Os voy a invitar a que veáis (y sobre todos, escuchéis) la conversación que tiene lugar en el vídeo enlazado en la siguiente imagen (sólo tenéis que pinchar sobre ella).
En otro capítulo de este mismo programa, nos indignábamos con las palabras de Bertín Osborne al calificar a los niños con autismo como “entes” y que, no contento, afirmaba además que carecían de sentimientos. [Para quien no sepa de qué va el asunto: “Bertín Osborne, nuestros niños con autismo no son ‘un ente distinto’, sin empatía. Y ser sus padres no es algo ‘terrible’ ” por Melisa Tuya]
Pues bien, aunque la conversación que tiene lugar en esos cuatro minutos que menciono, parezca totalmente inocente, debería escandalizarnos de igual forma que las palabras de Mr. Ente. Ya que, así como existe eso que denominamos micromachismos (que no son tan micros), también existen microprejuicios respecto a las personas con diversidad funcional, que tampoco son tan micros y que sumados, uno detrás de otro, nos llevan a interpretar “a estas personas como no humanas. Las convertimos en cosas, por el miedo a que nos afecte, y en este proceso de cosificarles desactivamos su poder transformador: ya no podemos ser ellas“ (Ignacio Calderón Almendros).
Las familias no podemos reclamar los derechos que les corresponden a nuestros hijos como seres humanos que son y, al mismo tiempo, convertir en referentes de nuestro colectivo a dos personas que son capaces de soltar, en menos de cuatro minutos, una sarta de expresiones paternalistas y discriminatorias (microprejuicios) que siguen afianzando la exclusión y la segregación en nuestra sociedad. Y lo hacen porque están basadas en la pena y en la idea de que nosotros (los no diversos), estamos “por encima” y ellos (los que funcionan de forma distinta a nosotros), “por debajo”:
Aquí, lo que me rechinó de la conversación:
– Lo que aportan “estos” niños…
– En “estas” familias…
– Miles de cosas que te “enseñan” “estos” niños…
– Los padres de “niños discapacitados”…
– Hay muchísima gente que tiene “niños con problemas”…
– Nosotros, que podemos ayudar a que la gente se acerque a estos niños, que sepa que existen, y que sean integrados en la vida del día a día, que no te vayas cuando veas a un niño discapacitado, sino que te acerques, que le abraces, que le toques… A estos sí me gusta abrazarlos, fíjate.
– Los niños nuestros tienen una capacidad de demostrar cariño y amar que no la tenemos nosotros, esa capacidad sí la tienen diferente de nosotros.
Aquí, lo que mi cabeza replicó:
Los niños no se dividen en “estos” (con diversidad funcional) y “aquellos” (los que funcionan de acuerdo a la mayoría estadística de la población): todos son NIÑOS, sólo niños.
No hay “estas” familias y, en contraposición, “aquellas” familias: sólo FAMILIAS.
Mi hijo con diversidad funcional me ha “enseñado” y “aportado” miles de cosas. Mi hija, sin discapacidad, también.
El prefijo “dis-“ implica negación, por tanto “discapacitado” significa “no capacitado”. Me entristece (y cabrea) que la Sra. Vallejo-Nágera entienda que su hijo o el mío “no están capacitados”.
Lo que pienso de quienes utilizan la expresión “niños con problemas”, mejor no lo digo públicamente…
Mi hijo con diversidad funcional tiene una capacidad inmensa de demostrar cariño y amar (exactamente igual que mi hija sin discapacidad), pero también de encabronarse y armar unos pollos de mil narices que te dan ganas de (como dice su hermana) “venderlo y pagar a quien se lo lleve”.
A mí me encanta abrazar, achuchar y estrujar a los niños. A todos los niños achuchables y estrujables, independientemente de su funcionalidad.
Dice Samantha Vallejo-Nágera, además, en un momento de la entrevista en que entre los dos intentan buscar una terminología adecuada para hacer referencia a “estos niños” (adecuada a su perfil social, mentalidad e ideología, claro está): “Bueno yo… soy bastante… Me parece todo bien, yo no tengo prejuicios.”
