Workshop Cataliza (Barcelona, 2024)

El pasado mes de octubre, el Colectivo Quererla es Crearla organizó en Barcelona un nuevo encuentro que se sumaba al Workshop «Orienta» (Malaga, 2018), las «Conversaciones sobre la Escuela (inclusiva)» (online, 2020) y el Workshop «Crearla» (Madrid, 2022).

Por primera vez, el Workshop «Cataliza» permitió que quienes lo seguían en la distancia, pudieran participar de forma tan activa como quienes asistíamos presencialmente en el maravilloso espacio de la Fundació Bofill. Todavía sigo admirada por el enorme trabajo de organización que hubo detrás de este encuentro.

Varias semanas después, sigo procesando lo que allí vivimos y no creo que vaya a ser capaz de plasmarlo ahora en palabras, por muchas que emplee. Cada evento de Quererla es Crearla es más poderoso y emocionante que el anterior y, cuando creías que ya se había llegado a lo más alto, en cuanto a intercambio de información, adquisición de conocimiento, comunicación de experiencias o expresión de emociones… va y llega este catalizador tan indescriptible.

El programa fue muy intenso, no sólo en cuanto al tiempo que requirió su desarrollo, sino también en términos de energía e implicación emocional. Se desarrolló a lo largo de dos jornadas que ocuparon diez horas cada una de ellas. Ni siquiera los teóricos tiempos de descanso lo fueron tanto, porque en los corrillos que se formaron pocas conversaciones escapaban al tema que nos había llevado hasta allí.

El  primer día se centró en el análisis de la situación de las escuelas y el sábado se abordó el movimiento social. Las mañanas se centraron en temas específicamente del ámbito español y las tardes tenían un carácter internacional ya que, debido a la diferencia horaria, era el momento en que se nos podían unir online las compañeras de América Latina que no habían podido acudir presencialmente.

Ilustración realizada por Raúl Aguirre para describir y acompañar este texto. En ella se representan diferentes momentos y a diferentes personas que participaron en el Workshop.

Autor de la ilustración: Raúl Aguirre Casasnovas

 

Romper el silencio

El formato de este encuentro fue muy distinto a lo que está normalizado en jornadas o congresos y, muy especialmente, en aquellos relacionados con la discapacidad. Esos eventos suele consistir en un panel repleto de profesionales y expertos que se suben a un estrado para formar, informar y aleccionar a las familias, que nos sentamos abajo. Normalmente, ni siquiera suelen estar presentes en estos foros (ni abajo y mucho menos arriba) las personas señaladas por la discapacidad.

En los encuentros de Quererla es Crearla impera la horizontalidad sobre la verticalidad. Su valor más importante es, además, contar con quienes pueden hablar en primera persona sobre lo que significa vivir bajo la opresión del capacitismo. Seguramente no son tantas personas como sería deseable, pero infinitamente más de las que vemos en cualquier jornada organizada en torno a ellas, pero sin ellas.

Otra cosa impresionante es el clima de confianza y seguridad que se crea. Vivimos en un país donde cuesta muchísimo alzar la mano y hablar en público. Seguramente sea el resultado de un sistema educativo que exige silencio desde el primer día que entras por la puerta: silencio para escuchar a quien sabe, silencio para no expresar, silencio para no cuestionar, silencio… Después, cuando esos chicos y chicas llegan a la universidad y no son capaces de exponer oralmente, los juzgamos como apáticos, negligentes e inmaduros, sin cuestionar ni siquiera un poco qué papel ha jugado la escuela en esa actitud. Se castiga durante años la oralidad y, de repente, de un día para otro, se les exige que les brote la oratoria y la seguridad que requiere hablar en público.

