Cuestionar lo incuestionado

Fue hace cuarenta años y yo tenía quince. La última victoria del Atleti. El último paseo de la gabarra por la ría hasta el de ayer. Mi primera juerga y mi primera resaca. El momento que conocimos a la sección masculina de lo que acabaría siendo nuestra cuadrilla. Una de nuestras amigas conocía a uno de los chicos del grupo que también gritaba “¡Aupa Atleti!” junto a nosotras delante del ayuntamiento de Bilbao. Acabamos compartiendo kalimotxo y mistela. Y hasta hoy también vida. Aunque hemos crecido, nos hemos multiplicado y además esparcido por el estado y por el mundo, la kedada anual es sagrada y nos volvemos anguilas en su mar de los Sargazos.
 
Me pasaron muchas cosas ese año, o más bien ese curso. Y la fiesta del Atleti quizás fue la celebración de esa nueva persona en la que yo me estaba convirtiendo.
 
Alguien muy religiosa y con una profunda fe tras muchos años de colegio de monjas, abrazó ese año el ateísmo. Porque después de escuchar al profesor de Lengua era imposible para mí utilizar la lógica y la razón y seguir siendo creyente al mismo tiempo.
 
Alguien a quien en su casa se le decía constantemente que no se metiera en política y a quien convencieron de que era la actividad más maligna y peligrosa del universo, se convirtió (por obra y gracia de su profesor de Historia) en activista de eso que ahora se llama “memoria histórica”, pero que entonces era casi “historia presente”, porque hablaba de las vidas de mis padres y de mis abuelos. Y en miembro activo de “Gesto por la paz”, en un momento en que casi daba más vergüenza que miedo sujetar una pancarta después de cada asesinato junto a cuatro colgados más. El miedo, en todo caso, era por si me pillaban allí mis padres o se enteraban gracias a algún vecino delator que pudiera verme.
 
Alguien que asumía que por el hecho de ser chica debía realizar ciertas labores en casa de las que estaba exento su hermano, se convirtió en feminista después de escuchar a la profesora de Literatura, a la de Euskera, a la de Griego y a casi todas las que me daban clase aquel curso.
 
Se podría decir que ese 2º de BUP me adoctrinaron en mi instituto. Y bendito adoctrinamiento. Porque exactamente veinte años después, me sirvió para cuestionar los prejuicios sociales y culturales que me habían llevado a considerar la etiqueta con la que nació mi hijo pequeño como una absoluta desgracia y una tragedia que venía a destruir nuestras vidas.
 
Podría decirse que una vez que empiezas a cuestionar algo aprendido, y en mi caso fueron varios algos (religión, ideología y machismo), ya no paras de hacerlo con cada nueva situación de injusticia irracional —que conlleva casi siempre una opresión— que se presenta en tu vida.
 
A partir de aquel curso, dejé de ir a misa y me negué a hacer la Confirmación.
 
Conseguí que mi hermano pasara la aspiradora y, con el tiempo, mi padre acabó haciendo la cena muchas noches, cosiéndose los botones, planchando los pantalones y hasta limpiando los cristales. Un día que mi madre tendía la ropa en el balcón, escuché desde mi habitación como una vecina le reprochaba desde su ventana que pusiera a mi padre a limpiar los cristales el fin de semana después de pasarse toda la semana en la obra. Mi madre le contestó que también ella se pasaba la semana limpiado casas de 7 a 7 y con tiempo sólo para un bocadillo. Habían pasado ya cuatro o cinco años desde el inicio de mis protestas intrafamiliares casi diarias, pero ese día me di cuenta de la importancia de disentir y cuestionar no sólo para una, sino también para quienes quiere.
 
Y han sido el ateísmo, el feminismo y la política los que me han enseñado a cuestionar y no aceptar la opresión sobre mi hijo y a dar la brasa cada día y en cada espacio, hasta conseguir que alguien decida por sí mismo algún día que debe limpiar los cristales.
 
Qué pena que hayan desaparecido de las escuelas mis profesores de Lengua, Historia, Euskera, Literatura y Griego. Desde aquí les doy las gracias, porque gracias a Lucinio, Escudero, Miren, Begoña o Herminia la vida de mi hijo no será esa a la que le habían condenado al nacer.

 

2023 caracteres para recordar 2023

El protagonista de este año ha sido el documental. Con una gira que nos ha llevado de bolos por Sada, Taboada, Escairón, Melide, Vigo, Santiago, Coruña, Ourense, Málaga, Córdoba, Alcalá de Henares, Mahón…

A principios de febrero Antón nos mandó un wasap desde el bus explicando lo infeliz que era en sus nuevos estudios y comunicándonos su decisión de abandonarlos. 

Abril nos dio un poco de luz con Chus. Con ella compartimos un café con vistas al Atlántico donde surgió un proyecto precioso que ha ido gestándose desde entonces y va tomando cuerpo. Acabamos el mes cruzando ese mismo océano y aterrizando en Chicago para vivir una de las experiencias más extraordinarias de nuestras vidas.

Intenté quedar con Sue varias veces y en mayo, por fin, lo conseguimos. Volví de Ferrol con el corazón calentito y varias puertas con el cartel de “salida mínimamente decente para Antón”. Ese mismo mes, tuve una conversación con Selma donde me planteó una opción de vida para Antón que en octubre se convirtió en realidad. No me va a llegar la vida para agradecérselo, porque parece que, al fin, está en el lugar que realmente le merece.

En junio pasé cinco días horribles por culpa de un sms que me informaba de que tenía que realizar “un estudio complementario” debido al resultado de una mamografía. Fueron los días más largos del año.

En agosto disfruté como cada verano de mi familia entre poteos, churrascadas y verbeneos.

En septiembre hicimos etapa y media del Camino de Santiago con Dabiz y su troupe y pudimos vivir con ellos la entrada triunfal en el Obradoiro. Me atrevería a afirmar que la más triunfal de la de los 445.827 peregrinos que este año han completado el Camino.

He bajado dos veces a Madrid y bailado cuatro con los Gin Toni’s. Me han estafado tres operadoras telefónicas y el coche me ha dejado tirada dos veces. He dado cinco charlas y asistido a cuatro jornadas. He leído veintitantos libros y celebrado treinta y seis años de vida con mi crush.

Este año he pasado más días en Taboada que en Sada. Y ni tan mal.

2023 caracteres para recordar 2023.

 

Feel the moment its a present Carmen

Seguimos caminando, luchando y bailando 😊

Y como cada año por esta fecha, saco del cajón esta preciosidad que tanta alegría y tanta esperanza contagia.
 
19 años y 40 semanas contigo.
 
Te quiero infinito, mividiña ❤️ 

Gracias a todas por vuestras felicitaciones y vuestros deseos.

¡Seguimos caminando, luchando y bailando! ❤️💛💜 💚 

Celebrando la vida (19 años) por Antón Fontao

Un día como hoy, hace 19 años, yo nací en el Hospital Materno de Coruña. Mis padres en ese momento no sabían lo que les iba a suponer: un cambio de mirada; y es que una cosa llamada capacitismo estuvo, está (y espero que deje de estarlo en un futuro) a la orden del día. Pero para eso existe esta gran lucha que estamos haciendo una cantidad importante de personas. Aunque, bueno, me gustaría destacar unos cuantos puntos a lo largo de estos 19 años. Empecemos por cuando nací.