Pues sí señora, usted tiene prejuicios, los tiene todos. Exactamente igual que su interlocutor. (Respecto a éste, lo explica así de claro Ignacio Calderón Almendros en este artículo: “Ese ‘ente’ distinto”)
Pues yo sí que tengo prejuicios en contra de las palabras y las expresiones que despojen a mi hijo de su dignidad y hasta de su humanidad. Lo contaba aquí hace cuatro años: “El poder de las palabras”.
Como reconozco al principio de ese post, cuando inicié este viaje tampoco tenía prejuicios en contra de la terminología irrespetuosa, pero el camino recorrido desde que nació mi hijo me ha enseñado a tenerlos todos. Siento mucho que usted, que ha tenido exactamente la misma oportunidad para entender también la importancia que tienen las palabras, no lo haya aprendido. Siento más todavía que su altavoz sea más grande que el mío y que sirva de excusa a quien le escucha, para seguir utilizando expresiones que deberíamos haber desterrado de nuestro vocabulario hace mucho tiempo.
Por último, quiero decir que entiendo lo tentador que puede resultar querer reflejarse en ciertas figuras públicas que comparten con nosotros la circunstancia de ser padres/madres de niños con diversidad funcional. Sin embargo, el hecho de conducir programas de televisión con éxito de audiencia, no puede convertir a esas personas en una autoridad en nuestra comunidad. Les convertirá en autoridad en el mundo de la televisión o de la cocina, pero no más allá. ¿O es que acaso la fama y la popularidad le dotan a uno de forma instantánea de sabiduría y sensatez?
La actitud de estas personas, su enfoque, su defensa acérrima de Mundoterapia, sus expresiones respecto a la diversidad de sus hijos, pueden ser respetables, pero nunca pueden convertirles en un referente por el sólo hecho de… ¡ser famosos!
Yo no quiero que los Bertín, las Fabiola o las Samantha sean los héroes y el referente de la minoría a la que pertenezco desde hace doce años. Si el tipo de mirada hacia la discapacidad que ellos tienen, si su pensamiento, sus palabras y la terminología que emplean, se convierten en válidas para el resto de la sociedad por el hecho de tener un estrado más alto que el de quienes defendemos otras miradas, otras actitudes y otras palabras, el futuro de nuestros hijos nunca va a ser el que muchos de nosotros deseamos y esperamos. Nunca jamás.
Hola Carmen.
Fíjate en este detalle: al empezar el programa, «Mr. Ente» sale con su hijo mayor en la cocina y tal, con total normalidad….Y que yo recuerde, al menos en los programas que he visto nunca ha salido con su hijo pequeño (que me corrija alguien si ha pasado lo contrario) . ¿Por qué? ¿Por vergüenza? ¿Por qué no quiere exponer al público a su hijo?. Ya lo está haciendo con el mayor, ¿por qué no lo hace con Quique?. Y sí, sé que ha sacado a sus hijos en alguna que otra revista. No sé, a lo mejor no quiere que la gente vea como es su hijo, como se mueve o interactúa con los demás, no sé…A lo mejor es que el horario de grabación coincide con que no esté en casa el niño, o yo que sé…Pero ese detalle me chirría un poco. Y yo tampoco estoy muy a favor de que expongan a los niños por la tele, ojo.
Y sí, también me chirría bastante cuando hablan de «estos niños» y de que «está totalmente integrado», como decía la abuela, o lo de «sí , bueno, ahora se dice con diversidad, sí…bueno, yo no tengo prejuicios»…Como diciendo «que lo llamen como quieran, yo tengo mi pensamiento y es este» . Como si eso de llamarlos «con diversidad funcional» fuera una moda, y no una realidad.En fin.
Sigue así, Carmen. Necesitamos tus artículos.
Un beso.
Jorge
Gracias por tu reflexión, Jorge. No sé las respuestas de las preguntas que planteas. No veo sus programas. Si he leído, sin embargo, algunos de esos reportajes en familia en el papel couché cuando han caído en mis manos y hace años que me chirrían todos ellos.
Desde luego, no es el modelo de «inclusión» que yo quiero y deseo para mi hijo.
Un abrazo, Jorge.
De acuerdo contigo al 100%
Este programa es discriminatorio con las mujeres, con el colectivo Lgtbi y también con las personas con diversidad funcional.
Lo que hablan en ese programa puede convertirse en escaparate al que imitar y tristemente por su mucha audiencia, llegar y convencer a quienes lo ven.
Saludos.