Reflexiones sobre la orientación educativa, por María José Gómez Corell

¿Imaginamos dar las gracias a un arquitecto porque sus edificios no se derrumben? ¿a un médico por prescribir una prueba o tratamiento para sanarnos? Bien, pues en esa situación exactamente estamos las familias diversas. Tanto, que nos deshacemos en agradecimientos cuando los profesionales que deben velar porque se cumplan los derechos de nuestros hijos realizan su trabajo de forma honesta y efectiva.

Cuando, además, alguno de esos profesionales hace autocrítica de forma pública sobre los errores que se cometen en los centros públicos en lo referente a la escolarización del alumnado diverso, entonces… se nos caen las lágrimas.

María José Gómez Corell me ha permitido publicar en Cappaces un escrito que compartió estos días en su muro de Facebook.

Lo que esta profesional de la orientación describe en ese texto es una práctica que los padres y madres de niños con diversidad funcional sabemos que existe: nuestros hijos como generadores de recursos a costa de su estigmatización. Y si bien es cierto que no es responsabilidad de esos profesionales que esto ocurra, sino de nuestros pésimos gestores que para nada creen en la integración (mucho menos en la inclusión), también es cierto que son ellos los primeros que deberían rebelarse contra estas políticas: porque atentan contra los derechos de sus alumnos, porque obstaculizan su labor y porque les desautorizan a ellos como profesionales.

Y porque sus manos tienen más poder que las nuestras (las de las familias), en la lucha para que nuestros niños puedan entrar por la puerta de un colegio sin tener que llevar un sello en la frente desde el primer día. Un sello que, teóricamente, se les coloca para ayudarles pero que, en la práctica, está gritando a la comunidad que forma ese centro (profesores y alumnos): caso perdido, está aquí por estar.

©Paula Verde Francisco

©Paula Verde Francisco

En otro hilo de conversación surgido a raíz de ese mismo post, una madre se lamentaba de no haber tenido la suerte de encontrar en su camino profesionales así, profesionales que ayudaran a la escolarización de su hija. Otra persona le contestaba que tuviera confianza, que ese orientador/maestro/gestor aparecería algún día. Y ese es el problema: nosotros podemos esperar (nos hemos convertido en expertos en paciencia) pero nuestros hijos, no. Porque nuestros niños no se quedan estancados en el tiempo y dejan de crecer a la espera de que llegue ese profesional de la orientación, ese tutor, esos medios…. Y cada día perdido significa mil oportunidades y mil derechos que se les quita.

Otro docente (de los que realmente merece este nombre), Juan José Fernández, escribía en la conversación suscitada a raíz de mi post anterior lo siguiente:

«Leído el artículo de principio a fin. Vaya mi reconocimiento, aplauso y acuerdo. Un apunte nada más: somos muchos, más de los que parece, los que aún sin ser familia de personas con diversidad funcional, estamos ahí para ayudar en ese «derecho a una educación inclusiva, a una vida social normalizada, a una incorporación al mercado laboral y a una vida digna”. Otra cosa es que estemos en primera plana o en el lomo de las noticias, eso es lo de menos, pero vuestra causa la hacemos nuestra empujando pasos a esa meta.

La humanidad se merece tener una mirada más limpia sobre la diversidad, menos violenta, menos compasiva y paternalista, más enriquecedora.

Un bico»

Y es bien cierto. Le respondía a Juan que gracias a dios (o a quien sea) esto es realmente así y que las luchas de las minorías han tenido éxito cuando se han sumado a ellas otros colectivos no afectados por esa discriminación y en una posición de poder que tenía más fuerza que el conjunto del grupo discriminado.

De hecho, sería de justicia reconocer a todas esas figuras que han estado ahí, en primera, segunda o última fila: a los hombres que empuñaban pancartas al lado de las sufragistas, a los alemanes que salvaron la vida de vecinos judíos arriesgando la suya propia, a los blancos que buscaban el mismo sueño que Martin Luther King, a los heterosexuales que hicieron suya la lucha de Harvey Milk…

¿Qué sería de las luchas de las minorías sin sus John Doar, sus Oskar Schindler…. sus Juan, sus María Jose o sus Daniela?

James Meredith, ejerciendo su derecho a asistir a la Universidad de Missisippi, protegido por varias personas, entre ellas John Doar (a su izquierda)

James Meredith, ejerciendo su derecho a asistir a la Universidad de Missisippi, protegido por varias personas, entre ellas John Doar (a su izquierda)

 

REFLEXIONES SOBRE LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA 

(por María Jose G. Corell)

Hace poco tiempo tuve que realizar el informe psicopedagógico de un niño de poco más de dos años, que se escolarizará en septiembre en educación infantil por primera vez. Es uno de los niños más simpáticos y sociables que he conocido; con una capacidad de aprendizaje y una curiosidad por aprender inmensas, con unas ganas de trabajar y realizar las actividades que se le proponen admirables, con un gran empeño por imitar lo que se le pide… como decimos por aquí un “bonico” Me dejó enamorada.

