Mi naturaleza adictiva me lleva a ser una consumidora compulsiva. Mi adicciones actuales son: las series, los libros y los podcasts.
Además, soy tan compulsiva (o tan adicta) que no los intercalo: me gusta una serie, me la zampo en un fin de semana; que me atrapa un libro, no duermo hasta acabarlo. En cuanto a los podcasts, si descubro un programa, consumo del tirón todas las temporadas que tiene hasta ese momento. Caminando, en el coche, cocinando, limpiando, en el súper… Menos en la ducha, en absolutamente todos los sitios y situaciones que mantengan mis manos ocupadas y/o mis piernas en acción.
Y todo esto rollo, ¿para qué? Pues para hablar de Isa Calderón y Lucía Lijtmaer y su “Deforme Semanal Ideal Total”. En realidad lo descubrí hace ya un tiempo, gracias a “Cosas que (me) pasan”, que es quien me ha descubierto algunos de los podcasts que más enganchada me tienen.
Devoré a Isa y Lucía en unas pocas semanas y ahora me devora a mí la impaciencia, porque tengo que esperar quince eternos días por cada nuevo episodio.

Pues bien, su último podcast lleva por título “Furia” y ¡Oh, diosa! (que diría mi amiga Marta), ¡Qué iluminación! Me he pegado un porrazo mayor que aquel del caballo.
Os pongo en situación: las circunstancias derivadas de la diversidad funcional de Antón (insisto: no su discapacidad, sino el (mal)trato que recibe por parte del mundo), me han convertido en una persona que se enfada muy a menudo. De hecho, ha habido personas que han cuestionado y atacado públicamente mis escritos (en el blog, en Facebook, en Twitter) y que han hecho alusión a ese enfado mío. Y con ello también me han desarmado y, lo que es peor, callado.
Así que, cada cierto tiempo, me propongo a mí misma cambiar. Para intentar suavizar mi discurso y expresar las cosas de otra manera. Para abrazar a esas circunstancias y personas que dañan a mi hijo, en lugar de enfadarme con ellas.
Y, hete aquí, que vienen esta semana Isa y Lucía (perdón por la confianza) y dedican su programa a la “Furia”. O, más concretamente, al modo en que la cultura mediática tiende a condenarla cuando procede de mujeres y se utiliza para desacreditarlas. Como a partir de la segunda mitad del siglo XX, se instauraron una serie de mitos en la prensa y en la cultura audiovisual como reacción contra la liberación de las mujeres. Y como esos mitos no sólo no son ciertos, sino que son evidencia de una reacción violenta en la sociedad contra las mujeres y lo que han logrado en los últimos años. Así, “esa reacción construye una cultura que admira al hombre joven iracundo, porque es percibido como heroico y sexy. Mientras que la joven mujer iracunda es despreciada y ridiculizada porque es leída como castradora y amargada”.
Y, hete aquí, que también ha sido justo hoy cuando Marta (otra vez Marta, que me educa cada día), me ha mandado un enlace sobre un libro que lleva por título “La dictadura del coaching. Manifiesto por una educación del Yo al Nosotros”, de Vanessa Pérez Gordillo.
Y así, todo va encajando y entiendo cómo está todo relacionado. La cultura mediática nos enseña a mirar mal a las mujeres que se enfadan y a desacreditar su discurso, y luego viene el coaching, el mindfulness y todas esas mierdas varias (escribí de ello aquí hace un tiempo) y nos dicen que nuestros problemas no vienen de fuera, sino que están en nuestro interior y los causamos nosotros y en nuestra mano está que desaparezcan (a 80€ la sesión o 400 pavos la entrada para escuchar al gurú de turno que llena auditorios).
¡Pues no! Desde ahora reivindico y defiendo mi legítimo derecho a enfadarme. Porque es ese enfado, esa ira, esa furia, las que me llevan a hacer todo lo posible por cambiar las cosas que están mal, que hacen daño y que generan injusticias. Y todo eso no está dentro de mí, sino que está fuera. Y cuando no es posible cambiar el mundo, al menos puedo mandarlo a la mierda.
Tampoco voy a ir al otro extremo y hacer apología del enfado. Lo que intento expresar es que sí, que a veces es inevitable e incluso necesario. Además, creo que soy muchas más cosas que mi enfado. También tengo sentido del humor y sé reírme de mí misma. Reivindico el enfado no como lo que soy, sino como parte de mí y de lo que me impulsa a la acción. Así que voy a permitir que el enfado asome las veces que haga falta enseñarlo.
Me llamo Carmen y soy adicta a las series, a los libros, a los podcasts y a la cerveza 😜

Me encanta Carmen, siempre te leo.
La verdad es que no puedo estar más de acuerdo en la mayoría de tus comentarios, justo hace poco reflexionaba sobre este tema en mi propio blog personal, pero no entiendo por qué tienes que criminalizar el coaching, el mindfulness, etc. También me he leído tu post sobre el tema y aunque entiendo que te refieres a una dictadura del positivismo, etc., creo que no has entendido lo que significa el coaching ni lo que implica, cosa que me parece lógica hasta un punto por la cantidad de intrusismo laboral que existe en la actualidad y lo que prometen (todo el mundo es coach y te pueden ayudar a mejorar tu vida). Hay mucha gente honesta que trabaja en este campo y ayuda de verdad a muchas personas y el mindfulness creo que también puede ayudar a otros en muchos momentos, depende de cada uno. Pero este es otro tema. Con respecto a la furia tienes toda la razón, si es en las mujeres está mal vista, no podemos más que aceptar con graciosidad todo lo que nos pasa y no luchar, que si no, es que somos agresivas, amargadas, etc. Y es verdad que los logros no se consiguen así, tenemos derecho a enfadarnos, así como tenemos derecho a sentir dolor. El mayor foco lo pondría yo en qué es lo que hacemos con estas emociones, cómo podemos utilizarlas a nuestro favor, una vez superado el desahogo. Yo creo que tú estás utilizando esta furia a través de tu blog, luchando por los derechos de tu hijo, mostrando el camino a mucha gente y me parece genial, admiro mucho esta fortaleza y tu valor e ímpetu y espero que consigas tus objetivos y la sociedad, en general, aprendamos a aceptar a todas las personas, independientemente de sus características y circunstancias. Así es como intento yo educar a mi hijo.