A los pocos días de llegar al mundo, una médica (llamarla así deja mucho que desear) le dijo a mi madre que no iba a poder hablar, ni caminar… incluso hasta que me iba a morir. No cabe duda que se equivocó de una forma descomunal. De hecho, cuando íbamos al Materno la veíamos por los pasillos, y si yo le tengo asco, imaginaros mi madre que tuvo que oír todas esas cosas que le dijo sobre mí.

A ver, yo tengo un habla distinta al de la mayoría de las personas, pero con que me preguntes las veces que sean necesarias qué dije, ya está.

Unos años más tarde llegó Infantil, y fueron, gracias a mi profesora Daniela, unos años increíbles.

Al llegar a primaria hubo algunos profesores que mejor sería si no los hubiese tenido, pero mayormente tengo un buen recuerdo de Mondego; después llegó la ESO y fue horrible… pero bueno, esa historia ya la conocéis.

Pero volviendo a cuando estaba en primaria, aquellos años en los que todos los viernes eran apodados como “ir a tomar los vinitos”, donde los padres tomaban algo en el bar y los niños íbamos a jugar al parque. Siendo sincero, yo siempre fui más de ir a tomar un zumo Pago (lo que tomaba en aquel entonces) y los famosos cacahuetes. Me solía sentar en las piernas de Tere, una buenísima amiga. También no podía faltar, como no, ir a la tienda de chuches, la cual llevaba Puri, una señora de la que desgraciadamente sólo me acuerdo que se escondía detrás del mostrador al verme para hacerme la broma, y conmigo era muy amable.

Algunos ya se fueron, mis padres con otros simplemente dejaron de tener contacto sin ningún por qué, y con Carlos tenemos la suerte de seguir quedando.

Pero la vida, yo pienso, que es eso, dejar de verte con algunos por nada en concreto, y gente nueva increíble que entra en tu vida llenándola de alegría.

Esto es ley de vida, igual que lo es que los padres dejen volar a sus hijos.

Hablando de dejar volar a los hijos, yo este año estoy viviendo fuera de casa. Lo mismo que hicieron mi hermana y mi padre cuando tenían mi edad, que según mi punto de vista, yo creo que es necesario para crecer como persona y para empezar a independizarse de una vez por todas. En mi caso, y seguro el de todos los de mi generación, estaba queriendo irme hace tiempo de casa, porque los padres son padres al fin y al cabo.

En cuanto a mi familia, es maravillosa y no la cambiaría por nada.

Mi hermana Amara me vio siempre como a uno más que formaba parte de la humanidad, cuando todo el mundo en ese momento me veía diferente. Tenemos nuestras broncas algunas veces, y seguramente como todos los hermanos, pero nos llevamos muy bien. Yo la quiero un montón.

Mi padre Segundo, que lleva toda su vida llegando después del primero, es alguien muy tierno y cariñoso, y es que las apariencias muchas veces engañan. A veces es demasiado gruñón, pero se le quiere igual.

Con mi madre Carmen me quedan unos cuantos años aún para devolverle todo lo que ella hizo por mí, estando a mi lado tanto en los estudios como luchando para que yo me sintiera bien en la escuela. Tanto fue su afán, que me lo contagió. ¡Cuánto la quiero!

Y por el resto de mi familia, soy muy afortunado.

Esos veranos en Taboada, bañándonos en la piscina, “poteando” (como se dice en el País Vasco) en el bar de la piscina, y haciendo miles de planes más juntos.

Luego llega Navidad, que Nochebuena la pasamos mis padres, mi hermana y yo en casa de mi abuela; me gusta mucho estar en ese ambiente tan íntimo los cinco juntos. Esa noche ver “Telepasión” (lo sé, os parecerá un rollo, pero es muy bonito ver esas coreografías, y es muy gracioso ver cómo cantan los que no se dedican a eso) antes de cenar y el Especial de la 1 que haya después.

El día de Navidad y los días siguientes también los pasamos con mi abuela.

Unos días antes de Nochevieja nos vamos a Bilbao, donde nos reunimos otra vez con mucha parte de la familia. También, da tiempo para quedar con los amigos que tenemos allí.

Al llegar el último día del año, por la tarde-noche empieza nuestro ritual: empezamos tomando algo en un bar, luego vamos a una tienda de chuches y después vamos a la casa de mis tíos a cenar. Parte de lo bonito es el poco espacio que hay en el salón para todas las personas que estamos allí. Pelearnos por decidir en dónde ver las Campanadas (muchos están muy interesados en ver el vestido de la Pedroche, y es que a mí la verdad, ya me aburre), esa emoción pura que me recorre todo el cuerpo con el corazón a mil por hora, al acabar de tomar las uvas (que yo siempre empiezo antes, porque en serio lo digo, uno se puede atragantar perfectamente, y vaya forma de acabar el año sería), nos abrazamos todos entre todos acompañado de mucha alegría y un “feliz año”, asomarnos a una ventana a ver los fuegos artificiales, y por último bajar a la plaza a tirarlos (que yo siempre tomo una distancia prudente sabiendo cómo tira los fuegos artificiales mi tío Alberto).

Luego llega cuando muchos se van por ahí de fiesta u otros simplemente van a dormir; yo me quedo en el sofá de la casa donde duermo viendo el Especial “¡Feliz (el año en el que entramos)!” en la 1, que siempre suele estar bastante chulo.

Al día siguiente mola bajar a la calle y verla desierta de gente y con todo el suelo lleno de confeti y de cosas esas, aún con la resaca emocional (otros muchos que aún no se han despertado y cuando lo hacen tienen resaca, en el sentido literal de la palabra).

En resumen, este soy yo: una persona que a veces sólo está hasta las tantas de la mañana si hay música o charloteo tomando algo si es con mis seres queridos, porque la verdad no es mi ambiente donde suele salir la gente de mi edad y las situaciones en que hay un uso excesivo de alcohol (no me siento a gusto), al que le dan miedo hasta estos mosquitos que son medianamente grandes pegados a la pared (y no os digo ya con las avispas y las abejas), cuando estoy en un entorno de confianza, entonces ahí soy realmente yo; también me encanta estar con mi familia y amigos, y me encanta viajar.

Y es que a pesar de los golpes que me han dado en mi vida, ahora me siento muy afortunado y muy contento por la vida que tengo.

 

Imagen del rostro de Antón con fondo negro

Autor de la imagen: Jose Luis Aguirre

 

Nuestras otras celebraciones:

Celebrando la vida (8 años)

Celebrando la vida (11 años)

Grazas á túa vida

Celebrando la vida (15 años)

Celebrando la vida (17 años)

 

Felicidades mividiña 💙

Un día, debías tener cuatro o cinco años, me miraste muy seria y me dijiste: “Non te preocupes, mamá. Non vou traballar nin irme nunca de casa. Vou ser sempre filla”.

Se veía tan lejano ese momento, que provocó las risas de todos los presentes sin que tú pudieras entender la gracia del asunto. Pero el tiempo voló de una forma que no me explico y aquí estamos. Tú en el proceso de romper tus promesas y yo en el de no verle ni pizca de gracia a ese recuerdo.

Ojalá sí cumplas la última parte de aquella promesa 😊 

Felicidades, mividiña 💙

8 del 8

Foto en blanco y negro de una niña de unos tres años sentada en un columpio. Lleva un pantalón negro, un chaqueta clara y aparece abrigada con gorro y bufanda.