Pues a este niño tuve que hacerle un dictamen de escolarización para que se le proporcionaran los apoyos que necesita para estar en igualdad de oportunidades al resto de niños y niñas que se escolarizarán donde las familias decidan y, una vez en la escuela, se les empezará a conocer.

Tras colegiar el dictamen de escolarización, el colectivo de compañeros y compañeras apoyaron mi decisión: aula ordinaria en centro ordinario, con los recursos que necesita.

Pues bien, posteriormente se me pidió que cambiase el informe y que añadiese que el niño tenía Retraso Mental Moderado, porque si no lo ponía, el niño “no generaba los recursos que le solicitaba”. La otra opción era quitarle los recursos (para que se ajustara a la legislación vigente).

Me negué a realizar este cambio. Y el informe quedó en un callejón sin salida, ya que ninguna de las dos opciones me parecía adecuada.

Me puse en contacto con la dirección territorial a través de un correo electrónico en el que básicamente relataba el caso y daba mi parecer:

«Creo firmemente que lo que debemos hacer es procurarle el máximo desarrollo a todos los niveles, teniendo las máximas expectativas, proporcionándole los recursos necesarios para que esté en igualdad de oportunidades y sea tratado con equidad. El hecho de ponerle esta etiqueta (Retraso Mental), solo puede determinar que se tengan unas expectativas a la baja respecto al niño. La familia está muy angustiada con esta situación. Pienso que, con buena voluntad, se puede salir de este callejón sin salida, ya que el centro en el que la familia quiere escolarizar a su hijo ya dispone de todos los recursos solicitados

Además, envíe otro correo a todos los miembros del equipo psicopedagógico, que os adjunto a continuación:

«En los últimos años ha habido muchos cambios que afectan a nuestro trabajo como orientadores y orientadoras.

Hoy día no se habla de (dis)capacidad sino de diversidad funcional. Estamos en un momento en el que internacionalmente hay un movimiento importante hacia la inclusión, inclusión educativa y social.

Se ha cambiado el modelo desde la discapacidad como algo entendido como individual y personal (modelo médico) a un modelo social, donde la discapacidad se genera en la relación, la (dis)capacidad es entendida como resultado de la interacción, no como algo de lo que es portadora la persona. Al mismo tiempo que se han promulgado leyes que, como orientadores y trabajadores de la enseñanza, debemos conocer ya que estamos vulnerando los derechos de algunas personas que además son menores. Como por ejemplo, entre otras, la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad, ratificada por España en 2008. (BOE-A-2008-6963 de 21 de abril de 2008).

En esta misma línea, el concepto de “Retraso Mental” está totalmente obsoleto. No podemos seguir etiquetando a los niños/as con estos y otros términos que condicionan las expectativas a la baja sobre este alumnado.

Creo firmemente que debemos procurar y posibilitar el máximo desarrollo y esperar lo máximo de todos y cada uno de nuestros alumnos y alumnas. Hoy en día las personas con Síndrome de Down, pero también personas con otro tipo de “etiquetas” están demostrando que los profesionales estamos equivocados. Debemos propiciar que tengan todas las oportunidades tratándolos con equidad y sin que les prefijemos un techo.

Mirad a Violeta:

 

“El síndrome de Down es una condición, una característica, como tener los ojos verdes, no es una enfermedad. Los paradigmas médicos han versado hablando de los inconvenientes en su proceso tanto cognitivo como motor, pero lejos del fatalismo hay niños muy capaces, como cualquier otro.

Violeta, con sus seis años, nos ayuda a (…) abrir las puertas a la posibilidad. Violeta ha caminado con quince meses, fue sin pañal desde los dos años y lo pedía con dieciocho meses. Con tres años y medio deja el pañal nocturno pues se levanta sola al baño y a beber agua.

Con dos conocía y distinguía entre distintas plantas: adelfas, rosal, pruno, pino o mimosa. Con esa edad aprendió las marcas de los coches, e igualmente, con las matrículas los números y letras. Con tres aprendió expresiones en inglés, colores y animales. Con cuatro sabía la fecha de su cumpleaños, la calle y número donde vivía. Empezó a leer antes de los tres años. Está matriculada en un colegio ordinario, como cualquier niño de desarrollo típico, en la clase que le corresponde a su edad. Y además participa de actividades deportivas y musicales ordinarias…”

(Información extraída de la Asociación Luz en la finestra)

Si no empezamos a cambiar nosotros como orientadores estamos siendo auténticos obstáculos a la inclusión. Tenemos que cambiar nuestras concepciones y sobre todo, nuestras prácticas. No podemos seguir haciendo lo mismo, haciendo como que no pasa nada. Porque nuestras prácticas están obsoletas.

Y si no lo cambiamos y no nos concienciamos y actuamos acorde a ello, estamos haciendo mucho daño a muchos niños y niñas y a sus familias y estamos siendo los obstáculos a la inclusión de que habla este artículo.

