Saber dónde. En la anterior entrada reflexionaba acerca de las carencias que tienen muchas veces nuestros niños cuando se colocan frente a la pantalla del ordenador, desmintiendo así ese tópico generado por su definición como “nativos digitales”. Lo cierto es que no saben dónde encontrar la información que precisan, ni distinguir las fuentes fiables de las que no lo son. Lo ilustraba con el ejemplo del esfuerzo que supuso para mi hija localizar una simple poesía por encargo de uno de sus profesores.
Además de las horas de práctica necesarias para aprender a localizar información en la red, sería también necesaria una adecuada orientación por parte del docente, encaminada a enseñar a sus alumnos la forma más efectiva de localizar esa información, así como los criterios de búsqueda y las combinaciones de palabras más eficaces en cada caso.
Cuando se encarga a un alumno buscar en internet un poema (o cualquier otro tipo de documento o información), debería instruírsele previamente sobre cómo hacerlo. O, al menos, aprovechar esa experiencia con posterioridad: se podría utilizar este tipo de actividad no sólo para cultivar la afición a la poesía, sino también para realizar una puesta en común posterior en la clase donde los alumnos compartieran su experiencia en esta búsqueda. Podrían cotejar el tiempo invertido por cada uno, analizar y comparar los términos de búsqueda empleados, para concluir cuál es el mejor camino y el criterio más eficaz para completar con éxito y en el menor tiempo posible el ejercicio.
Me he hecho el firme propósito de reservar algún hueco a lo largo de la semana, para instruir a mi hija sobre el manejo y la búsqueda de información en la red. Se desenvuelve a las mil maravillas en Tuenti o Youtube, dadas las horas invertidas en estas plataformas. Saber buscar en internet información fiable y con la mínima pérdida de tiempo, es una habilidad que también requiere de práctica.
Saber cómo. La falta de criterio y de juicio crítico de los niños no se aplica tan sólo a la búsqueda de información. Hace unos días mi hija descubrió (con cinco años de retraso) la canción Viva la vida de Coldplay. Tanto le entusiasmó, que buscó la partitura en internet para poder tocarla al piano. Esta aventura nos ha costado una infección de virus y troyanos en el PC de consecuencias todavía imprevisibles. Ha servido, sin embargo, para que por fin entienda que no debe teclear nunca en la barra de Google la combinación “descargar” + “gratis”. Es el camino más recto para instalar archivos que acaben cargándose nuestro ordenador.
Los niños y adolescentes no instruidos en el uso adecuado de la tecnología, son extraordinariamente imprudentes. No se puede dar a “aplicar”, “descargar” o “instalar” sin pensárselo dos veces como hacen ellos. Por no hablar de que no saben cómo salir del lío cuando el sistema se colapsa o la interfaz gráfica no responde como debe, a no ser “apagando por las bravas”. Desterremos el falso mito de los “nativos digitales”. Ser un usuario activo de tecnología no garantiza el saber cómo utilizarla sin unos conocimientos básicos previos y una adecuada supervisión.
Cierto es que no se necesita conocer con precisión el funcionamiento de un motor para conducir un coche. Pero sí resulta imprescindible conocer las normas de circulación, distinguir las señales de tráfico, saber cómo revisar la presión de los neumáticos y hasta cómo cambiar una rueda.
Saber con quién. Los “inmigrantes digitales” estamos tan preocupados porque nuestros hijos sepan desenvolverse en el mundo virtual, que muchas veces les dejamos acceder a él de forma ilimitada, sin formación, sin guía y sin supervisión.
Existen dos tipos de ciberpadres:
–Los despreocupados. Formado por aquellos que no ejercen ningún tipo de vigilancia ni control, amparados en la aparente seguridad física de tener a su hijo a salvo entre las cuatro paredes de su habitación. Hasta que un día se despiertan, entre desconcertados y sorprendidos, por la depresión en que está sumida una hija, a quien en la intimidad de sus cuatro paredes se le ocurrió mandar a su novio una foto en ropa interior que circula ahora por medio instituto, o de un hijo sometido a ciberbullying a través de una red social.
Son muchísimos los epígrafes que se podrían dedicar al desconocimiento o mal uso que los niños y adolescentes hacen de la tecnología y de la red. Sólo intento desbaratar esa idea de que es un mundo en el que saben desenvolverse sin problemas y donde nos llevan una enorme delantera. No es verdad. Y deberíamos interiorizar esto cuanto antes para evitar las consecuencias de ese mundo tan grande como variado, donde hay información, arte, creatividad, amistad… y también riesgos, accidentes y peligros.
