Función del Auxiliar técnico educativo (cuidadora)

función del auxiliar técnico educativo, cuidador, cuidadoraEl título de esta entrada hace referencia a “la cuidadora”, en femenino. Utilizo este género porque en el 90% de los casos (o más) son mujeres quienes desempeñan este papel y se me hace difícil usar el genérico.

El niño con diversidad funcional tiende a constituir una isla junto a su cuidadora, hasta tal punto que, en ocasiones, pareciera que les rodea una burbuja invisible que los aísla e incomunica del resto (tanto alumnos como profesores y otros adultos del centro). Legalmente, las funciones de las cuidadoras son muy limitadas y reducen su papel al de “cuidadoras de un cuerpo” (traslado, alimentación, control de esfínteres…) y, salvo excepciones, no se les suele hacer partícipes de otras funciones pedagógicas y lúdicas cuando en muchos, demasiados casos, acaban siendo ellas las responsables absolutas de ese niño.

Algunas, demasiadas veces también, tutores, orientadores y dirección del centro acaban poniendo a ese niño en manos casi exclusivas de la cuidadora. Una cuidadora cuya función legal, insisto, se limita a atender las necesidades físiológicas de ese niño: lo traslada de sitio, lo alimenta y lo mantiene limpio y seguro. ¿Y el resto de necesidades de ese niño, especialmente las afectivas?

Lamentablemente también, en ocasiones la actitud de algunos padres, que confunden cuidado y atención con protección física, puede dar pie a este proceder del centro. Yo, personalmente, prefiero arriesgarme a que mi hijo se caiga o sufra alguna pequeña agresión de otro niño (como les ocurre a la mayoría de sus compañeros), a que esté siempre físicamente seguro bajo la mirada de un adulto. Para muchos centros y profesionales, este tipo de demandas acaba actuando como coartada para impedir cualquier actividad que ponga en riesgo la seguridad de ese niño y pueda dar lugar a quejas e incluso denuncias por parte de la familia.

Normalmente, los padres respiramos aliviados cuando la administración asigna un cuidador para nuestro hijo, sobre todo si es de forma exclusiva, sin ser del todo conscientes de que es un arma de doble filo. A veces, lo que ganamos por un lado con esa figura, podemos arriesgarnos a perderlo por otro. La imagen de un patio donde una mayoría de niños juega y se relacionan, mientras la minoría con diversidad está agrupada a parte junto a sus cuidadores, es de las imágenes que mayor tristeza me provocan. Es la imagen del fracaso de la inclusión. Lo mismo que esa otra donde los niños con discapacidad acceden al aparcamiento de autobuses, a la fiesta de Carnaval o cualquier otra celebración del centro por un lado y con su cuidadora, mientras sus compañeros de clase (su grupo natural) va con el tutor por otro.

En los primeros cursos en el cole, se buscaron estrategias para evitar la segregación de Antón no sólo en el aula, sino también fuera de ella. Siempre que era posible, se desplazaba por el colegio junto con el resto de su clase, fomentando incluso que fueran los propios compañeros, y no la profesora ni la cuidadora, quienes empujaran su silla (tarea que se acabaron disputando) y cuando resultaba imprescindible que utilizara el ascensor, siempre lo hacía acompañado por algunos de sus compañeros (turnándose en esta labor que se acabó convirtiendo en privilegio).

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Volviendo al patio y al recreo, constituye el único (y breve) momento de la jornada escolar en que los niños no están bajo el escrutinio, la mirada y la normativa de un adulto. Digamos que es su “momento de libertad”. ¿Alguien se ha parado a pensar que quizás la causa por la que el resto de niños “ordinarios” no se acercan a su compañero con diversidad sea precisamente porque está junto a un adulto? Deberíamos plantearnos si esa sombra adulta puede actuar más como elemento disuasorio que inclusivo en determinadas circunstancias. Y cuando ejerce una función integradora (iniciando juegos, animando al niño que cuida a que se relacione fuera de ese círculo, etc.) se produce por iniciativa personal de ese profesional, porque la administración no contempla esa labor entre sus funciones, ni reciben formación en este campo. Y, lo más importante, no cuentan con respaldo ni protección legal para un papel tan delicado.

Este aspecto muchas veces disuade de ir más allá de sus funciones a muchos de esos profesionales. Conozco situaciones cercanas de auxiliares muy afectados porque el niño a su cargo ha sufrido un accidente bajo su cuidado. Yo he perdido la cuenta de las veces que Antón se ha caído estando yo a su lado. La mayoría de las veces sin grandes consecuencias pero otras, desgraciadamente, teniendo que salir corriendo a urgencias con él en brazos. ¿Soy una mala madre por ello? En esos momentos así lo siento, pero cuando la tensión pasa y el peligro se supera, me sereno y vuelvo a ser consciente de que no es bueno para mi hijo que yo esté permanentemente a su lado, que no le permita tener iniciativa o que lo haga todo por él. Los niños sin discapacidad también se caen y sufren accidentes. Forma parte de lo que significa vivir y no deberíamos dejar que el temor nos lleve a educar niños inseguros e incompetentes.