Es cierto que tenemos una legislación educativa (también obsoleta e incluso contraria a otra legislación de rango superior) que dirige nuestro trabajo pero podemos interpretarla y aplicarla de muchas formas. 

En todo caso, si la aplicamos sin “rechistar”, de manera obediente, haciendo las cosas de la forma que siempre se han hecho, estamos dando a entender que no pasa nada y que estamos de acuerdo con esa legislación. Creo que como profesionales debemos ser críticos, cuestionar los mandatos, las directrices y las tareas que se nos demandan para poder avanzar y transformar la realidad y trata de equilibrar las desigualdades que encontramos en las escuelas.

La realidad se impone.

Documental «Yo soy uno más. Notas a contratiempo«: Un documental sobre la lucha por los derechos educativos. Rafael Calderón es una persona. Una persona más, a pesar de que nos empeñemos en resaltar que tiene síndrome de Down.

 

La educación inclusiva no son sólo palabras bonitas, o la excusa para hacer cursos, seminarios, congresos, escribir libros; o para cambiar un lenguaje por otro; o para cambiar unas palabras por otras y que las prácticas sigan siendo las mismas. Si no hacemos algo, esto no sirve absolutamente para nada y hay que empezar por uno mismo: por (re)mirarnos la visión que tenemos y, a partir de ahí, ir cambiando.

Entrevista a Gerardo Echeita Sarrionandia e Ignacio Calderón Almendros con motivo del I Congreso de Orientación para una Sociedad Inclusiva (Barcelona, 2014):

 

Este cambio solo se puede dar, como dice Nacho Calderón, desde un “profundo respeto al ser humano”. Se trata de “un gesto inicial de igualdad” (Carlos Skliar)

Como dice Alejandro Calleja Lucas: ¡¡¡Seguimos!!!»

Mª José Gómez Corell

P.D.: Tras un par de semanas el informe se ha podido tramitar sin ponerle al niño esa etiqueta y con los recursos que necesita. Como en el caso de Gloria, no es la mejor de las soluciones pero es motivo de esperanza de que las cosas están cambiando.

Mi mensaje es para los compañeros y compañeras que realizan las funciones de orientación educativa: debemos tomar las decisiones que consideramos adecuadas y justas. No nos dejemos vencer por las presiones a las que nos someten. Acostarse con la conciencia tranquila no tiene precio.

Gracias a Nacho Calderón Almendros, Alejandro Calleja Lucas, Paz Rodríguez del Rincón (tomé un pedacito de Luz en la finestra), Paula Verde Francisco con Mi mirada te hace grande, Carmen Saavedra desde Cappaces, Belén Jurado con sus aportaciones desde La Habitación de Lucía y tantas otras familias por ayudarme a cambiar mi visión y mi perspectiva y gracias por contribuir a construir una sociedad más inclusiva, más justa y más humana. GRACIAS.

Gracias también y especialmente a mi amiga y compañera de fatigas Ana Angulo, sin cuyo apoyo todo este proceso hubiese sido mucho más difícil.

Estos son los maravillosos dibujos de un niño que no ha tenido la suerte de encontrar a profesionales que respetaran sus derechos y le dieran su sitio en la escuela ordinaria, la escuela de TODOS.

Mi recuerdo para ti P., y un abrazo inmenso para tu madre, A.

Aspectos a replantear en el actual Sistema Educativo

Quisiera exponer someramente algunos aspectos que, desde mi perspectiva personal y mi experiencia particular, creo que deberían revisarse en el actual sistema educativo, tal y como ya se está haciendo en otros países cuyos avances educativos y sociales han sido siempre una referencia.

INMOVILISMO Y CERRAZÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO ORIGINADO POR:

Imposibilidad de saltarse pasos 

El actual sistema educativo está diseñado de tal manera que, para que un niño pueda pasar a la etapa B, tenga que tener afianzada previamente la fase A. Tampoco puede llegar a C sin haber adquirido B. Y así sucesivamente…

La realidad es que no hace falta saber leer y escribir con fluidez para que pueda comprender ciertas cuestiones referentes a la flora y fauna de Galicia, la geografía de Europa, entender la diferencia entre un sinónimo y un antónimo o saber que son los músculos los que hacen que nuestro brazo se mueva.

Sin embargo, al alumnado que no ha adquirido ciertas competencias básicas (normalmente en lectoescritura o cálculo) no se le hace partícipe de la misma rutina del conjunto de la clase: bien se le ha sacado fuera del aula para hacer un refuerzo, una clase de apoyo o, si está en el aula, realiza una actividad diferente a sus compañeros y con un material también distinto. Está físicamente en el aula pero no está en la clase.

La dictadura de los libros de texto

libro colgando

Los libros de texto cumplieron una importante función en su día pero en la actualidad constituyen un completo anacronismo. En su tiempo nos permitían disponer de información, sin embargo ahora mismo disponemos de toda la información en un pequeño dispositivo que podemos guardar en el bolsillo.

