La trampa de los recursos

Acabo de leer esta publicación de Indira:

Mi experiencia, y la de muchas otras familias, demuestra que determinados recursos (los que se piden para el alumnado nombrado con acrónimos imposibles para diluir su humanidad) se utilizan para segregar. Para sacar del aula al alumnado que “ molesta”, que “no puede”, que “no llega” y, sobre todo, que “no debería estar”.

Me he pensado mucho si compartir este vídeo porque no me gusto. No me gustan mis formas. Pero fueron fruto de la rabia, la impotencia, la indignación contenidas durante la intervención de uno de los asistentes. De un docente que, además, fue el primero en intervenir desde el público, en la primera ponencia, del primer día. Sus palabras venían a decir que podía hablar con autoridad, porque había sido docente en la ordinaria y ahora que estaba en la especial, no había color. Que había muchos más recursos y que sin recursos no se podía hacer inclusión. Lo peor no fue su discurso, sino el aplauso cerrado del auditorio compuesto casi en su totalidad por docentes o futuros docentes.

Y me pudo la rabia y la indignación al pensar que en un congreso de educación inclusiva, sus asistentes no creían en la inclusión. Esa intervención en mi cabeza equivalía a un congreso antiapartheid donde la primera voz que se escuchara desde el público dijera: «Sí, ya, pero es que los negros no son exactamente igual que los blancos».

Si en estos espacios hay que empezar a explicar desde tan abajo… ¿qué esperanza nos queda?

La trampa de los recursos. Siempre. Porque, ¿cuántos van a ser suficientes? ¿Cuándo se alcance un profesional para cada alumno nombrado por la discapacidad? Y entonces, ¿qué habremos creado? ¿clases especiales formadas por un sólo alumno dentro del aula ordinaria? Un sólo alumno que en el patio será un alumno solo.

No me gustan mis formas, pero menos me gusta que en un espacio donde se habla del derecho de todos los niños y niñas a educarse juntos, se legitime y justifique la segregación.

Leed a Indira, por favor, que lo explica perfectamente porque lo suyo no es teoría, es la práctica de su vida.

Cuando quien tiene que creer es el resto

Esta semana la ministra de Educación, Pilar Alegría, ha acompañado al rey a hacer entrega del Premio Princesa Girona a Escuela del Año a un centro de educación especial. Es decir, la máxima responsable de educación en nuestro país avala que se segregue a los niños y a las niñas en base a determinadas características.

La Educación Inclusiva es un derecho recogido en la «Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad» (CDPD) de Naciones Unidas, que España firmó en 2008. Esta Convención tiene el mismo rango jurídico que la Constitución. Por lo tanto, puede decirse que el Estado español comete ilegalidades y ampara políticas anticonstitucionales. De la ética, ya mejor no hablar.

Imagen del estreno del documental "Educación inclusiva. Quererla es crearla", donde aparecen algunos de sus protagonistas junto a la ministra de Educación, Pilar Alegría.

Hace cuatro años, la ministra tuvo la oportunidad de reunirse con los chicos y las chicas de Estudiantes por la Inclusión y pudo escuchar de primera mano el sufrimiento que la exclusión genera en el alumnado y sus familias. Esta foto recoge el momento de una emocionada y conmovida Pilar a quien ahora vemos no sólo sancionando, sino incluso premiando la segregación y la exclusión, la vulneración de derechos y el incumplimiento de la legalidad, recogida en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) que España ratificó en 2008.

A pesar de todo, voy a seguir creyendo que la gente es lo que parece y que cree en lo que me dice. Al menos en ese momento. Pero me produce una enorme tristeza y desesperanza comprobar que ni el ministerio de Educación, ni el Gobierno (progresista y de “izquierdas”) van a ayudar siquiera un poco a acabar con nuestra cultura capacitista, que empieza en la escuela segregada y se perpetúa desde la exclusión en la vida adulta.

Como dice mi amiga Ruth, nuestra manera de entender la educación es muy subversiva. Lo mismo que subversivas eran las sufragistas contra quienes también se esgrimían argumentos desde la política, la filosofía y hasta la biología. El mundo se iría a pique si se permitiera votar a las mujeres.

Ahora mismo parece que el mundo también se va a pique si se le reconocen sus derechos, y hasta la humanidad, a las personas nombradas por la discapacidad.

Nosotras seguiremos disintiendo y resistiendo. Espero que la historia juzgue a quienes no.

Hoy Indira y Anton han recordado las palabras con las que la ministra les animaba a que nunca dejarán de creer en ellos mismos.

Pero si nosotros ya creemos en nosotros, ha dicho rotunda Indira.

Efectivamente, sólo hace falta que también crea el resto.

Puedes ver el documental completo en este enlace: Educación inclusiva. Quererla es Crearla.

Workshop Cataliza (Barcelona, 2024)

El pasado mes de octubre, el Colectivo Quererla es Crearla organizó en Barcelona un nuevo encuentro que se sumaba al Workshop «Orienta» (Malaga, 2018), las «Conversaciones sobre la Escuela (inclusiva)» (online, 2020) y el Workshop «Crearla» (Madrid, 2022).

Por primera vez, el Workshop «Cataliza» permitió que quienes lo seguían en la distancia, pudieran participar de forma tan activa como quienes asistíamos presencialmente en el maravilloso espacio de la Fundació Bofill. Todavía sigo admirada por el enorme trabajo de organización que hubo detrás de este encuentro.

Varias semanas después, sigo procesando lo que allí vivimos y no creo que vaya a ser capaz de plasmarlo ahora en palabras, por muchas que emplee. Cada evento de Quererla es Crearla es más poderoso y emocionante que el anterior y, cuando creías que ya se había llegado a lo más alto, en cuanto a intercambio de información, adquisición de conocimiento, comunicación de experiencias o expresión de emociones… va y llega este catalizador tan indescriptible.

El programa fue muy intenso, no sólo en cuanto al tiempo que requirió su desarrollo, sino también en términos de energía e implicación emocional. Se desarrolló a lo largo de dos jornadas que ocuparon diez horas cada una de ellas. Ni siquiera los teóricos tiempos de descanso lo fueron tanto, porque en los corrillos que se formaron pocas conversaciones escapaban al tema que nos había llevado hasta allí.

El  primer día se centró en el análisis de la situación de las escuelas y el sábado se abordó el movimiento social. Las mañanas se centraron en temas específicamente del ámbito español y las tardes tenían un carácter internacional ya que, debido a la diferencia horaria, era el momento en que se nos podían unir online las compañeras de América Latina que no habían podido acudir presencialmente.

Ilustración realizada por Raúl Aguirre para describir y acompañar este texto. En ella se representan diferentes momentos y a diferentes personas que participaron en el Workshop.

Autor de la ilustración: Raúl Aguirre Casasnovas

 

Romper el silencio

El formato de este encuentro fue muy distinto a lo que está normalizado en jornadas o congresos y, muy especialmente, en aquellos relacionados con la discapacidad. Esos eventos suele consistir en un panel repleto de profesionales y expertos que se suben a un estrado para formar, informar y aleccionar a las familias, que nos sentamos abajo. Normalmente, ni siquiera suelen estar presentes en estos foros (ni abajo y mucho menos arriba) las personas señaladas por la discapacidad.

En los encuentros de Quererla es Crearla impera la horizontalidad sobre la verticalidad. Su valor más importante es, además, contar con quienes pueden hablar en primera persona sobre lo que significa vivir bajo la opresión del capacitismo. Seguramente no son tantas personas como sería deseable, pero infinitamente más de las que vemos en cualquier jornada organizada en torno a ellas, pero sin ellas.

Otra cosa impresionante es el clima de confianza y seguridad que se crea. Vivimos en un país donde cuesta muchísimo alzar la mano y hablar en público. Seguramente sea el resultado de un sistema educativo que exige silencio desde el primer día que entras por la puerta: silencio para escuchar a quien sabe, silencio para no expresar, silencio para no cuestionar, silencio… Después, cuando esos chicos y chicas llegan a la universidad y no son capaces de exponer oralmente, los juzgamos como apáticos, negligentes e inmaduros, sin cuestionar ni siquiera un poco qué papel ha jugado la escuela en esa actitud. Se castiga durante años la oralidad y, de repente, de un día para otro, se les exige que les brote la oratoria y la seguridad que requiere hablar en público.

Pues, como decía, resulta impresionante ver cómo esa inseguridad que nos genera nuestra educación respecto a la exposición pública, nunca está presente en las jornadas de QeC. Seguramente, porque sabemos que esa escucha no implica ser juzgadas y sí mucha comprensión, solidaridad y acompañamiento. ¿Qué decir de ver a nuestros hijos e hijas, tan ignorados y machacados en las escuelas, levantado la mano y alzando la voz? Es algo muy difícil de trasladar con palabras. Como complejo será también para ellos y ellas explicar lo que sienten al ser escuchados, valorados y tenidos en cuenta.

Foto de un momento de la exposición compartida por miembros de "Estudiantes por la inclusión" y de "Radikales desadaptados".

Estudiantes por la inclusión (EXI) y Radikales desadaptados.

 

Abrirnos, rompernos y exponernos emocionalmente

El encuentro fue mucho más allá de la actividad puramente teórica o intelectual y tuvo una importante dimensión emocional. De hecho, Antón y yo participamos en una mesa que reunía a familias y estudiantes de España y América Latina que fue especialmente demoledora para nosotros. Antón, que suele ser muy participativo en estos espacios, rechazó la palabra cuando, casi al inicio de la conversación, se la ofreció la moderadora, Marisol Moreno. Antón manifestó que no quería hacerlo en ese momento y nos sorprendió a muchos. Después conectamos con Jimena y Jazmín, dos estudiantes de Paraguay a las que Antón había conocido durante el Congreso ION celebrado en aquel país unos meses atrás y con las que había establecido una conexión muy especial. Su intervención fue demoledora por la experiencia de vida de Jazmín en la escuela y el dolor que provocó no sólo en ella, sino también en su hermana Jimena, testigo directo del abandono y el maltrato.

A continuación, escuchamos el testimonio de otra estudiante, esta vez de Uruguay, que podría haber sido, palabra por palabra, lo vivido y sufrido por Antón en su experiencia educativa. Fue entonces cuando Antón se rompió y se preguntó entre sollozos qué habían hecho todos ellos para sufrir esas experiencias y ese maltrato, si nunca le habían hecho mal a nadie.

Fue doloroso y no voy a decir que necesario, porque el sufrimiento jamás debería ser necesario, pero sí que fue el mejor ejemplo de que este encuentro no era un congreso o una jornada de conferencias al uso. Se generó un espacio donde compartir y también donde compartirnos. Abrirnos, rompernos, exponernos emocionalmente. Y seguramente sólo desde la emoción se puede comprender el terrible maltrato que niños y niñas, chicos y chicas están sufriendo en las escuelas y lo urgente que es una transformación radical de las mismas. No es sólo que no aprendan, que no participen, que no socialicen, que no convivan… sino que, además, son lugares que les generan un sufrimiento que no acaba al abandonar la escuela y que les acompaña de por vida.

Dicen los teóricos de la pedagogía que la inclusión requiere de presencia, participación y aprendizaje. De esas tres variables, para nuestros hijos e hijas sólo se cumple la primera. Están, pero ni participan ni aprenden. Y desde la escuela se nos dice que la responsabilidad es de ellos y de ellas. Que su aislamiento, su soledad y las carencias en sus conocimientos son culpa de su funcionalidad, de sus características, de la etiqueta que les ha sido asignada.

Nos repiten cada día y cada escuela:

«Es que se aísla.» 

