¿Dificultades de aprendizaje o de enseñanza?

Estoy buscando un material que necesito para un proyecto, así que llevo horas buceando entre vídeos de la infancia de Antón. No debería detenerme tanto en la mayoría de los que me salen al paso y centrarme en buscar lo que realmente necesito. Pero no puedo evitarlo. Porque que me están llevando a un tiempo que me provoca sentimientos que se mueven entre la nostalgia y el dolor, pero también entre la ilusión y la esperanza.

La nostalgia de un niño que ya no existe.

El dolor por aquellos profesionales de la escuela que no creyeron en él.

La ilusión y la esperanza de saber que sí, que cualquier niño o niña puede aprender. Que las dificultades no están en quien aprende, sino en quien enseña.

Comparto este vídeo, no con la intención de transmitir la idea de que ciertos niños y niñas nombrados por la discapacidad pueden aprender si las familias se vuelcan en ello, porque eso no es justo. Nosotras deberíamos ser sólo madres. Nada más y nada menos. Son quienes ejercen el papel de maestros y maestras los que tienen el deber y la obligación de enseñar a nuestros hijos e hijas. Que pueden. Vaya si pueden.

Que en las facultades de Ciencias de la Educación apenas se dé cabida a la diversidad y que cuando se hace sea a través de asignaturas que llevan por nombre “Dificultades de aprendizaje y trastornos del desarrollo”, ya es toda una declaración de principios y de intenciones.

Las dificultades no son de aprendizaje (todo ser humano es capaz de aprender), sino de enseñanza. Formar a los futuros docentes poniendo el foco y la responsabilidad del fracaso en el niño o niña es una aberración y el origen del sufrimiento de miles de familias en la escuela.

En mi familia damos gracias a la vida por esas maestras que se han cruzado en el camino de Antón y que han disentido de esta idea y resistido la presión del paradigma oficial. No sé si el resto son conscientes del daño que nos han hecho y la infelicidad que nos han provocado. Seguramente se viva más tranquilo cargando la responsabilidad de esos fracasos en Antón y en una familia que “no acepta la realidad de su hijo”.

📸 Descripción del vídeo: Un Antón de siete años juega con su prima, que aún no había cumplido los tres. Pertenecen a un tiempo en que Antón ya tenía controlada la lectoescritura en mayúsculas, pero todavía tenía dificultades con las minúsculas. El juego consiste en colocar unas tarjetas con nombres de disfraces en un mural donde aparecen fotografías de personas disfrazadas: romanxs, egipcixs, bomberxs, cocinerxs, piratxs, vampirxs…

Va también dedicado a todos esos docentes convencidos de que el juego no puede ser un vehículo de aprendizaje, a los de la-letra-con-sangre-entra. De esos también nos han tocado unos cuantos.

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