Crónica ilustrada de mi Congreso Down Galicia

Captura de momentos para (intentar) resumir mi fin de semana.

1— Congreso Down Galicia. Construíndo o futuro de Educación. Un dereito para Todos e Todas”.

Imagen de la portada de una carpeta donde se lee: “Construíndo o futuro de Educación. Un dereito para Todos e Todas”.

2— Los discursos guadiana (llamados “institucionales”). Llegan al inicio, dan el speech y cuando el primer ponente sube a hablar, se largan. Vuelven a la clausura para soltar su Speech (II). Nunca se quedan a escuchar. No les debe hacer falta. Se refleja en su gestión y en sus saberes. Como cuando la representante de la Consellería de Educación afirmó que en Galicia el 93% del alumnado leído por la discapacidad está en ordinaria 😳

3— Pero lo mejor vino después, cuando afirmó (sin despeinarse) que en nuestra comunidad se respeta la voluntad de las familias a la hora de decidir la modalidad educativa de un niño o niña. Tienen la cara de cemento armado… Qué suerte la de los “guadianos”, que saben que nadie les va a interpelar por respeto a la organización, pero algún día habría que darle una vuelta a esto. No pueden seguir soltando esas cosas y largarse sin que les roce el aire.

4,5,6— Quererla es Crearla, Nacho Calderón y Estudiantes por la Inclusión presentes en muchas de las exposiciones.

7— Cuánto me remueve y menea esta mujer, pero qué exhausta me deja la tía… Gracias cambiohorariodelos*** por regalarme una hora extra de recuperación.

8— Ains… Qué emoción (y qué vergüenza) verme entre esas personas. Gracias, Profe Miguel ❤️ 

9— Sue y las heroínas del congreso. No va a haber agradecimiento ni amor suficiente en este mundo para que recibáis todo el que merecéis. Gracias infinitas, Marta y Andrea, por vuestra coherencia, dignidad, sentido de la justicia y el sufrimiento que lleváis a cuestas por ser como sois y haber hecho lo que hay que hacer. Porque lo dicta la Ley y también la Humanidad.

10— Foto oficial u oficiosa.

11— Las que me dan vida.

12— La Santísima Trinidad.

13— Confabulando.

14— Pasando a la acción.

15— Nunca un pinta uñas puso tanto color 💅🏽

16— ELLAS 🥰

17— Mi medianaranja extramarital 💜

18— Descubrimientos. Qué gusto encontrarte, Alejandra (la Mónica se nos coló en la foto, ella también es descubrimiento pero ya veterano).

19— La alegría de reencontrarme con Pepa sin esperarlo. Una vez más, fue la booomba. Porque ella es 🔥 x ❤️ (elevado a ♾️). Igual que su señora madre.

20— Y aquí lo mejor del Congreso: EL ALUMNADO. Juntos (de verdad), contando lo que está pasando dentro, denunciando el maltrato que ven sufrir a sus compañeros (con etiqueta), mostrando más dignidad, coraje, valentía y coherencia que todos los profesionales, las familias y los representantes de la administración juntos. Gracias, Óscar, Sara y Rosa, por la lección que nos distéis.

Sugerencia para próximos encuentros dirigida a cualquier organización, entidad, administración, universidad, etc. Dejadles a hablar a ellos y ellas. Tooodo el tiempo. Que se sienten a recitar la lista infinita de despropósitos que están ocurriendo en las escuelas, de maltratos y vulneraciones de derechos que se sufren dentro de los espacios a los que la ley obliga a las familias a llevar a sus hijas e hijos hasta los 16 años. Vuelvo a recordar que no están escolarizados por capricho (ni suyo, ni nuestro), sino por OBLIGACIÓN.

Ojalá algún día los encuentros para debatir sobre la EDUCACIÓN NO SEGREGADORA (me niego a seguir hablando de “educación inclusiva”) dejen de ser como congresos sobre feminismo organizados por hombres, diseñados por hombres, gestionados por hombres y con un programa monopolizado por nombres de hombres, que explican a un auditorio (compuesto sólo por hombres) cómo se alcanza una sociedad feminista.

A ver si algún día conseguimos acabar con el Despotismo Discalustrado al menos en los espacios y encuentros teóricamente aliados e impulsores del cambio 🙏🏽

UNO MÁS, NADA MENOS

Después de más de un año recopilando, seleccionando, descartando y revisando entre la inmensa producción de textos escritos por Antón, hoy podemos anunciar que la maqueta de su libro ya está, por fin, lista para entrar en imprenta.

Por diversas razones, nos hemos decantado por la autoedición y ahora toca decidir el número de ejemplares que se imprimirán. Para ello, hemos creado un formulario para la preventa. Nos permitirá saber el número de personas que puedan estar interesadas en adquirir el libro y, a partir de ahí, decidir el número final de esta edición que, ojalá, sea la primera de muchas.

En el libro se incluyen textos ya publicados por Antón en sus redes, así como muchos otros inéditos y, para estos últimos, mi doble condición de editora y madre han entrado en conflicto. La editora tenía claro que todos sus escritos eran importantes y necesarios para conocer de primera mano el sufrimiento provocado por la opresión que viven las personas nombradas por la discapacidad.

Como madre, mi función ha sido mucho más difícil. Hubo un momento en la vida de Antón en que tracé una línea entre la despreocupación y la sobreprotección y he procurado caminar siempre por ella. Para su vida, el peligro siempre ha sido cruzarla hacia el lado de la sobreprotección. Para su escritura, me preocupaba mucho más caer en el de la despreocupación.

El primer borrador, que recogía todas las publicaciones y textos de Antón, ocupaba el equivalente a 400 páginas en formato libro. 104.670 palabras. 560.175 caracteres. Medio millón de teclas pulsadas para contar una (corta pero desgraciadamente intensa) vida. La versión final del libro es de 232 páginas que ha maquetado nuestra amiga Marigel López con talento y profesionalidad pero, sobre todo, con todo su infinito amor hacia nosotros y hacia la obra que tenía en sus manos.

Los escritos de Antón van más allá del diario de un adolescente. Muchos, muchísimos de ellos han tenido una función terapéutica para él. Especialmente durante los cuatro años de soledad e invisibilidad (que en realidad son formas de maltrato) que pasó en el instituto. El inicio de sus publicaciones coincide, precisamente, con parte de esa etapa. Así que muchos de sus textos son catárticos. Funcionaban para él como un purgante del dolor. Leyéndolos, una casi visualiza al protagonista del cuadro de Munch. Esos textos son gritos ahogados. Porque expresamos el dolor físico con voces esforzadas, elevadas, agudas, pero la ansiedad, la angustia, el vacío o la soledad no van acompañadas de ningún sonido. Sin embargo, en muchos de los párrafos de Antón pueden escucharse sus gritos.

Mi papel como editora (o, más bien, como editora-madre) ha sido intentar protegerle y saber qué, cuánto y hasta dónde podía exponer públicamente. Hasta qué punto le iba a ayudar a él —como individuo particular, pero también como parte del colectivo oprimido al que pertenece— exponer determinadas situaciones y sentimientos. Y dónde se cruzaba la línea en la que ese “compartir” se convertía en “sobreexposición” y pudiera conllevar un daño para él. 

Los textos abarcan desde que tiene 14 años hasta el día en que cumple 18. Están recogidos en orden cronológico. Así, el lector puede ver crecer a Antón a lo largo del tiempo y observar su evolución. No sólo en su escritura sino, sobre todo, como ser humano y dentro del mundo y del activismo.

Todo este proceso lo hemos realizado juntos y no siempre hemos estado de acuerdo. Hay textos que yo no hubiera incluido, pero no hay ninguno que él no quisiera publicar. La lucha entre la editora y la madre ha sido titánica y creo que ha ganado la primera. Porque creo que la labor de una editora es acompañar, pero nunca imponer. Y porque una madre debe respetar las decisiones de un hijo que ya es adulto.

Tengo la confianza de que todas las personas que leáis este libro lo vais a hacer desde el amor y desde el deseo de cambiar la mirada. A través del testimonio de un adolescente que se siente una persona más del mundo, en una sociedad que le ha visto y tratado desde su nacimiento como una persona menos.

