Deberes vs Actividades Extraescolares

Deberes versus Actividades ExtraescolaresYa hemos llegado a 3º de Primaria. La vida nos está cambiando bastante debido a ese empeño del sistema en sobrecargar el temario en el primer curso de cada ciclo (especialmente 1º y 3º), para después convertir el segundo en un repaso del anterior. ¿No sería más sensato y menos estresante para los niños (y padres) repartir esos contenidos entre los dos cursos que componen cada ciclo?

En fin, es lo que toca y en esas estamos…. Sin apenas tiempo para nada, porque la carga de deberes y de cuestiones a analizar, comprender y memorizar ha aumentado notablemente y me niego a que renuncie a las actividades extraescolares. Estoy bastante harta de escuchar y leer acerca de la demonización que se viene realizando sobre las actividades extraescolares. Pocas veces se habla sobre ellas de forma positiva y se insiste en ciertos calificativos y estigmas para definirnos a los padres partidarios de estas actividades complementarias.

No, señores, no aspiramos a convertir a nuestros hijos en Einsteins, Mozarts, Messis o ejecutivos de Inditex. No queremos que sean extraordinarios o que nos saquen de pobres. Simplemente pretendemos cubrir las inmensas carencias del sistema educativo oficial respecto al arte, la música, la danza o el deporte. A cultivar todas esas áreas tanto o más importantes para su formación como personas, como los conocimientos académicos en matemáticas, biología, historia, física o filosofía. No queremos sobrecargar a nuestros hijos. Nuestros hijos están sobrecargados porque el sistema se ha empeñado en que cinco horas lectivas diarias no son suficientes y deben llegar a casa y hacer más de lo mismo durante dos, tres, cuatro o las horas extras que el sistema (a través de algunos docentes) estime necesarias. Resulta absolutamente demencial.

Antón es todavía pequeño y hasta ahora la carga lectiva extraescolar ha sido sensata, pero mucho me temo que tengamos que reproducir la situación por la que transitó su hermana mayor. Cada vez que pienso en todas las horas y energías que le he visto desperdiciar durante estos últimos cursos, me hierve la sangre… Por el contrario, no me arrepiento en absoluto de todas las actividades complementarias en que la hemos inscrito desde los 4 años: pintura, barro, baile (popular y moderno), pandereta, patinaje, fútbol, voleibol, piano, teatro…

Actividades Extraescolares

Gracias a Julio, Miguel, Marta, Sandra, Clara, Ruth, Carmina, Esther, Pedro, Alberto… y el resto de fantásticos monitores/profesores de los que ha disfrutado mi hija en estos años

En algunas actividades ha disfrutado más que en otras pero todas, absolutamente todas, le han servido para aprender, formarse y relacionarse, al tiempo que le han permitido experimentar en diversos mundos hasta conducirle a su actual pasión: el atletismo. Mi hija disfruta con este deporte y ha descubierto un mundo que, seguramente, le pueda ayudar a superar esa difícil prueba que es la adolescencia. Espero (ojalá) que le ayude a tener un aliciente, una pasión en su vida, a ampliar su círculo social a través de entrenamientos, viajes y competiciones, a ser consciente de que debe cuidar su cuerpo y a aspirar a algo más que la llegada del “momento botellón” durante el fin de semana.

Sin embargo, y hasta llegar a dar con esta afición, ha necesitado de un largo recorrido y del contacto con diferentes actividades y disciplinas. Resulta muy triste ver cómo a medida que los niños van creciendo y avanzando cursos, la mayoría de padres sacrifica el deporte, la música, el arte o cualquier otra actividad, a causa de la sobrecarga que sus hijos llevan a casa en forma de deberes.

Sé que las circunstancias de Antón son diferentes a las de su hermana y que su discapacidad sí exige ciertas tareas de refuerzo en casa, dado que los recursos de la escuela pública son muchas veces insuficientes para atenderle con el tiempo y en la forma que necesita. Resulta imposible dedicarle la atención que precisa en un aula donde comparte espacio con otros 23 niños (otra aberración del sistema), cada uno de ellos con sus propias y particulares necesidades, al tiempo que las horas de apoyo se reducen cada curso que pasa. Así que, no nos va a quedar más remedio que trabajar en casa y ampliar la jornada académica pero insisto en que es un caso muy particular. No se debería obligar a la mayoría de los niños a prolongar su jornada académica.