«Es que no tiene los mismos intereses que el resto.»

«Es que no se entera.»

«Es que se autoexcluye.»

«Es que es muy infantil.»

«Es que le gusta estar solo.»

«Es que vive en otro planeta.»

«Es que es más inmadura que el resto.»

«Es que no escucha.»

«Es que ha alcanzado su techo de aprendizaje.»

«Es que lo vives tú peor que él.»

Sin embargo, todas las personas que asistimos al Workshop Cataliza, vimos cómo saltaban por los aires todos esos argumentos que nos han dado en las escuelas para justificar la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de nuestros hijos e hijas. Hemos visto cómo escuchaban, aportaban, intervenían, aprendían, enseñaban, convivían, reían, trabajaban, bromeaban, asintían, compartían… Cómo hacían todo lo que nos dicen en las escuelas que son incapaces de hacer.

Lo que vivimos en aquel espacio durante ese fin de semana nos revela lo que son en realidad todas las frases que nos escupen a las familias: excusas para tranquilizar la conciencia de quien, pudiendo hacer, no hace nada. 

No, la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de las infancias y adolescencias nombradas por la discapacidad no son inevitables. Lo que parece inevitable es lo poco que importan sus derechos y su salud emocional en las escuelas.

Romper los moldes

Aquel fin de semana fue posible la presencia y la participación activa de chicas y chicos (entre ellos mi propio hijo) y de jóvenes adultos que son ninguneados e invisibilizados cada día fuera de aquellas paredes. Los días posteriores al workshop, hablaba con algunas de las compañeras con quienes había compartido las jornadas sobre lo imposible que resultaba que aquello pudiera superarse. Que podría haber nuevos encuentros donde se viviera la misma intensidad de conocimientos, experiencias y emociones, pero jamás mayor. 

Sin embargo, ahora, escribiendo este texto, soy consciente de que sí puede ser superable y de que lo va a ser. Tengo el convencimiento de que vamos a organizar y construir un espacio en el futuro, donde van a poder estar, participar, aprender y enseñar muchas más personas en situación de discapacidad de las que lo han hecho hasta ahora. El próximo encuentro va a ser superador y va a ser todavía más brutal. Porque vamos a contar con más niños y niñas, chicos y chicas, hombres y mujeres que hasta ahora no han podido participar ni siquiera en los entornos más diversos. Y va a ser grandioso. 

Desde hoy empiezo a soñar ya con el próximo workshop de Quererla y con todos los futuros encuentros de este movimiento comprometido con la construcción de una sociedad realmente acogedora y respetuosa con todas las personas.

Dice la RAE que «catalizar» es favorecer o acelerar el desarrollo de un proceso. Ojalá así sea. Ojalá este workshop que acabamos de vivir sirva de catalizador para romper los moldes que nos impiden ser, y crear la escuela y la sociedad que queremos.

Foto de familia de todos y todas las asistentes a las jornadas.

Este artículo fue publicado inicialmente en «El diario de la educación»: La emoción de crear en comunidad.

Aquí puedes leer el resto de textos publicados en el blog de Quererla es crearla en «El diario de la educación».

Le dije tu frase

«Tengo tal emoción en el cuerpo, que te lo tengo que contar.

Eres la primera persona a la que se lo cuento. 

Acabo de encontrarme, después de ocho años, porque pasó en 4º de Primaria… sí, ocho años… a una profesora que, bueno, acabó con él… Y me llegó a decir: ¿qué va a pasar con Brais? Nunca va a sacar la ESO… No te puedes hacer una idea… Bueno, sí te la puedes hacer… Lo obligó a repetir. Tuvo que cambiar de cole y no te puedes imaginar el sufrimiento que le causó… Fue malísima con él. Pasó de ser un niño superquerido a que todo el mundo lo odiase. Un infierno.

Y me la acabo de encontrar justo ahora mismo. Y le dije tu frase.

Le dije: te equivocaste.

Y me dice: ¿cómo? 

Y yo: te equivocaste, sacó la ESO y ahora está haciendo bachillerato.

Y dice: ay, cuánto me alegro.

Y dije: pues más me alegro yo de que tú te hayas equivocado.

Estoy tan feliz ahora mismo… te lo juro… que es que se me va a salir el corazón del pecho.»

Imagen con un pantallazo de la conversación donde se ve el audio y mi respuesta: BRAVA!! y tres emojis de fuego.

Este es el audio que una compañera de trincheras me mandó hace unos días y que, con su permiso, hoy transcribo y comparto por aquí. Para que tengáis siempre presente que todas esas falsas hechiceras y visionarias se equivocan. Porque no basan sus augurios en las evidencias, sino en los prejuicios y la falta de empatía y corazón.

Pero, ay, cuánto daño consiguen hacer. 

Así que, si la vida te las vuelve a poner delante, hazles saber que se equivocaron. No por venganza, sino por justicia. Y porque merecemos ese momento.

SE EQUIVOCÓ

 

AZKENDAKARI

Vaya por delante que me he inventado la palabra. O eso creo. Si en euskera «lehen» significa «primero» y «lehendakari», «el primero entre los primeros» (y por eso mismo tiene el sentido de presidente), pues he pensado en añadirle ese sufijo a «azken», que se traduce como «último». Así, «azkendakari» bien podría hacer referencia a «el último entre los últimos». No existe un término en castellano para designar este concepto y como lo que no se nombra no existe, pues yo he decidido nombrarlo. 

Podría haber recurrido al gallego que me es más familiar y a su «derradeiro», que significa último, pero último de verdad. Es decir: derradeiro sería lo que va después de último. Sin embargo, es una palabra con connotaciones positivas y tiernas para mí e incluso festivas. En los conciertos y durante los bises, si el grupo nos gusta mucho, mucho, recurrimos al truco del almendruco que es pedir «a derradeira» después de que los músicos hayan jurado y perjurado que esa ya era «a última».

Derradeiro no me servía para nombrar una realidad que no es ni positiva, ni tierna, ni festiva. Así que he creado una palabra desde el euskera para describir una realidad que existe, pero para la que no tenemos nombre: el último entre los últimos en las aulas.

Hace unos años, mi hijo llegó un día especialmente triste del instituto. Y digo especialmente, porque triste llegaba todos los días durante aquellos cuatro cursos. Resulta que un profesor había mandado hacer grupos y él había sido elegido de último. Yo ignoraba que esta práctica perversa, la de elegir grupos, seguía presente en las aulas, pero la cuestión es que su tristeza no procedía del lugar que ocupó en la jerarquía social de la clase aquel día, porque me dijo (y eso sí que me entristeció a mí) que ya estaba acostumbrado a ser elegido el último-último. Ese día estaba hecho polvo, porque una de las que elegía era quien había sido su amiga del alma. Y digo había sido porque, después de ser uña y carne durante toda la primaria, por alguna razón, fue poner el pie en el instituto y alejarse automáticamente de él. Digo por alguna razón de forma retórica, porque la razón era que situarte al lado de alguien nombrado por la discapacidad como Antón, parece ser incompatible con ocupar un lugar social mínimamente decente en el ecosistema de secundaria.

El caso es que el día que J. fue una de las eligientes, Antón tuvo la esperanza de que todo lo que habían vivido juntos durante tantos años le garantizaría ser al menos el penúltimo. Los designados por el profesor para formar grupos fueron escogiendo entre sus compañeros y compañeras y, sin ninguna sorpresa, los dos últimos volvieron a ser F. y Antón. Como J. escogía primero, Antón estaba seguro de que diría su nombre. Pero no, dijo el del penúltimo oficial de la clase y Antón ocupó su lugar también aquel día: el último entre los últimos. Y sufrió por dentro durante toda esa clase, el recreo, las tres clases restantes, el comedor y el autobús. Cualquiera puede imaginar de qué forma explosionó al llegar a casa y cómo me partió a mí el corazón. Una vez más.

Yo justo tenía a aquel profesor como uno de los más razonables entre los de ese curso y mi decepción y desesperanza fueron por ello todavía mayores. Esa misma tarde decidí escribirle un correo. Quería que supiera el daño que causaban determinadas prácticas, por muy instauradas y normalizadas que estuvieran en las aulas.

En su mensaje de respuesta y después de lamentar que «Antón se sintiera tan afectado por esa situación de aula», el profesor alegaba que el modelo de organización de grupo que les había propuesto seguía «un formato heterogéneo y de autogestión» que consideraba que era «el más adecuado para ese objetivo y para potenciar destrezas de responsabilidad en el manejo de ese tipo de grupos». Aseguraba, además, que «la capacidad para organizarse entre iguales tiene una intención pedagógica».

Tuve además una reunión presencial con él donde volvieron a salir los consabidos argumentos de que en el mundo laboral futuro también tendrían que colaborar con compañeros que podrían ser afines a ellos o no y bla bla bla…

Pues bien, aunque en ese hipotético futuro les toque trabajar con personas con las que no encajen y puede que ni aguanten, chico… ¡haz tú los puñeteros grupos! Porque, no sé vosotros, pero yo nunca he trabajado en ningún lugar (ni conozco a quien lo haya hecho) donde se ponga en fila a toda la plantilla de la empresa y dos personas vayan escogiendo entre sus compañeros y compañeras para formar los grupos de trabajo.

Y en el caso de que así fuera y esas prácticas realmente existieran en el mundo laboral, ¿lo suyo no sería que desde la escuela se fueran moldeando prácticas laborales futuras más humanas y menos dañinas? ¿Es que va a ser siempre el mundo empresarial quien imponga los códigos de conducta a la escuela? ¿No debería ser al revés? Porque la escuela tiene la capacidad real de generar actitudes y modelos que más tarde tengan continuidad en el mundo adulto y laboral. Pero, con la manida excusa de la productividad futura, lo que está haciendo es crear normas de comportamiento atroces. Como la maldita elección de grupos que refuerza, todavía más, los roles asignados a cada alumno y alumna y de los que es casi imposible escapar. Ni dentro de la escuela, ni fuera de ella. Ni en el presente, ni en el futuro.

Hace unos meses mi hijo realizaba unos estudios postobligatorios y también allí volvió a ser el azkendakari. Volvió a ocupar el lugar que el sistema educativo le ha asignado casi desde que puso un pie en él. Da igual que cambien espacios, compañeros o profesores, él siempre será el último entre los últimos.

Da igual que ahora le reclamen para dar charlas en jornadas educativas, que le publiquen escritos en medios de comunicación de tirada nacional, que haya participado en el congreso de investigación educativa más importante del mundo o que acuda a Naciones Unidas a recoger un premio por su activismo en relación a la educación inclusiva. En un aula del sistema educativo español (y casi que en cualquier otro lugar del mundo) él es y será por siempre jamás el último entre los últimos.

Cuando me contó lo de aquella última vez, yo le dije: Antón, tienes que escribir a ese profesor para que entienda el daño que hacen esas prácticas y para que al menos un día seas tú quien elija grupo. Su respuesta me tiene todavía avergonzada. Me dijo que esa no era la solución, porque un día había tenido que elegir él y lo había pasado todavía peor. Porque hiciera lo que hiciera, siempre iba a quedar alguien de último y esa vez sería responsabilidad suya.

Hay quienes después de ser víctimas se acaban convirtiendo en verdugos. Hay quienes después de haber sufrido como alumnos determinadas prácticas del sistema educativo, cuando pasan a ocupar el rol de profesor parecen vengarse de alguna forma ejerciendo sobre otros lo que les hizo daño a ellos. Y así es como se reproduce y alimenta en las aulas este círculo infernal hasta el infinito y más allá.