 

Como editora, deseo que disfrutes este libro. 

Como madre, te pido que cuides a su autor.

CARMEN SAAVEDRA

Editora-madre

Imagen de la portada del libro. En ella aparecen unas escaleras entre dos paredes y en lo alto de esas escaleras una silueta que es la de Antón. Sobreimpresionado en esta imagen aparece el título del libro: ANTÓN (letras color naranja) UNO MÁS, (letras color negro) NADA MENOS (letras color negro) DIARIO DE UNA RESISTENCIA IGNORADA (letras color naranja)

Puedes conseguir el libro a través del siguiente enlace: 

UNO MÁS, NADA MENOS

Eres libre también de compartirlo entre las personas y espacios que creas puedan estar interesados en este libro. 

GRACIAS 🧡

 

Cuando quien tiene que creer es el resto

Esta semana la ministra de Educación, Pilar Alegría, ha acompañado al rey a hacer entrega del Premio Princesa Girona a Escuela del Año a un centro de educación especial. Es decir, la máxima responsable de educación en nuestro país avala que se segregue a los niños y a las niñas en base a determinadas características.

La Educación Inclusiva es un derecho recogido en la «Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad» (CDPD) de Naciones Unidas, que España firmó en 2008. Esta Convención tiene el mismo rango jurídico que la Constitución. Por lo tanto, puede decirse que el Estado español comete ilegalidades y ampara políticas anticonstitucionales. De la ética, ya mejor no hablar.

Imagen del estreno del documental "Educación inclusiva. Quererla es crearla", donde aparecen algunos de sus protagonistas junto a la ministra de Educación, Pilar Alegría.

Hace cuatro años, la ministra tuvo la oportunidad de reunirse con los chicos y las chicas de Estudiantes por la Inclusión y pudo escuchar de primera mano el sufrimiento que la exclusión genera en el alumnado y sus familias. Esta foto recoge el momento de una emocionada y conmovida Pilar a quien ahora vemos no sólo sancionando, sino incluso premiando la segregación y la exclusión, la vulneración de derechos y el incumplimiento de la legalidad, recogida en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) que España ratificó en 2008.

A pesar de todo, voy a seguir creyendo que la gente es lo que parece y que cree en lo que me dice. Al menos en ese momento. Pero me produce una enorme tristeza y desesperanza comprobar que ni el ministerio de Educación, ni el Gobierno (progresista y de “izquierdas”) van a ayudar siquiera un poco a acabar con nuestra cultura capacitista, que empieza en la escuela segregada y se perpetúa desde la exclusión en la vida adulta.

Como dice mi amiga Ruth, nuestra manera de entender la educación es muy subversiva. Lo mismo que subversivas eran las sufragistas contra quienes también se esgrimían argumentos desde la política, la filosofía y hasta la biología. El mundo se iría a pique si se permitiera votar a las mujeres.

Ahora mismo parece que el mundo también se va a pique si se le reconocen sus derechos, y hasta la humanidad, a las personas nombradas por la discapacidad.

Nosotras seguiremos disintiendo y resistiendo. Espero que la historia juzgue a quienes no.

Hoy Indira y Anton han recordado las palabras con las que la ministra les animaba a que nunca dejarán de creer en ellos mismos.

Pero si nosotros ya creemos en nosotros, ha dicho rotunda Indira.

Efectivamente, sólo hace falta que también crea el resto.

Puedes ver el documental completo en este enlace: Educación inclusiva. Quererla es Crearla.

Workshop Cataliza (Barcelona, 2024)

El pasado mes de octubre, el Colectivo Quererla es Crearla organizó en Barcelona un nuevo encuentro que se sumaba al Workshop «Orienta» (Malaga, 2018), las «Conversaciones sobre la Escuela (inclusiva)» (online, 2020) y el Workshop «Crearla» (Madrid, 2022).

Por primera vez, el Workshop «Cataliza» permitió que quienes lo seguían en la distancia, pudieran participar de forma tan activa como quienes asistíamos presencialmente en el maravilloso espacio de la Fundació Bofill. Todavía sigo admirada por el enorme trabajo de organización que hubo detrás de este encuentro.

Varias semanas después, sigo procesando lo que allí vivimos y no creo que vaya a ser capaz de plasmarlo ahora en palabras, por muchas que emplee. Cada evento de Quererla es Crearla es más poderoso y emocionante que el anterior y, cuando creías que ya se había llegado a lo más alto, en cuanto a intercambio de información, adquisición de conocimiento, comunicación de experiencias o expresión de emociones… va y llega este catalizador tan indescriptible.

El programa fue muy intenso, no sólo en cuanto al tiempo que requirió su desarrollo, sino también en términos de energía e implicación emocional. Se desarrolló a lo largo de dos jornadas que ocuparon diez horas cada una de ellas. Ni siquiera los teóricos tiempos de descanso lo fueron tanto, porque en los corrillos que se formaron pocas conversaciones escapaban al tema que nos había llevado hasta allí.

El  primer día se centró en el análisis de la situación de las escuelas y el sábado se abordó el movimiento social. Las mañanas se centraron en temas específicamente del ámbito español y las tardes tenían un carácter internacional ya que, debido a la diferencia horaria, era el momento en que se nos podían unir online las compañeras de América Latina que no habían podido acudir presencialmente.

Ilustración realizada por Raúl Aguirre para describir y acompañar este texto. En ella se representan diferentes momentos y a diferentes personas que participaron en el Workshop.

Autor de la ilustración: Raúl Aguirre Casasnovas

 

Romper el silencio

El formato de este encuentro fue muy distinto a lo que está normalizado en jornadas o congresos y, muy especialmente, en aquellos relacionados con la discapacidad. Esos eventos suele consistir en un panel repleto de profesionales y expertos que se suben a un estrado para formar, informar y aleccionar a las familias, que nos sentamos abajo. Normalmente, ni siquiera suelen estar presentes en estos foros (ni abajo y mucho menos arriba) las personas señaladas por la discapacidad.

En los encuentros de Quererla es Crearla impera la horizontalidad sobre la verticalidad. Su valor más importante es, además, contar con quienes pueden hablar en primera persona sobre lo que significa vivir bajo la opresión del capacitismo. Seguramente no son tantas personas como sería deseable, pero infinitamente más de las que vemos en cualquier jornada organizada en torno a ellas, pero sin ellas.

Otra cosa impresionante es el clima de confianza y seguridad que se crea. Vivimos en un país donde cuesta muchísimo alzar la mano y hablar en público. Seguramente sea el resultado de un sistema educativo que exige silencio desde el primer día que entras por la puerta: silencio para escuchar a quien sabe, silencio para no expresar, silencio para no cuestionar, silencio… Después, cuando esos chicos y chicas llegan a la universidad y no son capaces de exponer oralmente, los juzgamos como apáticos, negligentes e inmaduros, sin cuestionar ni siquiera un poco qué papel ha jugado la escuela en esa actitud. Se castiga durante años la oralidad y, de repente, de un día para otro, se les exige que les brote la oratoria y la seguridad que requiere hablar en público.

Pues, como decía, resulta impresionante ver cómo esa inseguridad que nos genera nuestra educación respecto a la exposición pública, nunca está presente en las jornadas de QeC. Seguramente, porque sabemos que esa escucha no implica ser juzgadas y sí mucha comprensión, solidaridad y acompañamiento. ¿Qué decir de ver a nuestros hijos e hijas, tan ignorados y machacados en las escuelas, levantado la mano y alzando la voz? Es algo muy difícil de trasladar con palabras. Como complejo será también para ellos y ellas explicar lo que sienten al ser escuchados, valorados y tenidos en cuenta.

Foto de un momento de la exposición compartida por miembros de "Estudiantes por la inclusión" y de "Radikales desadaptados".

Estudiantes por la inclusión (EXI) y Radikales desadaptados.