Tampoco es que yo tenga especial prisa en que mi hijo aprenda lo que la programación dicta cada curso. Pero parece que el sistema sí. Y, desgraciadamente, es ese sistema el que moldea nuestra vida social porque, llegados al final de cada ciclo, si el alumno no ha alcanzado los objetivos que se han determinado, se le obliga a repetir curso. Y eso, para cualquier niño, pero más aún para un niño con diversidad funcional, significa destruir todas sus referencias, al separarlo del grupo dentro del cual ha podido lograr una cierta inclusión social.

La alternativa en forma de adaptación curricular también resulta peligrosa, porque ese niño ya es lo bastante diferente a sus compañeros, como para añadir que en clase realice otras actividades y tareas distintas a las del resto o que deba salir continuamente del aula para recibir una atención diferenciada.

La solución sería que el sistema no tuviera tanta prisa y, sobre todo, que los niños recibieran una Educación individualizada que respetara sus características y particularidades. No todos los niños deberían estar realizando las mismas tareas ni al mismo ritmo. El “niño-tipo” NO existe. Ahora mismo, quien no alcanza ese prototipo de alumno se queda atrás. Y quien lo rebasa (y se aburre), también. Es el sistema el que debería adaptarse al niño y no el niño al sistema. Lo único que se consigue por esta vía es que muchos alumnos se queden por el camino.

Todas estas connotaciones negativas del sistema educativo y de los deberes, no repercuten tan sólo en el alumnado condicionado por alguna discapacidad. Estoy convencida de que los deberes generan grandes desigualdades sociales en la escuela. No todos los alumnos pueden recibir en sus casas el apoyo necesario, bien porque sus padres están ausentes trabajando, porque carecen de los recursos culturales necesarios para ayudarles o de medios económicos para pagar a quien lo haga por ellos.

Sin embargo, y a pesar de todas esas circunstancias que rodean a Antón, no quiero sacrificar la felicidad y todo cuanto le aportan las actividades extraescolares. Son su mayor motivación a lo largo del curso. Lo primero que dice al despertarse los martes es: “¡qué bien, hoy tengo teatro!”. Mientras desayunamos los jueves, se emociona al acordarse de que esa tarde Javier le va a enseñar a tocar la batería. La clase de solfeo no le gusta tanto, pero ha asumido que tiene que aprender a leer la música para poder interpretarla. Llegado el fin de semana, no le importa que llueva o truene y la perspectiva de montarse en la piragua y luchar contra las olas de la ría, le convierte en un niño alegre, motivado y feliz. Ninguna de estas actividades le va a ayudar a comprender lo que son las decenas de millar o cómo funciona el aparato excretor, pero el placer y la autoestima que le aportan son infinitas. Y no, no vamos a renunciar a ello…

Actividades Extraescolares

Gracias en nombre de Antón a: Rebeca, Iria, Ramiro, Keke, Sandra, Javier, Lauren, Ricardo, Karin, Jonathan y a todos los monitores/profesores que le quedan por disfrutar

A este afán porque mis hijos encontraran una pasión particular que les sirviera de motor en la vida, se une el horario tan demencial que la escuela pública ha adoptado en algunas comunidades como la nuestra. La jornada continua (de 9:00 a 14:00), además de suponer (a mi entender) una aberración pedagógica, deja a los niños con una larga tarde por delante que suele ocuparse en alguna de estas opciones: televisión, videojuegos y redes sociales. Ojalá el mundo de ahora se pareciera al de antes, porque lo suyo sería que después de comer y descansar un rato, bajaran a jugar a la calle o al descampado como hicimos nosotros. Pero la sociedad que hemos creado exige padres/madres a su lado en el parque y eso, muchas veces y a causa de la incompatibilidad entre horarios laborales y escolares, resulta imposible.