También hay valientes, muchos y muchas, que cuestionan lo aprendido y sufrido para generar nuevas prácticas que construyan una escuela que eduque, acompañe y sane.

Estoy segura de que no serán pocos quienes digan que qué piel más fina la mía o que qué floja la chavalería de ahora. Los mismos comentarios que he escuchado mil veces en boca de tertulianos en los medios o de más de una persona durante reuniones familiares respecto al bullying, por ejemplo: «Nosotros también nos dábamos en el patio, pero bien, y aquí estamos, que nadie se ha muerto por eso». 

Pero es que resulta que quienes hablan son siempre los mismos: los que daban la colleja o los que eran elegidos entre los primeros. Que les pregunten a aquellos de quienes se han mofado por «la pluma», a quien recorría con miedo los pasillos esperando a ver por dónde caía la próxima colleja o a quien era elegido siempre de último. Qué fácil es relativizar todo desde el privilegio. Que les pregunten a quienes fueron los últimos entre los últimos la factura que pasa y lo que duelen todavía esas cicatrices años o décadas después.

Fotografía de un jarrón de cristal con tres rosas rojas marchitas. Está en la repisa interior de una ventana y fuera se ve un paisaje otoñal de árboles sin hojas.

Cuando eres parte del problema

Escucho una conversación entre Julia Louis-Dreyfus y Debbie Allen. En cierto momento, gira entorno a la segregación racial y en como sigue presente en su país aunque sea más sutil que cuando estaba regulada legalmente durante la infancia de Debbie. Dice entonces Julia: «Mira alrededor en tu comunidad. Pregúntate quién está en esa comunidad. Si todo el mundo se parece a ti, tú eres parte del problema».

En nuestro país y en nuestra sociedad también hay formas de segregación sutiles que aplican a la etnia, el género o la clase social. Lo que ya no es sutil es lo que ocurre con las personas nombradas por la discapacidad y, en particular, lo que ocurre en las escuelas.

Hay niños y niñas que entran por otra puerta, que pasan toda su etapa escolar en una clase distinta, que no salen al recreo o lo hacen en otro patio, que no comen en el comedor, que no van a las excursiones, que no cuentan en las fiestas de fin de curso ni en cualquier otra actividad lúdica del centro. Si esto no es segregación, que venga dios y lo vea.

Si estas fotos del pasado nos escandalizan y horrorizan, ¿por qué no ocurre lo mismo con esa clase del colegio de nuestros hijos donde se aparta a ciertos niños y niñas? Y, sobre todo, ¿por qué nos creemos mejores que esas madres que gritaban a la puerta de las escuelas cuando niños y niñas negras empezaron a compartir pupitre con sus hijos?

¿Qué van a decir de nosotros en el futuro, cuando echen la vista atrás y miren las fotos de nuestro presente? Las imágenes de esa segregación para la que no tenemos ni nombre. Y, de nuevo, lo que no se nombra no existe. Pero existe, vaya si existe.

Lo que realmente ocurre es que hay cosas a las que no damos nombre porque no nos importan.

Si nuestros niños y niñas no tienen compañeros con discapacidad, si entre nuestros colegas de trabajo no hay nadie con discapacidad, si nunca hemos tenido un amigo con discapacidad, si no nos escandaliza que las personas con discapacidad entren por otras puertas o estén confinadas en espacios específicos, entonces somos parte del problema.

#SegregaciónFuncional

#SegregaciónCapacitista

#Excusas

En la tienda online de camisetas La Tostadora, se ha abierto un rincón con ilustraciones de Ricardo Clemente, protagonizadAs por algunas de las excusas que se utilizan habitualmente en las escuelas para justificar la exclusión del alumnado nombrado por la discapacidad.

EXCUSA #1

EXCUSA #2

EXCUSA #3

EXCUSA #4

Además de para los eventos de Quererla es crearla o jornadas, talleres, conferencias o actos sobre el derecho a que todos los niños y las niñas y todos los chicos y las chicas se eduquen juntos, creo que son perfectas para lucirlas cuando, por ejemplo, tengas tutoría o una entrevista con inspección educativa. Para ir vestida de razón y de razones ✊🏽

Ni Quererla es crearla, ni el ilustrador, Ricardo Clemente, obtienen ningún beneficio de la venta de estas camisetas. Su objetivo es la visibilidad de las reivindicaciones de este movimiento. 

El pasado workshop Cataliza celebrado en Barcelona fue un auténtico festival de camisetas 😊 

 

CRÓNICA DE PARAGUAY (por Antón Fontao)

PARAGUAY DÍA 1

Hoy comienza un viaje increíble y único, que yo es cómo lo viví, y espero que así os lleguen todas las vivencias que transcurrieron durante estos siete días, bueno, nueve si contamos el viaje tanto de ida como de vuelta, que los voy a contar también. No prometo que vaya a publicar diariamente, y es que para ser sincero no me fío de mí mismo para hacerlo. Ni siquiera os voy a poner expectativas, porque suelen decepcionar.

¡Vamos, que esto empieza!

El pasado miércoles 3 de julio bastante temprano por la tarde, mi madre y yo estábamos entrando por la puerta del aeropuerto de Coruña. Yo estaba bastante (por no decir muy) nervioso por tener que viajar solo hasta Madrid, que ya sé que era una chorrada y que tengo más experiencias que Julio Iglesias y todos los de la farándula juntos.

Al entrar al aeropuerto se me vino a la cabeza la última vez que entré allí, que fue para ir a Nueva York. A continuación, fuimos a facturar mi maleta, y nos atendió una chica muy simpática y agradable que me hacía cierta gracia porque tenía un habla bruto y no pegaba con su cara ni con su uniforme. Después me tocó despedirme de mi madre, y fue muy bonito porque, obviamente, nos abrazamos, pero hubo quién lo pasó bastante peor: alguna gente que se separaba abrazándose y llorando al mismo tiempo.

Luego llegó el control de seguridad, donde me suelo poner nervioso, y la verdad es que un poco lo estaba, a pesar de que el control en el aeropuerto de Coruña es tranquilo. Estaba esperando para embarcar, y la mujer que iba a pedir la documentación para entrar en el avión me tenía un cierto parecido físicamente a una ex profesora mía, que es mejor ni hablar de ella. Me senté en el avión, y me tocó la ventanilla.

A las 6 y media, aproximadamente, llegamos al aeropuerto de Barajas. Allí me esperaba esperar cuatro horas y pico a por el otro avión que nos llevaría hasta Asunción. Pedí la asistencia para el aeropuerto de Madrid, y aunque tuviera mucho tiempo para llegar hasta la otra terminal, ¿quién sabría si me hubiese llegado el tiempo o no? Bueno, que mejor no arriesgar y pedir la asistencia y además más cómodo.

Una cosa que no me termina de gustar del todo es que todas las personas que pedimos asistencia, nos quedamos de últimos para salir del avión, que con lo largo que es algún día no verán a algunos y se los olvidarán. De hecho yo llegué a imaginarme que no me verían y fuera de vuelta otra vez para Coruña. Bueno, tiempo tenía para volver e ir otra vez a Barajas.

Una señora amable me vino a buscar al avión para pasar el finger y a partir de ahí empezaba un tramo en el “trenecito”, como lo llamaban los de la asistencia. Paramos en un lugar de ese aeropuerto kilométrico donde estuvimos un rato esperando a otro asistente que nos iba a llevar a la otra terminal. Mientras tanto, uno de los dos señores que vinieron conmigo en el mismo avión de Coruña, fue al baño, y la mujer le contó a la asistente que él tenía cáncer de pulmón y que habían ido a ir a ver a su hijo, y ya regresaban a Montevideo. Una historia que, cómo no, me dio pena. Yo al escuchar aquella dramática historia entendí que viajaron para que se despidieran padre e hijo. Ya que estábamos allí esperando, yo también aproveché para ir al baño.

Cuando ya vino el asistente que nos iba a llevar en furgoneta, salimos, y nos dejó en otra zona que también estaba poco transitada. Allí estuvimos esperando otro rato, y entre tanto un chico, también asistente, amable nos pidió nuestras respectivas tarjetas de embarque. Más tarde vinieron a por la pareja uruguaya, unos minutos más tarde llegó una mujer argentina que volvía a Buenos Aires. Y después ya vinieron a por mí.

Me llevaron hasta un mostrador de asistencia donde los propios asistentes estaban descansando, y no quiero ser malpensado pero algunos descansaron y luego cuando ya terminaron el turno se “piraron”. Que cada lector/a saque sus propias conclusiones, pero, ¿quizá acabaron de trabajar antes de la hora y se fueron cuando les tocaba salir para no levantar sospechas? No sé… Uy, esta ya es una pregunta de esas que hacen los periodistas a los que les encanta el morbo.

Pues allí me tocaba esperar durante las próximas horas, entre tanto asistente, que unos iban a buscar a personas que precisaban de su ayuda, y otros solamente se limitaban a descansar y darle al palique.

Tengo que decir que hice el bobo absurdamente, y es que yo al principio estaba rígido, y la verdad que ni que me fueran a decir algo por moverme. No sé, ni yo mismo lo entiendo. En todo el tiempo que estuve allí comí cosas que llevaba en la mochila, anduve, miré el móvil y fui al baño y a comprar dos botellas de Aquarius de limón para el vuelo.

La mayoría de los que trabajan en asistencia son latinoamericanos o marroquíes, y con el tiempo que estuve allí me dio para pensar que muchos de los que trabajan cuidando a gente (en aeropuertos, en casas…) son de esas zonas. Los que se desviven trabajando más horas que yo qué sé, con lo poco que les pagan, unos euros se los tienen que gastar en fisios por los problemas físicos que acumulan por tener que trasladar personas. Esa gente que viene a cuidar por una indecente vida y un indecente trato, a esa gente hay personas que no quieren que vengan porque dicen que roban y les llaman “inmigrantes ilegales”. Pues entonces no sé qué éramos los españoles cuando escapábamos de la guerra y la miseria que se estaba viviendo aquí… ¡Hipócritas!

Como ya se estaba acercando la hora del vuelo, con dos señoras más fui otra vez en el “trenecito”, hasta que el chico que era muy majo nos dejó en la puerta de embarque, y otro hombre de la asistencia se fue soltando un notición: el vuelo se había retrasado dos horas. Pero a mí más que que el vuelo se demorara más de la hora prevista, lo que no me gustó mucho era que no nos dieran ninguna explicación. Aprovecho para contar una cosa que nos pasó a mi madre y a mí cuando íbamos a pillar un vuelo hacia Chicago: volábamos con Iberia, nada más sentarnos en el avión nos avisaron de que el propio avión tenía una rueda averiada y el vuelo se iba a retrasar. Pues resultó que a la hora y pico ya estábamos en otro avión. “Spoileo” un poco para decir que esta vez al final no fueron dos horas, fueron 4.

Acto seguido, les mandé un whatsapp a mi familia y a otro a Malena y a Nacho para contarles la noticia. Los Calderón aún seguían en la cola para el control de pasaportes.

Un rato después, los malagueños llegaron, me dio una tremenda alegría verles y les di un gigante abrazo. Como había tiempo hasta embarcar y teníamos que preparar lo que íbamos a decir el primer día en el congreso IÓN, nos sentamos a cenar en un sitio. Yo me comí un croissant de jamón y queso. Era tan poco que también saqué de la mochila el trozo que me quedaba del bocadillo de tortilla con tomate.

Fue un placer charlar sobre lo que íbamos a hablar nosotros mismos al llegar a Asunción, y el primer charloteo que tendría con Malena y con Nacho.