Me gustaría contarle tantas cosas a la niña de la foto. Le diría que (aunque a estas alturas seguro que ya lo sospecha) el destino le ha hecho caer en la mejor familia que se pueda tener. En brazos de un padre y una madre que te querrán y cuidarán por encima de todo lo imaginable. Por encima de ellos mismos.

Que en un par de años tu familia volverá a hacer las maletas y acabarás en un lugar donde serás muy feliz. Llorarás tanto tanto cuando tengas que irte veinte años después… Pero nuevamente el azar te va a regalar una vida y una gente que te harán igual de feliz.

Que vas a conocer a un chico que te gustará por chulo (desgraciadamente, te van a flipar los chulos) pero vas a tener la gran suerte de que sólo lo es en apariencia. Increíblemente, será un hombre como llegado de otro planeta, alguien a quien la cultura patriarcal en la que se ha criado ni le ha rozado. Bueno de corazón y de acción.

El nuevo siglo (y milenio) te va a regalar una hija que será uno de los seres más luminosos del planeta Tierra. Te va a fascinar tanto esa niña y vas aprender tanto con ella, que no podrás creer tu suerte por poder ser su madre.

Cuatro años después pensarás que la vida te ha castigado por tanta fortuna con el nacimiento de tu hijo. Pero es mentira. Es un espejismo. Tardarás un tiempo, pero acabarás dándote cuenta de que ese niño es una de las personas más grandiosas que vas a conocer en tu vida. Quien más te va a enseñar con diferencia y lo afortunada que serás por poder acompañarle en su trayectoria vital, que será tan rica y os llevará a sitios y gentes tan increíbles que, nuevamente, no podrás creer tu suerte.

Tu marido, tu hija y tu hijo formarán parte del grupo de las mejores personas que conozcas en tu vida. Otras tres serán el hermano que te llegará en unos meses, la compañera de vida que escogerá y la maravillosa descendiente que creará esa suma de bondades. 

Cuando tengas nueve años empezarás en un colegio nuevo y el primer día de clase P. se acercará a tu mesa para pedirte una hoja porque se le ha olvidado la libreta. Desde entonces caminaréis juntas, no importa las tempestades emocionales que atraveseis durante la adolescencia, ni los cientos de kilómetros que os acabarán separando de adultas.

Bastantes años después vivirás otro de esos primeros días. Esta vez en un nuevo trabajo. M. no se acercará a pedirte ninguna hoja, pero también te cogerá de la mano desde ese día y completará la lista de personas buenas que formen parte de tu vida.

Vas a quedarte muy pronto sin la luz y el ancla de tu padre y te romperá el corazón y el alma en tantos pedazos que te parecerá imposible superar ese dolor. Pero lo harás. Nunca dejará de doler, ni un sólo día, pero será un dolor cada vez más tolerable. Te preparará además para el horrible final que la vida ha dispuesto para tu madre. Aprenderás así la tremenda chorrada que es eso del karma. No existe. Es una tremenda putada, pero el destino, el azar, o lo que sea, a veces le da vidas de mierda y muertes todavía peores a personas que no han hecho otra cosa que preocuparse por los demás y, en cambio, concede vidas regaladas y muertes dulces a auténticos hijosdemierda. Así que, toca madera, para ti y sobre todo para los tuyos, y apura cada día porque no se sabe lo que pueda estar esperando a la vuelta de la esquina.

📸 Esta es de las pocas fotos que tienes de tus primeros años y la única donde no apareces llorando. Debes tener trazas de ADN sioux y por eso huyes y te escondes cada vez que ves una cámara. Con el tiempo aprenderás a ponerte detrás y ser tú quien capture el alma de los demás.

Feliz ocho del ocho 🎂 y Feliz vida ❤️

El bar-rrio Asgane

Hablaba el otro día con un (creo que ya) amigo que investiga y escribe sobre el patrimonio del lugar donde últimamente paso la mitad de mis días. Le decía que, aunque me gustan y me enseñan sus textos sobre el patrimonio histórico o natural, los que más disfruto son los que hablan del patrimonio humano. 

Elegí estudiar Historia y por un tiempo ejercí como guía de turismo, así que todo el mundo da por hecho que controlo muchísimo sobre arte, arquitectura y patrimonio en general. Y lo cierto es que no, que esos temas me producen cierta desgana. De hecho, debo confesar que en alguna ocasión en que me contactaron grupos interesados en realizar una visita centrada exclusivamente en arte o en arquitectura, las rechacé. A veces confesando la verdad o, si me daba mucha vergüenza, alegando que tenía esa fecha ocupada.

He tardado tiempo en entender esta aparente incongruencia y que se debe más a la (i)lógica de los planes de estudio y de cómo alguien o algunos han decidio agrupar los saberes humanos, que a una extravagancia mía.

El caso es que mi discurso en aquellas visitas siempre giraba entorno a las personas, que es lo que realmente creo me apasiona. Las que han pasado a la historia y las anónimas. Las que han hecho cosas grandiosas y las capaces de las mayores atrocidades. Creo que cualquiera de las vidas que ha pasado por este planeta es apasionante. Sólo hay que saber contarla bien.

Sin embargo, son tantas las vidas que no se han contado, que son millones las historias asombrosas que se han perdido para siempre. Los libros están plagados de reyes, guerreros, artistas, escritores, filósofos, deportistas, científicos, estadistas… Pero no aparecen los labradores, panaderos, canteros, albañiles, carpinteros, sastres… De las mujeres, ya ni hablemos.

Y entonces me acordé de una pequeña joya que existe gracias al empeño de José Manuel Valdés, el hijo de Mila y Pepe “El asturiano”, los del “Bar Asgane”. Hace unos años editó un libro precioso que lleva el nombre del bar de su familia. Él mismo se encargó de documentarlo y de recopilar todo el material gráfico que lo acompaña. 

Es la historia del barrio donde pasé mi infancia y mi adolescencia. La historia desde su nacimiento, como uno de esos barrios que se construyeron de forma apresurada en los sesenta para acoger a toda la mano de obra que debía alimentar los planes de “desarrollo” del franquismo. Un modelo que consistía en desarraigar a gentes pobres del rural y trasvasarlas a lugares inhóspitos y sin servicios que se masificaban de un día para otro en las afueras de ciertas ciudades. Aunque debo decir que, visto lo visto después, mi barrio resultaba de los más acogedores entre los que brotaron en esa época.

Evidentemente, cuando era niña los padres y madres de mi barrio me parecían todos mayorcísimos. Pero ahora hago cálculos y me estremece pensar que en realidad eran chicos y chicas muy jóvenes construyendo sus proyectos de vida a cientos de kilómetros de sus familias y de sus orígenes. Así que, aquello que yo veía como natural —puertas abiertas en la escalera, vecinas intercambiándose cazuelas, críos correteando entre casas— entiendo ahora que era en realidad extraordinario. La solidaridad entre personas que se necesitaban y que habían cambiado los lazos de sangre por los de vecinanza.

Jose los ha recogido a todos ellos entre las páginas de este libro. Ha recogido a todas esas personas que pulularon entorno al bar de sus padres. En un momento y un lugar donde los bares tenían una función social difícil de calcular. Como él mismo dice en el prólogo del libro: “se ejercen funciones de aula de cultura, planificación de eventos, organización vecinal, competiciones, terapia grupal, toma de decisiones, intercambio de ayudas técnicas y profesionales, tertulias gratificantes, consuelo, ayuda financiera, etc.”