Es indudable que el de auxiliar técnico educativo es un trabajo sometido a gran presión y no se les puede culpar si no asumen iniciativas que impliquen el mínimo riesgo físico para el niño. No es responsabilidad de estos profesionales, sino de la pobre legislación respecto a esta figura y de la sobreprotección enfermiza de algunas familias que nos acaba pasando factura al resto. Especialmente en esta sociedad tan loca que ha acabado judicializándolo todo.

Todos somos responsables de esta situación. Todos excepto el propio niño que es quien sufre las consecuencias, fundamentalmente emocionales y psicológicas, al ver su vida escolar reducida, muchas veces, a un submundo paralelo poblado tan sólo por él y su cuidadora.

Antón ha tenido la inmensa suerte de estar en manos de profesionales a quienes les ha preocupado más su inclusión y su felicidad que el riesgo de meterse en problemas. No hay palabras para agradecer algo así.

Gracias inmensas Alexia y Ofelia, por cuidar de mi enano como si fuera vuestro.

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Gracias Daniela ❤

constructivismo, metodología constructivista, trabajo por proyectos, pedagogía, discapacidad, diversidad funcionalLa suerte, el azar, el destino, o como queramos llamarle a esa circunstancia que suele marcar nuestras vidas, quiso compensar la tremenda putada que la lotería genética le había hecho a Antón colocando a Daniela en su camino.

Daniela, su maestra durante los tres cursos de Educación Infantil, nos demostró que la carencia de recursos puede suplirse muchas veces con ganas, vocación y esfuerzo. Y, sobre todo, con el amor infinito que ella demuestra hacia todos sus niños.

Daniela es vocación, intuición, imaginación, sensibilidad, capacidad de trabajo, entrega, dedicación. Resulta imposible trasladar en una sola entrada la forma en que suplió la falta de medios con todos los recursos nacidos de su tremenda vocación y su extraordinaria imaginación. Haría falta un libro completo para hacerlo. Difícil también expresar y agradecer todo lo que pude aprender a su lado. Con ella lo aprendí todo. Y nunca podré agradecer lo suficiente su generosidad por todo el tiempo que me dedicó y todo cuanto me enseñó. Y nuestra experiencia junto a ella demuestra que, si el maestro se involucra de verdad y los padres son flexibles, se dejan guiar por esa persona y confían en ella ciegamente, se puede obrar un auténtico milagro y acercar la integración escolar y social de ese niño a la realidad con la que muchos soñamos.

Esos años al lado de Daniela me hicieron además entender cuánto de importante tienen los docentes a estas edades, lo claves que resultan para nuestra sociedad y lo poco que se cuida su función. Solemos valorar socialmente a los docentes de forma inversamente proporcional a su influencia real sobre los alumnos. En la cúspide situamos a los catedráticos de universidad (cuando poco o nada pueden ya influir sobre los valores y la personalidad de nuestros hijos llegados a esas edades), mientras parecemos colocar en lo más bajo del escalafón a quienes se ocupan de ellos hasta los 6 años. Esos seis años cuya importancia coinciden en resaltar todos los expertos en pedagogía, psicología o biología. Increíble paradoja sobre la función de estos docentes que lleva también a descuidar su elección. Deberíamos reflexionar sobre lo trágico que resulta que existan personas que ejercen de forma equivocada su trabajo, con el daño tan enorme e irreparable que pueden causar.

Ojalá muchos futuros docentes pudieran formarse junto a Daniela Rocha para salir tocados con esa varita mágica tan especial que los convertirá en maestros muy especiales. No consigo entender que la formación en Ciencias de la Educación no obligue a los estudiantes a ejercer prácticas desde el minuto uno y de forma continuada a lo largo de toda la carrera, de la misma forma que los estudiantes de Medicina se convierten en la sombra de los profesionales que están en ejercicio por consultas y hospitales.

Me gustaría dedicar las entradas de estas últimas semanas del curso escolar a analizar diferentes aspectos de la escolarización, referidos especialmente a la de los niños con diversidad funcional. He intentado recoger en ellas diferentes reflexiones que pertenecen a la primera etapa de la escolarización de Antón. Nuestras vivencias en Educación Infantil fueron tan extraordinarias que me convencieron en aquel momento de que la inclusión de mi hijo en una escuela ordinaria sí era posible.