Al cabo de dos horas volvimos otra vez a la puerta de embarque, y una señora que estaba allí que anteriormente nos había preguntado si le podíamos llevar una CocaCola, se la dimos. Nacho, Malena y yo nos sentamos en el suelo a esperar el rato que faltaba para embarcar. No me convencía sentarme en algo duro, pero “ajo y agua”, porque no había asientos libres.

Por fin ya estaban los de la asistencia llamando a quiénes la habíamos solicitado, y con la suerte que tuve de que me llamaran uno de los primeros para poner rumbo al avión en una furgoneta. Podía venir un acompañante, así que vino Malena, y Nacho se quedó en la puerta esperando con los demás pasajeros a que fuera un bus para llevarles al avión.

El trayecto no fue ni de cinco minutos, y una vez allí había un avión, pero no había nadie más. Los de la asistencia hasta pensaron que se habían equivocado de avión, pero no, resultó que la tripulación todavía no había llegado. Aparte de ser una falta de respeto tenernos esperando, que algunos pasajeros llegasen antes que los de la tripulación da mala imagen.

Allí estuvimos como hora y media (sin exagerar) sentados en esa furgoneta: algunas personas durmiendo, algunas hablando, otras riéndose por no llorar… Una mujer quería airearse y estirar las piernas pero el asistente no le dejó, porque según él si algún pasajero andaba por pista se les caía el pelo. En resumen, que estuvimos bastante aburridos.

Por fortuna la tripulación llegó, y tras ella vinieron un par de buses que traían a los pasajeros y otra furgoneta con el resto de personas que habían pedido la asistencia. Fue bastante gracioso porque cuando nos dijeron que ya podíamos bajarnos, fuimos todos al avión deprisa.

Una vez en el avión, sólo quedaba pedir que nos pusieran a Malena, Nacho y a mí juntos; y es que ellos dos lo tenían juntos, pero yo estaba separado.

Ya estaba. Esperamos a que la gente se sentara, y lentamente el avión empezó a circular por la pista hasta despegar.

Cuando ya pasaron unas horas desde que despegamos y parecía no llegar nunca la comida, saqué unas galletitas que tenía en la mochila y las comí. Después vi la mitad de la película de “Un amor” de Isabel Coixet, que desde hace mucho tiempo la quería ver. La peli me gustó, aunque me pareció muy inquietante y hubo cosas en la trama que me parecieron un poco incoherentes.

Después pausé la película porque por fin vino la comida, y eso que aún tardaron en servirnos porque primero se la dieron a los más pequeños. Había para elegir entre pasta o pollo y, como siempre, yo elegí pasta. La pasta eran unos raviolis que más o menos estaban ricos, y un bizcocho de postre que también lo estaba. Y de beber, un vaso de zumo de piña y manzana.

Tras habernos recogido las bandejas quise dormir, y como hacerlo en el avión me cuesta lo suyo, tenía varias descargas de ASMR, y parecía que no pero al final me fui quedando dormido. No sé si dormí mucho o poco, pero el caso es que lo hice. Luego decidí ver el resto de la peli de “Un amor” que me faltaba. También escuché música.

Faltaban dos horas y pico cuando pasaron otra vez para ofrecernos café o té, y yo elegí café, ya que íbamos a llegar a Asunción temprano por la mañana, y ese día era cuando empezaba el congreso. El café venía sólo y junto a él un sobre con la leche en polvo y otro con el azúcar. Me confundió un poco que al echar la leche en polvo el café siguió siendo negro, pero lo curioso es que sabía decentemente bien.

Al llegar, como siempre, primero pasamos el control de pasaportes para entrar al país, y después fuimos a recoger las maletas, que la mía se demoró en pasar por la cinta, pero cuando al fin llegó salimos enseguida del aeropuerto. Fuera nos estaba esperando Sonia, una mujer que me pareció muy maja. Pensando que en la calle haría frío, nos pusimos las chaquetas, y las tuvimos que quitar porque hacía calor. Más que calor, bochorno. Sonia nos llevó al hotel, y por suerte Malena y yo teníamos más tiempo para relajarnos que Nacho, porque a él le venían a recoger antes para ir al congreso.

En ese tiempo saqué alguna prenda de la maleta, por ejemplo, lo que me iba a poner ese día, y después me di una ducha que me sentó muy bien y me relajó, pero eso sí, tuve cuidado y me agarré a una barra que había para no matarme.

Ya se estaba acercando la hora en que nos vendrían a recoger, así que Malena y yo, ni que nos pusiéramos de acuerdo, salimos a la vez de nuestras habitaciones, y los dos bajamos al hall. La que nos vino a buscar era Lauri, una chica que me pareció muy maja, simpática y muy cercana. Después pasamos por otro hotel a buscar también a Zachary y a Leda, dos personas que trabajaban en la universidad de Londres. Con hablar no demasiado con ella que tenía un español muy bueno, y sólo decirle “hola” con la mano a él, me parecieron ambos majos.

Ahora sí, íbamos al lugar donde era el congreso, y al llegar me acojonaron bastante unos hombres que había a cada lado de las distintas puertas con uniforme de militar y con una metralleta que tenían en las manos. Toda esa seguridad era porque iba a la inauguración del congreso IÓN la primera dama de Paraguay (que es la mujer del presidente, y aquí en España la propia mujer del presidente no tiene ningún cargo).

Al entrar, el sitio era precioso y el auditorio era muy grande. Como fuera hacía un poco de bochorno, en el propio auditorio tenían el aire acondicionado tan alto, que hasta hacía frío.

Antes que nada pusieron el himno IÓN, el cual se nos iba a pegar a fuego durante los siguientes días. Nos acomodamos en las butacas a escuchar a Gaby, Nacho y a varias personas más. Luego salimos Malena y yo a dar nuestra primera charla, que iba de quiénes éramos los “Estudiantes por la inclusión” y de todo lo que habíamos hecho hasta estar allí en ese mismo momento. 

A pesar de no haber dormido mucho, nos salió muy bien. Eso sí, en esa ponencia si no llega a ser por Nacho no hubiéramos sabido por dónde empezar, y es que estábamos poco espabilados como para ponernos a pensar. Ahora sé por qué nos llevó Nacho a Malena y a mí a Paraguay, porque los dos somos mayores de edad, y entonces explotarnos no se ve tan mal. (esto último es broma)

Al terminar había un descanso de unos minutos, y como no era normal el hambre que teníamos Malena y yo, nos dieron un tupper de arroz con carne, que allí la propia carne se come mucho con diferentes guarniciones. Al hambre que teníamos hay que añadirle lo bueno que estaba. Al mismo tiempo que estábamos nosotros dos comiendo como si lleváramos tres semanas sin comer, conocimos a Jazmín, una chica que me pareció muy maja y entrañable. Después fue cuando conocimos a Moisés, que también me pareció muy majo, y junto a Jazmín nos llevaron a conocer más el sitio, que me dejó fascinado.

Al final del pequeño tour que nos dieron, nos sentamos en otro sitio muy bonito en donde había colchonetas y un letrero que ponía “ZONA CHILL”. Allí estuvimos un buen rato hablando y conociéndonos un poco mejor. Hasta que anocheció muy temprano, nos movimos a unas sillas que había donde encontramos a Iván, un chico que me pareció muy majo y cercano. Sentados en unas sillas estuvimos Malena, Moisés, Iván y yo charlando. Mientras Nacho estaba en otra ponencia. Cuando volvió ya fue la hora de marcharse (¡Por fin! Malena y yo estábamos reventados) y nos fuimos de ese bonito lugar. Nos volvió a llevar Lauri a nosotros tres al hotel, aunque fuimos a un restaurante a cenar. Yo, para qué mentir, tenía más ganas de dormir que de otra cosa. Pedí una milanesa con puré de patatas. Malena al acabar sus tacos se quedó frita en la mesa. ¡Qué facilidad para quedarse dormida en todos lados!

Ahora sí, llegamos al hotel, entré en mi habitación, me puse el pijama, me metí en la cama, me puse un podcast de “Acontece que no es poco” con Nieves Concostrina y en unos minutos me quedé dormido.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 2

Aquella mañana me desperté sintiendo que aún no me había recuperado del todo del jet lag. Esa sensación la tuve un poco todos los días, y es que para ser sincero fue el viaje donde más me costó adaptarme al cambio horario. También es necesario decir que entre que nos levantábamos pronto y nos acostábamos demasiado tarde, no dormíamos demasiado. 

Enseguida me fui a duchar y me vestí. Nacho ya había ido hasta el sitio del congreso, y Malena y yo íbamos más tarde. Yo fui al restaurante del hotel a desayunar, y en el bufé libre, que es una de las cosas que más me gusta cuando voy a los hoteles, cogí dos croissants bastante pequeños y una tostada junto a la mantequilla y mermelada. Y de beber, un café y un vaso con batido de fresa. Cuando ya estaba sentado desayunando, llegó Malena y ella también se puso a desayunar conmigo. Después subimos a lavarnos los dientes, y mientras esperábamos a que nos vinieran a buscar, Malena y yo nos pusimos a ver un poco los vídeos de una clase de interpretación de OT 2020 con Iván Labanda y a comentarla.

Luego ya era la hora y bajamos. Un hombre dijo que nos venía a recoger, por lo que de camino a su coche Malena se asustó por si aquella persona con cara de bonachón nos iría a hacer algo (para una vez que yo no me asusto…). Por el camino, además de decirnos que era el marido de Sonia (entonces Malena se quedó más tranquila), la que nos vino a recoger el día anterior al aeropuerto, hablamos algo más.

Al llegar, el resto, entre ellos Nacho, estaban terminando la última ponencia de la mañana. Mientras tanto vimos a Moisés y fuimos con él un rato a la sala donde los voluntarios dejaban las cosas y la verdad es que ese pequeño rincón era cuco. Había unas cuantas colchonetas y nos sentamos en ellas, hablamos un rato, hasta que ya terminó la ponencia y fuimos al lugar donde era la comida. A las doce de la mañana, me pareció muy temprano para comer, aunque a los dos congresos Joubert que fui a Estados Unidos también comían y cenaban a horas que para los que íbamos de España eran muy extrañas. Allí estuvimos hablando de todo un poco, con distintas personas y todas ellas súper amables.

Después fuimos Malena, Nacho y yo a una sala a preparar la presentación que íbamos a tener a las 4 menos cuarto. Iba sobre la guía que hicimos, así que con ella en la mano empezamos a decir sobre lo que se iba a hablar en cada paso. La presentación de dicha guía nos salió bien, aunque yo no salí demasiado contento porque me trabé bastante. Además, me puse a levantar la pierna como nunca por lo nervioso que estaba, algo que hasta ese momento no había hecho. Fue por lo que más tarde Nacho y Malena se rieron de eso. Nada más acabar, la gente nos pidió tantas fotos a Malena y a mí que alucinábamos, y por último nos quedamos hablando junto a Nacho con dos personas más que eran muy majas. Una de ellas nos dio unos turrones típicos de allí, y yo comí uno y estaba bueno.

Al salir de esa sala fuimos a otra donde había comida y estaban varias personas. Allí estuvimos durante mucho rato, hablando con Jazmín, Max, Sofía, Leda y más gente. Además de darle al palique, también bailamos. Al acabar el congreso por ese día, volvieron Nacho y algunas personas más, y algunos decidimos ir a cenar. Fuimos a un italiano. Al principio éramos Fabio, Malena, Nacho y yo y no teníamos problemas para sentarnos, pero cada vez venía más gente y el camarero nos puso cierta mala cara al preguntarle si podíamos juntar las mesas, aunque resultó que al final dio su brazo a torcer y nos hizo caso. Primero pedimos las bebidas, a mí me trajeron una limonada que estaba muy amarga; de comer pedí unos raviolis rellenos de calabaza con una salsa de espinacas y champiñones que juro, estaban de muerte a pesar de todo lo que había comido esa tarde. La verdad es que fue una cena de lo más agradable, sentándonos Malena y yo cerca de Ariel y Max para hablar. Al levantarnos y antes de irnos, nos sacamos unas fotos con el paisaje tan bonito que había.