Lo que supone un bar en este país nuestro sólo lo entendemos quienes hemos mamado esta cultura. Soy una gran entusiasta de este modelo social que tanto me cuesta hacer entender cuando estoy en otro país. Y no, el nuestro no tiene nada que ver con el de esos otros lugares. Que el libro de Jose se articule entorno a este espacio para explicar la historia del barrio, lo dice todo.

Lo hojeo de tanto en tanto. Porque me produce una nostalgia de las que duele y no siempre tengo el ánimo para hacer frente a una embestida emocional tan brutal.

Lo tengo ahora entre las manos. Busco en el índice a mi padre. Está en la página 403, justo después de mi tío y precediendo a mi tía. Manolo ya no está, a Crucita y al Moure tenemos la suerte de seguir disfrutándolos. Ahí quedarán los tres para siempre.

Y pienso, una vez más, que todo esto que escribo por aquí debería tomar forma de papel, que es donde de verdad perduran las historias. Algún día será. Para que nuestras vidas, que no son las de reyes ni estadistas, ni científicos ni filósofos, también permanezcan.

Lengua materna

Ayer fue el día de la lengua materna.

Y yo me paré a pensar si podría llamar “materna” a mi lengua, porque no es la lengua de mi madre. Ni siquiera la de mi padre. Ni la de mis abuelos o bisabuelos o tatarabuelos, ni la de ninguno de mis antepasados desde que el mundo es mundo. O desde que el latín se transformó en gallego. Desde la época en que era el idioma de la música. Para que os hagáis una idea, el equivalente a lo que hoy sería el inglés. Porque era la lengua en que se componía la lírica medieval en casi todos los reinos peninsulares, incluido el de Castilla.

¿Qué pasó para que esa misma lengua acabara asociándose a gente pobre, analfabeta y embrutecida en la siguiente etapa histórica? Un momento que fue de oro para una lengua y de oscuridad para otra. “El Siglo de Oro” vs “Os Séculos Escuros”. Un tiempo donde las obras de Góngora, Quevedo o Lope se poblaron de personajes gallegos que representaban los arquetipos más negativos de la sociedad y el refranero popular estaba repleto de (des)consideraciones hacia los gallegos y hacia lo gallego:

“Antes moro que gallego” (o su otra versión: “Antes puto que gallego”)

“A castellano tenedor, gallego pedidor”

“No fíes en perro que cojea ni en amor de gallega”

“Los gallegos vinieron al mundo para el descanso de los animales”

Pues pasó que cambió el idioma de quienes tenían el poder. Así de simple. Y ocurrió que se instaló algo que se llama “autoodio”,  que es la forma más efectiva de acabar con una cultura: convencer a sus depositarios de que es peor, que es menos, que es malo, que es inútil… 

Una lengua no debería valorarse en función de eso que llamamos “utilidad” y que, en realidad, quiere decir “productividad”. ¿Qué más útil que comunicarte con tu familia, con tus vecinos, con quienes pueblan toda tu vida? ¿No es esa la razón de ser del lenguaje hablado?

Mi lengua materna no es la de mi madre, porque ella nunca me hablaba en su idioma. ¿Cómo vas a transmitir a tus hijos una lengua responsable de que de niña te pusieran de rodillas sobre piedras en la escuela? Castigando como rebeldía lo que era desconocimiento de una lengua, que no podías saber porque a tu alrededor sólo esa maestra la hablaba. Una lengua que hacía que cuando visitabas a tu familia de la ciudad tu prima se avergonzara de ti y se negara a llevarte de paseo. Que también era la lengua de todas las chicas que, como tú, servían en aquella ciudad a más de mil kilómetros de tu casa. Las que no sólo erais menos, sino que seguramente no erais nada.

Y muchos de los depositarios de esa lengua se lo acabaron creyendo. Acabaron creyendo que eran menos, que eran peor, que no eran nada. El poder del autoodio.

Exactamente igual que ocurre con las personas nombradas por la discapacidad: también les convencemos de que son menos, de que son peor, de que no son nada.

Todas las opresiones se acaban pareciendo. Porque, en realidad, la opresión es siempre la misma.

Desde el nacimiento de mi hija y durante sus primeros años de vida, hice el esfuerzo de hablarle gallego. Y digo esfuerzo, porque hablar en un idioma que no es el tuyo en el entorno laboral o con gente más o menos extraña, es complejo; pero utilizar en tu intimidad familiar una lengua que no es la tuya, en la que no piensas, es un esfuerzo bestial. Lo hice porque entendía que la lengua que estaba en peligro, de las dos que se hablaban en nuestro entorno, no era precisamente la mía. Y porque sentía que podía ayudar a recuperar lo que hubiera sido el curso natural de la historia lingüística de mi familia. Mi hija es ahora gallegohablante. Como su abuela. Y como todas las madres que nos han precedido en la familia.

No lo hice igual con mi hijo. Porque cuando nació me convencieron de que si era difícil que pudiera llegar a hablar (y ni siquiera entender) una lengua, dos era algo completamente impensable. Casi casi casi me convierto en brazo armado del sistema capacitista para inocularle la cuota de autoodio que le correspondía en base a su funcionalidad. Sólo espero haber rectificado a tiempo.

 

Documental: Educación inclusiva. Quererla es crearla

El próximo viernes, 21 de octubre tendrá lugar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) el estreno del documental “Educación inclusiva. Quererla es crearla”.
 
Si estás por Madrid y quieres acompañarnos ese día, las entradas estarán disponibles (de forma gratuita y hasta completar aforo) en la web del museo a partir del miércoles, 19 de octubre, en el siguiente enlace: Ser parte de todo.
 
Tras la proyección del documental, tendrá lugar un debate en el que participarán familias, pedagogos e integrantes del área de educación del museo. Entre otros, el menda de la foto.
 
 
 
Asi se le presenta así en la web del Reina Sofía:
«Anton Fontao, activista y miembro del colectivo Estudiantes por la inclusión (EXI). Ha participado en la elaboración de la guía “Cómo hacer inclusiva tu escuela” para el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF, 2021) y en el congreso “Inclusión y Buenas Prácticas en la Educación 2022”.»
 
Aquí un trocito de un proyecto al que muchas personas hemos dedicado nuestra alma durante más de un año.
 

PInchando en la imagen podrás acceder al tráiler del documental

 
 
 
A partir de su estreno, podrán desarrollarse pases de la película dentro y fuera de España de forma gratuita. Aquel que quiera programar una proyección en su localidad, entidad, escuela, facultad, ayuntamiento, etc. sólo tiene que escribir un correo a info@creemoseducacioninclusiva.com detallando la siguiente información:
 
  • Entidad organizadora
  • Nombre y apellidos de la persona responsable, indicando la posición que ocupa en la entidad.
  • Fecha propuesta para el pase.
  • Lugar (país, localidad, institución).
  • Sala en la que se proyectará, indicando el aforo de la misma.
  • Posible audiencia (número de personas previstas, miembros o no de una institución o entidad, público en general, etc.).
  • Un contacto (correo electrónico o teléfono) que se pueda hacer público, para anunciarlo en nuestra página web.
  • Una dirección web o perfil de redes sociales en la que se publicará la convocatoria (una vez sea aprobada la propuesta de proyección, la entidad organizadora deberá publicarla en internet, a través de una website y/o de redes sociales).
 
Quererla es Crearla
❤️💛💜 💚
 

 

 

Los EXI en el futuro (por Antón Fontao)

Esto, lo que vais a leer a continuación, no se le puede llamar ni escrito, ni novela, ni capítulo, ni nada. No sé cómo llamarlo, ni tan siquiera ponerle un título. Esto lo-que-sea es súper largo, así que si queréis lo podéis leer a trozos.