 

Abrirnos, rompernos y exponernos emocionalmente

El encuentro fue mucho más allá de la actividad puramente teórica o intelectual y tuvo una importante dimensión emocional. De hecho, Antón y yo participamos en una mesa que reunía a familias y estudiantes de España y América Latina que fue especialmente demoledora para nosotros. Antón, que suele ser muy participativo en estos espacios, rechazó la palabra cuando, casi al inicio de la conversación, se la ofreció la moderadora, Marisol Moreno. Antón manifestó que no quería hacerlo en ese momento y nos sorprendió a muchos. Después conectamos con Jimena y Jazmín, dos estudiantes de Paraguay a las que Antón había conocido durante el Congreso ION celebrado en aquel país unos meses atrás y con las que había establecido una conexión muy especial. Su intervención fue demoledora por la experiencia de vida de Jazmín en la escuela y el dolor que provocó no sólo en ella, sino también en su hermana Jimena, testigo directo del abandono y el maltrato.

A continuación, escuchamos el testimonio de otra estudiante, esta vez de Uruguay, que podría haber sido, palabra por palabra, lo vivido y sufrido por Antón en su experiencia educativa. Fue entonces cuando Antón se rompió y se preguntó entre sollozos qué habían hecho todos ellos para sufrir esas experiencias y ese maltrato, si nunca le habían hecho mal a nadie.

Fue doloroso y no voy a decir que necesario, porque el sufrimiento jamás debería ser necesario, pero sí que fue el mejor ejemplo de que este encuentro no era un congreso o una jornada de conferencias al uso. Se generó un espacio donde compartir y también donde compartirnos. Abrirnos, rompernos, exponernos emocionalmente. Y seguramente sólo desde la emoción se puede comprender el terrible maltrato que niños y niñas, chicos y chicas están sufriendo en las escuelas y lo urgente que es una transformación radical de las mismas. No es sólo que no aprendan, que no participen, que no socialicen, que no convivan… sino que, además, son lugares que les generan un sufrimiento que no acaba al abandonar la escuela y que les acompaña de por vida.

Dicen los teóricos de la pedagogía que la inclusión requiere de presencia, participación y aprendizaje. De esas tres variables, para nuestros hijos e hijas sólo se cumple la primera. Están, pero ni participan ni aprenden. Y desde la escuela se nos dice que la responsabilidad es de ellos y de ellas. Que su aislamiento, su soledad y las carencias en sus conocimientos son culpa de su funcionalidad, de sus características, de la etiqueta que les ha sido asignada.

Nos repiten cada día y cada escuela:

«Es que se aísla.» 

«Es que no tiene los mismos intereses que el resto.»

«Es que no se entera.»

«Es que se autoexcluye.»

«Es que es muy infantil.»

«Es que le gusta estar solo.»

«Es que vive en otro planeta.»

«Es que es más inmadura que el resto.»

«Es que no escucha.»

«Es que ha alcanzado su techo de aprendizaje.»

«Es que lo vives tú peor que él.»

Sin embargo, todas las personas que asistimos al Workshop Cataliza, vimos cómo saltaban por los aires todos esos argumentos que nos han dado en las escuelas para justificar la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de nuestros hijos e hijas. Hemos visto cómo escuchaban, aportaban, intervenían, aprendían, enseñaban, convivían, reían, trabajaban, bromeaban, asintían, compartían… Cómo hacían todo lo que nos dicen en las escuelas que son incapaces de hacer.

Lo que vivimos en aquel espacio durante ese fin de semana nos revela lo que son en realidad todas las frases que nos escupen a las familias: excusas para tranquilizar la conciencia de quien, pudiendo hacer, no hace nada. 

No, la soledad y la falta de participación y de aprendizaje de las infancias y adolescencias nombradas por la discapacidad no son inevitables. Lo que parece inevitable es lo poco que importan sus derechos y su salud emocional en las escuelas.

Romper los moldes

Aquel fin de semana fue posible la presencia y la participación activa de chicas y chicos (entre ellos mi propio hijo) y de jóvenes adultos que son ninguneados e invisibilizados cada día fuera de aquellas paredes. Los días posteriores al workshop, hablaba con algunas de las compañeras con quienes había compartido las jornadas sobre lo imposible que resultaba que aquello pudiera superarse. Que podría haber nuevos encuentros donde se viviera la misma intensidad de conocimientos, experiencias y emociones, pero jamás mayor. 

Sin embargo, ahora, escribiendo este texto, soy consciente de que sí puede ser superable y de que lo va a ser. Tengo el convencimiento de que vamos a organizar y construir un espacio en el futuro, donde van a poder estar, participar, aprender y enseñar muchas más personas en situación de discapacidad de las que lo han hecho hasta ahora. El próximo encuentro va a ser superador y va a ser todavía más brutal. Porque vamos a contar con más niños y niñas, chicos y chicas, hombres y mujeres que hasta ahora no han podido participar ni siquiera en los entornos más diversos. Y va a ser grandioso. 

Desde hoy empiezo a soñar ya con el próximo workshop de Quererla y con todos los futuros encuentros de este movimiento comprometido con la construcción de una sociedad realmente acogedora y respetuosa con todas las personas.

Dice la RAE que «catalizar» es favorecer o acelerar el desarrollo de un proceso. Ojalá así sea. Ojalá este workshop que acabamos de vivir sirva de catalizador para romper los moldes que nos impiden ser, y crear la escuela y la sociedad que queremos.

Foto de familia de todos y todas las asistentes a las jornadas.

Este artículo fue publicado inicialmente en «El diario de la educación»: La emoción de crear en comunidad.

Aquí puedes leer el resto de textos publicados en el blog de Quererla es crearla en «El diario de la educación».

Para que no pasen lo mismo que nosotros

Pensar e investigar la educación: desafíos sociales y líneas emergentes es un libro recientemente publicado por Octaedro y coordinado por varias personas, entre ellas nuestra compañera de Quererla es Crearla, Tere Rascón.

Antón figura como coautor, junto a Luz Mojtar, Tere Rascón y Nacho Calderón del capítulo 3, que lleva por título «”Para que no pasen lo mismo que nosotros”. Educación inclusiva, lucha colectiva y resiliencia en la vida de Antón Fontao».

«Se trata de un capítulo publicado junto al protagonista, en el que reflexionamos sobre la importancia de la lucha colectiva en la construcción de la identidad. La lucha política tiene un amplio impacto en el modo en que la propia persona se concibe y es concebida.

Gracias, Antón, por la oportunidad de aprender contigo durante los últimos años. Estudiar las exclusiones que la escuela genera requiere dejarse guiar por los análisis y experiencias de las personas que lo sufren. Y aprender junto a ti y junto al grupo de estudiantes nos está permitiendo buscar nuevos caminos. El que hemos explorado contigo está cargado de generosidad, bondad y deseo genuino de hacer una escuela en la que todo el alumnado pueda disfrutar. La educación es esto que plasmas en la frase del título y que destacaba el profesor José Manuel Esteve hace años: un compromiso con la memoria. Solo tengo palabras de agradecimiento.»

(Nacho Calderón)

Imagen de la portada del libro.

Transcribo aquí uno de los fragmentos de este capítulo:

«Circunscribir el problema de Antón que hemos dibujado en estas páginas al síndrome que porta es una bobada. El rechazo o la exclusión son realidades sociales que sufre Antón, y que tienen su justificación en la discapacidad. Sin embargo, hablamos aquí de la discapacidad como una forma desequilibrada de relación, y no hay tratamiento clínico individual que pueda solucionar eso.

De la misma forma que el problema nunca estuvo en las personas homosexuales, por ejemplo, aunque se las tratara como enfermas; el problema, evidentemente, siempre ha estado en la concepción y las prácticas de las personas heterosexuales, que ostentan la hegemonía. Tampoco el problema estuvo nunca en el cuerpo de las mujeres, sino en la opresión machista. Ni en el color de piel de determinadas personas, sino en el racismo.

Han sido estas colectividades las que, en distintos momentos de la historia, fueron capaces de reconocer sus situaciones fuera del marco epistemológico socialmente compartido, desarrollando, así, un movimiento social y político que amplía los derechos. Es lo que Antón encontraría en un grupo de estudiantes que comenzó a reunirse con la simple idea de construir una guía para hacer las escuelas más inclusivas a partir de sus experiencias.