Al llegar al hotel y entrar en la habitación, me duché y caí rendido en la cama.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 3

Esa mañana nos despertamos temprano para desayunar, y es que a las 8 venía Fabio a por nosotros tres. Yo volví a coger en aquel bufé dos croissants y una tostada para comérmela con mantequilla y mermelada, y de beber un café y un vaso con batido de fresa. En la mesa de al lado, había dos españoles.

Al dar las 8 en punto, como dije, Fabio vino a recogernos porque a las 8 y media teníamos otra presentación. Dicha presentación parecía ser otra vez en la sala donde habíamos estado hablando el día anterior, pero al final resultó ser en otra. En la presentación pusimos la misma página digital que utilizamos en el congreso de Chicago, cuando pasaban por nuestra sala personas a interesarse por saber y escuchar sobre nuestro proyecto. Pero esta vez, al ser un sitio más pequeño, pude ver las caras que tenían de estar atentos e interesados por lo que les estábamos contando.

Una vez que acabamos nos hicimos una foto con esa gente tan maja, y a Malena y a mí no pararon de pedirnos fotos. No quiero parecer un creído, pero es que ¡nosotros dos éramos la sensación! Me quedé, primero muy contento por cómo nos salió (yo sentí que fue la vez que mejor me salió de esos tres días de congreso), y segundo muy agradecido y feliz por todo ese público tan agradable y acogedor.

Bastante tiempo más tarde fue cuando algunos decidieron ir a hacer una excursión por Asunción, así que allí que nos marchamos unos cuantos. Las personas que salimos fuimos Dorys, René, Ale, Moisés, Iván, Malena y yo. Antes de nada nos fuimos a comer, porque teníamos mucha hambre. De comer pedimos una sopa paraguaya (comida típica del país), milanesa con puré de patata, lasaña de carne, patatas fritas con mostaza y bacon por encima. Todos esos platos, claro, para compartir entre todos.

Después Ale se fue a hacer la maleta y a descansar (porque al día siguiente veréis qué viaje tan chulo emprenderíamos…) y nosotros nos fuimos, primero a ver el Panteón de los Héroes, una basílica con tumbas en donde estaban muchos de los muertos que murieron en no sé qué batalla. Me parece completamente absurdo luchar por “tu patria” o por algo por el estilo, y es que al fin y al cabo no dejan de arrabatarse vidas y que además se mueren niños y niñas también inocentes y que apenas tuvieron tiempo para vivir esta vida.

Por contar algo simpático, aunque un poco indignante, había unos soldados en la entrada y otros dentro, que los de dentro aún estaban medio normales, pero los de fuera estaban rígidos como si les hubieran metido un palo por el culo, y estos veían que a algunos les costaba subir a Gaby con la silla de ruedas por la escalera, y no se les ocurrió ni venir a echar una mano; aunque después al bajar algunos sí que vinieron a ayudar.

Luego fuimos a una cafetería y algunos pidieron un croissant y un café con leche, otros en cambio como no teníamos hambre pedimos un refresco. Estábamos sentados en la terraza y las vistas eran muy bonitas. Teníamos un edificio enfrente que por lo visto era la casa donde vivía el presidente (como aquí es la Moncloa), y justo nos pilló el cambio de soldados y montaron un espectáculo de esos militares y lo estuvimos viendo con bastante atención. Después dimos un paseo (que por cierto, de todos los sitios en los que he estado las aceras eran las peores en cuanto a accesibilidad, y es que estaban todas las baldosas o rotas o levantadas; de hecho yo me tropecé con la suerte de que no me caí) hasta entrar en un teatro bastante famoso que hay en Asunción, y la verdad es que era muy bonito. Estaba una banda ensayando en el escenario.

Como anochecía tan temprano y al día siguiente había que madrugar mucho, nos llevaron a Malena y a mí para el hotel, aunque de camino paramos en un lugar donde nos hicimos unas fotos más, había como un recipiente de agua y encima unas barras de metal, por lo que aquello era como un piano.

Al montarnos en el coche, como de la nada apareció un niño que debería tener entre siete u ocho años con el aspecto y la ropa descuidada que con voz muy baja nos preguntó si le dábamos dinero. En ese momento se me partió el corazón y me cagué en todo.

Al llegar al hotel, primero fui a la habitación de Malena y Nacho, y este ya había llegado y estaba acostado en la cama. Fui a su habitación porque él nos tenía que decir que a las 5 de la mañana nos venían a recoger y también que Sofía iba a traernos unas maletas pequeñas para meter en ellas la ropa justa y necesaria. Después de eso me fui a mi habitación, me duché y entonces sí me llegó mi maleta. Tocaba dormir porque al día siguiente había que madrugar tanto para irnos ni más ni menos que a las Cataratas de Iguazú.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

PARAGUAY DÍA 4

Esa mañana, o mejor dicho, esa madrugada, me desperté a las 4:20. Me vestí, terminé de meter en la mochila y en el bolsito pequeño algunas cosas y me puse a chatear con mi madre que cuando supo que venían a recogernos a las 5 de la mañana flipó igual que lo hice yo cuando me avisó Nacho.

Tuve que esperar un momento en la habitación de Malena y Nacho, hasta que bajamos y ya estaban allí. Pero antes de ponernos en marcha, paramos a tomarnos un café de la máquina del otro hotel. Yo le quería dar al botón de “café con leche”, pero como ya no debería quedar le di al “café suizo” que creía que iba a saber bien. Tuve un amigo que tenía unos tíos en Suiza y cada vez que iba siempre me traía chocolates suizos y estaban muy ricos, y la verdad que el café suizo estaba bastante bueno. Mientras tomábamos el café y había otros que aún estaban en la máquina, estuvimos hablando un rato Nacho, Ale, la madre de Ale y yo de que el propio Ale estaba acabando la carrera y cómo le estaba yendo.

Un rato más tarde pusimos rumbo a nuestro próximo destino, y fue gracioso porque como había un escalón bastante alto para subirse a la furgoneta, a mí me costó y entre una persona desde delante y otra desde atrás conseguí meterme.

Durante el primer cuarto de hora, aproximadamente, fuimos hablando. Luego, como no habíamos comido nada para desayunar, yo tenía hambre, saqué unas galletitas de la mochila y también las ofrecí. Después prácticamente todos se durmieron, así que yo me puse a escuchar música, y bastante más tarde como muchos ya se habían despertado conectamos un móvil al bluetooth de la furgo y pusimos música. 

Y así transcurrieron las horas hasta llegar, donde primero estuvimos un buen rato en el que iba a ser nuestro hotel durante la estancia allí, para ir al baño más hacer el check-in. Mientras, algunos nos sentamos en unos sofás que había porque estábamos cansados, y yo estuve actualizando mis redes y publiqué un post con las fotos de los tres anteriores días en el congreso IÓN agradeciendo lo que nos pasó.

Cuando ya habían terminado de hacer el check-in, un mini autobús nos estaba esperando para ir a las Cataratas de Iguazú. Una vez allí dentro, algunos jóvenes nos sentamos detrás del todo, nos motivamos tanto que pusimos música y lo dimos todo. Un gran momento donde yo disfruté mucho (aunque en general lo hice durante todo el resto del día) fue cuando sonó MI CANCIÓN: “COLOR ESPERANZA”. Es una canción muy conocida, sobre todo allí porque Diego Torres, el cantante, es argentino.

Llegamos y fuimos a un restaurante donde había un bufé libre que a mí me encanta. Toda la comida que tenía muy buena pinta, pero me comí una lasaña y unas patatas asadas con carne. Las patatas asadas me recordaban a las que hacía mi abuela.

Enseguida comimos porque había que ir rápido a las Cataratas, entonces nos pusimos unos chubasqueros de plástico que nos dieron por la lluvia tan abundante que estaba cayendo. Una vez estábamos listos empezamos a andar hasta las Cataratas de Iguazú, donde muchos sacamos el luchador que llevamos dentro y es que protestamos porque ese camino no era accesible, había escaleras.

Cuando llegamos aquello me pareció un paraíso, unas vistas espectaculares y dignas de admirar. A pesar de lo que diluviaba era increíble ver aquello, ver el agua caer y con qué fuerza y abundancia lo hacía. Me quedé unos momentos contemplando esas vistas tan alucinantes. Y entonces llegó un momento en el que también disfruté mucho, y es que ya en los plenos pies de las Cataratas empezamos a motivarnos y a gritar un montón. Pero antes yo no me atrevía a ir hasta allí porque me costaba respirar y Nacho me arrastró hasta allí, y la táctica estaba en ir de lado, así que me puse a caminar de esta forma, que no sé qué parecía. Se puede decir que si no fuera por el “pringao” (es por Nacho, que muchas veces me llama así y ya es hora de devolvérselo) no hubiera vivido ese momento de motivación total, pero no lo puedo decir muy alto porque enseguida se lo cree (es broma).

Después, si algunos ya estábamos cansados, lo estábamos aún más, y en el bus que nos llevaba al mini autobús íbamos agotados, Malena hasta se durmió. Pero no sé por qué cuando nos juntamos otra vez con los demás recuperamos las fuerzas para estar como en el viaje de ida. También fuimos detrás del todo en el bus los mismos, y es que a mí siempre me hizo ilusión ser de esas personas que van detrás del todo en el autobús cuando vas de excursión que van dándolo todo, y por fin lo hice.

Al llegar al hotel cada uno fuimos a nuestras respectivas habitaciones, a mí me tocaba con Moisés y después de ver la que nos tocaba me fui a duchar. La propia ducha me sentó muy bien, y es que después del chaparrón que nos cayó ese rato con el agua caliente recorriendo sobre mi cuerpo fue ideal. En un momento no sé qué parecía cuando se me resbaló el jabón y estuve un rato intentando pillarlo por toda la ducha, hasta que me rendí. Total, ya me lo había puesto.

Después se duchó Moisés y cuando salió estuvimos un rato hablando sobre qué tiempo hace en España (yo le dije que en Galicia, en el norte en general, es donde hace más frío), cuánto se tarda en ir de dónde vivía yo hasta donde vivía Malena en coche (yo le dije que se tarda un montón, todo el mundo va en avión) y otras tantas curiosidades que tenía sobre España. Y yo también le pregunté a él cosas sobre Paraguay.

Después descubrimos que había una cena en el hotel, la cual me venía muy bien porque tenía hambre, pero antes Malena y yo nos fuimos un momento con René, Eli y Moisés a comprar “unas medias para René”. Yo algo de malentendidos de palabras sospechaba que había y como hacía tanto frío pues pensé que era para eso, pero cuando cada uno íbamos en busca de “medias”, Malena y yo no pensamos que “medias” allí le llaman a los calcetines; así que nos reímos.

Hasta que volvimos al hotel, y a pesar de que algunos aún no estaban porque estaban reunidos, los que fuimos llegando nos pusimos a cenar. Hasta que ya estábamos todos cenando, y la verdad que fue una velada bastante agradable.

Por último volvimos a las habitaciones; Malena, Ale y Moisés se pusieron a ver una peli. Hablé un rato con ellos, pero a la película no llegué porque juro que estaba muerto, y ya era bastante tarde.

Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica. Composición con imágenes de los distintos momentos que narra Antón en su crónica.