– Los ciberhistéricos. Este segundo grupo lo constituyen padres convencidos de que hay un pederasta listo para acosar a sus hijos al primer clic que estos ejecuten. De tal modo, que restringen su acceso a internet y apenas sí les dejan consultar el correo electrónico o la web de la escuela. Privan a sus hijos de las inmensas posibilidades del Universo Google.
A la espera de que aparezca una tercera opción más sensata, yo me encuentro moviéndome entre ambas categorías dependiendo del momento, aunque debo reconocer que el pie de la histeria está más anclado que el de la despreocupación. Y, del mismo modo que mi madre me contaba cuanta violación tenía lugar en 10.000 km. a la redonda cuando yo era adolescente y anunciaba mi intención de regresar tarde, me veo ahora a mí misma transmitiendo a mi hija cada noticia que aparece en relación al ciberacoso, al sexting y al grooming.
Cuando creía saber todo sobre este tema, me sorprendieron los nuevos datos que ella misma me aportó a raíz de una charla impartida en su instituto por un equipo especializado de la Guardia Civil. Este tipo de encuentros debería ser obligatorio en las escuelas al menos una vez por semestre. Tanto para los niños como, y sobre todo, para sus padres.
Suelo estar vigilante a los pasos de mis hijos en el ciberespacio. Algunos padres consideran que esto supone una intromisión en su intimidad. Sin embargo, si nos preocupamos por saber con quién se relacionan en el mundo real, a dónde van, cuándo y durante cuánto tiempo, no deberíamos considerar una intrusión en su privacidad el saber de estas circunstancias también en el mundo virtual. Considero que informarme sobre dónde y con quién han estado mis hijos en internet, no equivale a leer su diario. Aunque como nadie me ha formado ni orientado sobre esto, puedo estar perfectamente equivocada. Cada vez que algún aspecto de la educación de mis hijos me plantea alguna duda, suelo remitirme a cómo resolvían mis propios padres situaciones similares. Valoro como adecuada, sensata y justa la forma en que ellos me educaron e intento obrar siempre del mismo modo o, al menos, de forma similar. Sin embargo, ese recurso no me sirve en este campo. Somos nosotros quienes nos vamos a tener que encargar de señalar el camino por primera vez. Y esa idea asusta… y mucho.
Enlaces de interés:
Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil
ENLACES RELACIONADOS:
Aplicación de las nuevas tecnologías a la Educación
Instrumentos que permiten innovar y motivar mediante la utilización de las TICs
Interesantísimo artículo Carmen, te dejo unas reflexiones:
Ser un nativo digital no presupone un dominio de la tecnología, el término hace referencia al hecho de haber nacido con la revolución digital en marcha, algo que no nos ocurre a los que hemos pasado ya los 40, jejejej. Quiero decir que nosotros sí hemos nacido durante la revolución de los medios de transporte (aunque no hayamos tomado un avión en nuestra vida). Las revoluciones “materiales” provocan cambios de todo tipo, reacciones y adaptaciones y nuevos entornos en los que, queramos o no, tenemos que desenvolvernos.
El problema está en que los profes no hemos diseñado todavía las preguntas adecuadas, los ejercicios o las actividades idóneos para trabajar en la red.
El primer paso estaría entonces en realizar las preguntas correctas, en función de su edad, su “base”, sus intereses (sus intereses!!!) y el medio en el que se va a desarrollar su trabajo. Tu misma lo dices; tu hija se desenvuelve de maravilla en tuenti y en youtube. Yo creo que el error está ahí: en la pregunta que plantea el docente, en el diseño de la actividad en si misma.
La falta de criterio y de juicio crítico no es algo solo de los chavales, me temo…pero estoy de acuerdo en que los adultos (los profesores) tenemos mucho que hacer a la hora de convertir ese tiempo en la red en algo productivo. “Buscar información”, es algo a lo que muchos docentes recurren porque quizás no tienen una idea mejor para usar las nuevas tecnologías que repetir lo que han hecho ellos en su adolescencia, incluso en su infancia: buscar en una enciclopedia…ese es un ejemplo típico de falsa innovación.
Estoy completamente de acuerdo en lo que dices sobre educar a nuestros hijos: sentido común y ser lo mejor padres y madres que podamos.
Un abrazo!
_Seso