Ese grupo trascendía los límites de una opresión concreta (por ejemplo, la discapacidad entendida como relación), porque estaba constituido por una enorme diversidad interna: de clase social, capacidades, etnia, nacionalidad, raza, estado de salud, orientación sexual, género, entorno rural/urbano, rendimiento académico, etc. Se formó un grupo humano que tuvo la oportunidad de compartir experiencias y, con ello, de reconocerse en los demás.»

Puedes leer el capítulo completo en el siguiente enlace: ”Para que no pasen lo mismo que nosotros”. Educación inclusiva, lucha colectiva y resiliencia en la vida de Antón Fontao.

Y comprar el libro aquí: Pensar e investigar la educación: desafíos sociales y líneas emergentes.

Fotografía de una de las páginas del capitulo con un párrafo resaltado con rotulador amarillo y verde.

Le dije tu frase

«Tengo tal emoción en el cuerpo, que te lo tengo que contar.

Eres la primera persona a la que se lo cuento. 

Acabo de encontrarme, después de ocho años, porque pasó en 4º de Primaria… sí, ocho años… a una profesora que, bueno, acabó con él… Y me llegó a decir: ¿qué va a pasar con Brais? Nunca va a sacar la ESO… No te puedes hacer una idea… Bueno, sí te la puedes hacer… Lo obligó a repetir. Tuvo que cambiar de cole y no te puedes imaginar el sufrimiento que le causó… Fue malísima con él. Pasó de ser un niño superquerido a que todo el mundo lo odiase. Un infierno.

Y me la acabo de encontrar justo ahora mismo. Y le dije tu frase.

Le dije: te equivocaste.

Y me dice: ¿cómo? 

Y yo: te equivocaste, sacó la ESO y ahora está haciendo bachillerato.

Y dice: ay, cuánto me alegro.

Y dije: pues más me alegro yo de que tú te hayas equivocado.

Estoy tan feliz ahora mismo… te lo juro… que es que se me va a salir el corazón del pecho.»

Imagen con un pantallazo de la conversación donde se ve el audio y mi respuesta: BRAVA!! y tres emojis de fuego.

Este es el audio que una compañera de trincheras me mandó hace unos días y que, con su permiso, hoy transcribo y comparto por aquí. Para que tengáis siempre presente que todas esas falsas hechiceras y visionarias se equivocan. Porque no basan sus augurios en las evidencias, sino en los prejuicios y la falta de empatía y corazón.

Pero, ay, cuánto daño consiguen hacer. 

Así que, si la vida te las vuelve a poner delante, hazles saber que se equivocaron. No por venganza, sino por justicia. Y porque merecemos ese momento.

SE EQUIVOCÓ

 

AZKENDAKARI

Vaya por delante que me he inventado la palabra. O eso creo. Si en euskera «lehen» significa «primero» y «lehendakari», «el primero entre los primeros» (y por eso mismo tiene el sentido de presidente), pues he pensado en añadirle ese sufijo a «azken», que se traduce como «último». Así, «azkendakari» bien podría hacer referencia a «el último entre los últimos». No existe un término en castellano para designar este concepto y como lo que no se nombra no existe, pues yo he decidido nombrarlo. 

Podría haber recurrido al gallego que me es más familiar y a su «derradeiro», que significa último, pero último de verdad. Es decir: derradeiro sería lo que va después de último. Sin embargo, es una palabra con connotaciones positivas y tiernas para mí e incluso festivas. En los conciertos y durante los bises, si el grupo nos gusta mucho, mucho, recurrimos al truco del almendruco que es pedir «a derradeira» después de que los músicos hayan jurado y perjurado que esa ya era «a última».

Derradeiro no me servía para nombrar una realidad que no es ni positiva, ni tierna, ni festiva. Así que he creado una palabra desde el euskera para describir una realidad que existe, pero para la que no tenemos nombre: el último entre los últimos en las aulas.

Hace unos años, mi hijo llegó un día especialmente triste del instituto. Y digo especialmente, porque triste llegaba todos los días durante aquellos cuatro cursos. Resulta que un profesor había mandado hacer grupos y él había sido elegido de último. Yo ignoraba que esta práctica perversa, la de elegir grupos, seguía presente en las aulas, pero la cuestión es que su tristeza no procedía del lugar que ocupó en la jerarquía social de la clase aquel día, porque me dijo (y eso sí que me entristeció a mí) que ya estaba acostumbrado a ser elegido el último-último. Ese día estaba hecho polvo, porque una de las que elegía era quien había sido su amiga del alma. Y digo había sido porque, después de ser uña y carne durante toda la primaria, por alguna razón, fue poner el pie en el instituto y alejarse automáticamente de él. Digo por alguna razón de forma retórica, porque la razón era que situarte al lado de alguien nombrado por la discapacidad como Antón, parece ser incompatible con ocupar un lugar social mínimamente decente en el ecosistema de secundaria.

El caso es que el día que J. fue una de las eligientes, Antón tuvo la esperanza de que todo lo que habían vivido juntos durante tantos años le garantizaría ser al menos el penúltimo. Los designados por el profesor para formar grupos fueron escogiendo entre sus compañeros y compañeras y, sin ninguna sorpresa, los dos últimos volvieron a ser F. y Antón. Como J. escogía primero, Antón estaba seguro de que diría su nombre. Pero no, dijo el del penúltimo oficial de la clase y Antón ocupó su lugar también aquel día: el último entre los últimos. Y sufrió por dentro durante toda esa clase, el recreo, las tres clases restantes, el comedor y el autobús. Cualquiera puede imaginar de qué forma explosionó al llegar a casa y cómo me partió a mí el corazón. Una vez más.

Yo justo tenía a aquel profesor como uno de los más razonables entre los de ese curso y mi decepción y desesperanza fueron por ello todavía mayores. Esa misma tarde decidí escribirle un correo. Quería que supiera el daño que causaban determinadas prácticas, por muy instauradas y normalizadas que estuvieran en las aulas.

En su mensaje de respuesta y después de lamentar que «Antón se sintiera tan afectado por esa situación de aula», el profesor alegaba que el modelo de organización de grupo que les había propuesto seguía «un formato heterogéneo y de autogestión» que consideraba que era «el más adecuado para ese objetivo y para potenciar destrezas de responsabilidad en el manejo de ese tipo de grupos». Aseguraba, además, que «la capacidad para organizarse entre iguales tiene una intención pedagógica».

Tuve además una reunión presencial con él donde volvieron a salir los consabidos argumentos de que en el mundo laboral futuro también tendrían que colaborar con compañeros que podrían ser afines a ellos o no y bla bla bla…

Pues bien, aunque en ese hipotético futuro les toque trabajar con personas con las que no encajen y puede que ni aguanten, chico… ¡haz tú los puñeteros grupos! Porque, no sé vosotros, pero yo nunca he trabajado en ningún lugar (ni conozco a quien lo haya hecho) donde se ponga en fila a toda la plantilla de la empresa y dos personas vayan escogiendo entre sus compañeros y compañeras para formar los grupos de trabajo.

Y en el caso de que así fuera y esas prácticas realmente existieran en el mundo laboral, ¿lo suyo no sería que desde la escuela se fueran moldeando prácticas laborales futuras más humanas y menos dañinas? ¿Es que va a ser siempre el mundo empresarial quien imponga los códigos de conducta a la escuela? ¿No debería ser al revés? Porque la escuela tiene la capacidad real de generar actitudes y modelos que más tarde tengan continuidad en el mundo adulto y laboral. Pero, con la manida excusa de la productividad futura, lo que está haciendo es crear normas de comportamiento atroces. Como la maldita elección de grupos que refuerza, todavía más, los roles asignados a cada alumno y alumna y de los que es casi imposible escapar. Ni dentro de la escuela, ni fuera de ella. Ni en el presente, ni en el futuro.

Hace unos meses mi hijo realizaba unos estudios postobligatorios y también allí volvió a ser el azkendakari. Volvió a ocupar el lugar que el sistema educativo le ha asignado casi desde que puso un pie en él. Da igual que cambien espacios, compañeros o profesores, él siempre será el último entre los últimos.