(Continuará… que todavía faltan tres días)

Antón y parte de las personas que le acompañaron en esta aventura aparecen abrazándose

 

RELACIONADO:

Artículo de Malena en La Nación de Paraguay:

«Empezó como un viaje de trabajo, acabó en uno de aventura» 

 

Artículo de Antón en La Nación de Paraguay:

«Espero que este sea el primero de más encuentros» 

 

Congreso ION (Paraguay)

Exactamente a la misma edad de este chico, me subía yo a un avión por primera vez. La diferencia es que yo iba a pasarlo bien y él a luchar por sus derechos.

Esta semana ha cruzado el Atlántico por segunda vez en lo que va de año. Él y su compañera Malena han sido invitados a participar en el Tercer Congreso de Educación Inclusiva de la plataforma ION. 

Se celebra en la capital de Paraguay y en varias ciudades del interior del país. El objetivo del encuentro es la promoción de prácticas educativas accesibles y comprometidas socialmente.

Estoy taaaaan orgullosa de ti, mividiña ❤️ 

Imagen de Antón sonriente y sosteniendo el asa de una maleta de ruedas delante de la puerta de entrada al aeropuerto

«Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.

Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.»

Eduardo Galeano

(«Fuegos» de El libro de los abrazos)

Aquí tres fuegos que encienden 🔥 🔥 🔥

Antón, Nacho y Malena posan sonrientes delante de la puerta de embarque para Asunción

Nacho, Malena y Antón en el Tercer Congreso de Educación Inclusiva de la plataforma ION (Paraguay)

Composición con tres imágenes donde se puede ver a Nacho, Malena y Antón participando en distintos momentos del congreso.

Antón Fontao en el Parlamento de Galicia

04Antón Fontao ha participado esta mañana en una sesión del Parlamento de Galicia. Ha sido invitado por la Campaña Mundial por la Educación (CME) de Galicia, que este año centraba su #SAME2024 en el peligro de los discursos de odio en las aulas. 

En este vídeo podéis escuchar la intervención de Antón.

[Transcripción y traducción a castellano después del vídeo]

«Bos días a todos e a todas. Grazas por darme a oportunidade de expresarme.

Chámome Antón, teño 19 anos e teño unha discapacidade. Levo toda a vida sentindo que hai un molde no que todos temos que encaixar e, lamentablemente, quen non encaixa intenta ocultalo. No meu caso non podo facelo porque non hai xeito de disfrazarme nin esconderme. Pasei anos nos que ser como son fíxome sufrir, pero agora estou orgulloso, porque agora sei que todas as persoas somos perfectas tal e como somos.

Hoxe vimos a falar dos discursos do odio e eu, como persoa con diversidade funcional, sentínme tratado así moitas veces, porque a maioría da xente non conviviu con persoas coma min e iso fai que nos vexan diferentes e estraños, e como soemos ter medo a quen é distinto, ás veces ese medo acaba por converterse en odio.

Entendo que non é a súa culpa. Ao contrario, eles tamén son vítimas dunha sociedade capacitista. O capacitismo é crer que as persoas con discapacidade somos inferiores ou peores que as persoas que non as teñen. É o maltrato ao que nos temos que enfrontar cada día as persoas con diversidade funcional.

Hai unha solución e é a convivencia dende que somos pequenos, dende a escola. A solución é garantir a Educación Inclusiva como di a Convención sobre os Dereitos das Persoas con Discapacidade. É un tratado de Nacións Unidas que o noso país asinou hai 16 anos pero que non se cumpre, porque se segue separando e segregando aos nenos e nenas con discapacidade en centros de educación especial e en aulas específicas, e por iso seguen sendo estranos para o resto.

Todos os nenos e nenas teñen dereito a ir á mesma escola que van os seus irmáns, os seus curmáns e os seus veciños do barrio ou do pobo. Estar cos nosos compañeiros e compañeiras na escola dende o principio é a única forma de que nos vexan con total normalidade.

Pero non vale só con estar xuntos, senón que a escola debe saber tratarnos respetando a maneira en que somos e funcionamos. Teño moi bos recordos do meu paso polo sistema educativo pero tamén moi malos.

Hai catro anos empezamos a reunirnos telemáticamente un grupo de estudantes de Secundaria de toda España. Un grupo que nos chamamos Estudantes pola Inclusión (EXI). Non eramos só persoas con discapacidade. Tamén había mozos e mozas migrantes, racializados, xitanos, LGBTIQ+… Todos tiñamos en común que o pasamos moi mal na escola. A partir desas reunións elaboramos unha guía que se chama “Como facer inclusiva a túa escola”, onde se explican os pasos que deberían dar as escolas para que ninguén máis pase polo que pasamos nós.

Nós pensamos que si é posible crear a escola que queremos. Así que me gustaría que vostedes, que son os que poden facelo, nos axuden a cambiar a escola para que saiba acollernos e ensinarnos a todos e a todas.

Grazas por escoitarme.» 

Antón Fontao Saavedra

Parlamento de Galicia

Santiago de Compostela, 4 xuño 2024

«Buenos días a todos y a todas. Gracias por darme la oportunidad de expresarme.

Me llamo Antón, tengo 19 años y tengo una discapacidad. Me he pasado la vida sintiendo que hay un molde en el que todos tenemos que encajar y, tristemente, quien no encaja lo intenta ocultar. En mi caso no puedo hacerlo, no hay forma de que yo me pueda disfrazar ni ocultar. He pasado años en los que ser como soy me hacía sufrir, pero ahora estoy orgulloso, porque ahora sé que todas las personas somos perfectas tal y como somos.

Hoy hemos venido a hablar de los discursos de odio y yo, como persona con diversidad funcional, me he sentido tratado así muchas veces, porque la mayoría de la gente no ha convivido con personas como yo. Eso hace que nos vean diferentes y extraños, y como se suele tener miedo al que es distinto, a veces ese miedo acaba convirtiéndose en odio.

Entiendo que no es su culpa. Al contrario, ellos también son víctimas de una sociedad capacitista. El capacitismo es creer que las personas con discapacidad somos inferiores o peores que las personas que no la tienen. Es el maltrato al que nos tenemos que enfrentar cada día las personas con diversidad funcional.

Hay una solución y es la convivencia desde que somos pequeños, desde la escuela. 

La solución es garantizar la Educación Inclusiva como dice la Convención sobre las Personas con Diversidad Funcional. Es un tratado de Naciones Unidas que nuestro país firmó hace 16 años pero que no se cumple. Porque se sigue separando y segregando a los niños y niñas con discapacidad en centros de educación especial y en aulas específicas. Y por eso siguen siendo extraños para el resto.

Todos los niños y las niñas tienen derecho a ir a la misma escuela que van sus hermanos, sus primos y sus vecinos del barrio o del pueblo. Estar con nuestros compañeros y compañeras en la escuela desde el principio, es la única manera de que nos vean con total normalidad.

Pero no vale sólo con estar juntos, sino que la escuela debe saber tratarnos respetando la manera en que somos y funcionamos. Tengo muy buenos recuerdos de mi paso por el sistema educativo pero también muy malos.

Hace cuatro años empezamos a reunirnos telemáticamente un grupo de estudiantes de Secundaria de toda España, un grupo que nos llamamos Estudiantes por la inclusión (EXI). No éramos sólo personas con discapacidad. Había también chicos y chicas migrantes, racializados, gitanos, del colectivo LGTBI… Todos teníamos en común haberlo pasado muy mal en la escuela.

A partir de las reuniones elaboramos una guía que se llama “Cómo hacer inclusiva tu escuela”, donde se explican los pasos que deberían dar las escuelas para que nadie más pase por lo que pasamos nosotros.

Nosotros pensamos que sí es posible crear la escuela que queremos. Así que me gustaría que ustedes, que son quienes pueden hacerlo, nos ayuden a cambiar la escuela para que sepa acogernos y enseñarnos a todos.

Gracias por escucharme.»

Antón Fontao Saavedra

Parlamento de Galicia

Santiago de Compostela, 4 junio 2024

 

Educación contra los discursos de odio

Ayer participamos en las «IV Xornadas de Educación para o Desenvolvemento e a Cidadanía Global» organizadas por la Campaña Mundial por la Educación.

Inscritas en la «Semana de la Acción Mundial por la Educación», este año centraban su temática en la educación transformadora con un foco específico en la lucha contra los discursos de odio.

Cuando recibimos la invitación, me sorprendí y emocioné a partes iguales. 

Nadie (o casi nadie) discute que ciertos colectivos sufran esa realidad: personas migrantes, racializadas, gitanas, con una orientación sexual o identidad de género no normativas… Sin embargo, el buenísimo, la condescendiente y la invisibilidad que reciben las personas con discapacidad, enmascaran muchas veces lo que realmente representan esas conductas: aversión y rechazo hacia quienes funcionan de forma distinta a la media estadística. Odio hacia otras formas de ser y estar en el mundo. Así que eso fue lo que tratamos de trasladar: que las personas en situación de discapacidad también son objeto de discursos y delitos de odio.

No es fácil hacerlo entender debido a la labor tan eficaz que realiza el capacitismo que nos meten en vena desde que nacemos y del que es tan difícil desprenderse.

Fue maravilloso y muy enriquecedor compartir ese encuentro ante el alumnado del Grado de Infantil en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidade da Coruña con Sonia Mendes y Lucía Tembrás de SOS Racismo Galicia. Pudimos comprobar, además, como todas las opresiones se parecen porque en el fondo es siempre la misma: rechazo al distinto.

Si entre esos ciento y pico futuros maestros y maestras de Infantil que nos escucharon, hay unx solx que entendiera lo que va a significar en las vidas de tantas familias… Que comprendiera que aceptar la diversidad de todo tipo que habrá entre la infancia que llegue a sus aulas, marcará la felicidad o el infierno para ellxs y sus familias… doy por maravillosamente empleadas esas cuatro horas.

Quiero dar la gracias a Andrea Iglesias y a Laura Álvarez por la invitación y por el cariño ❤️💛💜🖤  

Imagen tomada desde el fondo del aula. Puede verse a las personas participantes en la mesa redonda al frente y las espaldas de algunos de los asistentes

Molinete y la gota malaya

Prácticamente todas mis compañeras de viaje, madres de niñas y niños que no encajan en lo estándar (si tal cosa existe), coinciden en que la soledad, el aislamiento y la invisibilidad de nuestros hijos e hijas se inicia con el paso a primaria y se agudiza según van ascendiendo cursos y cumpliendo años, hasta explosionar en la adolescencia.

Nuestras experiencias parecen demostrar que los seres humanos nacemos incapaces de apreciar las diferencias. Lo que explica que en sus primeros años de vida los niños y las niñas abracen la diversidad porque, sencillamente, no la ven. Es el entorno cultural el que interviene, cual gota malaya, hasta lograr que empiecen a hacerlo.

Entonces, quizás la clave estaría realmente en no enseñarles.

No enseñar a rechazar, a excluir, a marginar.

Somos nosotras, las personas adultas, quienes deberíamos aprender de la infancia hasta acabar con esa dinámica aprendida —que casi es tan antigua como la humanidad— y que establece quién cabe y quién debe ser expulsado.

Esta es la ficha que unos niños y niñas de 2º de Primaria llevaron a casa deberes este fin de semana. Ella y sus compañeras y compañeros de clase cumplen 8 años a lo largo de 2024.