También la función del docente debería haber cambiado: antes disponía de un conocimiento que debía transmitir a sus alumnos pero, a día de hoy, su labor debería centrarse en dirigir a su alumnado a las fuentes de información correctas y enseñarles cómo gestionar, asimilar y discernir entre esa cantidad ingente de datos que tiene a su disposición.

Sin embargo, se sigue ejerciendo la docencia como si el mundo a nuestro alrededor permaneciera invariable. El resultado es un alumnado desmotivado y un fracaso escolar preocupante, ya que los niños de hoy necesitan más que nunca de una formación que les permita adaptarse y sobrevivir en esta nueva era de la información que les ha tocado vivir.

Y yo estoy convencida de que una parte importante del fracaso de la educación se debe a la implementación de los libros de texto. La rigidez de los temarios y las actividades cerradas que imponen, no permite incorporar los intereses, curiosidades y preocupaciones de los alumnos de esa clase ni los acontecimientos que pueden estar sucediendo en el momento y en el mundo en el que viven: la primavera árabe, el conflicto en Ucrania, la guerra civil en Siria, las polémicas prospecciones petrolíferas en Canarias, el brote de Ébola en África, los últimos descubrimientos en genética o el futuro esperanzador que abre el exoesqueleto robótico.

Niños en claseLa presión por seguir el discurso de los libros y completarlos antes de que finalice el curso (es decir, justificar el enorme desembolso económico a que obliga a las familias), impide que ningún acontecimiento/tema/materia extra tenga cabida en la clase. Esta semana nos iniciamos en las ecuaciones de segundo grado, así que imposible explicar el significado de ese “bosón de Higgs” del que habla todo el mundo estos días. ¿Que quién es la escritora que ha recibido este año el Nobel de Literatura? No hay tiempo para eso, ahora toca terminar la lección sobre lírica medieval que se acerca la semana asignada para los exámenes. Referéndum en Escocia que decide sobre su dependencia respecto al Reino Unido, movimientos independentistas en Cataluña: ¿que cuál es la diferencia entre independentismo y federalismo?, ya lo trataremos si nos queda tiempo a final del trimestre que ahora toca sumergirse en las revoluciones liberales del siglo XIX.

Los libros tratan además al conjunto de niños de la clase como un todo homogéneo: dan por hecho que todos los alumnos de esa clase disponen de ciertas capacidades, de los mismos intereses y del mismo ritmo de desarrollo. Falso. Los que no llegan, se quedan por el camino. Y los que exceden ese listón invisible, también.

Metodología: posibilidades infinitas del Trabajo por Proyectos 

Me resulta increíble que esta metodología (tratada ya en este blog en la siguiente entrada: Enfoque Constructivista) no se haya impuesto desde la administración o, al menos, alentado a través de medidas que impulsaran su implantación. Yo personalmente, me conformaría con que al menos un 10% de las escuelas públicas de nuestro país adoptaran este sistema que algunos queremos, para garantizar de esta forma esa libertad de elección respecto a la educación de nuestros hijos que, teóricamente, tenemos los padres. No logro entender que tan preocupada como parece ahora la administración y la sociedad en general por el tema de la educación y por el problema del abandono escolar, no se apliquen herramientas tan simples, y además tan económicas, como un simple cambio de metodología.

También es cierto que este tipo de pedagogía y el sistema educativo ideal que tiene como referencia al modelo finlandés, requiere también de otro tipo de mentalidad y de una sociedad muy distinta a la nuestra que, a su vez, sólo sería posible modificar desde un cambio en la educación que reciben los niños. Un círculo vicioso que no se sabe por dónde atajar.

No se trata tan sólo de una metodología que permitiría la integración real de los niños con diversidad funcional, sino que resultaría útil, motivadora y eficaz para cualquier alumnado. Y tampoco es una cuestión de trabajar con mayor o menor esfuerzo, sino de trabajar con mayor motivación y de forma más amena. No consigo entender el motivo por el cual en nuestra sociedad todo lo que implique un mínimo de diversión sea sospechoso de inútil, incompetente y demás adjetivos negativos que se nos ocurran. Vamos a ver: a todos los niños les encanta aprender, lo que no les gusta es el modo en que les enseñamos.

©Paula Verde Francisco

©Paula Verde Francisco

Sería urgente que al menos algunos centros educativos adoptaran y generalizaran esta metodología. En la actualidad, el destierro de los libros de textos y la adopción del Trabajo por Proyectos se produce en algunas aulas por la iniciativa individual de unos pocos maestros valientes. Es menos que nada pero no resulta efectivo porque esa metodología no tiene continuidad en cursos posteriores, puede levantar suspicacias entre padres de otras aulas que quieran lo mismo para sus hijos e incluso dar lugar a rencillas y enfrentamientos entre los propios docentes de ese centro.