Pues, como decía, resulta impresionante ver cómo esa inseguridad que nos genera nuestra educación respecto a la exposición pública, nunca está presente en las jornadas de QeC. Seguramente, porque sabemos que esa escucha no implica ser juzgadas y sí mucha comprensión, solidaridad y acompañamiento. ¿Qué decir de ver a nuestros hijos e hijas, tan ignorados y machacados en las escuelas, levantado la mano y alzando la voz? Es algo muy difícil de trasladar con palabras. Como complejo será también para ellos y ellas explicar lo que sienten al ser escuchados, valorados y tenidos en cuenta.

Foto de un momento de la exposición compartida por miembros de "Estudiantes por la inclusión" y de "Radikales desadaptados".

Estudiantes por la inclusión (EXI) y Radikales desadaptados.

 

Abrirnos, rompernos y exponernos emocionalmente

El encuentro fue mucho más allá de la actividad puramente teórica o intelectual y tuvo una importante dimensión emocional. De hecho, Antón y yo participamos en una mesa que reunía a familias y estudiantes de España y América Latina que fue especialmente demoledora para nosotros. Antón, que suele ser muy participativo en estos espacios, rechazó la palabra cuando, casi al inicio de la conversación, se la ofreció la moderadora, Marisol Moreno. Antón manifestó que no quería hacerlo en ese momento y nos sorprendió a muchos. Después conectamos con Jimena y Jazmín, dos estudiantes de Paraguay a las que Antón había conocido durante el Congreso ION celebrado en aquel país unos meses atrás y con las que había establecido una conexión muy especial. Su intervención fue demoledora por la experiencia de vida de Jazmín en la escuela y el dolor que provocó no sólo en ella, sino también en su hermana Jimena, testigo directo del abandono y el maltrato.

A continuación, escuchamos el testimonio de otra estudiante, esta vez de Uruguay, que podría haber sido, palabra por palabra, lo vivido y sufrido por Antón en su experiencia educativa. Fue entonces cuando Antón se rompió y se preguntó entre sollozos qué habían hecho todos ellos para sufrir esas experiencias y ese maltrato, si nunca le habían hecho mal a nadie.

Fue doloroso y no voy a decir que necesario, porque el sufrimiento jamás debería ser necesario, pero sí que fue el mejor ejemplo de que este encuentro no era un congreso o una jornada de conferencias al uso. Se generó un espacio donde compartir y también donde compartirnos. Abrirnos, rompernos, exponernos emocionalmente. Y seguramente sólo desde la emoción se puede comprender el terrible maltrato que niños y niñas, chicos y chicas están sufriendo en las escuelas y lo urgente que es una transformación radical de las mismas. No es sólo que no aprendan, que no participen, que no socialicen, que no convivan… sino que, además, son lugares que les generan un sufrimiento que no acaba al abandonar la escuela y que les acompaña de por vida.

Dicen los teóricos de la pedagogía que la inclusión requiere de presencia, participación y aprendizaje. De esas tres variables, para nuestros hijos e hijas sólo se cumple la primera. Están, pero ni participan ni aprenden. Y desde la escuela se nos dice que la responsabilidad es de ellos y de ellas. Que su aislamiento, su soledad y las carencias en sus conocimientos son culpa de su funcionalidad, de sus características, de la etiqueta que les ha sido asignada.

Nos repiten cada día y cada escuela:

«Es que se aísla.» 

«Es que no tiene los mismos intereses que el resto.»

«Es que no se entera.»

«Es que se autoexcluye.»

«Es que es muy infantil.»

«Es que le gusta estar solo.»

«Es que vive en otro planeta.»

«Es que es más inmadura que el resto.»

«Es que no escucha.»

«Es que ha alcanzado su techo de aprendizaje.»

«Es que lo vives tú peor que él.»

Sin embargo, todas las personas que asistimos al Workshop Cataliza, vimos cómo saltaban por los aires todos esos argumentos que nos han dado en las escuelas para justificar la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de nuestros hijos e hijas. Hemos visto cómo escuchaban, aportaban, intervenían, aprendían, enseñaban, convivían, reían, trabajaban, bromeaban, asintían, compartían… Cómo hacían todo lo que nos dicen en las escuelas que son incapaces de hacer.