Lamentablemente, el paso a Primaria y nuestro camino en estos últimos cursos ha evolucionado de forma muy distinta. Tanto dentro como fuera de la escuela. Los factores y las circunstancias que han marcado esta inflexión son múltiples y variados. Tienen más que ver con la complejidad de la propia sociedad, la evolución de los niños según van cumpliendo años y los roles, capacidades o destrezas que el mundo les empuja a valorar, que con la propia escolarización. Dado que todavía estamos ahí inmersos y resulta difícil analizar una situación sin perspectiva y cierta objetividad, pospondré las reflexiones y conclusiones derivadas de esta última etapa. Intentaré también que el dolor de ahora no me impida recordar la extraordinaria experiencia y la felicidad vivida en aquellos tres primeros cursos de Infantil. Trataré de analizar los principales factores que creo incidieron no sólo en los avances motores y cognitivos que entonces experimentó mi hijo, sino también en su desarrollo espiritual como el ser humano completo y complejo que es. Y ojalá nuestra experiencia pueda servir para marcar el camino y aportar luz tanto a las familias que inicien ahora la escolarización, como a esos docentes cuyo papel va a ser tan importante en las vidas de esos niños.

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Los tres años que Antón pasó al lado de Daniela fueron los más felices de nuestras vidas. A veces me gustaría sumergirme en un bucle espacio-temporal que reprodujera aquella época de forma indefinida. Que los años que nos quedan por vivir transcurrieran en nuestro particular “día de la marmota” y que ese tiempo nos atrapara y no nos dejara escapar nunca.

Gracias Pilar ❤

atención temprana niños con discapacidad / diversidad funcionalGracias por la dedicación, el cariño y la ayuda que supusiste para Antón en esos primeros años de su vida, tan importantes. Y gracias, también y sobre todo, por habernos orientado y educado a nosotros, su familia. Porque a pesar de que cuando Antón nació su hermana ya llevaba cuatro años en el mundo, nunca fuimos conscientes ni supimos valorar todas esas etapas que ella fue alcanzando en ese tiempo.

Contigo aprendimos a distinguirlas y valorarlas, aprendimos que incluso tenían un nombre: control cefálico, sedestación, marcha asistida, pinza… Pero aprendimos, y me enseñaste a mí en especial, a ser paciente (un adjetivo que siempre había creído incompatible con mi persona), a darle tiempo a mi hijo, a no tener prisa. Y, sobre todo, a valorar el hecho de que alcanzara esas metas, a apreciar el esfuerzo que para Antón suponía llegar a ellas y celebrarlas como merecían, en lugar de lamentarnos por el retraso en lograrlas.

Gracias por hacerme ver lo injusto de compararle con otros niños.

Gracias por enseñarme lo esencial que sería para él fomentar su autoestima.

Y, por encima de todo, gracias por ser no sólo la terapeuta de Antón, sino también la de su madre. Gracias por ayudarme en aquel inicio del camino, cuando tan perdida estaba y tanto necesitaba de alguien que me guiara y escuchara. Gracias por ser mi paño de lágrimas, mi consuelo y la fuente de tantos, sabios y útiles consejos.

Hace ya más de cinco años que Antón dejó de asistir a tu “sala de juegos”, a uno de sus lugares preferidos del mundo mundial. A pesar de ello, sigues siendo todavía mi guía emocional y, a estas alturas, ya te considero mi amiga. Una gran amiga que siempre dispone de tiempo cada vez que la asalto con mis dudas, mis miedos, mis angustias, mis preocupaciones, mis rayaduras…

Casi siempre sabes encontrar una solución, una alternativa o una herramienta para superar cada circunstancia particular de las que me preocupa y angustia en ese momento. Y cuando no las hay, también consigues encontrar las palabras que me hagan valorar lo positivo de esa situación. E incluso cuando no se puede hallar absolutamente nada de positivo en determinada circunstancia, me enseñas a relativizarla y hacerme ver cuánto hay de maravilloso y grandioso alrededor de la vida de Antón.

GRACIAS PILAR

Gracias a ti y a todos los que trabajáis en el campo de la atención temprana con vocación y respeto. Gracias en nombre de todos los niños y familias a las que habéis guiado y seguiréis guiando en este camino, que se presenta tan duro y oscuro al principio.

atención temprana niños discapacidad / diversidad funcional

Porque a pesar de los innumerables personajes indeseables que nos hemos encontrado en el camino durante estos últimos nueve años, el trabajo, ayuda, cariño y amor de las personas maravillosas que también se han cruzado en nuestras vidas, ha compensado con creces nuestra balanza. Quiero acordarme de ellos e ir agradeciéndoles públicamente todo lo que han aportado a nuestras vidas y el habernos ayudado a llegar donde estamos. GRACIAS