Está inspirado en todos los integrantes de los EXI (Estudiantes por la inclusión), y algunos más que no lo son pero que sin duda tienen mucho vínculo. Sólo los que nos conocéis seréis capaces de decir quién es quién. Sólo que usé otros nombres. Espero que os guste.

Un grupo de chicos y chicas de pie alrededor de un salón muy suntuoso en el Ministerio de Educación de España

Llevamos siendo un grupo desde que íbamos a 1º de la ESO. Todos nosotros por separado sufrimos mucho en el colegio, y no fue hasta la ESO cuando formamos este grupo, que nos volvimos juntos más fuertes. Todos en Primaria habíamos sufrido mucho, tanto por parte del alumnado como del profesorado.

En la ESO también nos siguió pasando, pero nos ayudamos todos entre todos. Hasta que nadie pudo hacer nada y a Saúl, uno de los integrantes del grupo, le pegaron en los baños del instituto. Afortunadamente no le pasó nada grave. Estuvo dos días hospitalizado, y los tres chicos fueron expulsados sólo tres semanas. No me parece nada en comparación con lo que le hicieron al pobre Saúl, aunque, bueno, tampoco es que el centro hiciera nunca algo, y menos lo iba a hacer en ese momento.

Nuestros padres llevaban ya meses haciendo piña, hasta crearon un grupo de WhatsApp; y fue cuando Saúl ya había salido del hospital, cuando nuestros padres decidieron poner una demanda colectiva por desatender a un alumno. Fueron a juicio, y, el centro ganó. Después descubrieron que el juez estaba comprado, más destaparon algunos trapos sucios del centro. No podríamos haber llegado hasta ese punto sin un profesor que decidió testificar contra el centro.

Ahora ya somos mayores, y toda esa gente que entonces no creía en nosotros, que nos daba la espalda y que sufrimos mucho por culpa de ellos, pues bien, todos ellos, ahora se tienen que aguantar viéndonos triunfar consiguiendo cumplir todos nuestros sueños.

Yo, Nico, soy actor y escritor, y lo amo. Amo interpretar. Ahora estoy interpretando al inspector jefe Martín Gutiérrez en la serie “Servir y proteger”. Trabajar con actores y actrices como Luisa Martín o Pablo Puyol para mí es un auténtico lujo. Y trabajar en esta serie también lo es, por supuesto. Gané tres Goyas por tres películas, una dirigida y guionizada por mí. También dirigí dos obras de teatro, y en las dos nos fuimos de gira por toda España.

La verdad es que estoy muy feliz y muy contento.

Nagore, creó un partido político que está en el Congreso de los Diputados llamado Eduinclusión. También es toda una Ministra de Educación. Como tiene que haber opiniones de todo tipo en esta vida, hay gente que está en contra de lo que hace, pero afortunadamente son más los que están contentos con ella.

Hace unos años, cuando a VOX ya le faltaba poco para desaparecer, Nagore humilló a Iván Espinosa de los Monteros, que este criticó el cambio de la educación en este país y la culpó de esa variación. A continuación, era su turno y le puso en evidencia delante de todos los allí presentes, y, claro, a él no le gustó que le humillara de esa forma. También hizo todo lo posible para que se ilegalizara ese partido. Hasta fue a la ONU junto con otro integrante del grupo, Víctor, ya que tiene experiencia yendo a la ONU.

Después de conseguir ilegalizar ese partido y de que todo el mundo supiera gracias a ella de qué pie cojeaban, la noche anterior a que entraran todos los diputados de VOX en prisión, cuando Nagore llegó a casa se encontró con la casa desordenada. Y como no, fueron los propios Santiago Abascal, Macarena Olona, Rocío Monasterios e Iván Espinosa de los Monteros quiénes entraron a su casa, y ya no les imputaron solo los delitos de odio, sino que también les imputaron por los de allanamiento de morada. Varias semanas después tenían que elegir a los candidatos para futuro presidente del Gobierno, y Nagore no sólo se presentó a las elecciones, sino que también las ganó y hoy en día sigue siendo presidenta del Gobierno.

Víctor es consejero social en la ONU, y como consecuencia de ello, está viviendo en Nueva York. Antes de llegar allí dirigía un centro para personas con Alzhéimer, y, en general, personas mayores, y eran muy bien tratados gracias a él. También estuvo por todos los colegios de África viendo qué se cocía allí. Hoy en día, como dije, se encuentra en la ONU intentando que se respeten todos los derechos humanos, especialmente los de las personas con algún tipo de discapacidad. 

También le ofrecieron el puesto como presidente de EE.UU. y lo rechazó porque se negaba a vivir en la Casa Blanca porque no quería pisar una casa donde estuvo Donald Trump. De vez en cuando, siempre que tiene vacaciones, va a su pueblo natal donde es muy querido: a León.

Álex es creador de videojuegos. Creó muchos personajes con algún tipo de discapacidad, entre los que se encuentra Snack, un personaje que fue, y sigue siendo, famoso en toda Europa. También tiene un videojuego muy famoso donde transcurre en un lugar imaginario: Discapacilandia, donde allí respetan y miran igual a personas con algún tipo de discapacidad, y donde el alcalde, entre otros, tiene una discapacidad.

Carla es actriz y escritora. Trabaja en Hollywood protagonizando y dirigiendo películas que fueron y son famosísimas gracias a ella. Todo el mundo se va a comprar lo que viste ella, todo el mundo quiere parecerse a ella, y ni siquiera puede salir a la calle porque la persiguen y con ello se forma una avalancha de gente queriendo sacarse una foto con ella. Hasta le preguntan si quieren ser su novia, y lo más gracioso es que quieren vivir con ella. Tiene que llevar seis escoltas porque si no la matan.

Es tan grande el fanatismo hacia ella que algunas veces le tiran del pelo, le rompen la ropa o le pisan hasta el punto de tener moratones en los pies y en las piernas. Una vez que iba a un rodaje le empezaron a seguir, y con la fuerza que tenía la gente se cayó tan fuerte al suelo que tuvo contusiones tanto como en ambas piernas como en los dos codos.

Después de salir del hospital, era tanto su cansancio respecto a sus fans que desapareció de la vista de la gente, pero solo los amigos supimos a donde se dirigía para pasar allí el resto de su vida: al Caribe. Y allí, entre mojitos y mojitos, escribía novelas que solo leíamos nosotros.

Bruno es médico. Gracias a él ahora los profesores tienen en cuenta las citas médicas de los niños y niñas que están enfermos y los días que tienen que faltar a la escuela y les facilitan las cosas. Impulsó una campaña precisamente para pedir que los centros fueran humanos con los alumnos y alumnas que están enfermos. También durante toda su carrera diagnosticó muchos síndromes a personas de cualquier edad.

Nerea es abogada. Trabaja en el bufete más prestigioso de todo el Mundo. Durante toda su carrera ha ganado millones, millones y millones de casos, muchos de ellos con repercusión, tanto nacional como internacionalmente. Defendió a varias familias cuyo hijo o hija sufrían odio y acoso por parte del profesorado (como le había pasado a ella de niña por ser gitana) y consiguió meterlos en la cárcel por un delito de odio y por otras acusaciones más. Ahora tiene una lista infinita de personas que quieren que sea su abogada.

