¿Cómo es posible que una ley que lleva por título “Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia” se haya convertido en un recurso para hacer lo más dependientes posible a las personas con diversidad funcional?
¿Cómo es posible que una iniciativa que nació para impulsar un “Sistema para la Autonomía” haya hecho florecer el negocio de las residencias y los centros de día?
¿Por qué les llaman residencias y centros de día a lugares que se parecen más a cárceles?
Espacios donde no puedes decidir a qué hora levantarte o qué comer, donde todos pasean y ven la tele a la misma hora, donde se visten con ropa idéntica y se acuestan al mismo tiempo, ¿son de verdad lugares donde se respetan los derechos y la dignidad de las personas?
¿Por qué cada vez que una persona con diversidad funcional solicita un asistente personal en su Programa Individual de Atención (PIA) se le niega por defecto, pero nunca nunca nunca jamás se desestima una plaza en una residencia?
No es verdad que la asistencia personal salga más cara que las residencias. Lo único cierto es que las residencias generan unos beneficios que ciertos grupos económicos no disfrutarían si se generalizara la asistencia personal.
¿Por qué le llaman atención a la dependencia cuando en realidad quieren decir negocio?
Estos días se cumplen 15 años de una ley que nació para promocionar la autonomía personal pero que sólo ha generado dependencia. Por algo la hemos acabado llamando así, “Ley de Dependencia”.

En el blog de amigo César Giménez podéis encontrar varios artículos sobre esta cuestión:
Susurros a gritos en la residencia
Ir al aseo en un centro residencial
Vivir en una residencia es como vivir en Auschwitz
Ayudando a los mayores a dejar las residencias por un hogar
Experto en discapacidad aboga por eliminar residencias y grandes dependencias