Da igual que ahora le reclamen para dar charlas en jornadas educativas, que le publiquen escritos en medios de comunicación de tirada nacional, que haya participado en el congreso de investigación educativa más importante del mundo o que acuda a Naciones Unidas a recoger un premio por su activismo en relación a la educación inclusiva. En un aula del sistema educativo español (y casi que en cualquier otro lugar del mundo) él es y será por siempre jamás el último entre los últimos.

Cuando me contó lo de aquella última vez, yo le dije: Antón, tienes que escribir a ese profesor para que entienda el daño que hacen esas prácticas y para que al menos un día seas tú quien elija grupo. Su respuesta me tiene todavía avergonzada. Me dijo que esa no era la solución, porque un día había tenido que elegir él y lo había pasado todavía peor. Porque hiciera lo que hiciera, siempre iba a quedar alguien de último y esa vez sería responsabilidad suya.

Hay quienes después de ser víctimas se acaban convirtiendo en verdugos. Hay quienes después de haber sufrido como alumnos determinadas prácticas del sistema educativo, cuando pasan a ocupar el rol de profesor parecen vengarse de alguna forma ejerciendo sobre otros lo que les hizo daño a ellos. Y así es como se reproduce y alimenta en las aulas este círculo infernal hasta el infinito y más allá.

También hay valientes, muchos y muchas, que cuestionan lo aprendido y sufrido para generar nuevas prácticas que construyan una escuela que eduque, acompañe y sane.

Estoy segura de que no serán pocos quienes digan que qué piel más fina la mía o que qué floja la chavalería de ahora. Los mismos comentarios que he escuchado mil veces en boca de tertulianos en los medios o de más de una persona durante reuniones familiares respecto al bullying, por ejemplo: «Nosotros también nos dábamos en el patio, pero bien, y aquí estamos, que nadie se ha muerto por eso». 

Pero es que resulta que quienes hablan son siempre los mismos: los que daban la colleja o los que eran elegidos entre los primeros. Que les pregunten a aquellos de quienes se han mofado por «la pluma», a quien recorría con miedo los pasillos esperando a ver por dónde caía la próxima colleja o a quien era elegido siempre de último. Qué fácil es relativizar todo desde el privilegio. Que les pregunten a quienes fueron los últimos entre los últimos la factura que pasa y lo que duelen todavía esas cicatrices años o décadas después.

Fotografía de un jarrón de cristal con tres rosas rojas marchitas. Está en la repisa interior de una ventana y fuera se ve un paisaje otoñal de árboles sin hojas.

#Excusas

En la tienda online de camisetas La Tostadora, se ha abierto un rincón con ilustraciones de Ricardo Clemente, protagonizadAs por algunas de las excusas que se utilizan habitualmente en las escuelas para justificar la exclusión del alumnado nombrado por la discapacidad.

EXCUSA #1

EXCUSA #2

EXCUSA #3

EXCUSA #4

Además de para los eventos de Quererla es crearla o jornadas, talleres, conferencias o actos sobre el derecho a que todos los niños y las niñas y todos los chicos y las chicas se eduquen juntos, creo que son perfectas para lucirlas cuando, por ejemplo, tengas tutoría o una entrevista con inspección educativa. Para ir vestida de razón y de razones ✊🏽

Ni Quererla es crearla, ni el ilustrador, Ricardo Clemente, obtienen ningún beneficio de la venta de estas camisetas. Su objetivo es la visibilidad de las reivindicaciones de este movimiento. 

El pasado workshop Cataliza celebrado en Barcelona fue un auténtico festival de camisetas 😊 

 

Seguimos locas pero ya no estamos solas

El pasado fin de semana tuvo lugar el «Workshop Cataliza» de Quererla es crearla. 

Hasta Barcelona fuimos madres, padres, docentes, alumnado, investigadores, orientadoras, equipos directivos… y todas las personas empeñadas en Crear la escuela que Queremos.

En la primera mesa redonda de las jornadas, analizamos de dónde veníamos para saber a dónde vamos.

Esta fue mi aportación.

TRANSCRIPCIÓN

Voy a hacer caso al Comandante Che Calderón, que nos ha dicho que pensemos de donde venimos y hacia donde vamos. 

Y ¿de dónde venimos? Pues venimos de la soledad. Pero hoy veo esto…. y digo, pues bueno, ya la soledad a veces es menos soledad.

Venimos del «pelotón de fusilamiento» como yo le llamo.

Que, por ejemplo, el profesor de gimnasia suspenda a tu hijo, que ha entrado arrastrándose en el centro, y no es una forma de hablar, es literal: arrastrándose, culeando; Que ha visto cómo se levantaba del suelo para usar un andador; y que le ha visto andar, subir y bajar escaleras… y entonces, va y le suspende

Y pides una cita con él, y te encuentras con el «pelotón de fusilamiento»: el profesor de gimnasia, la tutora, el orientador, el jefe de estudios, la PT, la AL, la JK y los GEOs.

Y veo que aquí hay un montón de gente que son colegas de profesión de los del «pelotón de fusilamiento»… y se me pone la carne de gallina.

Porque siempre lo digo: a mí, es que me duele mi hijo.Y ¿qué te duele más en esta vida que un hijo? Pero, ¿a vosotros?… Ostras… que os duelan vuestros alumnos… De verdad, es que…

Y también venimos de que nos llamen locas. De que nos digan que no tenemos razón. ¿Cómo vas a querer lo mismo para tu hijo que para tu hija?

Y no sólo que para tu hija, sino también lo mismo que tú misma has tenido.

Así que venimos de que nos llamen locas y, efectivamente, estamos locas.

Afortunadamente… Porque las locas son las que han cambiado el mundo.

La prioridad principal ahora es meter esto en la agenda política.

Vemos que en los partidos políticos ahora hay tanta polarización.

Polarización significa dos polos opuestos, ¿no? Sin embargo, en esto piensan todos igual, sienten todos igual y actúan todos igual: desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, pasando por los equidistantes.

Están todos impregnados de capacitismo.

Es verdad que no hemos avanzado lo que nos gustaría en otras cosas como el feminismo, en los derechos lgtbi…  pero sabemos lo que está bien y lo que está mal.

Aunque haya gente que sabe lo que está bien y hace lo que está mal y dice que…. vamos, vamos a pasar de la actualidad [risas]

Pero saben lo que está bien y lo que está mal.

Pero que en esto piensan y miran mal y piensan que está bien.

Y he llegado a la conclusión… porque, bueno, yo he sido muy activista sin saberlo.

Porque yo me he criado en Euskadi en los años 80, entonces es que ya no hablábamos de derechos humanos, hablábamos de vidas humanas. Y para mí, que no soy creyente, es la única que tenemos y para mí es muy importante una vida.

Y pues, desde los 15 o 16 años me he implicado en temas políticos.

Y veo que están siempre las mismas personas en los mismos actos. Y dices: «Jo, qué pena que no haya más gente».

Pero es que resulta que esas personas no están en los actos que tienen que ver con los derechos humanos de mi hijo.

Porque piensan que es una cuestión biológica.

No piensan que el machismo sea biológico, que tenga que ver con que tengas un útero, una vagina o una identidad de género femenina.

No, saben que es una construcción cultural, pero la discapacidad no.

Piensan que es una cuestión familiar, personal.

«Qué mala suerte has tenido 

«¿Qué culpa tenemos el resto, ¿no?» 

«¿Qué vamos a hacer nosotros si es una cuestión de… 

Y eso es terrible. Pero, ¿cómo lo traspasamos? ¿Cómo lo vencemos? ¿Cómo…

Nadie piensa que la pobreza sea una cuestión de mala suerte.

Bueno, hay gente que sí piensa que la pobreza es algo que te ganas, pero quien piensa que no, esas mismas personas, piensan que esta situación, esta vulneración de derechos, la opresión que significa el capacitismo… que es una cuestión de mala suerte.

Y de verdad creo que es importante llegar ahí y no sé cómo lo vamos a hacer, pero tenemos que hacerlo.

Lo mismo que hicieron las mujeres que decidieron que no, que no se conformaban con lo que les dejaban.