Mario era un ilustrador famosísimo en toda Europa, Latinoamérica, Centroamérica y Sudamérica por sus cuadros. En cada ciudad de estos lugares que acabo de nombrar hay un museo dedicado a él. Tenía billones y billones de firmas de cuadros. Tenía exposiciones prácticamente cada semana. Recuerdo que un día quedamos todo el grupo para tomar algo y él tuvo que salir del bar escoltado por la policía. Todos querían ser su representante, pero él renunció a que otros se forraran a su costa.

Un día de este año, Mario convocó una rueda de prensa y dijo que se retiraba del arte, no porque no quisiera ser más ilustrador, sino, que la causa era la ansiedad por la que estaba pasando por culpa de su fama. Al día siguiente le llovieron críticas de todos los lados por culpar a la gente de su ansiedad. Hasta que se acabaron olvidando del tema y de él, y así es como siguió haciendo ilustraciones en el único lugar donde no le criticaron, todo lo contrario, le apoyaron a muerte: en O Porriño.

Dani es actor y pintor. Ganó siete Goyas y cuatro Oscars. Lo tienen como el mejor actor del Mundo. Todos los directores lo quieren en su equipo. Tiene un museo en su pueblo. Como consecuencia, el pueblo ahora es muy famoso y va gente de todos los lugares a visitarlo. Todo el mundo flipa con que Dani pueda compaginar su vida de pintor con la de actor y además atender a su huerto y sus gallinas, pero sí, lo hace, y muy bien, además.

Sergio, retoca fotos. Dani las saca y Sergio las retoca. Hacen e hicieron fotos de todo tipo: desde a palmeras y animales en peligro de extinción, como hasta a la reina de Inglaterra. Ahora tiene billones, billones y billones de peticiones de la gente que va de viaje y se saca fotos y todos quieren que les retoquen las suyas.  Según Google es el hombre más rico de parte de Europa, y todo el dinero que gana retocando fotos se lo dona a diferentes asociaciones. Con todo el dinero que ganaba, aparte de donarlo, también le dio para viajar por todo el Mundo durante tres años.

La gente por el Instagram de Sergio sabía dónde estaba, e iban a verlo en persona. Él se daba cuenta de que le perseguían, y entonces dijo su famosa frase: “¡Si me queréis, irse!”. Al día siguiente entró en redes, y le escribieron comentarios como este: “has copiado la mítica frase de Lola Flores, y tú a ella no le llegas ni a la suela de los zapatos. ¿¡Me entiendes!?”. Tuvo unas semanas en las que le criticaron mucho, pero enseguida lo dejaron en paz y todo siguió igual que antes para él: continuó trabajando en lo suyo con mucho éxito.

Sara, trabaja impartiendo cursos de cómo hacer sus famosísimas flores. Tiene una infinita lista de espera de gente que quiere hacer sus flores, y de todas las edades. Hay personas que hasta vuelven a apuntarse otra vez, otra y otra a la lista de espera, de tanto que les ha gustado. 

Ahora las flores de Sara son famosas en todo el Mundo. Tanto, que el año pasado se escribió una nueva Constitución y pusieron un delito nuevo que es que metería en la cárcel a todo aquel que hiciera mal las flores de Sara. Hasta uno estuvo durante 25 años en prisión por romper una flor de Sara.

Unas semanas después Sara emitió un comunicado donde exigía que se dejara de ir a la cárcel por hacer mal sus flores, y también decía que las flores se podían hacer como cada uno quisiese. Entonces, a todos los que habían ido a la cárcel por eso se les compensó con trabajar en la fábrica donde hacían sus flores. Tazas, camisetas, bolsos, perfiles de personas en redes, portadas de libros de diferentes autores y muchas otras cosas más llevaban la flor de Sara. Hasta cambiaron el logo de la ONU y el de la UE por su flor. Creó un equipo de fútbol, también con el logo de la flor, donde juegan personas con todo tipo de discapacidades. Este año ganó el Mundial.

Y, por último, Hugo, que trabaja en el centro cívico de su barrio. Allí él es muy querido por la labor que hace. También da charlas en distintos centros educativos sobre cómo tratar allí a las personas con algún tipo de discapacidad por parte del profesorado y del alumnado. Él está muy reclamado entre los centros. Va a todos, y gracias a él ahora las personas con algún tipo de discapacidad son tratados muy bien.

Autor: Antón Fontao

 

Foto tomada de espaldas de un grupo de chicos y chicas asomados y mirando hacia abajo en una de las terrazas del ministerio

Antón, ni más ni menos que Antón (por A. Fontao)

El pasado 11 de diciembre elDiario.es publicó en su sección “En primera persona” un artículo de Antón que hoy traslado a Cappaces. Para tenerlo guardado y a mano entre toda la maraña de información que a veces se me esconde en la red.

El título con que apareció ese escrito era: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: «Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto»Sin embargo, en este post aparece con el título original, el que había elegido su autor y que imagino que los editores entendieron como poco periodístico. Lo he recuperado porque me parece maravilloso y porque no se puede decir tanto sin necesitar siquiera de un verbo.

Quiero agradecer a Lucía M. Quiroga su sensibilidad y su interés por la historia de vida de Antón, así como su empeño en que fuera escuchado por mucha más gente. Grazas, Lucía ❤️ 

ANTÓN, NI MÁS NI MENOS QUE ANTÓN

Me llamo Antón, tengo 17 años y vivo en Sada (A Coruña). Entre las cosas que más disfruto está pasar tiempo con mi familia, escuchar música, jugar a juegos de mesa, ver series y pelis y muchas otras cosas. Soy un chaval con síndrome de Joubert y, se quiera o no, nacer con cualquier tipo de discapacidad te marca. Más o menos, pero lo hace. Te impide muchas cosas, pero no por la discapacidad, sino por la sociedad. No entiendo que por tener discapacidad te traten o te hablen diferente, solo por tener un historial médico o cierto diagnóstico. Según la sociedad en la que vivimos, si «te faltan capacidades» eres menos y hay que tratarte diferente. Pues no. El valor de las personas no depende de las capacidades que tengan.

Yo no lo tuve, ni lo tengo, ni lo tendré fácil. Sí, tengo un entorno en el que me encanta vivir. Disfruto de mi vida, mi familia, mis amigos y la gente que he ido encontrando últimamente en mi camino. En ese sentido no puedo ser más afortunado, pero también en mi vida hubo muchos altibajos, aunque para mí pesa más todo lo bueno. Pero, por desgracia o por fortuna, al igual que no me olvido de lo bueno, tampoco de lo malo. Esos malos momentos, a pesar de que es difícil de creer, de una manera u otra me ayudaron a ser una persona más fuerte.

Mi paso por el sistema educativo ha sido muy complicado. Algunos profesores han sido muy buenos, pero otros me han tratado mal. Siempre me he sentido solo, especialmente en mi última etapa del instituto. Así que este año he dejado las clases presenciales porque sobre todo el último curso para mí fue un infierno. No solo por algunos profesores, sino también por mis compañeros y por cómo pasaba el recreo: completamente solo. Ahora estoy estudiando en casa y voy a Santiago solo a hacer los exámenes. La diferencia es buena en comparación con las clases presenciales porque ya no sufro las cosas que sufría antes. Tampoco es que me entusiasme lo de este año, pero si tengo que elegir me quedo claramente con estudiar en casa.

