Empecemos a llamar a las cosas por su nombre: EUGENESIA

Hace unas semanas poníamos el grito en el cielo ante el anuncio del vicepresidente de Castilla y León de un protocolo antiaborto en esa comunidad que obligaría a los sanitarios a ofrecer a las mujeres que quisieran abortar escuchar el latido del feto y una ecografía en 4D.

Unas semanas antes, a algunas se nos había encogido el corazón (y el estómago) ante esta noticia:

Imagen de una noticia con el siguiente titular: "Reino Unido confirma la legalidad de abortar fetos con Síndrome de Down hasta el momento del parto"

En Reino Unido es posible abortar hasta la semana 24 de embarazo. Sin embargo, si el feto tiene Síndrome de Down está permitido abortar hasta el momento mismo del parto. Sí, has leído bien, hasta unas horas —o minutos— antes de su nacimiento.

Heidi Crowter (una mujer inglesa que tiene las características de quienes pueden ser exterminados) presentó un recurso para que se modificara este punto de la legislación sobre el aborto. Tanto el Tribunal Supremo como la Corte de Apelaciones han denegado su petición. La resolución de esta última se conoció hace un par de meses. Y, como digo, aunque muchas fueron las voces que se levantaron contra el retroceso en los derechos de las mujeres castellanoleonesas, ninguna lamentó el atentado contra los derechos de las personas británicas con Síndrome de Down. Concretamente el derecho a la vida.

Imagen de Heidi Crowter junto a un cuadro de texto con sus declaraciones: "Me hace sentir como que no debería estar aquí. Que debería haberme extinguido. Sé que no es verdad, pero es como me hace sentir."

Me apena y produce mucha vergüenza no haber encontrado esa noticia recogida en ningún medio teóricamente progresista. ¿Quizás por que se entienda que impedir que las personas nombradas por la discapacidad nazcan es progreso?

No es progreso, es NAZISMO.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

La resolución judicial de Reino Unido demuestra, una vez más, como no todas las vidas tienen el mismo valor. Algunas, por no tener, no tienen ni el derecho a nacer. 

Esto es EUGENESIA.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

Una compañera de trinchera que vive en Gran Bretaña escribió esto aquellos días en respuesta a la incredulidad de otra madre convencida de que la noticia era falsa:

«No sólo es cierto, es que además lo han ampliado a personas con labio leporino y club foot. Hasta el parto. Hablé con una madre, con varias, sobre el acoso que sufren durante el embarazo para abortar aún cuando especifican claramente que quieren seguir. Esta mamá en concreto me contó que sufre de PTSD, stress postraumático, por la constante presion que recibió durante todo el embarazo para abortar a su hija porque tenia Síndrome de Down, aún habiendo dicho por activa y por pasiva que no iban a interrumpir el embarazo. Llegó al punto que hasta estando ya de parto en el hospital, constantemente le recordaban que aunque estuviese ya de parto, hasta que la niña no empezase a bajar por el canal tenía todavía tiempo de abortar. En el Reino Unido, muchos sanitarios abiertamente dicen que tienes un deber moral y ético de no traer al mundo a un niño con discapacidad y si lo haces, pues parece ser que eres una persona amoral básicamente que carga al sistema y a los demás con gastos inecesarios.»

En España no es necesario tomar esta medida. Por la sencilla razón de que en nuestro país casi ningún feto con síndrome de Down consigue llegar tan lejos como el día del parto. Normalmente dejan de ser y de existir en cuanto llega el resultado de la amniocentesis. Y la presión sobre las pocas madres que no se plantean la opción del aborto es tan bestial, que pocas son capaces de resistirla.

Las que aún así lo consiguen, tienen que leer después mensajes como este cuando comparten en redes sociales la feliz noticia del nacimiento de su hija: 

«Y no pudiste evitarlo??? Yo creo que era lo mejor 😳😳 eso en parte es egoísmo pero en fin. Bienvenida al mundo con la cara de fastidio y pesar y esperar que se adelante para que por fin sea feliz. Si decides tener otro asegúrate que no nazca así, de lo contrario mejor evítalo.»