Lo mismo que las personas con una orientación sexual diferente a la mayoría o una identidad de género distinta a la que se les asignó.

Que no era una cuestión de lo que dijera la sociedad.

A veces Antón se desespera. No me extraña, porque me desespero yo que no lo vivo.

Hace poco hemos llegado a la conclusión de que hay que resignarse, que es muy triste.

Y yo le decía: Mira Antón, es que es imposible que en lo que te queda de vida esto vaya a cambiar. 

Entonces, no sé cómo tienes que hacer, qué coraza te vas a buscar, para que la forma en que te miran y te infravaloran no te afecte. Pero tienes que buscártela. Porque le digo, es como si en nuestro mismo país en 1942 una mujer trans o un hombre gay intentaran convencer a su comunidad de que no son infraseres, de que no son unos degenerados…

¡No les van a convencer! 

Por muchas razones que les den… Esas personas no van a vivir el cambio.

Pero gracias a lo que han hecho, a lo que hicieron esas personas, los chicos y chicas de hoy en día están viviendo una vida digna.

O por lo menos, la teoría nos dice lo que está bien visto social y políticamente. Aunque sí, sabemos que sigue habiendo violencia homófoba, machista…

Pero ahora estamos en otro punto. Lo triste es que en el tema del capacitismo no estamos ni empezando.

Y bueno, ya me callo, porque ya he dicho que la concisión no es lo mío y otra vez me he vuelto a dispersar.

CON-VIVENCIA

Estoy en el banco. Cuando empecé a venir a esta sucursal había cuatro ventanillas. La última vez, como hace un mes, habían cerrado una. Hoy lo han reducido a dos. Una, en realidad. Porque en la ventanilla de la derecha hay un cartel que la hace exclusiva para “empresas”.

En la única ventanilla que queda de cara a los mortales están atendiendo a un señor que se desplaza en silla de ruedas. Es una silla motorizada. Las características de una silla reflejan la funcionalidad y autonomía de su usuario. Así que busco entre las personas de alrededor quién podría ser el apoyo/asistente/acompañante del señor. No sé por qué (quizás porque sea la que se encuentra más próxima a él) intuyo que es una señora sentada junto a su carrito de la compra. Pero no, suena el número del siguiente cliente y veo cómo la señora se acerca a la ventanilla.

La puerta del banco no es de apertura automática, ni cuenta con ningún mecanismo que permita accionarla de forma autónoma desde una silla de ruedas. Pienso que el empleado que lo está atendiendo se ofrecerá a abrírsela o le pedirá que lo haga a alguno de los compañeros distribuidos en diversas mesas en la zona exterior de las ventanillas (cuento como cinco o seis por la sucursal). Pero no ocurre ninguna de las dos cosas.

Tampoco ninguno entre el resto de clientes que está aguardando su turno parece detectar la situación. Así que me dirijo a la puerta para abrírsela. El señor me pide que por favor le acerque un paraguas que ha dejado tirado en una esquina y si soy capaz de cerrárselo, porque él antes no ha podido. Le cierro el paraguas, le abro la puerta y le veo salir. Me pregunto cuántas más acciones relativamente sencillas como ésta se va a encontrar hasta que acabe su día. Cuántos “favores” tendrá que pedir a extraños. Cuántas limitaciones que podrían estar solventadas, como que una entidad (que a final de año expondrá en su cuenta de beneficios los millones que han ganado sus inversores) no sea capaz de instalar en sus oficinas mecanismos que faciliten la vida de un porcentaje de sus clientes. Son clientes que no cuentan. Que no existen. Que dan igual.

Este no es un texto para expresar qué mala gente son los empleados y los clientes del banco y lo buena persona que soy yo. No soy ni mejor ni peor que ellos. La única diferencia es mi realidad de los últimos diecinueve años. Ha sido mi convivencia con el colectivo de personas en situación de discapacidad la que me ha hecho ser capaz de detectar ciertas situaciones, analizar los apoyos que requieren y solventarlos si está en mi mano.

Simplemente eso. La con-vivencia.

Una con-vivencia que en mi caso no llegó hasta convertirme en madre. Una con-vivencia que debería iniciarse al principio del camino. Desde la escuela.

Hoy es 3 de diciembre. Y mañana 4.

#NadaQueCelebrar 

Imagen donde se ve de espaldas a un chico y una chica sentados en un columpio.

El pulso entre las dos escuelas (II)

La anécdota que narra Nacho Calderón en un momento de esta entrevista demuestra cómo tantas veces la Escuela consigue que un niño transite en ella desde la libertad al control. Desde la construcción de conocimiento a la reproducción.

Imagen en blanco y negro de unas escaleras de cemento sin barandilla. En una de las escaleras superiores se ven las piernas colgando de un niño que está allí sentado. Sólo se ve la imagen del niño del cuello para abajo.

©Imagen: Paula Verde Francisco

***Recuerdo dos momentos de la educación escolar de mi hijo que para mí fueron hitos en mi interpretación de su escolarización.

Recuerdo un día en que estaba haciendo alguna tarea de la escuela y al comprobar que el resultado que obtenía no coincidía con el del libro dijo: “El libro está equivocado”.

Ya pasado el tiempo, recuerdo otro momento en que al preguntarme cómo se hacía algo, yo le respondía y él me decía: “No, así no es como lo dice mi profesora”.

En realidad, son maneras de entender la producción de conocimiento de dos formas radicalmente diferentes. Por una parte, desde la libertad de un niño que todavía es capaz de cuestionar el saber más legitimado en la escuela (un libro). Esa posición desafiante, arrogante y cuestionadora, que es una forma de reconocer que él está construyendo su conocimiento de manera correcta. Puede que estuviera equivocado, y seguramente estaba equivocado, pero el mero de hecho de que tú puedas cuestionar lo que hay ahí enfrente, es ya educativo de por sí. 

Y la otra forma, es el asumir ya la reproducción de la escuela, que es: no sólo tengo que decir lo que me has dicho, sino que además tengo que decirlo de la manera en que me lo has dicho.

Es en el resolver esa tensión entre el control y la libertad, entre la reproducción social y la justicia social, donde se libra la batalla de la escuela. Y donde se libra también la batalla de la inclusión, que no es otra cosa que la batalla por el Derecho a la Educación.***

El pulso entre las dos escuelas

He escrito este post a partir de la entrevista a Ignacio Calderón que aparece al final del texto. No se trata de una transcripción, ni de las palabras literales de Nacho, sino de mi reelaboración de las ideas que expresa en esta conversación con Patricia Biront y Juan Bértola durante un café compartido en Buenos Aires. 

Podríamos poner el texto entreasteriscado, que es un nuevo concepto que creo haber inventado. Pero seguramente tampoco sea así y ya ha habido antes a quien se le haya ocurrido trasvasar el lenguaje hablado de otra persona a una narración escrita propia para que, en ese proceso, al autor del texto (en este caso autora) se le impregne bien el discurso y le sirva de gasolina para impulsar el buen hacer en las escuelas.

Gracias a Patricia por haberme insistido tanto tanto tanto en que escuchara la entrevista. Y gracias a Nacho por enseñarme e inspirarme siempre tanto y cuidarnos todavía más ❤️ ❤️

Retrato de Nacho Calderón realizado por Paula Verde Francisco. Aparece de cintura para arriba, vestido de negro y con el fondo blanco de una pared encalada.

Autora de la imagen: Paula Verde Francisco

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***Hay una controversia que está en el ADN de la escuela. Y es que las escuelas tienen encomendadas funciones sociales divergentes y contradictorias. Al mismo tiempo que se le pide a un docente que califique —y con ello clasifique— a los niños y a las niñas, también se le pide que logre que sean cooperativos, que sean buenas personas, que amen el conocimiento, que sean personas libres… 

Hay una tensión entre estas dos ideas.

Por una parte, se pretende lograr el control de la ciudadanía desde su infancia, conseguir hacerle pensar de una misma manera, controlar su conducta, su forma de pensar, sentir y actúar. Esa es la función encomendada a la escuela: una gran maquinaria en la que todos los días te sientas delante de alguien que te dicta las normas, que te dice lo que tienes que hacer… Y si no haces lo que se te dice, vas a tener un castigo. El castigo puede venir en forma de notas o en forma de reprimenda.