Lo que vivimos en aquel espacio durante ese fin de semana nos revela lo que son en realidad todas las frases que nos escupen a las familias: excusas para tranquilizar la conciencia de quien, pudiendo hacer, no hace nada. 

No, la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de las infancias y adolescencias nombradas por la discapacidad no son inevitables. Lo que parece inevitable es lo poco que importan sus derechos y su salud emocional en las escuelas.

Romper los moldes

Aquel fin de semana fue posible la presencia y la participación activa de chicas y chicos (entre ellos mi propio hijo) y de jóvenes adultos que son ninguneados e invisibilizados cada día fuera de aquellas paredes. Los días posteriores al workshop, hablaba con algunas de las compañeras con quienes había compartido las jornadas sobre lo imposible que resultaba que aquello pudiera superarse. Que podría haber nuevos encuentros donde se viviera la misma intensidad de conocimientos, experiencias y emociones, pero jamás mayor. 

Sin embargo, ahora, escribiendo este texto, soy consciente de que sí puede ser superable y de que lo va a ser. Tengo el convencimiento de que vamos a organizar y construir un espacio en el futuro, donde van a poder estar, participar, aprender y enseñar muchas más personas en situación de discapacidad de las que lo han hecho hasta ahora. El próximo encuentro va a ser superador y va a ser todavía más brutal. Porque vamos a contar con más niños y niñas, chicos y chicas, hombres y mujeres que hasta ahora no han podido participar ni siquiera en los entornos más diversos. Y va a ser grandioso. 

Desde hoy empiezo a soñar ya con el próximo workshop de Quererla y con todos los futuros encuentros de este movimiento comprometido con la construcción de una sociedad realmente acogedora y respetuosa con todas las personas.

Dice la RAE que «catalizar» es favorecer o acelerar el desarrollo de un proceso. Ojalá así sea. Ojalá este workshop que acabamos de vivir sirva de catalizador para romper los moldes que nos impiden ser, y crear la escuela y la sociedad que queremos.

Foto de familia de todos y todas las asistentes a las jornadas.

Este artículo fue publicado inicialmente en «El diario de la educación»: La emoción de crear en comunidad.

Aquí puedes leer el resto de textos publicados en el blog de Quererla es crearla en «El diario de la educación».

30 años teimudos*

La asociación Teima Down Ferrol celebraba el pasado fin de semana los 30 años de su creación y para celebrarlos organizaron unas jornadas que llevaban por título: El camino de los Derechos Humanos: presente, pasado y futuro. Nada más y nada menos.

Podrían haber organizado un congreso donde invitaran a presentar sus charlas mil veces repetidas a profesionales y expertos de renombre o a algún conferencista motivacional de esos que pueblan ahora las redes y que tanto público concitan (lo que parece justificar las cifras de su caché). Pero no, Teima volvió a demostrar que no es una asociación al uso. Afortunadamente.

Cartel de las jornadas con su lema y destacadas las palabras INCLUSIÓN, DEREITOS, CAMIÑO

 

El encuentro se desarrolló a lo largo de la tarde del viernes y de todo el sábado. Es decir, que tanto las profesionales de la asociación como las familias asociadas, estuvieron dispuestas a ceder su tiempo de ocio y de descanso para este encuentro.

Yo, que no era ni trabajadora ni socia de Teima, me sentí un poco intrusa pero, al mismo tiempo y así lo expresé allí, también una especia de “observadora internacional”. Y lo que vi fue una organización que realmente funciona como una asociación. Explico esto.