Captura de pantalla del comentario en Instagram: "Y no pudiste evitarlo??? Yo creo que era lo mejor 😳😳 eso en parte es egoísmo pero en fin. Bienvenida al mundo con la cara de fastidio y pesar y esperar que se adelante para que por fin sea feliz. Si decides tener otro asegúrate que no nazca así, de lo contrario mejor evítalo."

Las demás madres nos libramos de esa presión porque por ahora no es posible detectar ciertas condiciones genéticas en las pruebas prenatales. Pero más pronto que tarde también será posible. 

Desde que nació mi hijo he cedido material genético (suyo y de nuestra familia) para cualquier investigación sobre su síndrome que me lo pidiera. Pero hace ya algún tiempo que empecé a ser consciente de que las investigaciones sobre genética pueden acabar utilizándose en el futuro para exterminar a seres humanos con las características de mi hijo. Así que, en los últimos años he acabado diciendo NO. Y me preocupa la inconsciencia con nos prestamos a algo sobre lo que nunca nos ofrecen ni información ni garantías. Ahora digo: Ya está bien de investigar “las causas”. Dediquemos esos recursos a hacer sitio en el mundo a todas las personas. A mejorar vidas y entornos.

Han logrado convencernos de que debemos deshacernos de los seres humanos no productivos (a ojos del sistema) en el momento mismo en el que nacen. Porque mi hijo era exactamente el mismo con 24 horas que con menos 24.

Lo que está detrás de este tipo de legislación y de estas acciones, es un sistema capitalista bestial y atroz que acabará consiguiendo que no nazca ninguna persona que no sirva a sus intereses. Esto que está ocurriendo en Gran Bretaña es el triunfo del thatcherismo. Ni la propia Margaret hubiese soñado un final mejor.

Durante el pasado Mundial de fútbol nos cansamos de leer y escuchar condenas a la violación de derechos humanos en Qatar. Sin embargo, esta barbaridad que está ocurriendo en la democrática y ejemplar Europa ha pasado completamente de puntillas. Porque nos han acabado convenciendo de que a ciertos niños y niñas hay que recibirlos como una tragedia. Así que mejor ya ni recibirlos. Y, no contentos, lo vendemos como un avance en derechos.

Es curioso, porque cuando vivía en Inglaterra (allá a principios de los 90), me contaron que en la sanidad pública ya no se informaba del sexo del bebé porque en ciertas comunidades se utilizaba para abortar a las niñas. Para practicar feminicidios prenatales. Ahora, ese mismo país ha legalizado la posibilidad de exterminar a ciertos seres humanos hasta el momento mismo en que empiecen a bajar por el canal de parto.

Es tan atroz. Y yo no soy capaz de expresar el dolor que me produce el silencio de todas las personas y organizaciones que siempre están allí donde se vulneren los derechos humanos.

Cuando la sordera, la diabetes, los genes asociados al cáncer, al Alzheimer, al alcoholismo, a la ludopatía (añadid cualquier circunstancia que se os ocurra) sean detectados en las pruebas prenatales, ¿tampoco vamos a dejar nacer a esas personas?

Escribía otra compañera: «Es el fracaso de nuestro modelo social, capaz de invertir millones y aunarse para defender el derecho a matar, e incapaz de cooperar para ofrecer contextos en los que todos tengamos cabida. No sé qué tiene de «progre» esta regresión a la época cavernícola y animal, en la que la manada destruye todo elemento «incómodo» o que se aleja de su modelo estandarizado de “ser”

ESTO NO ES PROGRESISTA.

ESTO ES NAZISMO.

Empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

«Un día alguien moverá esa línea un poco más adelante o un poco más hacia atrás y muchos caeremos por ella.» 