MOLINETE
Todo el mundo decía que Molinete era un niño tonto; ni más ni menos.
De esos que van por la calle mirándolo todo con la boca abierta.
De esos.
Y de los que tropiezan cada dos por tres y se caen en las tapias.
¡Ay! Ay! ¡Que me he caido!
Y de los que llegan los últimos en las carreras y encima protestan.
¡No vale! ¡No vale!
Y de los que siempre pierden; pierden el bolígrafo, el cuaderno, la bufanda y el jersey. Uno de esos era Molinete.
Como sería que, una vez hasta se ensució los pantalones en clase porque no se atrevió a pedir permiso a la señorita para ir al cuarto de baño. ¡Qué vergüenza pasó Molinete!
Y todavía fue peor cuando llegó a casa y vió la cara que puso su padre.
Porque Molinete además de tímido era un miedoso.
Le daban miedo los hombres bajitos.
Le daban miedo los cocodrilos.
Le daban miedo los sueños.
Le daban miedo las cajas cerradas.
Le daba miedo hasta su padre.
Se comprende que Molinete tuviera muy pocos amigos; porque a nadie le gusta tener un amigo tan soso. Algunos chicos se burlaban de él en los recreos y le hacían versos: Molinete fue a por coles y se trajo caracoles.

Transcribo el texto del ejercicio de lectura de la ficha:

MOLINETE

Todo el mundo decía que Molinete era un niño tonto; ni más ni menos.

De esos que van por la calle mirándolo todo con la boca abierta.

De esos.

Y de los que tropiezan cada dos por tres y se caen en las tapias.

¡Ay! Ay! ¡Que me he caido!

Y de los que llegan los últimos en las carreras y encima protestan.

¡No vale! ¡No vale!

Y de los que siempre pierden; pierden el bolígrafo, el cuaderno, la bufanda y el jersey. Uno de esos era Molinete.

Como sería que una vez hasta se ensució los pantalones en clase porque no se atrevió a pedir permiso a la señorita para ir al cuarto de baño. ¡Qué vergüenza pasó Molinete!

Y todavía fue peor cuando llegó a casa y vió la cara que puso su padre.

Porque Molinete además de tímido era un miedoso.

Le daban miedo los hombres bajitos.

Le daban miedo los cocodrilos.

Le daban miedo los sueños.

Le daban miedo las cajas cerradas.

Le daba miedo hasta su padre.

Se comprende que Molinete tuviera muy pocos amigos; porque a nadie le gusta tener un amigo tan soso.

Algunos chicos se burlaban de él en los recreos y le hacían versos: «Molinete fue a por coles y se trajo caracoles».

Para quien piense que habría que saber el contexto de ese ejercicio. Bien, el contexto es que no hay más contexto. Aquí las preguntas que deben responder los niños y niñas de esa clase sobre la lectura de ese texto:

Preguntas que incluye el ejercicio a la lectura del texto de Molinete

 

Por lo visto Molinete era una lectura muy popular en las clases de Primaria en los 80. Quizás eso explique que la maestra de Lola haya asumido esta lectura como algo correcto, apropiado para realizar un ejercicio de puntuación y hasta divertido. Pero no lo es. No es nada de eso. Es incorrecto, inapropiado y no debería tener la menor gracia.

Como sería que, una vez hasta se ensució los pantalones en clase porque no se atrevió a pedir permiso a la señorita para ir al cuarto de baño. ¡Qué vergüenza pasó Molinete!

¿En qué momento la humanidad decidió que deberíamos abochornarnos por la orina, la materia fecal o la menstruación? ¿En qué momento lo escatológico se convirtió en motivo de mofa y repulsión? ¿Por qué no ocurre lo mismo con la sangre, por ejemplo? Quizás porque se alentaba a que la derramaran “los valientes” en los campos de batalla. 

Los adultos que rodean a Molinete y sus compañeros deberían explicarles que ninguna persona (ni bebé, ni joven, ni anciana) debería avergonzarse de sus desechos corporales. Y que para muchas personas, por sus características, no es algo que dependa de la voluntad o sea controlable.

Se comprende que Molinete tuviera muy pocos amigos; porque a nadie le gusta tener un amigo tan soso.

Algunos chicos se burlaban de él en los recreos y le hacían versos.

Luego nos sorprenden los insultos en los pasillos, la soledad en los patios, la infelicidad de nuestros hijos en la escuela… Esta ficha me confirma una vez más, que somos los adultos quienes nos empeñamos y empeñamos hasta conseguir que las niñas y los niños acaben viendo ciertas características de otros como algo a despreciar. 

Esta lectura no es algo inocuo. Es un elemento más de esa gota malaya que les va calando poco a poco y a la que contribuimos todos los que intervenimos en su formación: madres, padres, abuelas, tíos, la vecina del quinto, el conductor del autobús, la camarera, el monitor del comedor, la profe de teatro… Todos y todas. Todos los días.

Algunas veces, el mundo sería un lugar mucho más amable si no enseñáramos a la infancia. Si simplemente les dejáramos en paz.

Un grupo de niños de infantil participando en una carrera. Todos llevan las mismas camisetas de color naranja chillón. Uno de ellos participa en su silla de ruedas y es la profesora quien la empuja. Todos se sitúan en torno a la silla. Porque el objetivo no es llegar el primero, sino llegar todos juntos.

Estudiantes por la Inclusión premiados por Down Syndrome International Awards

El grupo de Estudiantes por la inclusión (EXI) ha sido galardonado con uno de los cinco World Down Syndrome Awards. Son unos premios que se conceden a nivel mundial por Down Syndrome International (DSi), una red mundial de personas con Síndrome de Down y sus familias.

Este año eran 200 las candidaturas que concurrían y el grupo de los EXI ha sido galardonado en la categoría de «Autorrepresentación” y en relación a la educación inclusiva.

Desde Quererla es crearla estamos especialmente emocionados por este nuevo reconocimiento a Estudiantes por la inclusión. Y es que, a pesar de ser un premio otorgado por una entidad vinculada al Síndrome de Down, le ha sido concedido a un grupo que no está conformado únicamente por personas con esta característica. Y ni siquiera por personas nombradas por la discapacidad. Si algo caracteriza a este grupo de chicos y chicas es, precisamente, su diversidad. Se trata de un grupo en el que intersectan un buen número de diferencias relacionadas con la desventaja en las escuelas: la clase social, el origen migrante, la orientación sexual, la ruralidad, la etnia, las capacidades, la situación de salud, las identidades de género…

A raíz de hacerse público el premio, escribía Antón:

Para mí es un orgullo formar parte de los EXI y que se nos reconozca, tanto que llevamos dos premios conseguidos, a ámbito internacional (que es una locura) y yendo a tantos sitios a hablar.

Yo el día que me dieron esta noticia me puse a gritar de emoción (y me contuve bastante, dado el lugar en el que estaba) y no me lo podía creer. De hecho, a veces pienso que es un sueño. Ya de por sí este premio es increíble, y es que sólo de imaginar que a lo mejor vamos a recogerlo a la ONU… Ains.

La ONU, una organización que le dio la razón a nuestro amigo Rubén y sentenció que España viola el derecho a una educación inclusiva.

Me enorgullece que nos den este premio al lado de mis queridos EXI. Además, de nuestros padrinos de este grupo Nacho Calderón y Luz Mojtar.

Me acuerdo de la primera reunión que tuvimos, todos íbamos muy o un poco obligados, sin saber muy bien qué hacíamos allí, encendiendo y apagando la cámara y dudando si hablar o no. Llegando así al final de la reunión, que, por lo menos yo, no me quería desconectar.

Los EXI me vinieron en el momento de mi vida que más necesitaba ese gran apoyo que me dieron (que nos dimos) y llenaron todo ese vacío que sentía, vacío que era enorme.

Saber que no era yo solo quién estaba sufriendo en la escuela me unió más a ellos por ese sufrimiento que teníamos en común.

Me encanta ir a los sitios que nos llaman junto a este grupo de personas, que no deja lugar a dudas, tenemos una gran amistad.

Estar en esta lucha me llena, y como dice mi madre, estoy en mi salsa.

Me siento muy afortunado teniendo en mi vida a toda esta gente, que somos una tropa y nos convertimos como en una gran familia, más la que sigo conociendo que también está en esta lucha.

En definitiva, que no sé si podremos ir a la ONU, pero ya ganar este premio y con toda la trayectoria que tenemos recorriendo lugares, y haciéndolo de la mano de mis amados EXI, es un PLACER INMENSO.

GRACIAS

GRACIAS

Y MIL GRACIAS ❤️ ❤️ ❤️

«Ya es el segundo premio internacional que este grupo de estudiantes recibe, y creo que nos invita a pensar qué hacemos en las escuelas.

Porque muchos de estos estudiantes han sido maltratados en ellas, hasta el punto de ser objeto de discriminación, vivir la soledad por años, experimentar el fracaso escolar o ser obligados a la segregación.

¿Cómo puede ser que no valgan en sus escuelas, mientras son premiados mundialmente? ¿Quién se equivoca?»

(Nacho Calderón)

Yo me hago la mismas preguntas que Nacho. Y, al igual que él, tampoco logro encontrar las respuestas.

La ceremonia de entrega de los galardones tendrá lugar el próximo el próximo 21 de marzo (Día Mundial del Síndrome de Down) en la sede de Naciones Unidas en Nueva York.

Lamentablemente, este premio no tiene asignada una dotación económica, así que ahora mismo resulta bastante complejo que los EXI puedan ir a recogerlo.

Pero, ¿sería o no sería grandioso verles en esa institución junto a Rubén Calleja? En la sede del organismo que ratificó que se había vulnerado el derecho a la educación (inclusiva) de este alumno español.

A Rubén y a su familia nadie podrá restituirles los años robados. Ni reponer todo el daño que este proceso les ha causado. Sin embargo, habría algo muy hermoso y sanador en esa fotografía.

Ojalá podamos hacerla realidad.

Crónica de Menorca (por Antón Fontao)

El fin de semana pasado fueron las jornadas “Balears per la inclusió”, donde se proyectó el documental y hubo varias charlas.

En el documental, con su posterior coloquio, como siempre, se abrió una mesa redonda y hablamos Alejandro, Nacho y yo. Me gustó mucho estar con ellos dos, y a mí me costó creer que estuviera allí. Había mucha gente. De hecho, cuando llegamos (ya con el documental empezado), el auditorio estaba a oscuras pero aún así se veían bastantes personas. Hablamos largo y tendido, y yo creo que los tres nos compenetramos muy bien; Alejandro desde el punto jurídico, Nacho como profesional que está dentro, y yo como alumno que ha sufrido en la escuela. Además, me gustó mucho que hubiese tanta participación entre el público. Aunque era gracioso porque yo desde el escenario con los focos no veía quién hablaba.

Composición con tres fotografías de la mesa redonda a la que se alude en el texto. En las imágenes aparecen los tres ponentes mecionados. De fondo, la proyección del cartel de las jornadas donde destaca un faro.

Después estuvimos un buen rato por allí, algunos en el mismo auditorio y otros fuera, y yo en cuanto pude me fui fuera porque hacía mucho calor. Y digo que me fui en cuanto pude, porque me felicitó bastante gente y me pidieron fotos (a mí me dio bastante corte, la verdad, pero me gustó que apreciaran mi trabajo). En cuanto pude salir agradecí mucho el viento soplándome y allí estuve hablando con varias personas. En un momento dado Fátima, Lucía (adulta) y yo hablamos de la buena labor que hizo Cecilia, y Fátima nos contó que le había gustado mucho trabajar con ella. La verdad es que Fátima tiene muy buena conversación, ella y yo hablamos bastante cuando nos vemos.

Luego fuimos andando hasta un sitio donde íbamos a celebrar la jubilación de María José, una orientadora que ya se retiraba y que hizo mucho bueno.

