidas, fiestas o vacaciones. A muchos nos han servido para encontrarnos, elaborar argumentos, idear herramientas y aprender a disentir juntos en la defensa de los derechos de nuestros hijos e hijas, a quienes no sólo se cuestiona su presencia en la escuela, sino incluso su humanidad.

A lo largo de estos años, hemos ido tejiendo redes que nos han proporcionado, sobre todo, fuerza para resistir en esta lucha, porque las embestidas del sistema son casi diarias y cada vez se hace más dura. Redes que, con el tiempo, han llevado a iniciar transformaciones reales.

DES-AHOGO

Hace cuatro años, viví un momento emocional de especial dolor y fragilidad. Mi hijo iniciaba su segundo curso en el instituto y yo quería tirar la toalla porque ya no podía más. La Primaria había sido una etapa con momentos muy dolorosos, pero la Secundaria se había revelado como directamente el infierno. Y a comienzos de ese segundo curso, me vi ya sin fuerzas. Necesitaba compartirlo, pero no podía hacerlo abiertamente en redes como con otros momentos puntuales que había vivido en este camino.

Así que el 18 de octubre de 2018 creé un grupo de messenger con las personas con quienes me sentía más cómoda, o más identificada, o que pensaba que mejor me iban a entender. Messenger me pedía un nombre para el grupo y le llamé DES-AHOGO Porque así es cómo me sentía. Sentía que me ahogaba, no sólo emocional sino casi físicamente. Y necesitaba compartir cómo me sentía con gente que sabía que entendería por lo que estaba pasando. Contarles que ya no me veía capaz de seguir resistiendo más. Que nos íbamos a ese lugar creado para el alumnado que la escuela expulsa, a veces directamente y otras, como en nuestro caso, de forma indirecta.

Pero al otro lado no me encontré con los mensajes que había esperado. Eran mensajes de comprensión y de apoyo, sí, pero que me hicieron ver que no podía rendirme. Fueron muchas las palabras, los argumentos y las razones pero, sobre todo, la fuerza que me llegó y que consiguió que no me rindiera.

Ese grupo se convirtió en un lugar de desahogo para todas las personas que formábamos parte de él. Y con el tiempo, se transformó en un espacio donde siempre había alguien con alguna palabra, sentimiento, idea o recurso que unas veces ofrecía soluciones para los problemas que se planteaban y otras los hacía más llevaderos.

Con el tiempo se fue sumando más gente. No sólo familias, sino también profesionales que sufrían en la escuela por culpa de la vulneración de derechos que veían sufrir a su alumnado. Personas con más ideas, y más fuerza, y más recursos… 

Un día, una compañera dijo que éramos unos Radikales desadaptados y así fue como cambió el nombre del grupo a otro más acorde con aquello en lo que se había transformado: porque se convirtió en un lugar de resistencia y disidencia colectiva, un espacio que nos daba fuerza a todos para afrontar el día a día y las embestidas de la escuela, de quienes no querían allí a nuestros hijos e hijas e interpretaban su presencia como una especie de capricho o excentricidad de sus familias y no como un derecho.

 

CONVERSACIONES SOBRE LA ESCUELA INCLUSIVA

Y entonces llegó aquel encierro en marzo de 2020, por culpa de un virus que puso el mundo patas arriba, pero que, paradójicamente, a nuestros hijos e hijas les permitió ser más felices al alejarlos de la escuela y a nosotras, sus familias, nos permitió disponer de más tiempo para seguir pensando y armando transformaciones.

Las reuniones más intensas del grupo surgieron de forma espontánea en ese momento en que disponíamos de todo el tiempo del mundo. Dispusimos de tiempo en cantidad y en calidad, y eso nos permitió consolidarnos como grupo. Además, se sumaron otras personas a aquellos encuentros virtuales: familias, profesionales y por fin también, el alumnado, esa parte de la escuela a quien nunca se escuchaba. Fue así como se creó una resistencia paralela formada por nuestros hijos e hijas y los hijos e hijas de muchas otras personas que tenían en común el dolor que les generaba la escuela.

 

QUERERLA ES CREARLA

De esta forma que estoy resumiendo tantísimo nació el movimiento Quererla es Crearla y lo que podríamos llamar “sus juventudes”, agrupadas bajo el nombre de Estudiantes por la Inclusión (EXI).

Quererla es crearla es una red de personas comprometidas con la transformación del sistema educativo y de la sociedad, para que no deje fuera a nadie. Es un movimiento conformado por familias, docentes, estudiantes e investigadores, que quiere reunir todos esos esfuerzos que están haciendo distintas personas de forma individual, para conseguir la transformación de la escuela desde lo colectivo.

Quererla es crearla reúne a gente con la necesidad de crear algo que no existe y que es la educación inclusiva. Porque la realidad nos demuestra que la escuela inclusiva no existe. Una escuela que casi cada día excluye y expulsa, no puede denominarse inclusiva. Y si la queremos, tenemos que crearla. De ahí su nombre, que es una declaración de principios: Quererla es crearla. Cualquier persona que se identifique con este ideario, puede sumarse a este colectivo y a este movimiento.

Quererla es crearla busca una transformación social y cultural que debe nacer en la escuela. Y eso empieza por dejar de naturalizar que el sistema y quienes trabajan en él consideren que hay niños y niñas que no encajan en la escuela común, porque es tanto como decir que no encajan en el mundo. Y eso de ninguna manera debería asumirse ni aceptarse.

Quererla es crearla no es una asociación, ni una organización. No tiene organigrama, ni estatutos, ni presta servicios. QEC sí cuenta con un manifiesto, que es una declaración de intenciones y que anima a unirse a cualquiera que esté de acuerdo con él. Podéis leerlo aquí y sumaros al colectivo si os sentís identificados con lo que en él se expone.

 

Hace un par de meses me invitaron a participar en el ciclo “Re-generemos ciudad viva”, organizado por ECOM, para poder explicar qué era este colectivo y este movimiento. Así que si no tenéis muchas ganas de leer este post, podéis escuchar mi intervención en el vídeo que incluyo.

Os invito también a conocer todo este trabajo y este proceso más a fondo y a uniros a él, si es que conseguido transmitiros siquiera un poquito de la emoción que todos los que formamos ya parte de este colectivo y de este movimiento sentimos. Porque ser conscientes de que nos acompaña la ley y la humanidad, la razón y el corazón, nos ayuda a salir al mundo cada día para transformarlo y hacerlo más acogedor para todas las personas, independientemente de sus características y circunstancias. 

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