La inclusión social de los niños con diversidad funcional suele ser más compleja fuera que dentro del aula. El “momento patio” evidencia ese fracaso. Como también el entorno del parque. Ha sido mucho más fácil normalizar la vida de mi hijo a través de las actividades extraescolares que jugando en la calle, ya que sus características no le permiten jugar al fútbol, a la pilla-pilla ni subirse solo a los columpios. Las actividades extraescolares, regladas y dirigidas por un adulto, le permiten estar en igualdad de condiciones respecto al resto. Y este es un motivo más para defenderlas.

Yo, desde luego, no encuentro más que beneficios en las extraescolares, mientras que los deberes porque sí y sin sentido, me parecen cada día más perjudiciales. Estoy convencida de que lo único que consiguen es que los niños aborrezcan la escuela, además de matar su curiosidad y anular sus ganas de aprender.

Por cierto, aconsejo leer este artículo para comprobar una vez más que, en cuanto a Educación se refiere, no es necesario inventar la rueda, bastaría con imitar a quienes lo hacen bien: Finlandia destruye 8 soluciones por las que ha optado la educación española

Comments

  1. Gracias a ti pola importancia que nos das e un bico a esa atleta e a ese músico/piragüista.

  2. Mi hija aún es pequeña (5) y no tiene demasiados deberes (este curso ha empezado a tenerlos). Cuando sea más mayor y si sigue como hasta ahora, que no necesita ningún tipo de refuerzo, nos plantearemos oponernos a los deberes. He leído que algunos padres lo han hecho. Con respecto a las extraescolares yo no soy partidaria si el niño/a no las pide y su padre o madre puede jugar con él/ella después del colegio. Eso si, si las hace porque le apetece o porque sus padres lo necesitan, nada de refuerzos, inglés o más machaque intelectual, actividades creativas o deportivas. Hay que complementar la escasez de educación emocional en nuestras escuelas. Felicidades por el blog.

  3. Estupendo artículo Carmen, como siempre es un placer leerte, tienes la facilidad de explicar muy claramente lo que muchos pensamos…. Decirte que estoy de acuerdo contigo y comentarte que una orientadora escolar, en relación con la organización del trabajo de mi hija, me planteó que tenía que reconsiderar que siguiese acudiendo a actividades deportivas por las tardes, ya que necesita mucho tiempo para estudiar,…….¡¡¡¡¡¡¡ POR SUPUESTO QUE NO LAS VA A DEJAR ¡¡¡¡¡ Mientras ella quiera al menos. Cómo puede plantearme que esa sea la solución ?? En fín….. es el sistema educativo que tenemos, y no pienso «amargar» esta etapa de su vida para seguirlo.
    Muchos besos.

  4. Enhorabuena, como siempre unas palabras que expresan con claridad los que sucede en muchas casas y casos como el de Antón. Tus palabras en este caso… la lectura de las mismas ha causado la misma emoción que hace unos años cuando te escuché un congreso de Educación Infantil (Bienvenidos a Holanda) en el que compartíais Daniela y tu vuestras experiencias con Antón. Por la proximidad, había visto a Anton en la «guarde» y todos los avances que había conseguido eran increíbles. Esas fotos demuestran que Antón además de haber avanzado mucho es un niño FELIZ. Se aprenden muchas cosas no solo sentandote en una mesa y memorizando cosas y menos con los escasos medios que tenemos a día de hoy en el cole de «integración» que nos ha tocado… dices pero bueno… como tu dices nos tocará ampliar la jornada académica 2 o 3 horitas para que hagan «sus deberes»

    • Me alegra que tuvieras la oportunidad de conocer el trabajo de Daniela.

      Siempre digo que la vida, el azar, el destino o como queramos llamarle, supo compensar la mala jugada de la lotería genética que le tocó a Antón poniendo a Daniela en su vida. En nuestras vidas. Son tantas las palabras que le debo, que todavía no he conseguido reunirlas todas para contarle al mundo todo cuanto le debemos, que tuvimos la suerte de disfrutar de la mejor docente del planeta. Algún día lo conseguiré…

      Gracias por tu aportación María y un bico enorme para “Oli” (como le llama mi enano 😉 )

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