Desarrollador: Electronic Arts
Idioma: español, inglés, francés, alemán e italiano
Precio: 4,49 €
Categoría: Letras / Juegos para compartir
Descripción: Versión para iPad de uno de los juegos de palabras más populares del mundo. Este clásico juego de mesa consiste en combinar las fichas que representan letras y formar palabras sobre un tablero de 15×15 casillas. Deben ser palabras admitidas por el diccionario y pueden colocarse sobre el tablero de forma horizontal o vertical. También está permitido que las palabras se crucen y se aprovechen letras colocadas por nuestros rivales para formar nuestra propia palabra.
Las fichas se extraen de forma aleatoria y cada letra tiene diferentes valores, las más frecuentes tienen una puntuación más baja que las letras menos comunes (ejem: A=1 punto; M= 3 puntos; Z=10 puntos). La puntuación se extrae de la suma de los puntos de todas las letras que hemos sido capaces de colocar así como del valor de las casillas sobre las cuales se han emplazado en el tablero. Gana la partida el primer jugador que consiga utilizar todas sus fichas o cuando ya no es posible realizar más combinaciones de palabras. En este caso, el ganador es aquél que haya obtenido la mayor puntuación.
La popular aplicación Apalabrados está basada en este juego, con la peculiaridad de que se puede retar a jugadores de todo el mundo.







En nuestra 
Lo queramos o no, es una evidencia que, en general, los gustos y aficiones de los niños difieren en función del género. Y por mucho que intentemos educarles de igual forma y les ofrezcamos las mismas posibilidades, en general y salvo raras excepciones, sus mundos se separan a partir de los 6 ó 7 años y no vuelven a reencontrarse hasta algún tiempo después.
Otra opción, bastante más excepcional, es la de acoplarse a las niñas. Este es el caso de Antón ya que, debido a las circunstancias derivadas de su discapacidad, también carece de la habilidad necesaria para atrapar bichos o abordar un barco imaginario. Cuando leí esa frase en el artículo de Roncagliolo, entendí que esa definición tan concisa y perfecta (“hablaban más y corrían menos”) resumía en cinco palabras el fundamento del mundo social de Antón: dadas sus dificultades en cuanto a la comunicación expresiva, se le da muy bien escuchar y el movimiento no es precisamente su fuerte.
Parecía misión imposible, hasta que a la maravillosa y tenaz mamá de Brais se le ocurrió probar con el mundo de los juegos de mesa. Aunque inicialmente ambos fueron reacios, la operación acabó resultando un éxito. Y ese ha sido el punto de inflexión que les está volviendo a reunir. Primero fue el parchís, después el Cadoo, el Quien es Quien, dominó, memory… Nuestro último descubrimiento ha sido el ajedrez.
Aunque las habilidades motrices y cognitivas de su amigo quizá siempre estén por encima de las suyas, lo importante es que jueguen y participen de la misma actividad. Han aprendido a asociar ciertos juegos a determinados amigos. Brais sigue jugando al fútbol con Jaime, “a luchas” con Mateo y a la Play con Santi. Y a Antón le sigue encantado jugar “a tiendas”, a “mamás y papás” o a disfrazarse con Yasmin, Manuela o Patri. Finalmente, han aprendido a adaptarse el uno al otro y a encontrar un lugar donde disfrutar juntos. Tenemos la esperanza de que eso les ayude a establecer puentes entre ellos, a afianzar lazos y consolidar una amistad que ojalá les lleve a encontrarse también en otros puntos y momentos de la vida.


Ya hemos visto cómo las palabras pueden crear o destruir porque, muchas veces, elaboran el pensamiento y le dan forma. Los términos llevan asociados ideas, valores y prejuicios que se transmiten en el tiempo. Si queremos cambiar esos conceptos y valores, debemos empezar por cambiar las palabras. La utilización de cierta terminología anticuada y poco apropiada, puede perpetuar estereotipos negativos y reforzar barreras de comportamiento muy importantes. Y son estas barreras las que suponen el principal obstáculo en la vida de las personas con diversidad funcional.
Para esa niña de seis años, la palabra especial tenía el mismo significado que para los adultos el término problema. La palabra que todos usábamos para referirnos a Antón y que creíamos completamente inocente, había adquirido una carga tremendamente negativa.





































