En los veinte años que llevo en el mundo de la discapacidad, he podido constatar cómo los organismos públicos acaban derivando toda gestión y toda responsabilidad a las asociaciones, en el convencimiento de que son las más capaces y comprometidas dado que prácticamente todas ellas han sido creadas por familias de personas con discapacidad y por ellas son gestionadas. Pero, tristemente, la realidad me ha demostrado que muchas veces acaban siendo perpetuadoras del capacitismo, de la infantilización, y las primeras en poner palos a la autonomía y la independencia de las personas que justifican su existencia: aquellas en situación de discapacidad. Que, ojo, es exactamente lo mismo que hacen muchas, muchísimas familias respecto a sus hijos con diversidad funcional. Como este tema es largo y complejo (además de espinoso) y no es el objeto de este post, aquí lo dejo.

Pero el caso es que he observado que, por un lado, las asociaciones se convierten en proveedoras de servicios (que casi siempre quiere decir terapias) y, por otro, los asociados las perciben como empresas a las que pagan a final de mes o de año, pero en las que sienten que tienen la misma capacidad de decisión que en el Gadis de la esquina o la librería del barrio. Ninguna.

¿Por qué ocurre esto? Pues los responsables de las asociaciones (gestores y trabajadores) suelen expresar que las familias no se implican y éstas sienten que no se cuenta con ellas. Las dos cosas suelen ser verdad y las dos partes son responsables de que suceda.

Es una realidad parecida a la que he vivido en la escuela, donde los claustros se quejan de la poca implicación de los padres y de las madres y de que ni siquiera acuden a las reuniones. Y yo, como madre, he asistido a reuniones absurdas que se convocan porque así lo exige la administración. Recuerdo en concreto una que se convocó para las familias cuyos hijos e hijas pasaban aquel año de Infantil a Primaria, donde la orientadora nos leyó un power-point eterno que nos instruía a madres que llevábamos seis años criando a nuestros hijos e hijas, sobre el tipo de dieta más adecuada, el número de horas que debían dormir o la importancia de leerles cuentos por las noches, entre otras muchas obviedades que sentimos insultantes. Una madre a mi lado susurró: «Ni que nos hubieran caído los niños ayer». Lo que ocurrió es que en las reuniones posteriores, donde se seguían repitiendo perogrulladas, cada vez eran menos las madres que asistían. (Hablo en femenino, porque madres eran las que componían siempre el grueso de las reuniones). Y las que lo hacíamos, estoy segura que era casi en un cien por cien para que no se dijera que no nos importaban nuestros hijos y que no nos implicábamos en su educación. Al menos esa era mi motivación, hasta que también me harté.

Frente a esto, recuerdo los tres años de Educación Infantil, donde casi podría asegurar que nunca nadie, ninguna familia de la clase, faltó ni a las reuniones ni a las actividades que organizaba Daniela o en cualquier otra ocasión en que solicitara la participación de los padres y de las madres. (Allí sí que había tantos padres como madres). ¿Por qué? Porque nos sentíamos parte del proyecto y se nos tenía en cuenta. Y, sobre todo, porque éramos conscientes de que sin nuestra participación era imposible que la clase de Daniela funcionara como funcionaba. Así de sencillo.

Y esto que estoy describiendo es exactamente lo que creo que ocurre en el mundo asociativo: por una parte no cuentan con los asociados y, por otra, estos acaban sintiendo a la asociación como una empresa y actúan como se espera que actúe un cliente.

Fotografía donde aparezco con otros tres asistentes a la jornada. Detrás se ve el cartel de las jornadas donde puede leerse “O camiño dos Dereitos Humanos: presente, pasado e futuro”.

Así que, podríamos decir que Teima es la Daniela de las asociaciones y, por eso mismo, los usuarios y sus familias son realmente asociados. Eso explica que estuvieran dispuestos a dedicar un fin de semana a reunirse y debatir sobre su pasado, su presente y su futuro.

No hubo un panel de expertos que desde un estrado les enseñara el equivalente a qué dar de comer a un niño o cuántas horas debe dormir una niña, sino que las mesas que se organizaron contaron con representantes de las gerentes, las trabajadoras y las familias.