Y, por otra, está la función que tiene que ver con sublevarte, con liberarte, con aprender a cuestionar lo que pasa y transformar lo que ocurre allí. Y esas dos funciones están, lamentablemente, ligadas en la escuela. 

Sin embargo, cada docente puede poner mayor peso en una o en otra. Dependerá de su condición humana, de su formación, de la institución en la que esté, etc. Pero siempre hay una opción final y son los docentes quienes toman esa decisión. Quienes deciden si se inclinan por una función o por la otra. Son ellas y ellos quienes valoran si poner el peso en la función controladora y reproductora de la sociedad (porque controlar significa mantener lo que ya hay, el status quo, que nada cambie) o, por el contrario, optar por la libertad y la justicia social.

En un momento de la conversación, Patricia Biront apunta que a esta última opción se le suele acusar de “adoctrinar a los niños”. 

Nacho esboza una sonrisa y lanza esta pregunta: ¿Y si es la reproducción social no?

¿Cuándo es que se adoctrina a los niños? 

¿Cuando estás enseñando a los niños y a las niñas a pensar por sí mismos a partir de toda la cultura que hemos ido construyendo? Es decir, a partir de la filosofía, de la ciencia, de la literatura… de todo el conocimiento acumulado por los seres humanos a lo largo de la historia.

Sin embargo, eso no es algo acabado. Ninguno de esos creadores, de esas creadoras de la cultura universal diría “esto es algo acabado”. Si le preguntáramos a Einstein, nunca nos diría que el conocimiento que él ha creado está acabado. Tampoco Picasso o Hannah Arendt dirían “esto ya está terminado”. Pero en las escuelas, lamentablemente, tratamos el conocimiento como si fuera algo acabado. Y no debería ser así. Deberían ser espacios donde los niños y las niñas se pongan a jugar a científicos, a filósofos, a escritores… Espacios donde la infancia pueda ir reconstruyendo el conocimiento que hemos ido generando los que somos más viejos.

Por otra parte, en ese proceso en el que se intenta resolver la tensión entre el control y la libertad, entre la reproducción social y la justicia social, es también donde se libra la batalla de la inclusión, que es la batalla por el derecho a la educación. No hay otra.***

 

El programa Somos Capaces Radio puede escucharse todos los viernes de 19:00 a 20:00 (hora argentina) a través de radiomonk.com.ar  y posteriormente en su canal de YouTube.

Podéis seguirles también a través de sus redes sociales:

Twitter: @Somoscapacesra1

Instagram: @somoscapacesradio

Facebook: SomosCapacesradiook

Lo que pocas veces pasa en la Escuela pero debería ocurrir siempre

Imagino que muchas sabréis de la iniciativa de Belén Jurado para denunciar las malas prácticas en la escuela (cuando no directamente el maltrato) sobre el alumnado nombrado por la discapacidad, a través del hashtag #YNoPasaNada. 

Pues bien, Belén es tan generosa que también compartió el mensaje de una profesora escribiéndole que “ahora debes hacer una que sea todo lo contrario”, alegando que eran muchas las “maestras inclusivas que nos esforzamos”. 

María José Corell (orientadora) dio forma en los comentarios del post a lo que muchísimas pensamos al leer aquel mensaje (por no hablar ya de esa denominación que utiliza de “maestra inclusiva”, como si pudiera ser legítima la opción de “maestra excluyente” o de “no esforzarse”): 

«Nunca entenderé a docentes que hacen esto. 

Es decir, sentirse ofendidas porque ellas sí que…

¡Con la que está cayendo!»

Así es, el problema es que hay quien no cumple con su función o que, más grave todavía, colabora en el maltrato institucional y sistémico sobre cierto alumnado. Niños y niñas que, recordemos, van a la escuela porque es OBLIGATORIO, no porque sus familias seamos una panda de sádicas. 

Sobre lo de que además es su derecho —el derecho a educarse y a aprender— ya todo el mundo se olvida, porque dan por hecho que cierto alumnado no es capaz de aprender. Y yo no conozco a absolutamente ningún ser humano que no pueda aprender. No aprendemos lo mismo ni al mismo ritmo, pero todas la personas podemos avanzar en nuestros aprendizajes. Sólo que la escuela intenta relegar primero y expulsar después, a quienes no puedan alcanzar ciertos aprendizajes en determinado espacio de tiempo. 

“La escuela al servicio de la productividad”, como dice Ignacio Calderón.

Una institución que entiende que quien no puede seguir determinados ritmos en la etapa educativa, no será productivo después en los espacios de trabajo y, por tanto, los descarta. Los desecha como futuros trabajadores “productivos” para el sistema. Lo que poco o nada tiene que ver con el saber y el aprendizaje, con la Educación.

Viñeta en blanco y negro donde aparecen cuatro edificios con el cartel de Infantil, Escuela, Instituto y Facultad en cuyas fachadas se ve un agujero por donde se expulsa a algunos estudiantes. Sobre el dibujo aparece en grande y en mayúsculas: "SISTEMA EDUCATIVO"

Al igual que María José, tampoco entiendo a las docentes que reclaman que se hable de las experiencias positivas en la escuela porque deberían serlo todas (!!!). Sin embargo, quiero compartir un correo que la casualidad ha querido que haya encontrado justamente hoy (buscando otro mensaje, cómo no). Es un mensaje de agradecimiento que mi hijo escribió al único profesor de matemáticas (y uno de los pocos poquísimos en el resto de materias durante su paso por Secundaria) que creyó en su capacidad de aprendizaje.

Antón no debería haber agradecido algo así, dado que es la razón del trabajo de un docente. Pero como también sabemos que lo habitual en la escuela es no dar un duro por el alumnado nombrado y discriminado por la discapacidad, aquí va un ejemplo de lo que sí es posible en la Escuela pero pocas veces ocurre.

Intercambio de mensajes a través de correo electrónico: De: Antón Asunto: Adiós y gracias A: “F. (profe Mate)” Hola, F. En este correo te que quiero dar las gracias. Sé que te vas, por eso te estoy escribiendo. Gracias por confiar en mí. Ningún profesor de mate, menos R. y tú, me supisteis hacer entender mate. Los otros profes ni lo intentaron o lo intentaron muy poco. Los otros profes pensaban que como estaba más verde que una manzana no lo iba a entender en la vida y entonces para qué se iban a esforzar en enseñármelo. Pero en cambio vosotros no parasteis hasta conseguirme entenderlo hasta el final, costara más o menos. Sé que en algunos exámenes no estuve muy a la altura, pero siempre intentaba estarlo. En mi opinión fuiste un buen profesor. Sé que R. y tú os vais. Cuando me lo dijeron me llevé un disgusto muy grande. Os voy a echar de menos. Yo algunos fines de semanas vengo a Taboada, a la aldea en la que vive mi abuela [abre así la posibilidad de verse, al estar cerca del lugar de residencia de este profesor]. Bueno, lo dicho, que gracias a los dos por confiar en mí. Un abrazo enorme y espero volver a encontrarte. ————————— Hola Antón. Primero darte las gracias por este correo, la verdad es que es muy gratificante recibir este tipo de mensajes. Es cierto, este curso no voy a estar en el centro pero es muy probable que para el curso siguiente vuelva, ya que mi destino definitivo está ahí, por lo que seguro que nos veremos. Por último, decirte que te costará más o menos, pero eres capaz de hacer lo que quieras, solo tienes que fijarlo como objetivo e ir a por él, como hiciste durante este curso. Así que mucho ánimo. Antes de terminar, decirte que tienes mi correo electrónico y cualquier cosa en la que te pueda ayudar aquí me tienes, no dudes en mandarme un correo. Recordarte que cuando sea posible y esté terminado, me gustaría poder leer ese pedazo de libro que estás escribiendo que tenía una pintaza... ¡QUÉ GANAS! Un abrazo muy fuerte Antón. F.

📸 Transcripción del texto que aparece en la imagen.