A fecha de hoy, los centros de la red pública (y la mayoría de los de la privada) no se diferencian más allá de las características físicas de sus instalaciones, el horario y los servicios que ofrecen (madrugadores, comedor, extraescolares). Recuerdo que en una reunión mantenida hace algún tiempo con la concejala de Educación de nuestro ayuntamiento, nos explicaba que su objetivo era equiparar los servicios que ofrecían las tres escuelas públicas del municipio para que así la elección de los padres pudiera centrarse en el “proyecto educativo” que ofrecía cada centro. Yo la miré atónita preguntándome de qué pino se habría caído…

Presión social por obtener resultados académicos inmediatos

Por si no fuera suficientemente difícil el paso de Educación Infantil a Primaria, nada más aterrizar en ésta los niños se ven sometidos a la enorme presión de conseguir un objetivo: aprender a leer y escribir en unos pocos meses. Una presión que nos alcanza y angustia a todos: maestros, padres y alumnos.

A los pobres niños de 1º se les somete al mismo estrés respecto a la lectoescritura que a los estudiantes de 2º de Bachillerato respecto a la Selectividad. Se acaba aplicando en el sistema educativo y casi desde el minuto cero el darwinismo más cruel: el que no llega en esos primeros meses queda fuera prácticamente ya para siempre. Es la ley de la selección natural aplicada en el sistema educativo de la forma más extrema.

Y yo me pregunto: ¿para qué tanta prisa? Tienen toda la vida para aprender. No hay absolutamente ningún estudio que demuestre que la precocidad en la lectoescritura o el cálculo esté relacionada con el éxito académico, social o laboral. Y esto va dirigido a aquellos que se planteen que estos tres pilares vayan a ser fundamentales en las vidas de sus hijos cuando en realidad deberíamos aspirar a otro tipo de valores pero ese ya sería otro tema. Así que, retomando este, el éxito académico no garantiza en absoluto que nuestros hijos se vayan a ganar la vida sin dificultades. Menos aún en una sociedad tan en constante cambio como la nuestra en el plano económico y productivo.

©Paula Verde Francisco

©Paula Verde Francisco

Hay cientos de nombres de grandes personalidades de las ciencias, las letras o la empresa a quienes se colgó la etiqueta de “fracasados” en el sistema educativo y que fueron expulsados de él. Ni Steve Jobs ni Bill Gates ni Mark Zuckerberg finalizaron sus estudios universitarios. Universidad que ni siquiera llegó a pisar Amancio Ortega, fundador y dueño de Inditex, obligado a abandonar sus estudios con apenas 12 años. Robert Darwin ya no sabía qué hacer con su hijo Charles, más interesado en recolectar insectos que en concentrarse en sus estudios de Medicina como venía dictando la tradición familiar. Einstein tuvo constantes problemas en el entorno académico por su reticencia a plegarse al autoritarismo de los profesores. Uno de ellos llegó a afirmar que aquel chico “nunca llegaría a nada”. La madre de Thomas Edison (un niño curioso, inquieto y activo que hoy día habría sido etiquetado y medicado) sacó a su hijo del sistema y lo educó en casa tras enterarse de que su maestro lo consideraba un “caso perdido”. Bernard Shaw definía a las escuelas como “prisiones donde se encierra a los niños para impedir que molesten a sus padres”. Abandonó el sistema con 16 años, lo que no le impidió recibir el Nobel de Literatura, un Oscar y ser fundador de la London School of Economics.

Yo no aspiro a que mis hijos sean Nóbeles, directivos del Ibex 35 o ministros. Pero para quien sí sea así, que sepa que ese boletín de notas sobre el que puedan estar girando sus vidas, no garantiza absolutamente nada.

Lula da Silva, presidente de Brasil durante ocho años, aprendió a leer y escribir a partir de los 10 años. No sólo se convirtió en uno de los hombres más influyentes del planeta sino que llevó a cabo logros increíbles y admirados en todo el mundo como rebajar la tasa de analfabetismo de su país del 18% al 9% (la mitad) o reducir la pobreza extrema del 12% al 5%, por no hablar de la drástica reducción de los niveles de violencia en el que era el país más peligroso del mundo. Sin movernos de Brasil, Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente y una de las candidatas a la presidencia del país en las últimas elecciones, se alfabetizó en la adolescencia.

Manos niñosAsí que, está claro que no pasa nada si un niño no domina la lectura a los 6 años. Entiendo que la presión fundamental proviene de la sociedad y de la esclavitud a la que nos somete esta búsqueda constante de logros, del éxito y que a estas edades consideramos que se refleja en las notas, en el expediente académico. Sé también que padres y docentes formamos parte de esa misma sociedad pero deberíamos ser los primeros en hacer esta reflexión y convencernos de lo importante que es llegar a un destino pero con seguridad y firmeza, sin prisas. Y, sobre todo, que lleguen TODOS.

Metodología: enfoque constructivista

constructivismo, metodología constructivista, trabajo por proyectos, pedagogía, discapacidad, diversidad funcionalA pesar de que cuando Antón comenzó su escolarización ya tenía una hija mayor que entonces iniciaba 3º de Primaria, nunca antes había oído hablar de la Metodología Constructivista ni del Trabajo por Proyectos. En mi cabeza no existía otra forma de aprendizaje reglado que la visión de un grupo de niños trabajando con un mismo material, ya fueran libros de texto, en el caso de Primaria, o fichas para la etapa de Infantil.