No me acuerdo del día exacto en que supe que tenía una discapacidad, aunque en realidad desde pequeño, en cierto modo, ya me di cuenta por las miraditas. Y es que hay dos cosas que no llevo nada bien, que son las miradas y, ahora, los tratos infantilizadores. Las miradas son algo que tuve que sufrir desde bien pequeño. Las típicas escenas en las que niños me señalaban sin ningún tipo de pudor y después decían, aunque yo les oyera, que tenía un párpado caído o que veían algo raro en mí. Para mí no era, ni es, nada agradable, pero entiendo que son niños pequeños y aún no saben las «normas» de la sociedad en la que vivimos y todavía les queda mucho por aprender.

Pero ahora a las miradas se le suman también los tratos infantilizadores, y esto no lo hacen los niños, sino los adultos. Me tratan como a un niño pequeño. Eso me molesta mucho y es inadmisible, pero es que yo soy muy tímido y eso puede que influya en este trato porque con determinada gente casi ni me atrevo a hablar, y también estoy seguro de que no lo hacen con maldad. No saben cómo hacer para tratar o acercarse a una persona con discapacidad. No saben, por decirlo de algún modo, los pasos que hay que dar o el comportamiento que hay que tener. A mí me gustaría poder ayudar a cambiar esto y conseguir que las personas con discapacidad reciban el mismo trato que el resto, tirando los prejuicios al fondo del mar.

A veces por la discapacidad la gente acude a ayudarte con buena intención pero sin que tú se lo pidas. Una de las situaciones más humillantes que viví fue un día en Ikea. Nunca me había pasado tal cosa, pero esta vez sí. Yo estaba esperando a mi madre cerca ya de la salida, porque estaba cansado de andar de aquí para allá, cuando se me acercó una empleada que, aunque era muy maja, a mí en ese momento no me gustó nada que viniera. Bueno, ni en ese momento ni nunca. El caso es que como me vio solo, se acercó y me preguntó por cómo iba vestida mi madre y entonces, por el walkie talkie, empezó a avisar a sus compañeros y vino más gente. Me dijeron que avisara a mi madre con el móvil y me hicieron quedarme esperando con las chicas de un sitio de información. Lo pasé fatal. Quizás yo también tuve culpa por no decir que no pasaba nada y que me podía quedar yo solo, pero no me esperaba todo esto y no supe reaccionar. Al final apareció mi madre y nos fuimos. Yo me sentí muy humillado como persona de 16 años que tenía. No creo que a mi hermana cuando tenía 16 años o a otro chico de esa edad le hubiera pasado eso.

También me molesta cuando voy solo por la calle y me encuentro a algunos conocidos por el camino que me preguntan que cómo es que ando solo. Y con esto digo que solo porque se vea una discapacidad en una persona no significa que siempre necesite ayuda o no pueda ir sola por el mundo. Lo mejor sería esperar a que yo pida ayuda o preguntar primero si la necesito, no darlo por hecho. Al hacer eso no se piensa en que para la otra persona puede ser una humillación o una falta de respeto. Las personas que utilizan silla de ruedas están hartas de que les empujen la silla sin ni siquiera preguntar. O personas ciegas que les cogen del brazo desconocidos para cruzar la calle y hasta les pegan sustos haciendo esto. De verdad que está bien ayudar, pero primero hay que asegurarse de que esa ayuda hace falta porque si no quizás estemos haciéndole sentir mal a esa persona. Tampoco se puede pensar que porque una persona tenga una discapacidad no pueda hacer nada ni pueda andar sola por el mundo.

Mi futuro lo imagino quizás mejor de lo que realmente me vaya a pasar. Pero ojalá se cumplan todas las cosas que deseo. De mayor me gustaría ser actor. Soy un amante del teatro, el cine y las series y me gustaría trabajar en ese mundillo. Voy a clase de teatro desde que tengo cuatro años y, aunque soy muy tímido, cuando estoy en un escenario me crezco más. Si no consigo ser actor me gustaría ser guionista o director, porque también me gusta mucho escribir. En mi imaginación mi futuro lo pinto como yo quiero que sea, y es que creo y siento que la vida me debe una. También me gustaría ser columnista.

Y, sí o sí, voy a ser activista a favor de los derechos de las personas con discapacidad y contra todo tipo de injusticias. Me gustaría que la sociedad tratara a las personas con discapacidad de igual forma que a las personas sin discapacidad. Y es que esto no lo tendría que estar pidiendo. ¿Por qué según cómo has nacido se te trata de una manera u otra? Esto no tendría que pasar. Sé que la sociedad no lo hace por maldad, pero habría que solucionar la ignorancia que hay respecto a este tema.

Adolescente con una camisa negra con letras rojas que imita la clásica de "Los Ramones" pero que lo cambia por "Raciones". Al fondo se ve una isla con un castillo y un cielo rojo sobre el mar que anuncia la puesta del sol.

Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2021 en elDiario.es: Antón Fontao, adolescente con síndrome de Joubert: “Me sentí tan solo en la Secundaria que acabé dejando el instituto”

Bajo una mirada (por Antón Fontao)

Hoy es 3 de diciembre.

Conmemoramos esta fecha contra la opresión capacitista y de reivindicación de los derechos de las personas con discapacidad con este texto de Antón Fontao

#3Diciembre


BAJO UNA MIRADA

Hay una cosa que siempre me ha molestado de la gente: las miraditas y el que vaya a un bar, pida, y que casi siempre miren a mi madre, a mi padre o a mi hermana, o que me infantilicen. El tema de las miraditas ya hablé con la Academia de Cine porque me van a dar un Goya de honor por estos 16 años (casi 17) de aguantar miraditas. Tengo el Goya ganado.


No, pero ahora en serio, estoy enormemente cansado de que niñxs al ir por la calle y en algunos bares se me queden mirando atentamente como a la tele. Son pequeñxs, y aún no saben controlar muy bien las cosas, y que no lo hacen por mal, pero es que no puedo estar más harto. Los martes después de ir a pasantía mi madre o mi padre y yo siempre vamos a tomar un café con churros, y este mismo martes un señor sentado en la otra mesa no paró de mirarme desde que nos sentamos hasta que nos fuimos, menos cuando yo le miraba.


Aquel mismo día tenía teatro, me fui a la casa de la cultura, fui al baño, salí, y mientras estaba haciendo tiempo con el móvil, otro señor sale del baño, se para y me pregunta: «¿2 por 3?» Yo no sabía qué decir, no le contesté, más que nada porque eso ya era humillación pura y dura. Cuando se fue lo había entendido todo muy bien: él como me vio con “cara de tonto” me vino a preguntar eso para “comprobar mi capacidad intelectual”. No le di una hostia porque no supe qué hacer ni decir. Eso me sentó muchísimo peor que las miraditas de algunxs niñxs.


El tema de pedir en los bares o restaurantes. Vienen, yo le pido, no me entienden, y no les culpo, pero algunas veces miran a mi madre o a mi padre. Ya sé, que si no me entienden qué van a hacer, y lo entiendo. Pero una vez que estaba pidiendo, la camarera no me entendió, y le preguntó a mi madre: “¿Qué dijo?”. A ver, ya no me importaría que mirara a mi madre, porque ya lo hacen mucho, y por una vez más no iba a pasar nada, pero esto, ya sé que no lo hizo por mal, pero tratarme como si yo no estuviera no me gustó. Aunque sí que es verdad que la última vez que fuimos a comer al chino, vino el camarero, pedí, y me entendió. A mí me parece que lo dije igual que siempre. Yo tengo mi propia hipótesis, y es que algunos ya vienen pensando que no me van a entender y es que si vienen así normal que no me entiendan. Y otros no piensan que no me van a entender y pues me entienden.