[Los nombres están editados para que no resulten reconocibles. F. es el profesor de matemáticas y R. la PT que trabajaba mano a mano con él para encontrar la manera en que Antón pudiera aprender a pesar de sus limitaciones en la motricidad fina, que eran su principal obstáculo.]

De: Antón

Asunto: Adiós y gracias

A: “F. (profe Mate)”

Hola, F. En este correo te que quiero dar las gracias. Sé que te vas, por eso te estoy escribiendo. Gracias por confiar en mí. Ningún profesor de mate, menos R. y tú, me supisteis hacer entender mate. Los otros profes ni lo intentaron o lo intentaron muy poco. Los otros profes pensaban que como estaba más verde que una manzana no lo iba a entender en la vida y entonces para qué se iban a esforzar en enseñármelo. Pero en cambio vosotros no parasteis hasta conseguirme entenderlo hasta el final, costara más o menos. Sé que en algunos exámenes no estuve muy a la altura, pero siempre intentaba estarlo. En mi opinión fuiste un buen profesor.

Sé que R. y tú os vais. Cuando me lo dijeron me llevé un disgusto muy grande. Os voy a echar de menos. Yo algunos fines de semanas vengo a Taboada, a la aldea en la que vive mi abuela [abre así la posibilidad de verse, al estar cerca del lugar de residencia de este profesor]. Bueno, lo dicho, que gracias a los dos por confiar en mí. Un abrazo enorme y espero volver a encontrarte.

—————————

Hola Antón.

Primero darte las gracias por este correo, la verdad es que es muy gratificante recibir este tipo de mensajes. Es cierto, este curso no voy a estar en el centro pero es muy probable que para el curso siguiente vuelva, ya que mi destino definitivo está ahí, por lo que seguro que nos veremos.

Por último, decirte que te costará más o menos, pero eres capaz de hacer lo que quieras, solo tienes que fijarlo como objetivo e ir a por él, como hiciste durante este curso. Así que mucho ánimo.

Antes de terminar, decirte que tienes mi correo electrónico y cualquier cosa en la que te pueda ayudar aquí me tienes, no dudes en mandarme un correo.

Recordarte que cuando sea posible y esté terminado, me gustaría poder leer ese pedazo de libro que estás escribiendo que tenía una pintaza… ¡QUÉ GANAS!

Un abrazo muy fuerte Antón.

F.

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No sé si F. regresó al centro al curso siguiente. Cómo ya sabéis, quien tuvo que marcharse fue Antón.

#YNoPasaNada

Cuando era niña, los veranos íbamos “de vacaciones” a casa de mis abuelos. Y lo entrecomillo, porque nada tenían que ver con las vacaciones que yo (o cualquier otra persona) disfruta ahora con su familia.  

Esas “vacaciones” eran en realidad los pocos días al año que mis padres podían disfrutar de los suyos o de los hermanos que no habían cogido un tren para emigrar.

No se tumbaban a tomar el sol en la piscina, ni tomaban cañas en el chiringuito de la playa. Tampoco visitaban museos ni hacían rutas por parques naturales.

Sus vacaciones consistían en “apañar” patatas, podar tomateras, recoger pimientos, desbrozar leiras, recomponer las tejas, picar leña para aprovisionar a los mayores para el invierno, arreglar (o incluso construir) el cuarto de baño…

Mientras, sus hijos e hijas disfrutábamos acompañando a los primos con las vacas, escalando el interior de castaños centenarios o emulando las aventuras de “Los Cinco” solos por los montes.

Esas vacaciones eran lo mejor de nuestra infancia y provocaban la envidia de los (pocos) compañeros hijos de no-migrantes que, por tanto, no tenían pueblo. Nuestra única característica envidiable, en realidad.

El caso es que a mi vuelta recuerdo comentarles a mis amigas lo asombroso de que en Galicia hubiese muchas más estrellas que en Bilbao. Infinitamente más.

Me flipaba recostarme por las noches en un conjunto impresionante de rocas que sobresalía de la tierra (y que algún bestia dinamitó años después en nombre del progreso) que había junto a la casa de mi abuela. Podía mirar el cielo durante horas. O lo que a una niña le parecían horas. En esa época no había competencia de Netflix, ni de Instagram, ni de PlayStation, afortunadamente. Era un espectáculo impresionante. Me sentía tan pequeñita y tan grande a la vez.

Tardé años en enterarme de que en realidad las estrellas eran las mismas y que sólo el nivel de contaminación lumínica de cada lugar marcaba la diferencia.

Escribía el otro día Xacobe Pato: “Me gusta mucho que las fotos que le hacemos a la luna con el móvil sean una puta mierda comparadas con mirarla directamente.

Y yo pensaba en el cielo espectacular que sigo viendo en Mariz, pero en la mierda de fotos que me salen siempre.

Me llevó a entender que, del mismo modo que una foto (por muy buena que sea la cámara o el móvil que una tenga), es una mierda pinchada en un palo y no refleja la belleza del cielo estrellado de Mariz o del reflejo de la luna sobre la ría de Sada, tampoco los testimonios que en los últimos días está recopilando Belén Jurado bajo el hashtag #YNoPasaNada reflejan ni siquiera un poco de la enorme cantidad de dolor, discriminación, desprecio y vulneración de derechos que viven tantas familias en las escuelas.

Imagen nocturna donde aparece la luna llena y se refleja sobre la superficie del mar.

Anoche la luna estaba espectacular. Como siempre, la foto es una 💩

 

¿Dificultades de aprendizaje o de enseñanza?

Estoy buscando un material que necesito para un proyecto, así que llevo horas buceando entre vídeos de la infancia de Antón. No debería detenerme tanto en la mayoría de los que me salen al paso y centrarme en buscar lo que realmente necesito. Pero no puedo evitarlo. Porque que me están llevando a un tiempo que me provoca sentimientos que se mueven entre la nostalgia y el dolor, pero también entre la ilusión y la esperanza.

La nostalgia de un niño que ya no existe.

El dolor por aquellos profesionales de la escuela que no creyeron en él.

La ilusión y la esperanza de saber que sí, que cualquier niño o niña puede aprender. Que las dificultades no están en quien aprende, sino en quien enseña.

Comparto este vídeo, no con la intención de transmitir la idea de que ciertos niños y niñas nombrados por la discapacidad pueden aprender si las familias se vuelcan en ello, porque eso no es justo. Nosotras deberíamos ser sólo madres. Nada más y nada menos. Son quienes ejercen el papel de maestros y maestras los que tienen el deber y la obligación de enseñar a nuestros hijos e hijas. Que pueden. Vaya si pueden.

Que en las facultades de Ciencias de la Educación apenas se dé cabida a la diversidad y que cuando se hace sea a través de asignaturas que llevan por nombre “Dificultades de aprendizaje y trastornos del desarrollo”, ya es toda una declaración de principios y de intenciones.

Las dificultades no son de aprendizaje (todo ser humano es capaz de aprender), sino de enseñanza. Formar a los futuros docentes poniendo el foco y la responsabilidad del fracaso en el niño o niña es una aberración y el origen del sufrimiento de miles de familias en la escuela.

En mi familia damos gracias a la vida por esas maestras que se han cruzado en el camino de Antón y que han disentido de esta idea y resistido la presión del paradigma oficial. No sé si el resto son conscientes del daño que nos han hecho y la infelicidad que nos han provocado. Seguramente se viva más tranquilo cargando la responsabilidad de esos fracasos en Antón y en una familia que “no acepta la realidad de su hijo”.

📸 Descripción del vídeo: Un Antón de siete años juega con su prima, que aún no había cumplido los tres. Pertenecen a un tiempo en que Antón ya tenía controlada la lectoescritura en mayúsculas, pero todavía tenía dificultades con las minúsculas. El juego consiste en colocar unas tarjetas con nombres de disfraces en un mural donde aparecen fotografías de personas disfrazadas: romanxs, egipcixs, bomberxs, cocinerxs, piratxs, vampirxs…

Va también dedicado a todos esos docentes convencidos de que el juego no puede ser un vehículo de aprendizaje, a los de la-letra-con-sangre-entra. De esos también nos han tocado unos cuantos.