Este novedoso e increíble mundo se abrió ante mí durante la primera reunión que mantuvimos con la que iba a ser la maestra de Antón, Daniela Rocha. Debo decir que salí absolutamente fascinada de aquel encuentro que duró dos horas pero que pasaron como un suspiro. Ya aquel día intuí que se abría ante mí, y ante Antón, un mundo nuevo que podía ser la solución a parte de sus limitaciones y a todos mis temores y miedos respecto a su escolarización. La realidad posterior no sólo no me defraudó, sino que excedió con creces todas aquellas expectativas iniciales.

La metodología tradicional no respeta la diferencia del alumnado. Actúa sobre una visión que contempla al conjunto de niños de una clase como un todo uniforme. Algo irreal porque en ese grupo de niños existen no sólo distintas capacidades y diferentes tiempos de maduración, sino también diferentes personalidades y circunstancias familiares, sociales y culturales enormemente variadas.

Soy conocedora de que existe cierta polémica respecto a esta metodología y de que algunos docentes, partidarios del método tradicional, se resisten a admitir las ventajas y beneficios del trabajo por proyectos. Pero quiero insistir en que la aplicación de esta metodología es la única manera en que ciertos niños puedan aprender y avanzar cognitiva y académicamente de forma efectiva y favorecer, además, una integración social real. Resulta muy difícil que un niño que trabaje con un material diferente al del resto de sus compañeros, pueda sentirse y ser percibido como parte real del grupo.

Este sistema respeta el ritmo de maduración y las competencias de cada alumno. Todos avanzan en el mismo sentido pero cada uno a su ritmo, sin stress, sin ansiedad, sin discriminaciones, sin prejuicios.

Si la clase de Antón hubiera trabajado con los clásicos libros de fichas, su experiencia en aquellos tres cursos no habría sido, ni de lejos, lo que fue, tanto en el aspecto académico como en el social y emotivo. No voy a explicar aquí donde estaríamos porque sería extensísimo pero lo cierto es que Antón no sería el niño que ahora es ni habría llegado a donde está.

constructivismo, metodología constructivista, trabajo por proyectos, pedagogía, discapacidad, diversidad funcionalAdemás, la filosofía constructivista permite una participación activa de las familias, tanto en la educación del niño como en la vida del centro. Facilita las relaciones entre las familias de los niños que comparten aula, permite a esos padres apreciar de cerca y valorar el inmenso trabajo del docente y ayuda a crear un vínculo muy especial tanto entre los niños, como entre los adultos vinculados a esa clase.

La labor de Daniela también incluía educarnos a nosotros, los padres de sus niños. Nos convocaba a reuniones con mucha frecuencia y en aquellas charlas siempre insistía en la idea de que la clase no era un todo homogéneo sino que estaba inundada de diversidad: ideas, experiencias y actitudes previas de cada alumno; estilos de aprendizaje; ritmos de maduración; intereses, motivaciones y expectativas; capacidades y ritmos de desarrollo; sin olvidar la gran variedad cultural, social e incluso lingüística que se daba entre aquellos niños.

En el enfoque constructivista el niño construye su propio aprendizaje, aprende significativa y reflexivamente y se respeta el ritmo de cada niño así como los momentos de desarrollo. Toda esta teoría se materializa a través de Proyectos de Investigación que buscan soluciones a los problemas, intereses o curiosidades que van surgiendo en el aula. Se respetan los intereses de los niños y parte, además, de sus experiencias y conocimientos previos. El objetivo es Aprender a Aprender. Y, en este sentido, los libros de texto no respetan los ritmos, la heterogeneidad del aula ni los distintos momentos del desarrollo.

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constructivismo, metodología constructivista, trabajo por proyectos, pedagogía, discapacidad, diversidad funcionalEsta estrategia busca un cambio de mentalidad, donde se pase del individualismo que representan la metodología tradicional y el libro de texto a la cooperación entre iguales. Se fomenta la ayuda mutua, la solidaridad y el trabajo en equipo, al tiempo que se evitan las situaciones de competitividad. Ni que decir tiene lo que este punto supuso respecto a las circunstancias y características de Antón: aprendió a no avergonzarse ni sentirse de menos por el hecho de necesitar la ayuda de sus compañeros y estos tomaron conciencia de que “todos necesitamos de todos”.

Daniela buscó, además, infinidad de estrategias para que Antón pudiese hacer lo mismo que el resto de compañeros aunque los instrumentos o estrategias que utilizara fueran distintos. Lo importante era el objetivo y el resultado final y no tanto el camino para llegar a él.