Tampoco me gusta nada que me infantilicen. Hay casos generalistas que me pasa, pero quiero destacar un caso: hace dos años, la última vez que celebramos las fiestas en la casa de mis abuelos vino, como siempre, una mujer, que no digo su nombre porque a lo mejor tiene Facebook ve esto y se molesta. Siempre que viene cuando me ve me infantiliza mucho y me llama nené. Lo de nené seguro que era porque no se acordaba de mi nombre, pero me podría llamar chaval. A ver, de pequeño vale, pero es que en la penúltima fiesta antes de la pandemia era más o menos mayor, y en la última, si no me equivoco, tenía 14 años. Recuerdo un año que dos amigas mías y yo estábamos en la cocina y queríamos subir, estaba esa mujer y yo le pedí a mis amigas que me cubriesen al pasar por el comedor para que no me viera. Parecían mis escoltas. Y, al final, sin culpabilizar a mis amigas, porque ese plan daba el canto de que iba a ser un churro, me vio. Y, bueno, lo esperaba peor.


Otro tema también es ignorarme. Viví casos. Y de que le pregunten al/la que está a mi lado preguntas “para mí”, o sea, por ejemplo: ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene?… cosas mías, eso también me molesta muchísimo. Pero un caso que voy a decir es que un día mi padre y yo estábamos con dos amigos suyos, y, bueno, llegamos, uno ni me saluda y el otro sí. Y en un momento de la conversación, el mismo que no saludó, cuando mi padre me dice que como mucho de broma, uno me hace un par de gracias con que “tú come, que tienes que crecer” o algo así, y el otro le comenta a mi padre que qué coma, que tiene que alimentarse. Ahí ya me molestó mucho, porque, primero esas cosas se las comentas a la persona afectada. No me molestó tanto eso, lo que me molestó es que el trato en ese momento fuera como si yo no estuviese. No sé si me entendéis. Por eso cuando tuvimos una charla hace unos días mi madre y yo en casa de unos amigos, además de gustarme mucho, significó mucho para mí porque me sentí escuchado y que lo que yo decía importaba. Y también donde me siento así es en las reuniones con “Estudiantes por la inclusión”. Me siento escuchado y que escucho.

6.209 días

Feliz vida, mi amor.

Gracias por estos 6.209 días.

Te quiero sin fin ❤️

Daltonismo social

Las mariposas ven más colores que nosotros. Cada vez que me encuentro con una, me pregunto cómo serán todos esos colores que ella está viendo y yo no.

Imagino que soy tan ciega respecto a ella como todas esas personas que no perciben ni admiran las inmensas y maravillosas tonalidades de Antón 🦋

Sólo que ese daltonismo social es completamente voluntario.

Furia

Mi naturaleza adictiva me lleva a ser una consumidora compulsiva. Mi adicciones actuales son: las series, los libros y los podcasts.

Además, soy tan compulsiva (o tan adicta) que no los intercalo: me gusta una serie, me la zampo en un fin de semana; que me atrapa un libro, no duermo hasta acabarlo. En cuanto a los podcasts, si descubro un programa, consumo del tirón todas las temporadas que tiene hasta ese momento. Caminando, en el coche, cocinando, limpiando, en  el súper… Menos en la ducha, en absolutamente todos los sitios y situaciones que mantengan mis manos ocupadas y/o mis piernas en acción.

Y todo esto rollo, ¿para qué? Pues para hablar de Isa Calderón y Lucía Lijtmaer y su “Deforme Semanal Ideal Total”. En realidad lo descubrí hace ya un tiempo, gracias a “Cosas que (me) pasan”, que es quien me ha descubierto algunos de los podcasts que más enganchada me tienen.

Devoré a Isa y Lucía en unas pocas semanas y ahora me devora a mí la impaciencia, porque tengo que esperar quince eternos días por cada nuevo episodio. 

Deforme Semanal Ideal Total

Pues bien, su último podcast lleva por título “Furia” y ¡Oh, diosa! (que diría mi amiga Marta), ¡Qué iluminación! Me he pegado un porrazo mayor que aquel del caballo.

Os pongo en situación: las circunstancias derivadas de la diversidad funcional de Antón (insisto: no su discapacidad, sino el (mal)trato que recibe por parte del mundo), me han convertido en una persona que se enfada muy a menudo. De hecho, ha habido personas que han cuestionado y atacado públicamente mis escritos (en el blog, en Facebook, en Twitter) y que han hecho alusión a ese enfado mío. Y con ello también me han desarmado y, lo que es peor, callado. 

Así que, cada cierto tiempo, me propongo a mí misma cambiar. Para intentar suavizar mi discurso y expresar las cosas de otra manera. Para abrazar a esas circunstancias y personas que dañan a mi hijo, en lugar de enfadarme con ellas.

Y, hete aquí, que vienen esta semana Isa y Lucía (perdón por la confianza) y dedican su programa a la “Furia”. O, más concretamente, al modo en que la cultura mediática tiende a condenarla cuando procede de mujeres y se utiliza para desacreditarlas. Como a partir de la segunda mitad del siglo XX, se instauraron una serie de mitos en la prensa y en la cultura audiovisual como reacción contra la liberación de las mujeres. Y como esos mitos no sólo no son ciertos, sino que son evidencia de una reacción violenta en la sociedad contra las mujeres y lo que han logrado en los últimos años. Así, “esa reacción construye una cultura que admira al hombre joven iracundo, porque es percibido como heroico y sexy. Mientras que la joven mujer iracunda es despreciada y ridiculizada porque es leída como castradora y amargada”.

Y, hete aquí, que también ha sido justo hoy cuando Marta (otra vez Marta, que me educa cada día), me ha mandado un enlace sobre un libro que lleva por título “La dictadura del coaching. Manifiesto por una educación del Yo al Nosotros”, de Vanessa Pérez Gordillo.

Y así, todo va encajando y entiendo cómo está todo relacionado. La cultura mediática nos enseña a mirar mal a las mujeres que se enfadan y a desacreditar su discurso, y luego viene el coaching, el mindfulness y todas esas mierdas varias (escribí de ello aquí hace un tiempo) y nos dicen que nuestros problemas no vienen de fuera, sino que están en nuestro interior y los causamos nosotros y en nuestra mano está que desaparezcan (a 80€ la sesión o 400 pavos la entrada para escuchar al gurú de turno que llena auditorios).

¡Pues no! Desde ahora reivindico y defiendo mi legítimo derecho a enfadarme. Porque es ese enfado, esa ira, esa furia, las que me llevan a hacer todo lo posible por cambiar las cosas que están mal, que hacen daño y que generan injusticias. Y todo eso no está dentro de mí, sino que está fuera. Y cuando no es posible cambiar el mundo, al menos puedo mandarlo a la mierda.

Tampoco voy a ir al otro extremo y hacer apología del enfado. Lo que intento expresar es que sí, que a veces es inevitable e incluso necesario. Además, creo que soy muchas más cosas que mi enfado. También tengo sentido del humor y sé reírme de mí misma. Reivindico el enfado no como lo que soy, sino como parte de mí y de lo que me impulsa a la acción. Así que voy a permitir que el enfado asome las veces que haga falta enseñarlo.

Me llamo Carmen y soy adicta a las series, a los libros, a los podcasts y a la cerveza 😜