Nuestro grupo llegamos al lugar los primeros, y los otros venían llegando. Malena agarraba el ramo de flores y Darío y yo la banda. Cuando llegó María José, se notó que eso era lo último que se esperaba y estuvo a punto de llorar.

Composición con tres imágenes de la fiesta de jubiliación de María José que captan el momento en que los chicos y chicas reciben a María José y le entregan un ramo de flores.

Después nos sentamos a comer, entonces Malena y yo estuvimos hablando durante mucho tiempo poniéndonos al día. Había dos nuevas personas en la mesa: Adriana, la hija de Susana y Fidel, que me pareció muy riquiña (tranquilos para los de fuera de Galicia, que es algo bueno, es como un ser muy tierno), y Vicent, otra persona que me caía mejor y mejor según lo iba conociendo.

Al terminar de cenar Viki, David y Raúl se levantaron a hablar con un micrófono que nos dieron. Entonces Viki entre tantas cosas bonitas, dijo algo con lo que estoy muy de acuerdo, que esta fiesta de jubilación fue mejor que si la hubiese celebrado con sus compañeros, y esto lo digo yo, que lo único que le trajeron fueron cosas negativas, como a todos los que trabajan en los centros educativos que quieren hacer las cosas como hay que hacerlas.

Sujetados con unas pinzas había unos plastificados con fotos de María José y mensajes hacia ella.

Un rato más tarde, seguimos de sobremesa y había música, no estaba muy alta, pero en un momento dado vino la policía porque un vecino la había llamado porque según él teníamos la música muy alta. Yo respeto que se quisiera ir a dormir, pero hombre, que no pretenda un viernes por la noche hacer como si fuese un día cualquiera entre semana.

Una vez terminada la fiesta decidimos irnos cada uno para la respectiva casa que nos había tocado, y llamamos a varios taxis, pero hubo uno que no nos quería llevar porque por lo visto no conocía ese sitio. A ver, nuestra casa estaba un poco apartada hacia el monte, pero yo pienso que ese es su trabajo y que lo hubiese buscado en el Google Maps.

Cuando llegamos a nuestra casa (suerte que estaba en Mahón, porque al otro grupo les había tocado en otra que estaba en Ciudadela, en la otra punta de la isla, a 45 minutos más o menos de Mahón), me pareció bastante chula, aunque eso lo pensé a la mañana siguiente, porque en ese momento era de noche.

Foto con todas las personas que se alojaron en la casa a la que se alude en el texto, posando frente a la entrada de la casa.

Luego, en una habitación en la que eran todas literas, algunos no estaban y otros ya estábamos en nuestras respectivas camas hablando un poco. Cuando Malena quiso bajarse de la litera, se quedó con las piernas suspendidas en el aire; mientras ella pedía ayuda, yo me estaba descojonando de la risa, hasta que mi madre la ayudó.

A la mañana siguiente, supongo que muchos hubiésemos agradecido dormir más tiempo, pero una furgoneta quedó en venir a recogernos a las 8, así que no nos quedó más remedio, y sobre todo si tenías que hacer cola en el baño. A mí me costó un poco subirme a la furgoneta, y Malena si se hubiese reído no hubiese pasado nada, así me la devolvía.

Al llegar me pareció bastante raro no ver a gente, estaba un sitio abierto que fue al que fuimos a desayunar, y digamos que la mujer que atendía era un poco peculiar. Me encantó la compañía y de lo que hablamos.

Pasado un tiempo, nos teníamos que ir al lugar en donde eran las jornadas. El sitio era donde hacían los plenos del Ayuntamiento y era muy chulo y muy espacioso. Empezó hablando la misma que el día anterior había dirigido el debate, siguiendo las palabras de otras personas, hasta que llegó la ponencia de Silvana que a mí me gustó mucho. A todo esto, yo no la conocía personalmente y me cayó muy bien.

Composición con dos fotografías donde aparece el autor del texto junto a Silvana Corso.

Quería comentar un vídeo que puso que me encantó y era bastante gracioso. Este trataba de un hombre que iba por distintos sitios y lo infantilizaban; por ejemplo, cuando iba a preguntar por una calle el otro le explicaba hablando muy alto, o en una tienda de ropa que en vez de hablarle la dependienta a él le hablaba a la acompañante, que me sentí muy identificado en esa escena. Es tan necesario explicarlo y a la vez tan absurdo…

Después llegó la ponencia de Joan Jordi Montaner que yo no lo conocía, y me gustó mucho, además lo hizo mezclando el humor, y muy bien. Lo que pasó es que acabando su charla, criticó al Conseller de Educación (en mi opinión me gustó mucho que hablara sin pelos en la lengua. Claro que sí, llamemos a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al vino, vino), allí había una de la Consellería e intervino bruscamente, diciendo que no le había gustado eso que dijo, vamos, que se lo tomó como un ataque.

Imagen de Joan Jordi Muntaner durante la conferencia a la que se alude en el texto.

Por la tarde eran los grupos de trabajo, pero antes de comer nos dieron tiempo para que cada uno propusiera sus ideas, entonces en nuestro grupo siguió un poco más el debate por lo que había dicho la mujer. Me gustó mucho cómo habló Viki, y acto seguido la de la Consellería le dijo que estaba allí para oír y escuchar.

Después, cuando íbamos a comer, Lucía (adolescente), Luz, Tere y yo, que era los que estábamos en ese grupo de debate dijimos que la de la Consellería por la tarde no iba a volver. Y así fue.

De la sesión de la tarde me gustó lo que dijeron Alejandro, Malena, Darío, Lucía, Luz y Tere; también me gustaron varias personas más, pero no sabía quiénes eran.

Luego, como el año pasado en Madrid, nos juntamos otra vez todos los grupos y salió un representante por cada grupo a hablar. Fue gracioso porque a Raúl a ratos no le funcionaba el micrófono.

Al acabar estuvimos un rato hablando en el recinto, y luego fuimos a un sitio que me pareció muy bonito. Antes de la comida (que eran una serie de pinchos como en los que dan en las bodas antes de sentarse a comer, que a mí en general me gustaron, pero me pareció poca cantidad) estuve sentado en la mesa tomando algo con Lucía (adolescente), Carmen M., con Imma, con Auri y con otra persona que no conocía.

En la cena, al aire libre, hacía bastante frío aunque se aguantaba con una chaqueta, me senté con Alejandro, Lucía (adulta), Malena y con mi madre. Fue un gusto tener a Chicote al lado como crítica gastronómica (lo digo por Lucía, jajaja).

Acto seguido fue un momento muy esperado por mí: “LA NOCHE DISCO”. Donde era, era en un sitio espectacular.

Composición formada por tres fotografías donde el autor posa con diferentes personas asistentes a las jornadas

Fue indescriptible lo que ocurrió durante todo ese tiempo.

Yo al principio estaba bailando pero no como bailo yo con naturalidad, estaba un poco tímido, pero cuando sonó “Viva la vida” de Coldplay (canción pedida por mí) y llegó Malena, bailamos mogollón toda la noche. Bailé con muchas personas.

Yo destacaría cuando sonó “Ay Mamá” de Rigoberta Bandini, que todos hicimos ese baile de andar con mucho flow.

Pero es que la guinda del pastel fue cuando sonó de última, en mi opinión a eso se le llama acabar por todo lo alto, que quedábamos los suficientes, sonó “No dudaría” de Antonio Flores, y el momento fue precioso: hicimos un pequeño círculo agarrándonos la cintura con las manos, bailando y cantando (el vídeo lo tenéis con todas las fotos acompañando a este escrito). Ese momento fue muy emotivo. Yo pienso que esa letra tiene relación con esto por lo que estamos luchando: “prometo ver la alegría y escarmentar de la experiencia, pero nunca más usar la violencia”.

El autor del texto posando en un momento de la fiesta con una chica y dos chicas adolescentes asistentes a la fiesta que menciona en los párrafos anteriores.

Llegó el domingo y fuimos a una feria de quesos que había en Mahón. Los que estábamos en ese momento estábamos viendo un poco el ambiente, entonces Nuria decidió ir por algunos puestos, y a mí me revienta dejar a alguien solo (por propia experiencia) y fui con ella. De la tanta hambre que tenía, cogí un palo de pan y lo unté con un queso que estaba fuerte. Se me mezcló el gusto por comer y el sabor del queso que no me gustó.

Para comer fue muy gracioso porque, o no había sitio para todos o no había comida en ningún restaurante, así que pedimos unas pizzas del “Telepizza” y las comimos en una plaza (yo nunca pedí en mitad de una plaza, incluso me tuve que ir porque me dio un ataque de risa, y es que porque Nacho estaba pidiendo, y a mí me pareció una situación extraña y muy graciosa: pidiendo pizzas en una plaza).

Al llegar las pizzas, como no venían cortadas, Malena fue al bar más cercano a pedir un cuchillo. Le dieron unas tijeras todas sucias, y entonces Nacho fue por las mesas de la terraza pidiendo un cuchillo a los clientes, hasta que vino con uno y pudimos cortar las pizzas y comerlas.

En cuanto a la gente, a algunos ya los conocía, y tanto, y la verdad, ¿cómo es posible que haya este tipo de gente, tan maja y tan buena? Y respecto al resto que no conocía, un poco más de lo mismo.

Quiero hacer unas menciones especiales.

Muchas gracias a Mónica Llera por organizarlo todo hasta el último día antes de ir. ¡Qué currazo!

Muchas gracias a David Gándara por ese dibujo que nos hizo a Alejandro, a Nacho y a mí durante la mesa redonda del viernes (hasta me dibujó con el párpado caído, cuidando hasta el último detalle), y por el otro dibujo que recreó a través de una foto que nos sacamos en Chicago. ¡Qué genio!

Composición donde aparecen dos imágenes de los dibujos de David González Gándara a los que se alude en el párrafo anterior.

Muchas gracias a Paula por esas fotos tan chulas que sacó, en especial a una que nos hizo a mi madre y a mí (la podréis ver en las fotos que están acompañando al texto)

Foto realizada por Paula Verde donde aparecn Antón y Carmen abrazándose

La verdad es que ese fin de semana me lo pasé muy bien y fue muy bonito.

Hasta el año que viene, mientras seguimos por nuestra cuenta yendo a sitios a hablar sobre inclusión, y que siga proyectándose el documental en muchos más lugares.

¡Seguimos!

¡Radikalicémonos! (nuevo grito de guerra creado por mí)

Convertir en carcelario lo que debería ser educativo

Hace unos días me contaba una amiga que su hijo está desesperado por dejar la escuela, cansado y dañado porque esa institución ni le entiende, ni le respeta y le hace sentir un fracasado.

Desesperado por encajar siquiera académicamente, un día le preguntó a su compañero de pupitre cómo hacía para saber tanto y sacar todo dieces. El compañero le respondió que en realidad no sabía tanto, que lo aprendía para el examen pero que después se le olvidaba.

—Lo que yo quiero es estudiar cosas que me interesen y que permanezcan — le dijo el niño a su madre.

Que “permanezcan”.

¿Cómo puede ser que un chico de 12 años resuma con tal claridad el sentido que debería tener el sistema educativo y que los adultos responsables de ello sean tan incapaces de verlo ni entenderlo?

Señal que advierte a los conductores de la presencia de un colegio donde se ha tachado la palabra COLEGIO y se ha escrito encima CÁRCEL

📸 La foto se la he robado a Nacho Calderón. La sacó en una calle de su barrio, pero seguramente refleja el sentir que hay en la mayoría de esas instituciones que llamamos escuelas y que hasta en lo físico reproducen la arquitectura de una cárcel.