La triste regla de tres que se nos ha venido transmitiendo en el tiempo defiende la idea que sólo se pueden resultados a través de trabajo duro, repetitivo y monótono (es decir, aburrido). Así, los detractores de la pedagogía constructivista sólo ven el aspecto lúdico de esta metodología y asocian diversión a pobres resultados académicos, olvidando que los niños a estas edades aprenden jugando.

Evidentemente, lo que menos me preocupaba a mí en esta etapa eran los resultados académicos de Antón y, aún así, terminó el ciclo de infantil leyendo con letras mayúsculas. Muchos de sus compañeros de clase sabían leer y escribir perfectamente tanto en mayúsculas como en minúsculas. Habían aprendido jugando y divirtiéndose. ¿Por qué esto tiene que ser por fuerza malo? Yo he vivido esta experiencia y soy conocedora de sus resultados en todos los aspectos. Es más, soy conocedora de ambas metodologías a través de la experiencia de mis dos hijos. Mi hija mayor (sin discapacidad), con su metodología clásica y sus fichas repetitivas en una especie de bucle insufrible (los convertimos en especialistas en otoño y másters en ejecutores de ondas), no reconocía más allá de unas pocas letras y algunos números. Repito que yo no doy ningún valor ni importancia a la precocidad en este terreno, pero con este ejemplo quiero refutar a quienes sí se la dan y demonizan el Trabajo por Proyectos con este argumento. También probar que esta metodología no sólo es positiva para el alumnado con diversidad, sino para todo el conjunto de la clase.

Y más allá del aspecto puramente académico y de los resultados en lectoescritura o numeración, debo decir que la experiencia en la clase de Daniela me fascinó también en otros aspectos como la autonomía, la solidaridad e incluso el civismo y la convivencia. Desde el inicio del ciclo, los niños aprendían a autogestionarse, no sólo respecto a sus actividades y rutinas (rotación por rincones de trabajo) sino también en cuanto a la resolución de conflictos y problemas que pudieran surgir en el aula. Cada vez que aparecía por la clase, me encontraba con algún reglamento o norma nuevos. “Tenéis más artículos que la Constitución”, le dije un día a Daniela. Se trabajaba el sentido de la justicia y la equidad: todos tenemos los mismos derechos. Eran los propios niños quienes detectaban situaciones que hicieran necesaria la elaboración de una norma y la elaboraban en conjunto. El objetivo de esas normas era garantizar una convivencia libre de conflictos y que todos los niños de la clase tuvieran los mismos derechos («diferentes pero iguales»), evitando privilegios y privilegiados: que los niños discutían por sentarse al lado de la profe durante la Asamblea, se recurría a un listado que permitiera a toda la clase rotar en este puesto; que Brais se empecinaba en llevarse una ardilla de juguete a casa, listado de las fechas en que el resto podía hacer lo mismo; incluso acompañar a Antón en el ascensor (propiciado desde siempre por Daniela para dejar constancia de que formaba parte de la clase aunque no bajara al patio por las escaleras) se convirtió en un privilegio que tuvo que ser regulado.

No es justo era una frase que se repetía casi a diario y que daba lugar a un foro de debate para solucionar determinada situación y desterrar la mínima injusticia que pudiera contener. Todo conflicto se debatía y reglamentaba y, lo que es aún más importante, las normas se cumplían y todos aquellos niños tomaron conciencia en esos tres cursos de lo importante que es para la convivencia y el buen funcionamiento de una sociedad dotarse de leyes y acatarlas. No sólo de una forma teórica, sino en la práctica. Es más, una vez integrado esto ya en el primer curso, a partir del segundo se trabajaron en la clase las “consecuencias” de incumplir las normas. No acatar determinada norma conllevaba para ese niño una “consecuencia” concreta (que no castigo).

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También le agradeceré siempre a Daniela el haber transmitido al resto de padres la suerte que suponía para sus hijos compartir aula con un niño de las características del mío. Lamentablemente, nuestra experiencia previa con la hermana mayor de Antón había sido muy distinta. No nos faltaban experiencias donde alguna tutora había aludido a la diversidad de la clase (tanto en reuniones personales como de grupo), como justificación para el retraso con la programación o determinados problemas de conducta que habían surgido en la clase. Se escudaba en esa diversidad de su aula (funcional y social) para transmitir a las familias la idea de la enorme carga que debía soportar y de lo limitado del tiempo que podía dedicar al alumnado “ordinario”.

Nosotros tuvimos la enorme fortuna de que la tutora asignada a la clase de Antón defendiera y aplicara la metodología y filosofía constructivistas. El destino nos regaló a Daniela y su maravillosa fórmula de trabajo. Siempre me asombró, además, la naturalidad con la que Daniela se acercó y trató a Antón desde el primer día, a pesar de tratarse del primer alumno con diversidad funcional que había tenido en su aula. No era forzada ni fingida, era natural, le salía de dentro. Y puede parecer una tontería, pero es muy difícil tratar a un niño con discapacidad con naturalidad si no se le conoce ni se tiene contacto con el mundo de la diversidad. Nunca le puso limitaciones y siempre lo juzgó capaz de hacer lo mismo que el resto de sus compañeros. Centró su atención, imaginación y recursos en cómo conseguir que lo lograra. Una vez más, Gracias Daniela.