(Ana Robles, mamá de Luna)

 

 

#AktionT4Prenatal

ESE NO ES EL DEBATE

ese no es el debateHoy he vuelto a leer en la prensa otro de esos artículos con los que nos bombardean últimamente sobre el derecho al aborto en los casos de “malformación del feto”, como si en esta palabra cupiera todo: ceguera, parálisis cerebral, autismo, síndrome de Down, sordera…

Soy atea. No creo en Dios. Mis ideas y mi conducta no se rigen por un dogma o un código de conducta que otros han elaborado para regir mi vida. Creo en el derecho a decidir y reniego del adjetivo que define mi opción como “pro-abortista”. Creo que cualquier mujer tiene derecho a decidir si quiere ser madre. Y, si no es así, defiendo su legítimo derecho a recurrir al aborto, independientemente de las razones que le lleven a tomar esta decisión. Son suyas y no debería justificarlo ante nadie.

Ahora bien, estoy harta de tener que leer y escuchar como mi hijo y los que son como él son “abortables”. Estoy harta de leer artículos de especialistas o testimonios personales que, para defender el derecho a decidir, utilizan el tema de las malformaciones. No señores, el debate no es ese. ¿Quién decide qué vida es digna de ser vivida? ¿En función de qué se tiene o no derecho a vivir? Ni Hitler, Franco, Stalin o cientos de nombres más responsables de las grandes atrocidades vividas por la Humanidad tenían una discapacidad. ¿Fueron sus vidas dignas de existir?

Y también me molesta enormemente que se recurra a nombres como Goya, Beethoven, Roosevelt, Frida Kahlo o Stephen Hawkings para justificar el derecho a existir de las personas con diversidad funcional. Yo no he descubierto agujeros negros en el universo, no tengo ni idea de cómo componer una sinfonía ni está en mis planes resolver enigmas matemáticos… ¿no es mi vida digna de ser vivida por ello? ¿Acaso mi hijo y todas las personas con diversidad funcional deben realizar grandes descubrimientos o alcanzar grandes metas para justificar su existencia????

Son muchos los deseos y sueños que he querido alcanzar en mi vida. El principal entre todos ellos el de ser madre. Así que, cuando se dieron las circunstancias para poder cumplirlo quise serlo sin condiciones. Mi pareja y yo nos negamos a realizar la amniocentesis y cambié de ginecólogo cuando al que acudía me llamó “irresponsable” por mi decisión. ¿Acaso la amniocentesis me iba a informar de si mi hijo tendría un tumor cerebral a los 2 años, si le aplastaría un muro jugando en el jardín a los 5, si moriría a causa de una leucemia a los 12 o de un accidente de tráfico a los 20? No. Y, desgraciadamente, todos estos son casos que he vivido en mi entorno. Vivir implica riesgos y ningún test genético ni prueba médica nos va a garantizar que nuestros hijos vayan a estar exentos de ellos.

¿Acaso si un padre ve como su hijo pierde la facultad de oír, andar o hablar a los 2, 5, 12 ó 30 años, lo va a querer menos? ¿Desearía por ello que su hijo dejara de existir? ¿De qué demonios estamos hablando entonces? ¡Basta ya! El debate es el que es y no es este. Existen argumentos suficientes para defender el derecho a decidir sin ofender a las personas con diversidad funcional y a sus familias. Además, si generalizamos este argumento, ¿cuál sería la conclusión? ¿defenderemos el “aborto postnatal” cuando una persona sufra un accidente o una enfermedad que le lleven a formar parte del colectivo con discapacidad?

Y, aunque no lo comparto, respeto a quien decida practicar pruebas prenatales y abortar en función del resultado. Pero no pienso por un momento que esa actuación sea más legítima que la de quien decide abortar a causa de sus circunstancias sociales, económicas o vitales. Me opongo a que se generalice la idea de que el primero es un acto responsable, legítimo y apropiado y el segundo no. Estoy harta de este discurso que me ofende profundamente. También de que no se pueda alzar la voz para condenarlo sin ser sospechoso de ser un fundamentalista religioso o de la derecha más recalcitrante. Como madre de un niño con una discapacidad, quiero gritar al mundo que mi hijo es lo más grande de mi vida, que la ha enriquecido enormemente y que me ha convertido en un ser mucho más feliz de lo que lo era antes de que naciera.

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