El programa también incluía la celebración de asambleas donde la voz de todas y todos era igual de valiosa. Lo expuesto y compartido en esos debates colectivos, era lo que decidía los temas que después se debatían en pequeños grupos. Finalmente, y de nuevo en asamblea, se compartían los análisis y las propuestas salidas de esos talleres grupales.

Hace falta ser muy valiente para organizar un formato así de jornadas donde te expones a escuchar voces críticas con tu gestión y con tu trabajo. Pero también es la única forma de conseguir que todos los socios y socias de Teima pudieran ser conscientes de que también ellos y ellas eran responsables de corregir o cambiar todo lo que no estaba funcionando tal y como desearían. Que no se puede esperar sentado a que las soluciones caigan de arriba, sino que hay que estar en primera línea de acción. Que se sintieran integrantes de una asociación y no clientes de una empresa.

En la mayoría de asociaciones impera la verticalidad. Así, la falta de comunicación (de una de las partes) y de implicación (por parte de la otra), lleva a confrontar en lugar de converger. Por un lado, gestores y trabajadores convencidos de que saben qué es lo mejor para usuarios y familias. Por otro, familias que pueden no ser conscientes de la complejidad y de las dificultades que implican sus demandas. Es decir, se está reproduciendo exactamente lo mismo que he observado en la escuela: Por un lado claustros que echan pestes de las familias y, por otro, familias que echan pestes de los docentes. Y en medio, los niños y las niñas, víctimas de estas dinámicas tan perversas.

Por eso me admira la horizontalidad que, desde la distancia, he venido observando en Teima y que he podido comprobar en primera persona durante estas jornadas. Ojalá sirva de modelo al mundo asociativo relacionado con la discapacidad.

Lo que este encuentro ha demostrado es que una asociación se debe construir desde lo participativo. Que lo analítico no está reñido con lo emocional. Y, sobre todo, que no hay que temer a la participación de la gente, porque es desde la participación desde donde las personas se responsabilizan.

En realidad, lo que me llevó a escribir este texto inicialmente era contar lo que viví en el taller donde participé. Viendo que me está quedando larguísimo, y aunque las que os pasáis por aquí sabéis que me voy exceder de los 280 caracteres de X y hasta de los 2.200 de Instagram, como ya me voy acercando a los ocho mil, creo que lo voy a dejar para otro día, antes de que salgáis huyendo 😊 

*TEIMA:

1. Idea fija y constante o costumbre rara en la que se persiste.

2. Actitud contraria a algo o alguien.

*TEIMUDO/A:

Que persiste en sus ideas o actitudes.

 

Congreso ION (Paraguay)

Exactamente a la misma edad de este chico, me subía yo a un avión por primera vez. La diferencia es que yo iba a pasarlo bien y él a luchar por sus derechos.

Esta semana ha cruzado el Atlántico por segunda vez en lo que va de año. Él y su compañera Malena han sido invitados a participar en el Tercer Congreso de Educación Inclusiva de la plataforma ION. 

Se celebra en la capital de Paraguay y en varias ciudades del interior del país. El objetivo del encuentro es la promoción de prácticas educativas accesibles y comprometidas socialmente.

Estoy taaaaan orgullosa de ti, mividiña ❤️ 

Imagen de Antón sonriente y sosteniendo el asa de una maleta de ruedas delante de la puerta de entrada al aeropuerto

«Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.

Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.»

Eduardo Galeano

(«Fuegos» de El libro de los abrazos)

Aquí tres fuegos que encienden 🔥 🔥 🔥

Antón, Nacho y Malena posan sonrientes delante de la puerta de embarque para Asunción

Nacho, Malena y Antón en el Tercer Congreso de Educación Inclusiva de la plataforma ION (Paraguay)

Composición con tres imágenes donde se puede ver a Nacho, Malena y Antón participando en distintos momentos del congreso.