 

Gracias Daniela ❤

constructivismo, metodología constructivista, trabajo por proyectos, pedagogía, discapacidad, diversidad funcionalLa suerte, el azar, el destino, o como queramos llamarle a esa circunstancia que suele marcar nuestras vidas, quiso compensar la tremenda putada que la lotería genética le había hecho a Antón colocando a Daniela en su camino.

Daniela, su maestra durante los tres cursos de Educación Infantil, nos demostró que la carencia de recursos puede suplirse muchas veces con ganas, vocación y esfuerzo. Y, sobre todo, con el amor infinito que ella demuestra hacia todos sus niños.

Daniela es vocación, intuición, imaginación, sensibilidad, capacidad de trabajo, entrega, dedicación. Resulta imposible trasladar en una sola entrada la forma en que suplió la falta de medios con todos los recursos nacidos de su tremenda vocación y su extraordinaria imaginación. Haría falta un libro completo para hacerlo. Difícil también expresar y agradecer todo lo que pude aprender a su lado. Con ella lo aprendí todo. Y nunca podré agradecer lo suficiente su generosidad por todo el tiempo que me dedicó y todo cuanto me enseñó. Y nuestra experiencia junto a ella demuestra que, si el maestro se involucra de verdad y los padres son flexibles, se dejan guiar por esa persona y confían en ella ciegamente, se puede obrar un auténtico milagro y acercar la integración escolar y social de ese niño a la realidad con la que muchos soñamos.

Esos años al lado de Daniela me hicieron además entender cuánto de importante tienen los docentes a estas edades, lo claves que resultan para nuestra sociedad y lo poco que se cuida su función. Solemos valorar socialmente a los docentes de forma inversamente proporcional a su influencia real sobre los alumnos. En la cúspide situamos a los catedráticos de universidad (cuando poco o nada pueden ya influir sobre los valores y la personalidad de nuestros hijos llegados a esas edades), mientras parecemos colocar en lo más bajo del escalafón a quienes se ocupan de ellos hasta los 6 años. Esos seis años cuya importancia coinciden en resaltar todos los expertos en pedagogía, psicología o biología. Increíble paradoja sobre la función de estos docentes que lleva también a descuidar su elección. Deberíamos reflexionar sobre lo trágico que resulta que existan personas que ejercen de forma equivocada su trabajo, con el daño tan enorme e irreparable que pueden causar.

Ojalá muchos futuros docentes pudieran formarse junto a Daniela Rocha para salir tocados con esa varita mágica tan especial que los convertirá en maestros muy especiales. No consigo entender que la formación en Ciencias de la Educación no obligue a los estudiantes a ejercer prácticas desde el minuto uno y de forma continuada a lo largo de toda la carrera, de la misma forma que los estudiantes de Medicina se convierten en la sombra de los profesionales que están en ejercicio por consultas y hospitales.

Me gustaría dedicar las entradas de estas últimas semanas del curso escolar a analizar diferentes aspectos de la escolarización, referidos especialmente a la de los niños con diversidad funcional. He intentado recoger en ellas diferentes reflexiones que pertenecen a la primera etapa de la escolarización de Antón. Nuestras vivencias en Educación Infantil fueron tan extraordinarias que me convencieron en aquel momento de que la inclusión de mi hijo en una escuela ordinaria sí era posible.

Lamentablemente, el paso a Primaria y nuestro camino en estos últimos cursos ha evolucionado de forma muy distinta. Tanto dentro como fuera de la escuela. Los factores y las circunstancias que han marcado esta inflexión son múltiples y variados. Tienen más que ver con la complejidad de la propia sociedad, la evolución de los niños según van cumpliendo años y los roles, capacidades o destrezas que el mundo les empuja a valorar, que con la propia escolarización. Dado que todavía estamos ahí inmersos y resulta difícil analizar una situación sin perspectiva y cierta objetividad, pospondré las reflexiones y conclusiones derivadas de esta última etapa. Intentaré también que el dolor de ahora no me impida recordar la extraordinaria experiencia y la felicidad vivida en aquellos tres primeros cursos de Infantil. Trataré de analizar los principales factores que creo incidieron no sólo en los avances motores y cognitivos que entonces experimentó mi hijo, sino también en su desarrollo espiritual como el ser humano completo y complejo que es. Y ojalá nuestra experiencia pueda servir para marcar el camino y aportar luz tanto a las familias que inicien ahora la escolarización, como a esos docentes cuyo papel va a ser tan importante en las vidas de esos niños.

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Los tres años que Antón pasó al lado de Daniela fueron los más felices de nuestras vidas. A veces me gustaría sumergirme en un bucle espacio-temporal que reprodujera aquella época de forma indefinida. Que los años que nos quedan por vivir transcurrieran en nuestro particular “día de la marmota” y que ese tiempo nos atrapara y no nos dejara escapar nunca.